lunes, 22 de marzo de 2021

Hugo Montero 1976 - 2021

Hugo Montero - Foto: Edgardo Gómez
Tenía 44 años y fue a consecuencia de insuficiencias cardíacas, según informaron en una emotiva carta sus colegas de la editorial.

El periodista y editor Hugo Montero, cofundador de la revista y la editorial Sudestada, falleció hoy a la madrugada a los 44 años como consecuencia de insuficiencias cardíacas, según informaron con una emotiva carta de despedida sus colegas del proyecto independiente que codirigía desde hacía más de quince años. Sus compañeros lo definieron como “alguien que eligió el camino de la construcción colectiva por encima de cualquier individualidad”.

Nació en diciembre de 1976, en la ciudad bonaerense de Claypole. Egresó de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora como Licenciado en Periodismo. Fue fundador y co-director (junto con Walter Marini e Ignacio Portela) de la revista Sudestada. Tuvo una intensa carrera como periodista y escritor: fue editor de la revista Nómada y colaboró en diversos medios de comunicación; escribió Por qué Stalin derrotó a Trotsky (Continente, 2009) y la biografía de Fabián Polosecki, Polo: el buscador (Catálogos, 2006) y la de Rodolfo Walsh, Los años montoneros (Continente, 2010), ambas junto a Ignacio Portela.

"Jamás pensamos escribir estas líneas, pero hoy nos toca llorar la pérdida de un amigo, de un compañero, de un luchador incansable por un mundo más justo, socialista, rebelde. No caemos, no vamos a caer. No es una pérdida más, se nos va el mayor de los imprescindibles de nuestra generación. Alguien que eligió el camino de la construcción colectiva por encima de cualquier individualidad", comienza la carta que publicó Sudestada en sus redes sociales.

"Hoy -continúa el texto de despedida- ninguna palabra puede describirte, apenas esbozar líneas que no tienen sentido porque nada volverá a ser como antes. Hoy tu universo, nuestro universo se volvió gris y nada va a cambiarlo. 'Lo más importante está ahí nomás' escribiste ayer desde tu teléfono. Hasta tus últimas horas nos mostrabas lo que es imperceptible a nuestros ojos. Hasta la victoria siempre Hugo querido, tu siembra de honestidad y compromiso no fue en vano. Siempre estarás en nuestros corazones. Venceremos!".

Hugo Montero junto a Ignacio Portela escribieron el libro Polo el buscador, donde repasan el trabajo del periodista Fabián "Polo" Polosecki (1964-1996): "Para nosotros, Polo es una referencia del estilo de periodismo que defendemos: donde el protagonista siempre es el otro (y nunca el cronista), donde los temas abordados tienen un perfil poético y literario, donde los personajes son respetados en su intimidad y cuidados a partir de preguntas que apuntan a la curiosidad y a generar un clima, una atmósfera. Esa textura que lograba Polo con sus entrevistados nos parece de lo más transgresor del periodismo televisivo argentino de los últimos treinta años: en tiempos de cámara oculta, de burlarse del otro-diferente con el recurso del porteño piola de la cámara oculta (Tinelli, Pergolini y otros nefastos), en momentos en que el plagio y la copia se multiplicaba en diversos formatos y se imponía como moda la estética del video clip y de lo efímero, los programas de Polo eran todo lo contrario: un remanso de charla con personajes de la calle, vendedores ambulantes, payasos de circo, matarifes de un matadero, gente con una historia para contar. Eran eso: conversaciones con gente que convivimos todos los días. Y Polo era un especialista en seguir esas pistas que el entrevistado va sembrando por el camino", contó Montero a la Agencia Paco Urondo.

Dolor en las redes sociales
En redes sociales, colegas, autores y lectores lamentaron la pérdida, mientras que el post con el anuncio de su fallecimiento recibió un gran número de respuestas destacando su compromiso, su aporte a la mundo editorial y su labor periodística.

"Un fuerte abrazo de todos nuestros brazos para tu familia y para ti, que también lo es. Todo nuestro cariño, nuestro respeto y nuestra admiración, porque aquí siempre nos enseñaron a gritar. Gracias Hugo, te extrañaremos", escribió Nacho Levy, referente de La Garganta Poderosa.

A su vez, el escritor y periodista Enzo Maqueira expresó: "Un gran abrazo y gracias a Hugo por haber abierto tantos caminos".


Se fue un gran editor, y un mejor escritor
Sudestada de pie para aplaudir lo que dejó un intelectual latinoamericano
Un abrazo infinito. Solo te prometemos que seguirás viviendo entre nosotros. Recuerdo cuando nos conocimos en la primera entrevista en San Telmo. Llegaste con tu difícil sonrisa. Habías bajado del tren con tu rostro luminoso de solvencia intelectual. Yo tenía que convencerte que el libro sobre el bandido rural Isidro Velázquez era un material para que publicara Sudestada.

Y sonreíste, y te fuiste con la investigación sobre Los Velázquez aprobada. De allí en más la familia de la revista más importante de literatura política y cultura de estos días me adoptó y yo sentí que era mi lugar.

Después compartimos en el 2016 el IV Encuentro de Estudios Sociales desde América Latina y El Caribe en la Universidad Latinoamericana (UNILA) en Foz Iguazú, en Brasil, donde diste una clase magistral sobre Foquismo y Vanguardias en tiempos de redes sociales junto a Marta Rojas, Madeleine Sautié, Joselo Schuap, Mariano Saravia, Silvia Ferro entre otros artistas y escritores.

Gracias Hugo por haber compartido una pizca de tu tiempo.
Chaú che, te saluda el Chato
Falleció Montero
Por: Hernán Vasco Izurieta
Con esas dos palabras, mi amigo Jaime Galeano, temprano a la mañana, me metió un trompazo de wasap para transmitirme una noticia imposible de ser real.

Reaccioné pensando que seguramente se trataba, por ley natural, del papá de Hugo (un enorme militante obrero por el socialismo) pero no, era Hugo, 44 años, quien de un mes a esta parte se contagió COVID y en un marco tumultuoso de síntomas falleció por una insuficiencia cardíaca, diagnosticada muy tarde y que le destrozó el corazón.

Escribo estas líneas en shock, todavía no doy entidad al hecho de haber acompañado el cuerpo de Hugo hasta un crematorio en Burzaco. No puede ser cierto.

Quiero mucho a la barra de la Revista Sudestada, entre ellos Hugo, con quienes fuimos compañeros de militancia estudiantil, de debates encarnizados en sobremesas desbordantes de pasión vital, que las más de las veces culminaban en felices borracheras (como en la que seguramente terminó el asado de la foto, junto a Hugo, Jaime y Nacho por los pagos de Turdera).

En los suburbios de la academia, en la Universidad de Lomas de Zamora, nos cruzamos en aulas y pasillos, compartimos iniciativas políticas y agrupación; forjamos una similar mirada política de la comunicación popular (en polémica con el formato de periodismo profesional que nos propuso la Universidad) y ensayamos caminos que, en el tiempo, si bien nunca transitaron plenamente amalgamados buscaron siempre la forma de acercarse, de tirarse un centro.

Mi vínculo con Hugo fue de aprecio personal y respeto político (distante y silencioso), a tono con la única forma posible de interacción que podíamos tener por nuestras personalidades (algo así como dos témpanos emocionales, con ventaja para Montero en ese rubro, en cordial vínculo).

Hugo es el cerebro político y mentor intelectual de la aventura de Sudestada, en dupla inseparable con Nacho Portela, con quien forjó, seguramente, su más sólida relación de dos. Y lo digo en presente porque esa huella es indeleble, como lo escenifica esa redacción detenida en el tiempo a pocas cuadras de la estación de Lomas de Zamora (repleta de libros y cajas en oficinas descascaradas), trinchera desde la que se parieron los sueños fundamentales de la que posiblemente es la más importante experiencia de comunicación popular y alternativa en nuestro país en lo que va del siglo XXI.

Hugo fue un tipo brillante, de un humor ácido y áspero, generoso profesionalmente y desapegado de la mayor parte de los rituales y cliches de los círculos intelectuales, en los que no dejaba de ser un extranjero del conurbano.

Esa extrañeza, sobre la base de la intransigencia, es la que explica que en 20 años en los que Sudestada debió reinventarse en varias ocasiones para sostenerse y crecer, buscando nuevas vías para acceder a una mayor masividad, lo haya hecho siempre sin recibir un solo peso de pauta publicitaria de gobierno alguno.

De manera inesperada y dolorosa, Hugo queda unido hoy a la figura de su admirado Fabián Polosecki, por lo absurdo de una muerte prematura y el enorme valor de una trayectoria profesional a contracorriente; aunque a diferencia de Polo, Montero se fue aferrado a la vida, con el pleno deseo de seguir haciendo periodismo del bueno, con la certeza de que “lo importante está ahí nomás”, cerquita, en el futuro, allí donde nos encontraremos finalmente para vencer.

Chau Hugo, esta sí que no la esperábamos.
Un texto de Hugo Montero
De Fulminantes y detonadores
Marzo, 1967. Cae la tarde húmeda en la selva cuando el Che se acerca en silencio al grupo reunido en un claro. Los que discuten con fervor son un recién llegado militante boliviano y uno de los curtidos guerrilleros cubanos. Minutos antes, el Che había regresado al campamento rebelde bautizado como El Oso, después de una extenuante jornada de exploración por las cercanías del Río Grande, pero el cansancio no le impide seguir con atención el debate y detener la discusión apenas con un gesto. 

"Vamos, hay que hablar", interrumpe. A su alrededor se acomodan en silencio los integrantes de los pelotones del centro y de la retaguardia. Entonces, con paciencia y firmeza, detalla los motivos políticos de su participación en aquella aventura, y en particular se ocupa de despejarles cualquier duda a los bolivianos con respecto a las razones de la presencia de los cubanos a su lado. Está claro, afirma el Che: ni él ni sus hombres han llegado a ese destino sudamericano para ocuparse de la guerra revolucionaria en sustitución de los bolivianos, sino para colaborar con ellos en todo lo que sea posible con el objetivo de desencadenar la pelea por la liberación de su pueblo. Después, apelando a una metáfora explosiva, intenta ser más gráfico todavía: "Nuestra función aquí no es ni siquiera la del detonador. El detonador son ustedes, compañeros. Nosotros somos todavía menos. Nosotros somos apenas el fulminante; esa delgada capa de fulminato de mercurio que recubre al explosivo en el interior de un detonador, que no sirve más que para activarlo, para reforzar el encendido. Eso es todo".

Como si hubiera previsto lo que vendría después (la andanada de confusiones, equívocos y tergiversaciones que se multiplicaron tras su intento revolucionario), el Che sintetiza en apenas una imagen los motivos de su presencia en Bolivia, sus objetivos políticos y las condiciones necesarias para el éxito de su misión. Lejos de la caricatura de los críticos infalibles, más lejos todavía de los analistas que estudian la historia con el diario del lunes y de los flagelantes arrepentidos que no pueden mirar más allá de la derrota, la metáfora elegida por el Che es al mismo tiempo revelación y estudio, síntesis y reflexión, apuesta y desafío para un proyecto estratégico que había comenzado muchos años antes de aquella tarde húmeda de marzo de 1967 en la explicó sus razones a los guerrilleros bolivianos. Un proyecto socialista que también iba más allá de las fronteras bolivianas, que atravesaba los límites regionales y que pretendía encender la chispa en la pradera ("Tal era nuestra labor de sembradores al voleo, lanzando semillas con desesperación a uno y otro lado, tratando de que alguna germinara antes del arribo de la mala época", explicó durante su travesía en el Congo): la urgencia era la característica singular de su época, y el objetivo era asumir el rol de catalizador a partir de la construcción de una retaguardia guerrillera e internacionalista para las luchas venideras en todo el sur del continente. Una referencia de resistencia para los rebeldes, un eje sobre el cual podrían girar los embrionarios movimientos de liberación que comenzaban a brotar en toda la región, los núcleos de trabajadores organizados y los grupos dispersos de estudiantes que estaban dispuestos a ser protagonistas de su propio tiempo en busca del socialismo.

Por eso Bolivia. Para encender la chispa. Para desatar el incendio revolucionario.