viernes, 15 de diciembre de 2023

Una peligrosa señal contra la libertad de expresión

Por: Gabriel Morini*
La libertad de expresión es uno de los pilares ineludibles del Estado de Derecho. Por muy obvio, ese derecho asegurado constitucionalmente fue puesto muchas veces en crisis, incluso durante los 40 años de vida democrática que se celebran ahora. Siempre prevaleció por sobre los intentos de aquellos que desde el poder intentaron sofocarla. El presidente Javier Milei declamó que en su ideario libertario, la libertad de expresión era un pilar inclaudicable sobre el que se erigía su propuesta de gobierno.

Ahora está ante una disyuntiva: si decide ratificar en los hechos que su administración puede hacer carne esa máxima y tolerar adecuadamente la crítica a la que son sometidos los gobernantes por parte de ciudadanos comunes y la prensa independiente; o si por el contrario, se recuesta sobre el perfil de twittero cáustico, malsonante y hasta agresivo con el que construyó buena parte de su atractivo político. Hay una diferencia sustancial. Ahora es el primer mandatario y el hombre con el poder público delegado más importante del país. Lo que hace ahora no queda encapsulado en 140 caracteres. Tiene consecuencias. Habilita comportamientos. Puede, incluso, infundir temor.

En las últimas horas, en su cuenta oficial, el Presidente publicó posteos de cuentas conocidas en el submundo de X (extwitter) que trabajan sobre la falsa información y viralizaron un segmento del canal C5N en el que una periodista entrevista a un ciudadano que se quiebra relatando el impacto de las primeras medidas económicas del Gobierno en su vida cotidiana. Era darle micrófono a la gente de a pie. Al que hasta hace dos semanas, los contendientes del balotaje pedían el voto. El hombre, sin faltas de respeto a la investidura contó una impresión negativa de las medidas y de sus efectos en la vida de los argentinos. Partidarios de Mieli, cuentas que trabajan (y cobran) por instalar conversaciones en las redes sociales y algún que otro alcahuete que nunca falta no tuvieron mejor idea que insistir en que se trataba de un actor. De un montaje. De una farsa. De fondo, cuestionaban dos cosas en simultáneo: lo que el hombre decía y a quienes le dieron posibilidad de expresarse. Lo peor es que el Presidente validaba ello. Era un intento de desacreditación directo.

El episodio ocurrió a 24 horas de la tradicional cena de Adepa que agrupa a las entidades periodísticas de la República Argentina donde se realizó una fuerte defensa de la prensa como garantía para promover una sociedad informada y participativa. No sólo es rol del Estado facilitar esa tarea, sino que debe evitar cualquier tipo de cercenamiento de la libertad de expresión en todas sus formas. El intento de desacreditar la palabra pública, lo que se conoce como “la voz de la calle”, es una muy mala señal que no puede menos que encender señales de alerta. En otras latitudes, con prácticas similares se ha visto el origen de regímenes de corte autocrático, cuando no autoritario.

El antiguo apotegma del periodismo no caduca: si una persona dice que llueve y otra dice que no, el rol del periodismo no es darles voz a ambos, sino abrir la ventana y comprobar cuál es el clima. Nunca puede ser sano criticar a quien lo muestra. Porque por más que se pretenda negar y sostener una posición, puede que la lluvia nos esté mojando igual.
*Periodista, subdirector de Ámbito Financiero
Fuente: Ámbito Financiero