Por: Àlex Gutiérrez
Pésimo año para los reporteros: 94 han perdido la vida en ejercicio de su trabajo, y el conflicto entre Israel y Hamás tiene el lamentable honor de ser el que más víctimas ha causado entre la profesión al menos en los últimos 30 años, que es cuando la International Federation of Journalists empezó a elaborar sus recuentos. Hace un año fallecieron 67 periodistas –y era el año de Ucrania– y en todo el 2021 las muertes fueron la mitad que este año: 47.
El presidente de la entidad solicita un nuevo estándar global para la protección de los profesionales. Lo de imponer reglas a la guerra siempre tiene algo de absurdo –al fin y al cabo, se trata de destruir y eliminar al otro–, pero es obvio que cuantos más protocolos se escriban, y se hagan cumplir, más se podrán resolver los conflictos con el peaje más bajo posible de muertes civiles, sabiendo que nunca serán cero, puesto que son un elemento inherente del castigo militar. En el caso de los periodistas, cabe añadir que no se trata de pedirlo por cuestiones de gremialismo o corporativista. Proteger a los periodistas es una medida básica para aumentar las garantías para el conjunto de la población. Las muertes impunes seguirán sucediendo, pero al menos habrá quien las registre y muestre en el mundo, para que entonces se active la cadena de reacciones y contrarreacciones. La indignación informada, sin embargo, tiene todavía hoy algún peso en la ecuación siniestra que mueve la guerra y el armamento. La desinformación ha sido un daño en tiempos de guerra desde el inicio de los tiempos, pero nunca habían circulado tantas manipulaciones con esteroides. El trabajo de los periodistas es esencial, por ejemplo, para establecer quien ha bombardeado un hospital. Y junto a este protocolo de protección, la otra amenaza: la precarización, que ha adelgazado las medidas de seguridad con las que trabaja la profesión en todo el mundo.
Foto: Europa Press
Fuente: Diario ARA