sábado, 2 de enero de 2021

WikiLeaks y los dilemas del periodismo

El 4 de enero la justicia británica hará pública su decisión sobre la extradición a Estados Unidos del creador de WikiLeaks, Julian Assange; caso éste que ejemplifica el funcionamiento de las censuras de nuestro tiempo y vuelve a poner de manifiesto muchas de las cuestiones sin resolver del periodismo actual
Por: Miguel Vázquez Liñán

Assange se encuentra preso en la cárcel londinense de Belmarsh desde poco después de ser detenido por la policía británica, en abril de 2019, cuando se encontraba en la embajada de Ecuador en Londres. El fundador de WikiLeaks residía en dicha embajada, como asilado político, desde 2012. Al mismo tiempo, la justicia estadounidense reclama la extradición de Assange para juzgarlo, entre otras cosas, por “obtener ilícitamente y revelar documentos clasificados relacionados con la defensa nacional”. La condena por estas acusaciones de espionaje podría llegar, con la ley de EEUU en la mano, hasta 175 años en una prisión de alta seguridad. Asimismo, la obstinación por la extradición ha llevado a la Casa Blanca, según The Nation, a ejercer presiones a terceros países que bien podrían ser, también, calificadas de espionaje. No parece ser éste un caso más para la administración estadounidense.

Recordemos, brevemente, cómo empezó todo. En 2010, la web WikiLeaks publica más de 250.000 documentos filtrados (más tarde se sabría que por el entonces soldado Bradley Manning, hoy en prisión) del Departamento de Estado de los EEUU, muchos de ellos declarados confidenciales o secretos. Probablemente, el más famoso de estos documentos fuese el vídeo conocido como “Asesinato colateral”, en el que se puede ver cómo, en 2007, un helicóptero estadounidense abre fuego contra una multitud de civiles en Bagdad, matando a varios de ellos, incluidos dos periodistas colaboradores de la agencia Reuters.

Nadie que haya contado tantas “verdades” ha salido jamás indemne
Los “papeles” filtrados fueron publicados, además de en la web de WikiLeaks, en los diarios El País (España), Le Monde (Francia), Der Spiegel (Alemania), The Guardian (Reino Unido) y The New York Times (Estados Unidos), con lo que se pretendía ofrecer una mayor credibilidad a las informaciones publicadas. La lectura de los documentos filtrados ofrecía, como afirmó en una conversación con el propio Assange, el filósofo Slavoj Žižek, “demasiada realidad”: una dosis insoportable de la misma. En efecto, la documentación, que implicaba a políticos, militares, empresarios, etc. de decenas de países, mostraba la trastienda del politiqueo, los arreglos a menudo poco éticos que sin embargo son presentados con bellos discursos por los más diversos líderes políticos y financieros. Nos contaban, así, todo lo que intuimos (¿sabemos?) que puede ocurrir en ese backstage político-empresarial, y sobre lo que nos gustaría estar equivocados. Y lo contaban con muchas, muchísimas pruebas. El rey aparecía, por fin, en toda su desnudez.

El Cablegate abrió el pesado baúl de las contradicciones del periodismo
La crudeza de tales informaciones, desprovistas de la habitual capa ficción a la que estamos acostumbrados, nunca ha quedado sin castigo. Nadie que haya contado tantas “verdades” ha salido jamás indemne. Los creadores de WikiLeaks no han sido una excepción. El Cablegate, como algunos denominaron a la gran filtración de 2010 (hubo otras antes y después) abrió también el pesado baúl de las contradicciones del periodismo, empezando desde la misma base que lo define porque, ¿qué es, exactamente, ser periodista? La defensa de Assange afirma que WikiLeaks es un medio de comunicación y que, por lo tanto, sus informadores no son quienes filtran, sino quienes, amparándose en la libertad de expresión, publican el material que reciben y consideran periodísticamente relevante. Por el contrario, otros tachan a Assange y sus compañeros de “activistas” o “hackers”, términos que éstos mismos suelen cargar de connotaciones negativas, cuando no simplemente de delincuentes vendidos al mejor postor.

La definición de qué significa “ser periodista” no es una cuestión menor, que conlleva además efectos legales, pero no siempre se dan las condiciones para que nos podamos permitir el lujo de disquisiciones teóricas: a veces el hacker o el activista puede convertirse en el más necesario de los periodistas, porque es el único que se atreve a contar lo que hay que contar. Podremos, por supuesto, discutir sobre el muy necesario criterio periodístico o la calidad del producto informativo (discusión, por cierto, de la que no están exentos los “periodistas profesionales”), pero hay conflictos que no existen mediáticamente (y por lo tanto, no conocemos) porque nadie se atreve a contarlos. Sin embargo, algunos activistas defensores de los derechos humanos, por ejemplo, nos han relatado historias de alto valor periodístico. Llegan donde no siempre hay presencia de los medios y se convierten, así, en los únicos corresponsales posibles.

El concepto de “secreto de Estado” se ha usado y se usa sistemáticamente como mecanismo de censura
Las filtraciones pusieron también sobre la mesa el eterno dilema que conlleva la publicación de informaciones que pueden “poner en riesgo la seguridad nacional”. Como es natural, la definición de esto último es siempre y conscientemente difusa, y el concepto de “secreto de Estado” se ha usado y se usa sistemáticamente como mecanismo de censura. Volvamos, por ejemplo, al “Asesinato colateral”: ¿debe la ciudadanía conocer lo que implica para ellos mismos y para los demás que su país declare una guerra? Entiendo que sí, al menos para reducir los niveles de testosterona prebélica de quienes hablan de ir a la guerra con demasiada ligereza. ¿Deberían entonces los medios publicar materiales como el mencionado vídeo, que muestra una matanza indiscriminada de civiles en el campo de batalla? De nuevo, y en mi opinión, probablemente sí. ¿Hay alguna forma de obtener esa información si no hay previamente una filtración? Difícilmente: las filtraciones han formado parte del periodismo desde que éste existe.

El de WikiLeaks es un caso más de censura seguido del castigo ejemplar al informador
En esta línea, parece sensata la posición de Amnistía Internacional, cuando afirma que “La publicación por Julian Assange de documentos a los que tuvo acceso como parte de su trabajo en WikiLeaks no debería ser punible, pues refleja una actividad que deben llevar a cabo periódicamente todos los profesionales del periodismo de investigación.” En cierto sentido, lo que hizo Assange tendría que ser, efectivamente, parte de las rutinas habituales del periodismo que quiere llegar hasta el fondo de la noticia. Y, de hecho, así ha sido históricamente. Evidentemente, no significa esto que cualquier buen artículo deba incluir filtraciones, ni que éstas sean buenas per se, pero si la filtración incluye información que la ciudadanía debe conocer, publicarla debe ser una obligación. Qué debe conocer la ciudadanía forma parte de ese “criterio periodístico” que nuestras desnortadas universidades deberían ayudar a formar.

Así, el de WikiLeaks es un caso más de censura seguido del castigo ejemplar al informador en la esperanza de que, quienes tienen en mente publicar informaciones incómodas, se lo piensen dos veces. Y se lo pensarán, no cabe duda. Ya tenemos demasiadas censuras no reconocidas (y la precariedad laboral del periodista puede llevar, además, a la autocensura), como para colaborar con la más antigua de todas: la que quiere mantener el statu quo. Independientemente de cómo nos caiga el personaje, el trabajo de WikiLeaks merece ser defendido: nos va mucho en ello.

El legado de Wikileaks: así se destaparon las violaciones a los derechos humanos que EEUU quería ocultar
Las revelaciones de documentos secretos permitieron conocer distintos crímenes cometidos por el Ejército estadounidense en Afganistán o Irak. También arrojaron luz sobre las vulneraciones registradas en Guantánamo y Abu Ghraib
Por: Danilo Albín @danialri
Miles y miles de documentos. Papeles secretos que dejaron de serlo. Verdades ocultas que ya no lo están. "Cotilleos", dijo el expresidente José María Aznar en el otoño de 2010 para tratar de desacreditar las revelaciones que atravesaban el planeta de la mano de Wikileaks y de su fundador, Julian Assange. Era el principio de una historia que encerró muchas historias y aportó luz allá donde algunos buscaban que reinase la oscuridad de Estado.

En los capítulos de Wikileaks hay una fecha clave: el 5 de abril de 2010. Aquel día, el mundo conoció un vídeo grabado en julio de 2007 en el que se apreciaba a soldados de Estados Unidos acribillando a gente desarmada en un suburbio de Bagdad. Los disparos realizados desde un helicóptero AH-64 Apache de la Fuerza Aérea estadounidense provocaron la muerte de doce civiles. Entre ellos se encontraban los colaboradores de la agencia Reuters Namir Noor-Eldeen y Saeed Chmagh.

El siguiente hito informativo llegó el 25 de julio de 2010. Fue entonces cuando Wikileaks puso a disposición de la opinión pública internacional la friolera de 90.000 documentos desclasificados sobre la guerra en Afganistán. Allí se recogían 100 categorías de archivos con distintos casos que demostraban las graves violaciones a los derechos humanos cometidas en el marco de la intervención militar en ese país.

Tres meses después el mundo conoció las atrocidades ocultas en Irak, otro territorio en el que EEUU cometió –y escondió– crímenes contra civiles, al tiempo que consintió las ejecuciones sumarias perpetradas por las fuerzas aliadas iraquíes. En aquella filtración de 400.000 documentos producida el 22 de octubre de 2010, Wikileaks también dio a conocer –entre otros tantos aspectos– un escandaloso recuento de víctimas realizado por Estados Unidos, en el que se admitía que el 60% de las personas fallecidas en Irak entre 2003 y 2009 eran civiles.

Los archivos del 'Cablegate'
La Casa Blanca volvió a temblar el 28 de noviembre de 2010, cuando la organización dirigida por Assange lanzó el denominado "Cablegate": nada más y nada menos que 250.000 documentos del Departamento de Estado de EEUU en los que se recogían comunicaciones del Ejecutivo de ese país con sus delegaciones diplomáticas en distintas partes del mundo.

Entre otras cosas, se conoció entonces que la embajada estadounidense en España presionaba al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para evitar que se esclareciera el asesinato del cámara José Couso en Irak. También se difundió información sobre el paso de los vuelos de la CIA por territorio español. A bordo viajaban presos con destino a la cárcel secreta de Guantánamo.

El horror de Guantánamo y Abu Ghraib
Precisamente, ese centro de detención de Estados Unidos tuvo un protagonismo central en la revelación de documentos que se produjo el 25 de abril de 2011. En esa nueva remesa de archivos, Wikileaks difundió fotografías y detalles inéditos sobre los interrogatorios en la cárcel de Guantánamo. Los informes revelaban que 150 personas afganas y pakistaníes habían sido detenidas sin ningún tipo de juicio. Además, se supo que el preso más joven tenía 14 años. El mayor había cumplido ya 89.

No era la primera vez que el nombre de ese centro de detención aparecía en los papeles de la organización fundada por Assange: en 2007, poco después de su creación, Wikileaks había dado a conocer un manual del Ejército de EEUU para los soldados que prestaban funciones en Guantánamo. Entonces ya se establecía la utilización de perros para amedrentar a los presos, así como órdenes para restringir el acceso de la Cruz Roja a ese siniestro lugar. En aquellos informes, EEUU reconocía que el 20% de los reclusos de Guantánamo habían sido llevados a ese sitio de forma arbitraria. Nada tenían que ver con el terrorismo ni suponían ninguna amenaza para nadie.

El legado de Wikileaks también está marcado por revelaciones sobre la cárcel iraquí de Abu Ghraib, otro lugar donde se violaban los derechos humanos bajo absoluta impunidad. Entre los documentos difundidos entonces figuraban los denominados "Procedimientos Operativos Habituales" de Abu Ghraib, Bucca (otro campo de detención en suelo de Irak) y Guantánamo.

Según palabras de Assange, aquellos documentos mostraban "la anatomía del monstruo de detención creado tras los ataques del 11 de septiembre, la creación de un espacio oscuro en el que la ley y los derechos no existen, donde la gente puede ser detenida sin dejar rastro, a voluntad del Departamento de Defensa".

Espionaje a gobernantes
Asimismo, gracias a Wikileaks el mundo conoció las operaciones de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU (NSA, por sus siglas en inglés) contra líderes políticos europeos. La NSA llegó a realizar escuchas secretas de un encuentro entre la canciller alemana Ángela Merkel y el entonces secretario general de la ONU Ban Ki-Moon.

El Gobierno de Estados Unidos también espió una reunión privada entre el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, el expresidente francés Nicolás Sarkozy y Merkel. Hubo además escuchas de una conversación entre Berlusconi y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.

Los correos de Hillary Clinton
En marzo de 2016 llegó la filtración de más de 30.000 correos electrónicos recibidos y enviados por Hillary Clinton cuando ostentaba el cargo de secretaria de Estado en la Administración de Barack Obama. También vieron la luz 27.000 comunicaciones del Comité Nacional Demócrata (CND) y 50.000 correos electrónicos de John Podesta, jefe de la campaña presidencial de Hillary Clinton.

Todos aquellos documentos dibujaban casos de disputas y maniobras internas o, incluso, una dura acusación de Hillary Clinton contra Arabia Saudí y Qatar, a quienes señalaba en un correo enviado a Podesta por suministrar apoyo de forma clandestina a la organización terrorista Estado Islámico (Dáesh).

"Están juzgando a Assange por ejercer el periodismo y revelar información auténtica de interés público"
La periodista de investigación Serena Tinari (foto) ha hecho desde Berna decenas de documentales exclusivos para la Swiss Broadcasting Corporation, la televisión pública de Suiza. Ahora, ha lanzado la iniciativa #PeriodistasAlzanLaVozPorAssange, que ha reunido ya más de 1.600 firmantes de 99 países, y está empeñando toda su capacidad profesional en destapar la campaña de propaganda y calumnias contra Wikileaks lanzada por EEUU y Reino Unido para destruir a su creador
Por: Carlos Enrique Bayo @tableroglobal

Serena Tinari lleva trabajando en prensa escrita, online, radio y televisión desde 1994, especializada en periodismo de investigación sobre sanidad, derechos humanos y seguridad digital. De origen italiano pero establecida en la capital suiza, Berna, en 2015 fue cofundadora de Re-Check, una ONG suiza dedicada a destapar affaires sobre salud pública que produce publicaciones en múltiples idiomas, da apoyo a redacciones en todo el mundo y ofrece talleres de trabajo sobre cómo investigar en profundidad temas de medicina, sanidad y conflictos de interés.

Instructora de ética y estándares periodísticos, Tinari es portavoz y moderadora de la Global Investigative Journalism Network (Red Global de Periodismo de Investigación), miembro del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) y referente de documentales en la Swiss Broadcasting Corporation, la televisión pública de Suiza. Cuenta con varios galardones internacionales, incluido el Premio Daniel Pearl, concedido por el ICIJ por su investigación sobre el fármaco Tamiflu.

Tinari ha puesto en marcha la mayor movilización mundial de periodistas en defensa de Julian Assange, que ya reúne a 1.637 profesionales de un centenar de países decididos a alzar su voz para impedir la agresión contra la libertad de información que supone el proceso de extradición del creador de Wikileaks, por haber revelado crímenes de guerra cometidos por los mismos que ahora quieren condenarle a morir en la cárcel.

¿Cómo surgió la iniciativa #JournalistsSpeakUpForAssange (#PeriodistasAlzanLaVozPorAssange)?
Nació en octubre de 2019. Yo envié un mail al Global Investigative Journalism Network (GIJN o Red Global de Periodismo de Investigación) preguntando a mis colegas si podían dormir por las noches sabiendo lo que estaba ocurriendo con Assange. Yo ya no podía conciliar el sueño. Me sentía avergonzada por no haber seguido el caso de cerca. Y estaba muy preocupada –y sigo estándolo– por su destino y por las consecuencias que tiene este caso para la libertad de prensa, los alertadores de corrupción y abusos (whistleblowers), y para el periodismo de investigación.

El neozelandés Nicky Hager y el esloveno Blaž Zgaga se pusieron en contacto conmigo y decidimos lanzar la iniciativa. Otros periodistas de investigación de diferentes países nos ayudaron con el texto (en ocho idiomas), y especialistas en tecnología de la información se prestaron voluntarios para ayudarnos con la página web y un sistema seguro de recoger firmas. La declaración fue difundida el 6 de diciembre de 2019 con un primer grupo de 200 nombres. Ya somos más de 1.600, de 99 países. Muchos son periodistas de investigación, pero la hemos abierto a todos los que ejercen alguna tarea relacionada con el periodismo, así como a los whistleblowers y a los que trabajan en derechos digitales y transparencia.

Estamos todavía reuniendo firmas. Durante el pasado año hemos seguido enviando a nuestros firmantes actualizaciones periódicas de las vistas sobre la extradición en Londres, que el periodista de investigación Tareq Haddad ha estado cubriendo para nosotros. Tareq se sumó a nosotros tres en los últimos meses y es un gran refuerzo para nuestro pequeño pero pertinaz equipo. Todo lo que hacemos se sustenta en trabajo voluntario. Yo sufrago los costes relacionados con la página web.

Lo principal es que estamos escarbando más a fondo para tratar de desentrañar qué ocurrió exactamente en estos últimos diez años. ¿Qué agencias y estados hicieron posible que quedase atrapado en un limbo legal? ¿Cómo es posible que sus derechos humanos fueran violados flagrantemente? ¿Quién hizo qué y cuándo? Estamos en la fase de recaudar fondos y todas las propuestas son bienvenidas en speak-up-for-assange.org.
Fotos de los primeros firmantes del manifiesto de periodistas en defensa de Assange que ya ha reunido 1.637 firmas de profesionales de 99 países
¿Qué sabe de la actual situación y condición física de Assange?
Assange está detenido en una prisión de alta seguridad de Londres. Pasa en aislamiento más de 20 horas al día. Esa prisión de Belmarsh es conocida como "la Guantánamo británica". Hace muchas semanas que su familia le envió ropa de abrigo, pero no se la han entregado, sino que ha quedado almacenada en el edificio. Tiene una salud quebrantada a causa de la falta de atención médica tanto en la embajada como en prisión. Y porque ha padecido torturas desde hace diez años, como demostró la investigación del relator de la ONU sobre la Tortura, Nils Melzer.

Durante las sesiones del juicio escuchamos diversos testimonios de médicos sobre su preocupante estado de salud, advertencias que también han sido planteadas por la iniciativa Doctors For Assange, casi 300 médicos del mundo entero que han proclamado tener "serios temores, en base a la información disponible, de que el señor Assange pueda morir en prisión". En Belmarsh, su acceso a familiares y abogados es muy limitado, incluso desde antes de las limitaciones por la covid. En una ocasión le facilitaron un laptop, pero tenía las teclas adheridas, así que no se podía trabajar con él. Y desde que empezaron los confinamientos su acceso al mundo exterior ha sido todavía más limitado.

¿Qué consecuencias tendría la extradición de Assange a EEUU, tanto para él como para la libertad de información?
EEUU ha anunciado sin ambages que lo encarcelará en un centro de máxima seguridad y quedará sometido a un estatus especial, con limitadísimos contactos con el mundo exterior. Los abogados y familiares tampoco podrán hablar públicamente sobre el caso. Son 175 años de cárcel, así que morirá en prisión. Sus médicos estiman que si es extraditado es muy probable que cometa suicidio.
"Su extradición supondría el fin de gran parte de la libertad de prensa, tal como hoy la conocemos"
Si Assange es extraditado, se abrirá la puerta a hacer lo mismo a cualquier periodista o editor en cualquier lugar del mundo. Él es ciudadano australiano, así que mañana podemos encontrarnos con que sea normal que China consiga la extradición de ciudadanos españoles, por ejemplo. Ha sido procesado por revelar información verdadera de interés púbico; por tanto, se le juzga por ejercer el periodismo. Eso supondría el fin de gran parte de la libertad de prensa, tal como hoy la conocemos, y tendría un efecto devastador sobre el periodismo de investigación en todo el mundo.

¿Por qué están tan empeñados EEUU y el Reino Unido en perseguir a Assange, por encima de los principios legales y los derechos humanos?
Buena pregunta. Assange sacó a la luz crímenes de guerra y violaciones de los derechos humanos cometidos por EEUU. Las revelaciones de Chelsea Manning y de otros whistleblowers [alertadores] a Wikileaks nos mostraron los verdaderos colores de este mundo. No cabe duda de que este tipo de trabajo no gusta al Departamento de Estado [de EEUU]. Y el papel que está jugando el Reino Unido es muy cuestionable. Este 4 de enero, fecha en la que se emitirá la sentencia sobre su extradición, sabremos hasta dónde quieren llegar.

En la vista oral pudimos ver lo débil que es el caso contra Assange. El Reino Unido debería denegar la extradición por muchísimas razones… desde el espionaje que se ha hecho de sus comunicaciones confidenciales con abogados y médicos, al hecho de que en EEUU le espera una cadena perpetua, además de que no robó ninguna información y publicó lo mismo y a la vez que grandes medios de comunicación (¿van a imputarlos también?). Y muchos otros dobleces de este procesamiento chapucero, porque la causa planteada por la Fiscalía de EEUU es defectuosa a muchos niveles. ¿Avalará todo esto el Reino Unido?

¿Cómo pueden ayudar a Assange sus seguidores y los que están preocupados por la libertad de información?
Alzando la voz. Necesitamos que esto sea algo que preocupe a todo el mundo y de lo que todos hablen. Los medios de comunicación están a menudo en silencio sobre este caso, lo que constituye un grave problema. También, mucha gente se ha creído la propaganda y la campaña de calumnias de la que ha sido objeto. En cuanto la gente conozca los hechos, todos se indignarán y se pondrán de su lado inmediatamente. Necesitamos ser millones. Tenemos que poner a nuestros políticos bajo presión.

¿Qué planes futuros tienen en la campaña para reivindicar a Assange y su legado?
Hay varios grupos de activistas que luchan como leones por él. Apuesto que todos ellos seguirán luchando, pase lo que pase el 4 de enero y en fechas posteriores. Pondremos en marcha recursos, apelaciones…

Como plataforma #JournalistsSpeakUpForAssange, tampoco nos rendiremos. Y haremos todo lo que podamos, sobre todo aquello en lo que somos mejores: periodismo de investigación tal como ya estamos haciendo ahora mismo sobre el caso Assange.
Fuentes: El Salto Diario, Diario Público