viernes, 2 de septiembre de 2022

La derechización de los medios hegemónicos

Por: Sebastián Lacunza
Los medios tradicionales se han radicalizado al punto de perder toda relación con la realidad. Si hace dos décadas, cuando nació, Radio 10 se destacaba por su programación de derecha, hoy ese espíritu –y sus protagonistas– se han mudado a los medios hegemónicos.
Op-Zwibel Saturday Debate illustration on hate laws for July 31 Imagen: Colby, Scott

Lunes 4 de enero de 1999: Radio 10 relanza su programación. Daniel Hadad y sus socios Marcelo Tinelli, Raúl Fernández y el ex juez Oscar Salvi llevan un año a cargo de la emisora adjudicada por Carlos Menem en el dial AM 710, frecuencia ocupada las siete décadas previas por Radio Municipal. Tras una primera programación desenfocada, Hadad lee el mercado, mejora la antena, y piensa una artística y un eje editorial. Da en la tecla. Él mismo ocupa la primera mañana, seguido por Oscar González Oro, Rolo Villar y Eduardo Feinmann. Se sumarían un tiempo después Marcelo Longobardi, Baby Etchecopar, Chiche Gelblung y Jorge Jacobson. Un imperio, Clarín, es tomado con la guardia baja y, pocos meses después del relanzamiento, Radio 10, “donde está la gente”, “la más potente del país”, desplaza a Mitre del primer puesto en el rating de las emisoras generalistas.

En la mirada de los programadores de Radio 10, el dial estaba volcado del centro hacia la izquierda, lo que indicaba un espacio vacante que podría no ser mayoritario en la población de Buenos Aires, pero sí suficiente como para liderar la audiencia. Descripción discutible del escenario si se tiene en cuenta que las emisoras líderes de entonces estaban en manos de Clarín (ciertamente, en su tramo más antimenemista), junto a radios de Raúl Moneta, Alejandro Romay y Luis Cetrá. El ascenso de Radio 10 se produjo sobre un discurso antiinmigrantes, despectivo de la lucha por los derechos humanos, celebratorio de ejecuciones a manos de policías y defensor de un liberalismo económico exacerbado. Una tapa de la revista La Primera, perteneciente a Hadad, del 4 de abril de 2000, dejó estampado este espíritu: bajo el título “La invasión silenciosa”, sostenía que “los extranjeros ilegales ya son más de 2 millones… usan hospitales y escuelas, algunos delinquen para no ser deportados”. La imagen de esa portada fue una foto de un adolescente moreno a quien, se supo luego, los editores le borraron un diente y le pusieron el Obelisco detrás mediante Photoshop.

El establishment periodístico no le extendió la alfombra roja al éxito de Hadad. Menem estaba en retirada y la Alianza tomaba la delantera para coronar el sueño “progresista” de buena parte del gremio periodístico. Una veintena de periodistas famosos —de Santo Biasatti a James Neilson, de Mariano Grondona a Horacio Verbitsky, de Claudia Acuña a Jorge Lanata— se habían agrupado en una ONG denominada Periodistas desde la que disparaban críticas hacia todo lo que tuviera aroma a menemismo, que le cerró la puerta a los protagonistas de Radio 10. “Éramos parias”, recuerda uno de ellos.

Estalló la crisis del 2001 y el holding de Hadad, al que Jorge Lanata denominaba “multimierda”, apostó a la resurrección de Menem o de cualquier opción de derecha dura, incluso cuando las ciudades argentinas se llenaban de asambleas barriales contra la casta política. En los albores del kirchnerismo, periodistas que dos décadas más tarde se transformarían en entusiastas partidarios de Mauricio Macri pujaban en la pantalla televisiva de aquellos años para aclarar que ellos no tenían nada que ver con Hadad.

Los tiempos cambiaron y los nombres, el discurso y la estética de la “Era Hadad” en Radio 10 hoy anegan el dial y los canales de noticias, y penetraron en el corazón de las redacciones de los medios hegemónicos.

Todas estas derechas tienen una forma de construir discursos vinculada con la reproducción de creencias profundas.

Clarín ensayó diversas fórmulas para que su radio dejara de perder frente a Radio 10. Resultaron infructuosas, hasta que decidió comprar el pase de algunas de sus figuras. Fueron desfilando por Radio Mitre Chiche Gelblung, Marcelo Polino y otros. En 2013, Mitre aprovechó una crisis por la toma de Radio 10 por parte del Grupo Indalo —conglomerado afín al kirchnerismo—y dio el golpe de gracia al contratar a Marcelo Longobardi. Un win-win. La emisora de Clarín pasó a liderar la audiencia por una diferencia abismal sobre el resto y Longobardi dejó de ser definitivamente un nombre recelado por sellos como Periodistas o su sucedánea Foro de Periodismo Argentino. Hoy, Longobardi pelea palmo a palmo con Carlos Pagni (que saltó en 2007 de Ámbito Financiero a La Nación) en las encuestas anuales sobre prestigio e influencia que organiza Poliarquía entre los “líderes de opinión”. La tarde de Mitre se encuentra desde hace años a cargo de la conductora María Esther Sánchez, proveniente del mundo Hadad.

“Escucho a Lanata en Radio Mitre, con sus modos, su agenda y sus chistes, y creo que es asimilable a aquella programación de Radio 10”, dice alguien que conoció la emisora en los años de su explosión de rating y pide reserva de identidad.

Más allá de los medios de Clarín, los periodistas provenientes de ese mundo, hoy más desinhibidos, ocupan espacios centrales en el multimedios América, de Daniel Vila y el dueño de Swiss Medical Claudio Belocopitt y, hasta hace poco, en emisoras de Indalo, pese a su inocultable oficialismo. En 2020, la histórica Radio Rivadavia logró salir de dos décadas de ostracismo gracias al lanzamiento de una programación compuesta por figuras que pasaron por Radio 10. Sin embargo, el sitio por excelencia al cual acudir para conocer los insultos y agravios machistas, racistas y negacionistas de las estrellas del éxito de aquella Radio 10 es, desde hace años, la web de La Nación. Allí aparecen omnipresentes fragmentos de las ofensas proferidas por esas figuras en sus shows radiales y televisivos como notas que, evidentemente, aportan clicks. Este año, el multimedios de la familia Saguier, ícono de la prensa conservadora on record, dejó toda circunspección de lado y decidió que ya no tomaría prestados esos fragmentos de otros medios: estructuró la programación del canal LN+ sobre figuras y discursos que remiten a Hadad y que hoy forman parte de lo que se define como alt right.

La socióloga Paula Canelo apunta que el avance de los discursos discriminatorios en los medios obedece a un proceso anclado en tres aspectos. El avance de la individualización, una preferencia creciente a vivir en sociedades desiguales, y la derechización cualitativa y cuantitativa de los habitantes. “Los medios se adaptaron muy bien a esa situación y, al mismo tiempo, la producen. No se puede hablar de variables independientes en el conjunto de la sociedad”, indica. El trazo que menciona Canelo no se acaba en aquellas “manifestaciones políticas y gubernamentales donde se dan con claridad, como el apoyo a la dictadura, el menemismo y el macrismo, sino que atraviesan otros períodos”. “El kirchnerismo también contuvo y en algún punto provocó la profundización de estos cambios”, agrega.

La Radio 10 de Hadad se esmeró en alimentar su vínculo con los taxistas, a quienes premiaba con concursos, les regalaba banderitas y eran mencionados por los conductores. En parte de ese gremio caló hondo el discurso contra los delincuentes, “los políticos son todos chorros”, “los bolivianos vienen a atenderse a los hospitales públicos”. Pasarían años hasta que Mauricio Macri definiera al peronismo como “el partido de los que no trabajan”, y que su asesor Jaime Durán Barba describiera la base electoral de Cristina Fernández de Kirchner como aquellos "vinculados a la economía informal, (que) producen o venden mercaderías con marcas falsificadas, viven de subsidios, o es parte del millón de personas vinculadas al narcomenudeo en la Ciudad y en la Provincia".

“Todas estas derechas tienen una gran habilidad y una forma de construir discursos vinculada con la reproducción de creencias profundas y más bien primitivas. El odio, el miedo, la referencia a catástrofes y a grandes escisiones sociales se ven muy claramente en metáforas organicistas de Menem y las ideas bíblicas de (Elisa) Carrió”, analiza Canelo.

Las puertas del palacio se abrieron hace años para Hadad. El sitio en el que concentró su atención, Infobae, maneja una agenda económica liberal, una clara orientación de centroderecha y una cobertura internacional que no parece incomodarse con el apodo que le puso Verbitsky, Infoemba. Sin embargo, una evidente apertura a puntos de vista y, a veces, una agenda informativa de vertientes diferentes distancian a Infobae no sólo de la Radio 10 de 2000 sino también de sus principales competidores, Clarín.com y LaNacion.com.ar, a los que aventaja en prestigio simbólico y en usuarios únicos.

La paradoja es que mientras los hombres de Radio 10 y aquel discurso extremista pueblan el ecosistema mediático, su presencia en Infobae es moderada. Hadad define un marco editorial de su medio que parece no cuajar con la programación de la emisora que dirigió. “Hay elementos insoslayables para un medio de comunicación. Primero, el patriarcado se cae a pedazos y no puede haber una programación que no sea conducida por mujeres al menos en la mitad”, dice Hadad en diálogo con el Dipló, sin especificar si es una crítica a la programación de Radio Rivadavia, América 24 y LN+ hegemonizada por sus antiguos contratados, todos hombres.

Completa Hadad: “Luego, los derechos humanos, sin distinciones. Argentina vivió una catástrofe de violación a los derechos humanos, no hay vuelta atrás sobre esa mirada, y hoy esos mismos principios deben regir para Venezuela, China o Rusia, que son países que gestionan el capitalismo en forma autoritaria. Y en tercer lugar, la agenda del cambio climático. No se puede ir contra el planeta, punto, y eso debe ser prioritario”.

En un tiempo en el que predominan, en palabras de Canelo, “las creencias sobre las ideas”, Hadad apuesta a lo que entiende por “pluralidad”. Dos décadas atrás, el empresario periodístico marchó contra la corriente y ganó. Desde una posición distinta (hoy Periodistas, si existiera, lo invitaría a formar parte), trata de que su medio no sea percibido como uno más de la manada.
Fuente: Le Monde diplomatique, edición Cono Sur