miércoles, 1 de enero de 2020

El dulce sueño global de las empresas de telecomunicaciones se volvió amargo

Por: Nic Fildes
De la vanguardia empresarial a un segundo plano: Telefónica, Telia o Vodafone eran los gigantes empresariales del mundo antes de ser reemplazados por Apple, Facebook o Amazon.

El rápido crecimiento de las redes de telefonía móvil alimentó la esperanza entre las empresas del sector de crear sus propios imperios. Sin embargo, las tecnológicas les han arrebatado su sueño.

Hace solo nueve años Telia estaba en la cumbre del mundo. La compañía sueca llevó los servicios 3G a la cima del Everest instalando una estación a una altitud de 5.200 metros. Ese momento -en parte una proeza de la ingeniería y, en parte, una fanfarronada corporativa- fue el inicio de una carrera de dos décadas de la industria de telecomunicaciones europea para plantar una bandera en todos los rincones del planeta.

Fue una cruda batalla y los operadores tradicionales crearon una nueva generación de grupos de telefonía móvil encabezados por Vodafone dispuestos a gastar cantidades ingentes de dinero para acceder a nuevos mercados.
Chris Gent, ex director ejecutivo de Vodafone, dice que la industria de las telecomunicaciones perdió la oportunidad de conquistar el mundo © Jim Winslet / FT

Pero las esperanzas del sector parecen haberse desvanecido, al ser incapaces de crear marcas globales como han hecho las grandes tecnológicas y las empresas de medios de comunicación que aprovecharon las infraestructuras de la industria. Los principales nombres del sector, que lograron contar con bases de suscriptores equivalentes a las poblaciones de los grandes países -en 2014, Vodafone tenía 434 millones de clientes-han empezado a retirarse de sus vastos imperios. Aunque al principio se consideraron motores de crecimiento, gran parte del colonialismo de las telecomunicaciones registró una escasa rentabilidad sobre la inversión (ROE) y compañías como Telia llegaron incluso a recibir millonarias penalizaciones por corrupción.

Telefónica es el último gigante europeo en retirarse de su vasto imperio: la empresa ha decidido revisar todo su negocio en América Latina, de México a la Patagonia.

El grupo español desembolsó más de 110.000 millones de dólares para desarrollar sus operaciones en el Centro y el Sur del Continente Americano, que en 2012 llegaron a representar más de la mitad de los ingresos totales de la compañía.
Telefónica está revisando todo su negocio latinoamericano y en Brasil © Jean-Pierre Pingoud / Bloomberg

José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica, asegura que la decisión se ha tomado por la disrupción tecnológica del modelo de telecomunicaciones tradicional. "Nuestras fuentes de ingresos están agotadas. La tecnología está cambiando todo. Tenemos que crear nuestro propio futuro", declaró.

Las telecomunicaciones han sido uno de los sectores que peor evolución ha registrado en los últimos cinco años, ya que sus apuestas a nivel global no han dado los frutos deseados.

Deuda
Esto ha llevado a las empresas a acumular un elevado nivel de deuda, al verse obligadas a invertir en las nuevas redes 5G tanto en sus mercados de origen como en el resto de países en los que están presentes. El dominio del mercado de comunicaciones ha pasado a una nueva clase de compañías -encabezadas por Google, Apple y Facebook- que han utilizado las infraestructuras instaladas por las empresas de telecomunicaciones en todo el mundo para hacerse con una parte de los beneficios digitales.

Chris Gent, ex consejero delegado de Vodafone, cree que la compañía tuvo la oportunidad de conquistar el mundo. Aunque en su día empresas como Nokia y Huawei crearon firmas con presencia en todo el mundo, han sido plataformas como Facebook y Google, y no los grupos de telecomunicaciones, las que han desarrollado el software y las apps que atraen a los consumidores de todo el mundo.

"El cliente se siente conectado al iPhone, no a una red en concreto. Las redes no se diferencian entre sí", explica Gent.

La expansión internacional de Telia implosionó en 2017 cuando el grupo tuvo que pagar una multa de casi 1.000 millones de dólares para hacer frente a acusaciones de corrupción en Uzbekistán. Esta enorme penalización provocó la caída del imperio. Christian Luiga, consejero delegado interino de Telia, ha reconocido que "personalmente, creo que el crecimiento fue la estrategia equivocada".
El CEO de Telia, Johan Dennelind, en 2017, el año en que se deshizo la expansión internacional de la compañía cuando recibió una multa de $ 1 mil millones para resolver los cargos de corrupción en Uzbekistán © AFP

Hasta la década de los noventa, las telecomunicaciones estaban dominadas por los operadores estatales. La privatización, sumada al boom de la tecnología móvil en la última parte de la década, creó las condiciones para crecer a nivel global.

Imperialismo
Vodafone se convirtió en la cabeza visible de este imperialismo de las telecomunicaciones cuando el grupo británico multiplicó por cuatro su tamaño en año y medio tras invertir 200.000 millones de dólares en las adquisiciones de la estadounidense AirTouch y la alemana Mannesmann. También obtuvo licencias para crear nuevas redes en Europa, África y Australasia.

Vodafone no fue la única compañía en soñar con un imperio digital. Deutsche Telekom entró en Estados Unidos tras pagar 35.000 millones de dólares por Voicestream, ahora T-Mobile USA. Orange, por entonces France Telecom, apostó por la África francófona y Europa del Este. Por su parte, la finlandesa Sonera ayudó a crear Turkcell.

CK Hutchison, el conglomerado asiático, invirtió miles de millones en toda Europa para captar los ingresos de la transmisión de datos a través de las redes móviles 3G que se acababan de instalar.

Los operadores rusos y escandinavos apostaron por Eurasia y el sur de Asia. A excepción de un pequeño grupo de países, como Etiopía e Irán, a los que las empresas de telecomunicaciones extranjeras no han accedido, la globalización de la industria parecía completa.

Para Enrique Lloves, responsable de estrategia de Telefónica, el beneficio de crear una red global en ese momento era obvio: las empresas podrían exportar la experiencia desarrollada en Europa a mercados con un alto nivel de crecimiento como Brasil. Además, el ejecutivo recuerda, los grandes grupos del sector necesitaban ese alcance global para poder cooperar con las grandes industrias como los servicios financieros.
Pero para el sector, la última década se ha caracterizado por un repliegue. Telia ha vendido todos sus activos. Su aventura en el Everest era deficitaria cuando abandonó Nepal en 2016. Otros grupos han buscado formas de mejorar su rentabilidad. Este año, Telenor intentó una fusión de su negocio en Asia con la empresa malasia Axiata, una operación que fracasó, pero que evitó que Telefónica tomara la decisión de buscar socios y compradores para sus operaciones en América Latina.

La experiencia de BT ha sido la más turbulenta de todas. La empresa invirtió miles de millones en licencias 3G en toda Europa y sus sueños se vieron frustrados por su alto nivel de endeudamento. De hecho, en 2001 tuvo que segregar Cellnet, ahora O2.

En el caso de Vodafone, su declive comenzó en 2006 con la venta de su red japonesa a SoftBank. Un año después entró en el mercado indio, donde registró un crecimiento espectacular, al lograr 200 millones de clientes.
La ministra de Comercio, Patricia Hewitt, en 2000 con los nombres de los ganadores de la licencia 3G. Muchos ahora culpan a la venta de licencias 3G por grandes sumas que dejó a las empresas sin fondos para expandirse © Matthew Fearn / PA

Pero la experiencia se convirtió en una pesadilla para Vodafone cuando su rival Reliance Jio inundó el mercado de servicios gratuitos. Vodafone -que invirtió 20.000 millones de dólares para afianzar su posición en el país- amenazó con retirarse de India tras serle impuesta una sanción fiscal de 4.000 millones de dólares.

Los datos contrastan con la experiencia de Orange en África y Oriente Medio, mercados que han dado a la compañía cierto respiro para sus operaciones de Francia y España. Sin embargo, el plan del grupo francés de hace una década de tener una red global de 300 millones de usuarios ahora parece ya un sueño.

Muchos ejecutivos del sector creen que la venta de las licencias 3G europeas por cantidades desorbitadas ha provocado una falta de liquidez para crecer a nivel global.
La exitosa incursión de Vodafone en India se convirtió en un desastre después de que su rival Reliance Jio abrumara el mercado © Dhiraj Singh / Bloomberg

Ronan Dunne, consejero delegado de la estadounidense Verizon, cuestiona también la estrategia de tener presencia en todo el mundo, dadas las importantes diferencias de los consumidores de los distintos países.

La regulación también ha desempeñado un papel importante, al impedir en muchos casos la ejecución de un modelo de telecomunicaciones global. Tener una empresa con presencia en muchos países es cada vez más difícil, dadas las distintas formas de regular la industria. El uso de equipos de la china Huawei ya se ha prohibido por motivos de seguridad en EEUU y Australia, y Europa podría seguir su ejemplo.

Sin embargo, se permite en África y Asia. La presencia en estos territorios ayudará a Huawei a igualar a Ericsson en la oferta global de servicios 5G.

Sin embargo, opinan los críticos, plataformas como Netflix, Amazon Prime Video y Sky Go, que han crecido como la espuma a nivel global, están exentas de regulación.

El control de los datos ha dado un impulso a estas plataformas, pero lo que ha marcado la diferencia ha sido la regulación.

Hay quien piensa que el futuro de las empresas de telecomunicaciones globales reside en las infraestructuras subterráneas de sus redes..

Éstas resultan fundamentales para la forma en la que se transmiten los datos por todo el mundo, al ofrecer vínculos a las empresas de telecomunicaciones, bancos, empresas de medios y tecnológicas.

El sector de infraestructuras estuvo una vez en auge, pero se desplomó cuando la oferta superó ampliamente a la demanda. Las compañías que sobrevivieron son ahora la base del negocio de transmisión de datos a nivel mundial. Una de ellas es la sueca Telia, que vendió sus operaciones internacionales, pero sigue siendo propietaria de una red de fibra de 65.000 kilómetros que cubre 115 países y la usan 900 operadores de telecomunicaciones.

Philip Jansen ocupó el cargo de consejero delegado de BT el año pasado tras haber trabajado en la empresa de pagos Worldpay. Sostiene que el sector de las telecomunicaciones tiene que encontrar un equilibrio entre dos modelos de negocio: el de las grandes compañías de servicios de alimentación con bajos márgenes y el de las empresas de servicios tecnológicos con pocos activos. Jansen opina que un modelo global de telecomunicaciones puede generar beneficios, pero inferiores a los de hace 20 años.
El auge y la caída de Cable & WirelessLos sueños de la expansión global del sector de las telecomunicaciones fueron fomentados por el auge de la telefonía móvil en la era 2G y por la burbuja de las empresas punto.com de finales de la década de 1990. Sin embargo, la empresa británica Cable & Wireless ya había demostrado que el deseo de tener una presencia global podía conducir al fracaso.Se decía que Cable & Wireless era la red de telecomunicaciones en la que nunca se ponía el sol. Fue fundada en la década de 1860 y nacionalizada en 1947. Instaló cables telefónicos submarinos en toda la Commonwealth en la década de 1960 y en su sede central de Porthcurno en Cornualles tenía una escuela de renombre para ingenieros de telecomunicaciones. Cuando se privatizó en 1981 estaba preparando su expansión a Hong Kong, China Continental y otros países de la costa del Pacífico y luego se expandió a otros mercados. En 1994 sus beneficios de explotación ascendían a más de 1.000 millones de libras. Pero debido a que después docenas de empresas como KPNQwest, Global Crossing, Level 3 y Cogent crearon redes globales de fibra óptica, Cable & Wireless tomó la fatídica decisión de subir la apuesta a principios del siglo XXI. Consiguió unos 16.000 millones de libras con la venta de sus activos de telecomunicaciones en Hong Kong y Australia, e invirtió ese dinero en compañías de Internet de alta velocidad. El plan fracasó porque había pagado demasiado por ellas. Analistas de la City criticaron su estrategia. Con su empresa británica matriz en dificultades, Cable & Wireless intentó convencer a los accionistas de las ventajas de poseer una amplia red de telecomunicaciones. Pero no lo consiguió, y finalmente fue desmantelada y vendida a otras compañías.
Fuente: Financial Times