miércoles, 31 de julio de 2024

Rafael Oscar Ielpi 1939 - 2024

El Negro Ielpi, murió de un paro cardíaco a los 85 años. Sus restos serán velados en la cochería Caramuto. Fue el primer subsecretario de cultura de Rosario en esta democracia. Fue concejal por el radicalismo y dirigió el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa.

Nació el 29 de marzo de 1939 en Esquel (Chubut) y vivió en Rosario desde su infancia, que "no fue muy feliz", y describió: "nuestra madre nos abandonó, se separó de mi padre cuando yo tenía doce años y la más chica de mis cinco hermanos tenía dos. De mi madre tengo imágenes difusas, la vi poco. Como a mi padre lo trasladaban permanentemente, los hermanos fuimos naciendo en distintas ciudades y en época escolar nos mandaban a Rosario con mis abuelos paternos. En las vacaciones regresábamos adonde ellos estuvieran y en una de esas que volvimos, mi madre ya no estaba. No la vi nunca más. Cuando se fue vivíamos en el Chaco, en un obraje forestal chiquito, cerca de Roque Sáenz Peña. Por lo poco que pudimos averiguar mucho después con mi hermano Atilio, se habría mudado a Paraguay. A los dos años de su partida a mi padre lo pisó un tren, una paradoja para un empleado ferroviario. Los años en Rosario, en la casa de Echesortu de mis abuelos, dos tipos maravillosos, no fueron tampoco de lo más feliz por algunos de mis tíos que vivían allí y no eran muy amorosos. A los diecisiete años —mi abuelo ya había muerto—yo me independicé, conseguí trabajo, empecé a estudiar en la Facultad (de Filosofía y Letras), me fui a vivir solo. Cuando murió mi abuela se produjo una diáspora porque los tíos prácticamente les dijeron a mis hermanos que se fueran. Mejor olvidémoslo".

Rafael, realizó sus estudios primarios y secundarios en Rosario y cursó materias en la entonces Facultad de Filosofía y Letras. "Mi lugar en el mundo es Rosario", decía. Trabajó en diarios y revistas de la ciudad; fue integrante de la Editorial de la Biblioteca Vigil, redactor y director creativo de agencias de publicidad. Ha publicado libros de poemas: "El vicio absoluto" (1964), "Para bailar esta ranchera" (1979), "El vals de Hermelinda" (1981), "Viajeros y desterrados" (1988) y "Día de visitas" (1998); uno de relatos: "No juegues con gitanas" (1989) y libros de investigación:  "Prostitución y rufianismo" (1972, con Héctor Zinni), "El imperio de Pichincha" (2009), "Rosario del 900 a la década infame" (2006), "Rosario, vida cotidiana" (2001), entre otros.

En 1972, con música de José Luis Bollea estrenó "La Forestal", considerado uno de los aportes más importantes a la música argentina testimonial de raíz folclórica y reunió su producción como letrista de canciones en "Cancionero" (2003). Con Carlos A: Vila Ortiz publicó "Imágenes de la memoria" (1996) y "Phillip & Raymond" (1998). Fue director de Cultura de la Municipalidad de Rosario (1983/89) y concejal de la ciudad (1991/95) y (1997/2003). En 1989 obtuvo el premio Marcelo Weil por su aporte a la Cultura de Rosario. En 2004 fue declarado Ciudadano Ilustre de Rosario "por su aporte a la cultura de la ciudad".

"El imperio de Pichincha", de Rafael Ielpi, fue publicado por Homo Sapiens. La obra retoma la inicial investigación concretada en el año 1974 por el autor y Héctor Nicolás Zinni en "Prostitución y rufianismo" (considerado con justicia como el primer trabajo sobre la "mala vida" rosarina en la ciudad), así como las contenidas en otras obras de Ielpi como "Vida Cotidiana. Rosario 1900-1930" y "Rosario, del 900 a la década infame".
 
El período de consolidación y apogeo del comercio prostibulario organizado, entre 1870 y 1935, así como el de la prostitución legalizada y reglamentada (1900-1935) ha sido motivo de importantes estudios tanto desde el campo de la divulgación histórico como desde los ámbitos académicos y el libro se sumó a dicha serie, analizando también los caminos del negocio prostibulario en países que, como Brasil y Uruguay, fueron escenario asimismo del quehacer de las organizaciones de tratantes de blancas.
La gráfica
En el blog: "Juan en la Calle", Rafael Ielpi repasó su trabajo en medios de la ciudad: Muchos de los diarios en los que trabajé fueron bastantes efímeros, especialmente porque sus propietarios no eran editores periodísticos (…) El que más me acuerdo es del diario "Hoy" que era un vespertino, que llegó a tener una tirada importante en la década del sesenta. Cuyo dueño era Nudermann. El secretario de redacción había sido periodista del famoso diario "Crítica", una persona de apellido Tórtola y tenía la experiencia de los vespertinos. 

Tenían como características noticias breves (que luego introdujo ese método el diario La Razón), que tenía un título importante, un copete y una noticia bastante condensada. Ahí trabaje cerca de dos años. Acá trabajaba todos los días y me habían asignado la sección de "información nacional". Luego trabajé como colaborador en el diario "Crónica" que dirigía Néstor Joaquín Lagos, era un periodista free-lance y sobre todo en temas culturales. 

También trabajaba en esa condición Gary Vila Ortiz, recuerdo. Esto fue en la década del 60, en la misma época en que trabajaba como periodista en la revista "Boom", esa sí que fue una experiencia periodística más larga que duro, dos años y medios, tres años. Creo que fue la mejor experiencia periodística que tuve, primero como redactor y luego como secretario de redacción. También trabajé en el diario "Democracia" que fue también una linda época, y ya estamos hablando de la década del 80. Cuyo dueño era Carlos Saguez y ahí trabajamos con Jorge Brisaboa, Carlos Bustos y muchos periodistas muy jóvenes casi todos.

Fue un diario muy interesante, también vespertino, que salió hasta después de la recuperación de la democracia, recuerdo que apenas asumió Alfonsín, me llamaron para ser Sub Secretario de cultura y el diario seguía trabajando. Recuerdo que la noticia de asunción salió en el diario "Democracia". Una nota fue titulada: "uno de los nuestro va a cultura", afirmando que era un periodista del diario. Antes de su llegada a los medios de comunicación, ¿con qué conocimientos o formación llegó? Antes de mi llegada a mis primeras experiencias periodísticas, había incursionado en la Facultad de Filosofía y Letras, había estudiado tres o cuatro años. 

Con lo cual tenía una formación de tipo general, sobre todo lo que tiene que ver con la literatura, la crítica literaria y con una escritura bastante sólida. No había escuelas de periodismo en esa época. Pero siempre fui un gran lector de diarios, por ejemplo me tomé el trabajo de leer la colección (que no había mucha en Rosario, pero si en Buenos Aires) de "Crítica", "Noticias gráficas" "La Razón", más que nada por un interés hacia la literatura, ya que en esos diarios escribía González Tuñon, Borges, Roberto Artl, y grandes escritores y a su vez me leía las noticias de la época, que me dieron una visión cultural bastante consistente. 

Además siempre fui un lector panorámico, es decir, leí desde los poetas chinos hasta los norteamericanos de la actualidad. Y sobre todo poesía, ya que nací en la vida literaria como poeta.

¿Cuáles fueron las razones o condiciones, que posibilitaron el ingreso a los medios de comunicación? 
En el diario "Rosario" no recuerdo, pero en el diario "Hoy", me presenté directamente. Me enteré que salía un nuevo diario y fui a hablar con el secretario de redacción, que era este hombre Tórtola que me atendió muy bien y me hizo una serie de preguntas. Le dije que venía del diario "Rosario" y algunas noticias tenía y en un momento me dice: "acá lo que vas a hacer es aprender, y te voy a poner al lado mío", le había dicho que venía de estudiar Letras y la verdad fue que ahí aprendí mucho, la pragmática más que lo conceptual. Él era un editor periodístico con métodos y herramientas de trabajo de un periodismo de los años 40. 
¿Cómo fueron sus relaciones en los medios de comunicación, con sus colegas y compañeros de trabajo?
No sé cómo serán ahora, pero las redacciones siempre fueron las mismas. Ahora hay computadoras, antes había máquinas de escribir, con una gran sala de periodistas, antes era igual. Lo que ha cambiado es la formación del periodista, ahora hay carreras y una formación bastante amplia que permite contar con una base cultural importante para canalizar la vocación para lo que a uno le gustaría dedicarse- deporte, espectáculo, política, entre otros- en esa época, las redacciones tenían la impronta de los años 30 todavía. 

Todo el mundo fumaba, se quedaban hasta el cierre de la edición, tenía todavía "algo de bohemia" como las redacciones de los años 40. No había columnistas, llamémoslo, como hay ahora Tenía gran importancia el turf, que hoy es algo evaluado. En esa época había hipódromo, carreras, un jefe de carreras, dos periodistas dedicados a ello. 

¿Cómo cree que han incidido los cambios sociales en las rutinas de trabajo? 
La década del 70 fue definitoria en este aspecto. Desde esta época el periodismo en general necesitó más trabajar sobre esos hechos sociales, por ejemplo el "Cordobazo", el "rosariazo", "Tucumán Arde", Tosco, entre otros. Y necesitó periodistas que se dedicarán y abocarán más a ese tipo de informaciones. Me parece que ahí ocurre n punto de inflexión. Recuerdo que me había asignado la sección de "información general", pero me había ocupado mucho del tema de los "Tupamaros", y fui a Montevideo a cubrir algunos sucesos sociales y políticos y tenía mucha ampliación en el diario de lo que ocurría en Uruguay. Desde los años 70, se produce un gran progreso de la información política y en el ámbito económico y los diarios pasan a tener opinión y posicionarse ante esos hechos.

¿Cómo recuerda sus inicios en la revista "Boom"? 
Cuando yo ingrese la revista ya había empezado a aparecer, entre en el número 4 o 5. En ese momento trabajaba en la editorial de biblioteca Vigil. Tenía un director que era Rubén Naranjo y tenía asesores literarios: Jorge Riestra, Rodolfo Vinacua. Este último fue designado por Ovidio Lagos Rueda como jefe de redacción de la revista y gracias a él me incorporé como periodista. Allí estaban Juan Martini, Luis Etcheverry, Héctor Nicolás Zinni, Segovia, el negro Fontanarrosa, otro ilustrador Gregorio Zeballos, en fotografía Carlos Sarli. Ingresé por invitación de Vinacua y terminé como Secretario de Redacción de la revista. Del 68 hasta el 70, que dejó de salir con una tirada de cerca de 25.000 ejemplares, que era mucho para un mensuario. 

¿Cómo era en esas experiencias la relación de fuente periodística y el medio de comunicación? 
La revista fue unas de las pioneras, más que los diarios en hacer investigación periodísticas sobre temas que no digo que eran "tabú", pero no eran de gran interés general para esa sociedad, era bastante heterogéneo en su material, a lo mejor algo similar a la revistas "Primera Plana" "Panorama", "Confirmado", medios con grandes periodistas en esos medios. "Boom" tenía lo mejor que podría tener acá y los temas eran sobre la comunidad judía, la homosexualidad en Rosario, el juego clandestino, la prostitución, conflictos sindicales y la cobertura del "rosariazo" fue la más importante que se hizo en la ciudad. Unas de las premisas que ponía el director era una gran flexibilidad de lo que los periodistas escribían con una serie de formatos a respetar, pero sobre todo: escribir bien, tratar de hacer un medio periodístico con estilo, ya que no teníamos un manual de estilo y se intentaba escribir lo mejor posible. Y la segunda premisa era que la fuente de información fueran confiables, es decir, chequear la información desde distintas ópticas y había tareas asignadas. Ovidio Lagos escribía muy bien y tenía una sección de frivolidades y la primera vez que fue a la reunión de redacción, donde se asignaban las notas (…) 

¿Trabajó en la radio? 
Sí…. durante mucho tiempo. Hice un programa en el año 70 con Carlos Gabetta, un año y medio durante todos los días fue en LT2. Primero cuatro horas y de a poco nos fueron reduciendo el tiempo. Fue un programa que leíamos textos y opinábamos de política. Después hice LT8 "La vida está en otra parte" con Reynaldo Siettecase. Después fui muchos años libretista de radio con un productor que se llamaba Domingo Márquez y se dedicó toda la vida al folklore y ganamos algunos premios en algunas ciudades del interior. Fui libretista de muchos periodistas, le daba textos ya armados que hablaba de actualidad, literatura, política. Una buena experiencia, sobre todo porque eran grandes voces de la radio (…)

Vasto Mundo
El primer ejemplar de Vasto Mundo, salió en 1987. Debajo de su capitular, a manera de bajada, unos versos de "Poema de sete faces", del poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade: "Mundo, vasto mundo: / más vasto es mi corazón". El Negro Ielpi le contó a Gastón Bozzano, en Suma Política, sobre su trabajo en la subsecretaría de Cultura de Rosario: "Cuando asumí como subsecretario de Cultura me dieron absoluta libertad para hacer lo que quisiera; entonces empecé con los talleres barriales, algo que tampoco era una idea mía, porque ya había visto lo de Santiago de Chile en la época de Salvador Allende, con un proyecto muy interesante de descentralización de las actividades culturales. Aquellos primeros talleres de Rosario se desarrollaban muy lejos del centro: en Las Flores Sur, La Cerámica, Unión y Parque Casas, Barrio Triángulo, Barrio Bolatti, Barrio Alvear y Parque Alem. Cuando eso se puso en marcha, advertí la necesidad de que tuviéramos un medio para contar lo que ahí se estaba haciendo, pero además para hablar de la actividad cultural de la ciudad, de sus creadores, e incluso del país. Me di cuenta de que no había revistas institucionales, culturales, solventadas por el Estado y de distribución gratuita. Con esa idea decidí hacer la revista Vasto Mundo".

"La poesía de Drummond me era familiar desde hacía mucho tiempo, casi te diría desde mi juventud —rememora Ielpi—; incluso traduje algunos de sus poemas, entre ellos ese Poema de sete faces, que tiene unos versos que siempre me parecieron sugestivos: Mundo, vasto mundo / si me llamase Raimundo sería una rima / pero no una solución. / Mundo, vasto mundo: / más vasto es mi corazón. Siempre los tuve como versos muy entrañables. Cuando llegó el momento de poner un nombre a la revista, en medio de las discusiones al respecto, los recordé. Se llamó así por mi admiración al poeta, pero también porque la frase vasto mundo desligaba del localismo y también daba nombre a nuestra ambición, tal vez desmedida, de que la revista superara el límite geográfico de la ciudad y llegara al vasto mundo… Por lo demás, me parece un bello nombre, que además ha perdurado".

La Forestal
Jorge Cánepa y Enrique Llopis. Sentados, Emilio Lenski y Rafael Ielpi
La obra está basada en el libro del gran escritor rosarino Gastón Gori, La Forestal: la tragedia del quebracho colorado. Un investigador muy importante de la literatura santafesina. Su libro es largo, justificadamente largo porque él investigó durante muchos años qué había pasado. Rafael Ielpi, tomó todos esos datos, los resumió y compuso las letras de las canciones que interpretaba Enrique Llopis quien, con su canto, relató los sucesos con ritmos argentinos muy diversos.

Fiesta de Colectividades 
Es uno de los tradicionales eventos de la ciudad. Rafael Ielpi junto al periodista Ernesto Mariano, crearon el evento muy modesto, pocos stands y algunas de las principales colectividades. "El primer año fue bastante y perduró porque se encarnó en la comunidad que la tomó como propia, que la motoriza y la sostiene hasta estos días", dijo.

Sellos de librerías de Rosario
Es un libro de la Editorial Municipal de Rosario. Para su edición se tuvo en cuenta cubrir distintos tipos de librerías: de nuevos, de usados, de saldos y virtuales. Tanto el libro como las entrevistas le permitirán al lector armar un mapa imaginario donde se conectan, como si fueran estaciones de una red, las librerías actuales e históricas de Rosario. Ielpi habló con Felipe Hourcade y Juan Alonso sobre las librerías de la ciudad: 
Rubén Sevlever, Rafael Ielpi, Aldo Oliva, Reynaldo Pappalardo, Hugo Gola, Luis María Castellanos y Hugo Padeletti afuera de la librería Aries, Rosario, alrededor de 1965

Contanos, ¿cómo conociste a Felipe Aldana?
Habrá sido el año 1968 o 69 y estábamos con Aldo Oliva en un comedor del pasaje, que ahora le pusieron Simeoni y antes se llamaba Zabala, entonces aparece un tipo extraño. La característica más notable es que tenía los ojos salidos, muy salidos. Y se sentó con nosotros. En esa época su nombre sonaba, aunque tampoco había publicado demasiado. Estuvimos desde las nueve de la noche hasta las dos de la mañana y quedamos en volver a encontrarnos al otro día. Era un tipo muy culto Aldana, con Aldo se trenzaban en discusiones interminables (risas). A Fausto Hernández también lo conocí. Eran dos Hernández. Uno, Fausto, y el otro Diógenes Hernández. Los dos trabajaban en La Capital, los dos escritores.

¿Eran hermanos Diógenes y Fausto?
No, no eran nada. Fausto trabajó en La Capital muchos años. Otro escritor que trabajó ahí fue Abel Rodríguez, ahora está medio olvidado.

¿De quién era la librería Aries?
Aries estaba en calle Entre Ríos, era de Sevlever. Está la famosa foto que estamos todos en la puerta. (De izquierda a derecha en la imagen mencionada están Rubén Sevlever, Rafael Ielpi, Aldo Oliva, Reynaldo Pappalardo, Hugo Gola, Luis María Castellanos y Hugo Padeletti posando al frente de la librería Aries que funcionó entre 1966 y 1972 en la calle Entre Ríos 687.)

¿Trabajaste de librero alguna vez?
Sí, en la Librería Runa de Willy Harvey, el poeta maldito. Laburé en esa librería. Como Harvey era un despelotado, un día me preguntó: "¿No querés atender la librería?". Y bueno, la atendí mucho tiempo. Era un tipo extraordinario, Harvery, pero muy neurótico y a veces insoportable.

¿Y dónde estaba la librería?
En un zaguán. ¿Sabés dónde?, al lado del Palacio Minetti. Ahí había un zaguancito, ahora hay un edificio. Al lado, había un bar que le decíamos "El bar del griego". Después, en la esquina, estaba El pampa, otro bar. Era un zaguán la librería, un local angosto. Tenía una puerta, se abría y el cliente entraba. Pero no se podía ni caminar, porque había estantes de libros en los dos lados. Vendíamos libros nuevos. Todos los que Harvey podía comprar.
¿Dónde quedaba la librería de Héctor Zinni? 
Estaba por Maipú, entre Zeballos y 9 de julio. Argentina se llamaba. No era grande. Vos entrabas y era una pieza. Una pieza con una buena ventana a la calle. Después se fue a Juan Manuel de Rosas y San Luis. Hasta que Héctor murió, la atendió siempre él. Estaba detrás del mostrador con una maquinita de escribir chatita y tecleaba como loco.

Con él escribieron a cuatro manos Prostitución y rufianismo.
Sí, escribimos un capítulo cada uno. Como laburábamos juntos en la revista Boom, teníamos contacto diario. Una de las condiciones que nos ponía la editorial era que el estilo fuera bastante uniforme y homogéneo, que todo estuviera bien: buen periodismo, buena literatura. Entonces decidimos escribir un capítulo cada uno. Después me llevé el texto terminado a unas vacaciones en Santa Rosa de Calamuchita, y él me dijo "pegale una leída a ver si está bien". Y corregí muy pocas cosas. Ya no me acordaba qué capítulos eran de él y cuáles míos (risas). Fueron solo correcciones formales.

En las librerías de esa época (décadas del 50, 60 y 70), ¿se vendían libros usados?
Que se vendieran usados, yo no me acuerdo. Las librerías más importantes eran la Ibérica, que estaba frente a la sede de Central, por Mitre, y era de Benítez de Castro. Estaba Ross, que primero empezó en un zaguán chiquitito, peor que Runa, en Córdoba casi llegando a Corrientes, y después se mudó a la vereda de enfrente de dónde está ahora. Ese lugar se quemó en un incendio. Otra librería importante era Rodino, que estaba por calle Córdoba casi Balcarce. También estaba Aries, por supuesto, que estuvo siempre en el mismo lugar. Ya en el 75, Signos, de Martini y Hugo Diz. Estuvo en la galería La Favorita y luego se mudó a Córdoba casi Corrientes, en la vereda de enfrente del Palacio Minetti. Isaías tuvo Trilce. Estaban La Alpina, por calle Salta y Santiago, por ahí, y Ciencia, en la calle Santa Fe, entre Mitre y Entre Ríos, una librería grande, muy grande. Además Krass puso su librería de arte. Las más importantes de la zona centro eran esas. La Técnica, también, pero yo la tenía medio de costado porque al principio vendían libros técnicos, hasta que empezaron a incorporar literatura. Estuvo donde siempre. Después abrieron otra frente a Ross, con café incluido, pero duró poco. Las librerías que más frecuentaba, en la primera época, eran la Ciencia y la Ibérica. A Ross también iba, porque me hice amigo del dueño. Era un personaje. Le gustaba mucho el folclore, entonces siempre iban Falú y Jaime Dávalos. Hacían unas juntadas folclóricas bárbaras. Había otro folclorista, amigo de Ross, que se llamaba Julio Molina Cabral, que era un cantante popular y también pintaba. Los Ross eran buenos anfitriones. En un momento, estaba abierto hasta las doce de la noche. Cosa bastante inusual, más en una librería. Otra librería era Apis, que estaba por Roca, por donde está el colegio San José. No me acuerdo qué libros vendían, pero tuvo un momento de renovación cuando se fue uno de los muchachos de Ross a trabajar ahí, Raimondo. Un muchacho que sabía mucho. Cuando Raimondo se fue a Apis, empezó a vender literatura y levantó la librería. Agosto de 2022.
En 2012 Rafael Ielpi comparó la Rosario violenta de 1920 y la actual
Casi 130 muertes violentas en lo que va del año en la ciudad, ajustes de cuentas, sicarios que matan a plena luz del día, enfrentamientos de bandas, vecinos que derriban ‘cocinas’ de droga, complicidad policial e inoperancia del sector político… Esa es la Rosario de estos días. En los años 20 y 30 del siglo pasado, la ciudad se ganó el mote de "la Chicago argentina", en tiempos en que Chicho Grande y Chicho Chico se disputaban el negocio de la trata y la prostitución.

"Esto no es tierra de nadie, es tierra de ellos", resumió una vecina del barrio Las Flores hace poco tiempo para describir los estragos que el narcotráfico hace en la zona. El historiador Rafael Ielpi, autor de los libros El Imperio de Pichincha y Prostitución y rufianismo, traza un paralelo con diferencias y similitudes entre ambas épocas: “Complicidad policial, judicial y del poder político”. Resume las señales que se repiten.

El historiador asegura que se pueden establecer semejanzas entre aquellos años y la actualidad: “La expansión actual de la prostitución y la droga, e incluso de la violencia, puede ser comparada por la Rosario fundacional en las primeras cuatro décadas del siglo pasado, del 1900 al 1930 y hasta el 40 también, que en definitiva son los años que le dieron identidad a la ciudad: son los años que cobran vida el puerto, los ferrocarriles, las escuelas, las bibliotecas, la Bolsa de Comercio… Hay dos fenómenos que tienen un contacto con la realidad de hoy: uno es la prostitución, que acá comenzó fuertemente a finales del siglo XIX y principios del XX. Las circunstancias que la favorecieron eran la hipocresía de la moral vigente, sobre todo en las colectividades españolas, italiana y árabes; el puerto, que brindaba una clientela cautiva con sus marineros, y el ferrocarril, que traía mano de obra para la cosecha o trabajadores golondrina. Existió una prostitución organizada, estaba reglamentada y legalizada, con una ordenanza del 1900; fue controlada por las organizaciones de tratantes de blanca, la más conocida era la Sociedad de Varsovia, que se conformó en 1905. Estas organizaciones nacían como sociedades de beneficencia, de socorros mutuos, que bajo esa fachada para ayuda de los compatriotas crean la Sociedad de Varsovia, que era de trata de blancas, traían mujeres del centro de Europa, engañadas, incluso había remates…

Rosario daba con un perfil ideal para esos negocios…
Como ahora, había una red de complicidades, la Policía, la Justicia y los funcionarios públicos. El negocio era muy importante, y supongo que las coimas también. Igual, la presión de la gente, de algunos medios, que denunciaban la complicidad de la Policía y jueces, también eran consumidores de aquellos prostíbulos. Esa complicidad no ha desaparecido. Incluso, crímenes contra las prostitutas eran producidos por la Policía y no hace mucho tuvimos el caso emblemático de Sandra Cabrera, por ejemplo… La Justicia y los funcionarios públicos miraban para otro lado, hay una similitud con lo que pasa ahora. La mafia de aquella época, con la de ahora, tiene en común la violencia: se mataban entre ellos, peleas entre clanes o familias. Lo que vemos con la droga hoy en Rosario es la mafia de entonces. Lo que sí es distinto es la sociedad. Hoy se ve un fermento de irritación permanente en la sociedad: en las primeras décadas del siglo XIX había una Argentina más próspera, un apogeo de la ciudad por ser el embudo de la producción de la pampa húmeda; como hoy ocurre con la soja en las terminales portuarias.

La mafia de las primeras décadas del siglo pasado no estaba involucrada en la droga, no era un negocio como lo es hoy…
El problema de la droga no se lo puede comparar porque no era un flagelo. La cocaína no estaba expandida, ni había redes o carteles. La mafia nace en Rosario a finales del siglo XIX, igual que la prostitución, hasta que se organiza con la llegada del clan siciliano comandado por Juan Galiffi, alias Chicho Grande, y arma un gran clan. Sus guerras intestinas con Alí Ben Amar de Sharpe, alias Chicho Chico, produce una guerra por el poder. Gana Galiffi, quien era más inteligente, tenía perfil bajo, sin exposición pública, entendía muy bien el momento. Chicho Chico, emulando a la mafia estadounidense, se dedicó a los secuestros, eso le dio dimensión pública, que era algo que Galiffi no quería.

¿Había un cansancio en la sociedad rosarina de entonces, se manifestaba de alguna forma?
Siempre las sociedades se cansan, crean sus anticuerpos y los gobiernos también son presionados. En 1932 comienza el fin de la mafia. El secuestro de un estudiante rosarino de Medicina, llamado Abel Ayerza, es un punto de inflexión, porque lo encuentran muerto en un campo a pesar de que su madre había entregado la plata para el rescate. Junto a él iba un compañero de estudios y amigo, Ricardo Hueyo, hijo del ministro de Hacienda de la Nación del presidente Agustín Justo. Intervino la Policía Federal y descabezaron a la cúpula de aquí…

Rosario fue la Chicago Argentina, ¿cree que el nivel de violencia es comparable con la Colombia de los 80 y 90?
No creo que Rosario se convierta en Cali, Ciudad Juárez o Sinaloa. Igual, hay dos cosas: la expansión de la droga en Rosario es meteórica, te diría que geométrica, y tiene sus razones, que si no es complicidad como mínimo es omisión de quienes deberían llevar adelante políticas de Estado, creo que no hay una decisión política seria de combatirla. Desde los medios se refleja la complicidad policial… y si a eso suma la inequidad social cada vez más grande… Los bolsones de marginalidad ya no son bolsones sino grandes cordones de marginalidad, donde la falta de educación, la falta de recursos, la falta de trabajo inciden para el aliciente pasajero y fugaz de la droga, a donde se invita a un joven a vender en su barrio para obtener dinero fácil y, después, ese mismo horizonte fugaz de los dealers termina, como estamos viendo, muchas veces en la muerte, y que en Rosario se advierte mucho. Nosotros tenemos una ventaja, sin ánimo peyorativo contra nadie, pero tenemos un índice cultural alto, con altos grados de alfabetización, que de alguna manera en una sociedad grande crea anticuerpo y hace que la sociedad salga a reclamar porque está harta de las muertes, y eso puede impedir que nos convirtamos en México con grandes cárteles. Lo que hay hoy en Rosario son grandes clanes familiares que se están disputando por el dominio de la droga en Rosario y está concentrado en su mayoría en la zona sur, es decir, no hay un clan de Alberdi, un clan de Echesortu. No hay cárteles, pero sí hay clanes que no sabemos a quiénes responden en definitiva, dónde está el pez gordo. Ya no somos un país de paso, sino de consumo y producción.
En su prolífica obra periodística y literaria, el Negro generó el trabajo de investigación que desarrolló durante casi 10 años y que permitió dar forma a "Vida Cotidiana, Rosario del 1900 al 2000", que en forma de fascículos publicó La Capital semanalmente, y luego fue editada una obra compuesta por cuatro tomos.
Un canto popular
Por: Rafael Ielpi
Después de 1973, es visible la necesidad de replantear el pasado histórico argentino, lo que se materializaría en la obra de Osvaldo Bayer, por ejemplo. En el cine nacional, dos filmes definen la época: La Patagonia rebelde (que tomaba como referencia fundamental los trabajos de aquél) y Quebracho, parte de cuyo éxito se basó justamente en el fervoroso clima de esos años en los que el "Cordobazo", las luchas por las reivindicaciones sociales y la aparición de la guerrilla urbana parecían iniciar una profunda transformación.

En Rosario, esa tendencia se expresaría tempranamente en 1972 con el estreno de la Crónica cantada sobre La Forestal, una cantata de lelpi-Bollea que a través de cantantes, actores y músicos reviviría los sucesos que entre 1920 y 1921 tuvieron como escenario los obrajes e ingenios de la compañía inglesa que monopolizaba la explotación del tanino, tras la tala total de los vastos quebrachales que se extendían en el llamado Chaco santafesino, que ocupaba el norte de Santa Fe y el sur del entonces Territorio Nacional del Chaco.

En ese clima de efervescencia social y política, el folklore había producido un vuelcó hacia una temática más comprometida, como la que se evidenciaría en la obra de Armando Tejada Gómez y Hamlet Lima Quintana. En Rosario, como en el resto del país, surgen entonces una serie de conjuntos cuyo repertorio estaba dedicado a creadores argentinos y latinoamericanos, de los que Canto Libre y Contracanto pueden ser recordados como los más representativos.

El primero se constituyó en 1967 como Canto 4 y tendría al músico, cantante, compositor y arreglador José Luis Bollea como su indiscutido conductor. Bollea, integrante y solista del prestigioso Conjunto Pro Música de Rosario, impondría al grupo una rigurosidad vocal y musical puesta al servicio de un repertorio abierto a su propia obra (parte de ella con el poeta Raúl Acosta), a las

primeras propuestas autorales de Chico Buarque, Geraldo Vandré y otros valiosos creadores brasileños y al folklore argentino y latinoamericano.

El grupo integrado entonces por "Guingo" Sylwan, Marta Elena y José Luis Bollea y "Mito" Sparn, lograría un valioso reconocimiento al ganar con "La canción del centauro" de Iván Cosentino, el 1er. Festival Iberoamericano de la Danza y la Canción realizado en noviembre de 1969 en el Luna Park de Buenos Aires, en el que participara sin suerte la "Balada para un loco" de Piazzolla-Ferrer, relegado -en su rubro- por una obra sin duda mucho menos renovadora y hoy casi desconocida.

Unos meses antes, Canto 4 había realizado su primera grabación en el sello Qualiton y editado luego un simple con el tema ganador del festival y la "Chacarera del fusilado", también de Cosentino. De regreso a Rosario, actuarían regularmente en recitales y en algunos de los primeros cafés-concert de la ciudad, como "La Casa de la Abuela" y "La Semifusa", hasta 1970. Ese sería el año de formación de Canto Libre, con el reemplazo de Marta Elena Bollea y Sylwan por Alicia Álvarez y Carlos Silnik y la incorporación de Liliana Herrero, luego solista de relevancia en los 80/90.

Como quinteto actuaría un breve tiempo, quedando convertido definitivamente en trío con la incorporación de Horacio Sturam y el alejamiento de Alvarez, Herrero y Silnik, un músico talentoso que moriría poco después en plena juventud. Ocasionalmente, se incorporaban músicos y cantantes invitados en espectáculos que el trío realizara con elencos de títeres como "El Farolito" de Al-cides Moreno, o de teatro. En 1972, poco antes de la disolución del grupo, Canto Libre estrena "La Forestal" en el café-concert Corchos & Corcheas.

Contracanto, por su parte, iba a tener como fundadores en 1968 al cantante y músico Luis Corniero, y al pianista, arreglador y compositor Luis León "Chango" Naón, que daría su sello a ese otro grupo fundamental de los inicios de los 70, integrado además por Carlos Fredi, Gustavo Bertozzi y René "Coco" Rosas Torres

En 1970 ganan el primer premio en el Festival de Paso del Salado, en Santo Tomé (Santa Fe), logrando el derecho de representar a la provincia en el Festival de Cosquín del año siguiente. Ese mismo verano reciben el importante premio Revelación en "Festirama 70" en Río Ceballos. Por mediación de Lima Quintana graban en 1972 su primer disco, Corazón del país, en Qualiton. Dos años después, ya como cuarteto (Naón, Corniero, Fredi y Carlos Silnik) editan su segundo LP, Homenaje, en el mismo sello y en 1975 lo hacen en Europhone para otro larga duración que nunca fue editado.

En 1976, a pocas semanas del golpe militar, Contracanto decide radicarse en España; el movimiento Canto Popular organiza su recital de homenaje y despedida en Sportivo América, con una importante convocatoria y la actuación, además, de Los Trovadores, Enrique Llopis, Acalanto y otros artistas del mismo movimiento. Aunque radicados en Madrid, su mayor suceso se verificaría en el País Vasco y las Canarias; en 1977 graban Contracanto, un LP del sello Movieplay, poco antes del alejamiento de uno de sus fundadores, Luis Corniero.

Antes del retiro de Naón -el otro fundador-, ingresa el español Javier Ibarrondo que, aunque no actúa en público con el grupo, graba con éste el segundo LP en la península ibérica. Algunos cambios posteriores en la formación, que incluyeron una breve participación del "Chango" Farías Gómez, terminarían en la disolución del conjunto en 1979.

En Amader, entretanto, convivían dos sectores claramente diferenciados: los que, simplificando, podían definirse como adheridos al hippismo setentista y los que optaban por el compromiso político de esos años inmediatamente anteriores a la apertura democrática que sucedería al onganiato.
Rosario del 900 a la década infame
A lo largo de cuatro tomos, Ielpi construye lo que él mismo definió como un vasto fresco de lo que considera el período fundacional de la ciudad contemporánea. Allí se pasa revista a uno de los aspectos más impactantes de la vida rosarina entre 1900 y 1930: la fiebre por el teatro, visible no sólo en la aparición de algunas de las salas aún hoy tradicionales sino en la presentación en ellas de muchas de las grandes divas y divos de la ópera, la zarzuela y el teatro clásico y en el prestigio social que implicaba ir al teatro. Del mismo modo se destaca la aparición del cinematógrafo, verdadera revolución del siglo XX, tanto como de los primeros reductos de exhibición de aquellas vistas que maravillaban al mundo, antecesores de los cines posteriores. Finalmente como parte de la historia rosarina de entonces, el mundo de la mala vida, pequeño universo prostibulario en el que convivieron por igual el pintoresquismo de un ambiente poblado de personajes típicos, la escenografía de cientos de ámbitos de recreación paralelos al prostíbulo como los cafés, cafetines, burlescos, tiros al blanco, parrillas y varietés y la ignominia de la explotación de cientos, tal vez miles de mujeres, por sólidas asociaciones de tratantes.

El patrimonio arquitectónico y cultural de Rosario
Por: Rafael Ielpi
A nadie escapa que buena parte del valioso patrimonio arquitectónico y cultural de Rosario -así como su crecimiento y desarrollo demográfico, comercial e industrial – se generó, por lo menos en la primera mitad del siglo pasado y en las dos últimas del siglo XIX, merced al aporte de esa franja de comerciantes, industriales, ganaderos y profesionales que integraron la dinámica burguesía de una ciudad que sin ostentar los pergaminos del patriciado de la capital provincial y sin tener fecha exacta de fundación ni fundador cierto, iba a protagonizar un crecimiento notable que elevaría su población de 91.969 habitantes en 1895 hasta ascender a 222.592 en 1914, año de inicio de la Primera Guerra.

Mucho de los apellidos de ese sector tuvo que ver, incluso, con la aparición de los primeros pueblos y barrios, contribuyendo de ese modo al poblamiento de las zonas más alejadas del área céntrica de esa ciudad de casas bajas que hacia 1900 seguía siendo conocida como "el Rosario". Fue el caso de José Arijón, en cuyas tierras se generara el barrio Saladillo, al que elegirían para el emplazamiento de sus mansiones algunas de las familias notorias; el de Nicolás Puccio, propietario de tierras en la zona noroeste de la ciudad, cuyo loteo a partir de 1876, daría origen al Pueblo Alberdi (luego incorporado como barrio a la ciudad), zona inicialmente residencial en la que se levantarían residencias emblemáticas como Villa Hortensia, cuyo primer propietario y habitante fuera el propio Puccio y posteriormente otras dos familias de la misma clase social, las de Alfredo Rouillón y Ciro Echesortu.

También este último asociaría su nombre a partir de 1880 a la consolidación, en lo que se definía como "los extramuros", del barrio que llevaría su nombre, en terrenos suyos y otros de propiedad de Arrillaga, Casiano Casas y otros. Entre los barrios surgidos inicialmente a partir de la participación privada, debe señalarse al de Fisherton, en terrenos adquiridos por el Ferrocarril Central Argentino, en el que residirían en aquellos primeros años y desde 1888, funcionarios de dicha empresa, cuyas viviendas, de impronta británica -la mayor parte de ella ya desaparecida- le darían una distintiva identidad.

Buena parte del patrimonio arquitectónico sobreviviente -las normas vigentes de preservación del mismo se promulgaron en 1996 cuando buena parte del mismo había sido demolido para el emplazamiento de edificios de altura- permite hoy constatar otro de los aportes al desarrollo y perfil urbanístico de la ciudad provenientes del ámbito privado, como los denominados "Palacios": Fuentes, Cabanellas, Minetti y otros, o construcciones igualmente notables como las actuales sedes de los Tribunales Federales (levantada por Puccio para su familia), del Colegio Bernardino Rivadavia (vivienda de la familia Recagno), de la Secretaria de Salud Pública (residencia del empresario Juan Canals), etc.

Mientras tanto, los aportes oficiales que contribuían al progreso y la modernización de Rosario se generaban desde la Municipalidad y a partir de las gestiones de algunos intendentes que, como Luis Lamas, tuvieron en cuenta la necesidad de obras públicas que ya en el comienzo de su gestión en el inicio del siglo XX, se advirtieran como poco menos que visionarias para una ciudad que crecía en población y se extendía hacia el norte y el oeste: la concreción del Parque Independencia; la apertura de una conexión con Alberdi a través el Pasaje Celedonio Escalada en reemplazo del viejo Paso de las Carretas y las obras de la Avenida Belgrano; el levantamiento de las vías del Ferrocarril Oeste Santafesino del centro del Bulevar Argentino, convirtiéndolo de hecho en la actual Avenida

Pellegrini. No menos valiosa fue la realización del Primer Censo Municipal en octubre de 1900, que determinó que Rosario contaba con 112.461 habitantes, con un 40 por ciento de población inmigrante, En el transcurso de las décadas finales del siglo XIX y las dos primeras del siglo XX, la ciudad había asistido, casi sin percatarse, a su ingreso a una módica modernidad con la llegada del tranvía eléctrico, tras la concesión otorgada a un holding de empresas belgas, en reemplazo de los vetustos "tramways" a caballo; de las distintas empresas ferroviarias cuyos tendidos la atravesaban y del inicio de las obras de construcción del puerto por la empresa francesa Hersent et Fils. En aquellos años transcurridos entre 1900 y 1910 los rosarinos vieron rodar por las desparejas calles a los primeros automóviles, mientras empresas como la Refinería Argentina de Azúcar, presidida por Ernesto Torquinst, amigo del presidente Julio A Roca, y los grandes talleres del Ferrocarril Central Argentino ocupaban a miles de hombres y mujeres dando origen a dos barrios populares y a un ejemplo de vivienda colectiva: el inquilinato, conocido popularmente como "conventillo".

Miembros de aquella burguesía comercial e industrial integrada por inmigrantes e hijos de inmigrantes, iban a ocupar además las bancas del Concejo Deliberante, ostentarían altos cargos en el sector bancario y se contarían entre los más notorios impulsores de la creación de instituciones que, como la Bolsa de Comercio y la Sociedad Rural, representarían sus propios intereses y los de sus respectivos sectores, entre ellos el de propietarios de explotaciones agrarias y agropecuarias concretadas en las grandes estancias del sur de la provincia.

La iniciativa privada se vería reflejada, ya en los años de la presidencia de Urquiza – en los que el vencedor de Caseros declarara al de nuestra ciudad como puerto de la Confederación Argentina- con la aparición de los primeros bancos privados, como el del banquero brasileño Irineu Evangelista de Sousa, primero vizconde y luego Barón de Mauá, financista del Imperio bajo Pedro II en su país y luego del general Urquiza subsidiando la formación y campaña del llamado Ejército Grande que derrocaría a Juan Manuel de Rosas en Caseros en 1852, haciendo lo propio luego con la provincia de Buenos Aires en su proyecto secesionista y de nuevo con el gobernador de Entre Ríos, al que compraría toda su caballería para ponerla al servicio del ejército argentino que como parte de la Triple  Alianza participó en la Guerra del Paraguay, no apoyada por las provincias interiores y cuestionada por parte importante de la historiografía argentina posterior.

La moneda emitida por el Banco Mauá era corriente desde el inicio de su operatoria en Rosario el 1° de enero de 1859 y hasta 1864, año de su primer cierre como consecuencia de una crisis económica nacional. y la institución llegó a cobrar para sí los impuestos provinciales, como parte de pago de un importante crédito que había otorgara al gobierno santafesino. A pesar de que los negocios del Barón fueron en beneficio de sus propios intereses, más allá de que sucesivos fracasos de los mismos en su país, terminaron con su cuantiosa fortuna, Rosario decidió imponer, con cuestionable generosidad, su nombre a una calle de la ciudad, la céntrica Cortada Barón de Mauá, despojando a la misma de su nombre original de Cortada Rivas.

Bien vale la pena consignar que el doctor Francisco Riva. Nacido en Italia y radicado en Rosario en 1853 fue uno de los médicos que atendieron a la población en la epidemia de cólera de 1866, así como lo hiciera en hospitales de la ciudad, participando además en instituciones vinculadas a la salud pública hasta 1868 cuando se radica con su familia en Buenos Aires, después de recibir el homenaje de las autoridades por su aporte al cuidado de la salud de los rosarinos. En aras de su vocación y solidaridad, Riva se contaría, poco después, entre los médicos dedicados a la atención de los enfermos de fiebre amarilla en la grave epidemia que asolara a la capital argentina y que lo contaría entre sus víctimas. Esa trayectoria es la que fundamentó la imposición de su nombre en 1905 a la cortada emplazada entre las calles San Luis, San Juan, San Martin y Sarmiento, en el microcentro rosarino, figurando erróneamente como Cortada Rivas.

En 1942, dicha nomenclatura es reemplazada por la de Barón de Mauá; seis años más, al comprobarse el verdadero apellido del médico, se designa con el nombre de Francisco Rivas a una calle de la ciudad pero ya no en la zona céntrica.

Contemporáneo del Banco Banco Mauá y Cía., fue el fundado por el empresario y terrateniente Carlos Casado del Alisal quien, en el marco de la falta de billetes de bajos valores que perjudicaba la operatoria de montos reducidos y aprovechando su prestigio en la sociedad, da inicio en 1863 a las actividades del Banco Casado, autorizado por la ley nacional promulgada en octubre de ese año que autorizaba a los bancos provinciales a la emisión de billetes con valor sólo en ese territorio. El Banco Casado, con sede en Maipú 724, tuvo escasa duración ya que fue vendido al Banco de Londres poco más de un año después de su fundación.
La leyenda de Rosario
Por: Rafael Ielpi
Hay ciudades con historias y ciudades nada más,
unas miran adelante, otras viven hacia atrás.
Yo vengo de una modesta donde nadie piensa mal,
ciudad con un solo vicio: el diario La Capital.

Fue una ciudad siempre mansa
donde nunca hubo batallas,
salvo los fieros combates
de leprosos y canallas.
Con un puerto de leyenda
donde se sigue embarcando
y túneles escondidos
para pasar contrabando.

Ciudad de Fontanarrosa,
negro con cara de moro
que gano fama en el mundo
dibujando un Inodoro.
Ciudad de Fito y Baglietto
que armaron un tole-tole,
al que agregaron lo suyo
Abonizzio y Fandermole.

Fue una ciudad de caudillos
que rezaban el rosario,
pero buscaban sus votos
en barrios prostibularios.
Ciudad que tiene mujeres
en desigual proporción,
lo que mantiene a sus hombres
en crisis de excitación.

Ciudad de gringos abuelos
de comercial eficiencia
a la que cuida con celo
la liga de la decencia.
Ciudad con un Monumento
lleno de lujo y detalles
y otros cuantos monumentos
que caminan por las calles.

Ciudad que de vez en cuando
se fabrica un carnaval
con el oro y los azules
del gran Rosario Central.
Ciudad de sábados largos
con baile, trasnoche y pizza
y parejas empeñadas
en poblar el parque Urquiza.

Ciudad de pobre pasado
al que guarda con amor
tan pobre que no se acuerda
del nombre del fundador.
Ciudad que una vez cansada
de irse con su juego al mazo,
inventó un serio festejo:
el célebre Rosariazo.
Hay ciudades con historias
y otras con historias locas
cada cual cante la suya
yo cante la que me toca.
Las despedidas:
Chiqui González, exsecretaria de Cultura de Rosario, exministra de Cultura de la provincia de Santa Fe, creadora del Tríptico de la Infancia y del Tríptico de Imaginación: "No te vayas de este mundo nuestro que hemos compartido. Si te fuiste, si estás llegando, llevá con vos la cuidad que transformaste, la gestión cultural, la literatura, los amigos y los innumerables cafés que abrían conversaciones y proyectos. Llevate el amor de tu familia y todos los dibujantes que trajiste. Acomoda muy bien en la valija el pensamiento crítico, la política, tu incansable manera de seguir cueste lo que cueste. Y no te olvides de llevarte nuestro amor y disfrutalo con alegría porque es tuyo, bien tuyo y el respeto y admiración que te tenemos. Llevate tu figura de hombre de bien y la mesa del bar. Por último nuestro agradecimiento por siempre y para siempre. Te vemos ir pesado de equipaje, una vida maravillosa".

Fotos: Andrés Macera, Fernando Der Meguerditchian, Alejandro Lamas, Silvina Salinas