domingo, 1 de septiembre de 2019

Pinky, memorias de una grande que vuelve a la Televisión

Lidia Elsa Satragno entrevistada en La Nación Revista. Durante décadas cautivó al país desde la radio y la televisión, a la que vuelve después de 18 años. Confesiones de una mujer que se entrevistó con todos y enamoró a algunos
Por: Silvina Dell´Isola
Es Escorpio con ascendente Escorpio. Quienes entienden de planetas y demás cuerpos celestes dicen que tiene entonces la distintiva virtud de renacer de sus cenizas. En este mismo año en que murió su hijo mayor y quedó en silla de ruedas, volvió a ponerse de pie, fue homenajeada por el Senado, la recibió el presidente de la Nación y anunció que, este mes, después de 18 años, vuelve a la televisión.

Charlar con ella no es fácil. Aún, a sus 83 años, ya menudita y dócil, la regia Pinky todavía intimida. "He sido impiadosa, pero siempre conmigo. Con los demás, no; con los demás he ido abandonando el rigor", dice. Está sentada en el living de su casa, frente al Jardín Botánico, en la que vive desde hace casi seis décadas. Es sábado a la hora de la siesta. Ella habla sin apuro ni condiciones. "No me perdono nada, me exijo al ciento por ciento. Me tocó vivir un siglo muy difícil para las mujeres, porque el mundo viene equivocado con nosotras, pero también porque las mujeres se dieron cuenta tarde de esto. Pero dura no soy; lo que no soy es manejable. A alguna gente se la maneja fácilmente. A mí hay que convencerme".

Te fuiste de tu casa a los 15 años; querías demostrar que valías más que un hombre.
Me echaron. Siempre creí que había sido decisión de mi papá, pero años más tarde me enteré de que me echó mi mamá. Mucho tiempo después, me dijo: "Te portabas igual de mal que tus hermanos, pero a vos nunca te iban a castigar".

Celos.
Algo de eso. Yo trabajaba desde los 12 años. Una amiga mía del barrio, Ana Cohen, se enteró de lo que pasó, se lo contó a su papá y me llevaron a vivir con ellos. Después todo se acomodó rápido porque llegó la televisión. Además, con mis hermanos seguía teniendo relación.

¿Cuántos eran?
Seis: Raquelita, Noemí, que nos dejó muy pronto, Susy, Daniel, que me visita seguido, y otro hermano que vive en México del que prefiero no hablar. No se portó bien.
Pinky volverá a la TV con un reality-homenaje sobre su vida en 13 episodios llamado Memorias desordenadas 
¿Tus padres te vieron tener éxito?
Sí, a los 20 ya era famosa. Estaban orgullosos. No dejé de tener relación con ellos. No eran las que me hubiera gustado tener, pero tampoco estaban cortadas.

Fue una carrera de vértigo.
Tuve una vida muy extraña. No era mucho más grande, tendría 22 o 23 años, cuando me nombraron Mujer del Año en la Argentina. El gobierno alemán me invitó a Alemania Occidental. Yo estaba en Bonn con el canciller Konrad Adenauer y con el alcalde Willy Brandt y me decía: "¡Pero esto es cierto!". Dos de los hombres más poderosos de Alemania estaban comiendo conmigo.

¿Te falto entrevistar a alguien?
Los entrevisté a todos. Muchos, además, eran mis amigos. Mirá, cuando yo tenía 11 años, el país estaba dividido entre los que eran de [Juan Manuel] Fangio y los que eran de [Oscar Alfredo] Gálvez. Yo era de Fangio. Desde chica escuchaba las carreras. Mi papá un día me dijo: "Lidia, el sábado viene al club un amigo tuyo". Poco antes, volviendo de la casa de mi abuela, había encontrado en una zanja un trébol de cuatro hojas y lo guardé, para él. En ese momento era un corredor que se distinguía, pero no era un súper campeón. Cuando lo vi, le dije: "Señor Fangio, yo quiero que usted gane para siempre", y le di el trébol de cuatro hojas. Me acuerdo de que me pellizcó el cachete y dijo: "Qué rica". A partir de ese momento, empezó a ganar. Como yo era una nena creí que era por el trébol. Pasaron los años y nos hicimos amigos, pero nunca le dije nada, porque tenía terror de que me dijera: "¿Qué trébol?". Pero cierta vez entré en una confitería en Mar del Plata en la que estaba la sobrina, que me dijo: "Ahhh, ¿cómo estás Pinky? ¡Cómo te quiere mi tío!". Le conté del trébol y no lo podía creer: lo había conservado. ¿Ves ese sombrero?

Sí.
Era de Evita. Los sábados a la noche yo hacía en Canal 11 un programa muy largo. Un día le dije a Héctor Vidal Rivas que quería pasar un poco de moda. Accedió. En una ocasión, decidimos hacer un desfile exclusivamente de sombreros. Él llegó con una caja enorme llena de sombreros, empezaron a repartirlos, y cuando la asistente le iba a dar uno en particular a una modelo, él la frenó: "No, éste no se lo pone cualquiera". Era el sombrero de Eva Perón. Fijate que está todo bordado en piedras, pero se le había salido una y Eva se lo había mandado para que la repusiera. Después, ella enfermó gravemente y nadie se ocupó más del asunto. Hice todo el programa con el sombrero en la mano. Cuando terminé, se lo llevé y me dijo: "No, quédeselo. Usted la quería, yo no". Desde entonces, hace más de 40 años, está conmigo.
Con Paul Newman, con quien vivió un romance: "En algún lado se dijo algo, pero yo me hice la zonza"
¿Qué te quedó por hacer?
Estudiar más. He estudiado toda mi vida, pero mi trabajo me obligaba a disponer del tiempo para otras cosas. Estudié teatro con los grandes. Al teatro le tengo un respeto enorme, por eso decidí que tenía que estudiarlo. Televisión no, porque nadie sabía cómo se hacía. Llegué esa primera noche al viejo Canal 7 y pregunté: "¿Cómo lo hago?". Me contestaron: "Cuando se prende la luz colorada, usted habla". Esa es toda la explicación que recibí hasta ahora.

Hasta los grandes maestros estaban aprendiendo.
Ni siquiera estaban todavía. ¡Yo les enseñé a ellos! (se ríe). La de Héctor Ricardo García es una pérdida imposible de tolerar. Se murió uno de mis mejores amigos. Los grandes que se van son además mis amigos del alma.

Hace un par de años trascendió que una casa de subastas vendió algunas de tus obras de arte.
Yo no lo sabía, estaba enfermísima, me enteré después. Eso se decidió cuando se terminó el dinero que podían manejar mis hijos. Había que pagar las cuentas. El tema de la salud es costoso y fatigante. Yo tuve cáncer hasta en la oreja, ¡en la oreja! También, en la espalda. Y Leo se viene a morir de cáncer también. La primera vez que lo tuvo, moví cielo y tierra, conseguí un cirujano porque Sadaic no cubrió la operación y la pagué yo, y vivió 10 años más.

Fuiste diputada de la Nación, ¿por qué nunca pediste la jubilación de privilegio?
Porque las cosas que a uno le corresponden se las tienen que dar, no tiene que andar mendigándolas. Hay que tener un training especial para conseguirlas, que yo no tengo. No era tan fácil reclamarla. Ni lo pensé. Además, cuando era diputada, no estaba de acuerdo con ciertas fórmulas que usaban los políticos para acceder a determinados privilegios. Yo no contaba ni con viáticos. Tenía lo necesario y admitido.
"En el Congreso pasé los momentos más brillantes y podridos de mi vida"; en 2009, Pinky presidió la sesión de jura de los nuevos diputados
¿Fueron años duros?
Muy duros. En el Congreso pasé los momentos más brillantes y los más podridos de mi vida. El día que tuve que tomarle juramento al expresidente [Néstor] Kirchner lo recuerdo como siniestro. Como varios días siniestros, porque venía ya amenazada. Me enfermé en el Congreso, casi me muero. Todo era negar o ignorar. El primer proyecto que presenté fue de reducción del IVA de la canasta básica de alimentos, del 21 al 3,5%. Yo quería defender mi patria, no tenía miedo a nada.

¿Cómo terminó la experiencia?
En terapia intensiva. Me agarré trombosis. No entendía cómo se podía ser tan obtuso de no darse cuenta de que si uno hunde al país, se hunde a sí mismo. Por lo menos, por interés propio habría que prestar un poco más de atención a esas cosas. Si no, vamos a tener siempre un destino siniestro.

¿Es literal que tuviste en brazos a Mauricio Macri?
Su tío decía eso. Yo conocí a los Macri en San Justo, cuando Franco tenía 18 y su hermano y yo teníamos 15. Fueron hombres con una infancia muy difícil. La madre vivía en Italia con ellos y el padre pasaba gran parte del tiempo en Buenos Aires. Franco era el hijo mayor, en la casa eran todas mujeres y él era criado entre algodones. Cuando todavía no era un adolescente, el papá lo metió en un colegio militar. Fue duro, nada que ver con lo que estaba acostumbrado. Luego, el matrimonio se divorció o hicieron un documento según el cual, cuando Franco cumpliera 17 años, ella lo mandaría con sus dos hermanos a la Argentina, cosa que se cumplió a rajatabla. Los tres italianitos llegaron sin hablar español. El padre a Franco lo maltrataba, le decía que era un inútil, un bueno para nada y un ignorante. Un día, él le dijo a su hermano Tonino: "Me voy". Y Tonino decidió irse con él. Empezaron a trabajar como peones en Ciudad Evita, que empezaba a construirse. Fue así como arrancaron. Iban al club Huracán de San Justo, del que mi padre era presidente. Con los años, amigos en común me contaron que una vez en un bar, en uno de esos primeros televisores, aparecí yo. "Yo bailé con ella", dijo Franco. A Mauricio lo conocí de chiquito, yo ya era una mujer.

Hace pocas semanas te invitó a Casa Rosada.
A tomar un cafecito. Somos amigos. Tenemos una relación afectiva. Pienso que me quiere. Yo a él lo quiero mucho y quiero que le vaya bien.
Tu presencia en la TV fue prácticamente constante durante la dictadura militar. ¿Tuviste problemas graves por decir algo que no tendrías que haber dicho?
O por sostener una posición que no le gustaba al otro, o por no querer hacer lo que los demás querían que hiciera. ¡Vaya si los tuve! A Ramón Camps le molestó que le dijera que no. Dijo que me iba a tirar a un zanjón. Y me salvó el doberman... A mí me gustan mucho los animales. No llegábamos a 1960 todavía cuando compré esta casa. La arreglé, la amueblé, hice el jardín, y dije: "¡Necesito un perro". Me fui al mejor criador que había y le pedí un dóberman. Me dijo: "Dóberman no, perro asesino, tiene solo 10% de buen carácter". Así que me vine con un cocker. Pero 18 años después, ya en plena dictadura, finalmente tuve mi dóberman. Una noche, mientras dormía, entraron dos tipos en mi cuarto. Vi una sombra negra que pegó un salto y cayó sobre mi cuerpo. Kabul, el perro, tiró las orejas para atrás, puso los ojos oblicuos y mostró todos los dientes con un rugido espeluznante. Los tipos preguntaron si estaba entrenado. Les dije que sí, pero que no iba a hacer nada a menos que yo le diera la orden, que ellos actuaran como les pareciera conveniente. Ahí empezó una discusión descabellada: me venían a buscar por el asesinato de un tal Silva y decían que tenía que acompañarlos al Departamento Central de Policía. Les dije que de ningún modo, porque además yo no conocía a ningún Silva que se hubiera muerto. Fue un absurdo que terminó cuando se me ocurrió preguntar cuándo lo habían matado. Ese día yo había estado en Austria. Al final, se fueron. Después me enteré por un periodista que era amigo de un periodista que era amigo de otro periodista, que alguien le dijo a Camps: "Dejate de joder con Pinky, que no es Haroldo Conti". Me dolió hasta la médula escucharlo, porque yo era amiga de Haroldo.

¿Hubo algo a lo que no pudiste decir que no?
Lo único que pensé dos veces, porque sabía que era inútil, fue lo de Las 24 horas por Malvinas. Yo hablaba casi todos los días con Rodolfo Terragno, que estaba en Inglaterra, tenía información fresca y ajustada, y sabía lo que estaba pasando. Vino Cacho [Fontana] a buscarme para hacer ese programa, le dije que no, insistió y finalmente acepté, porque pensé que había muchos argentinos que estaban padeciendo. Aunque no se fuera a ganar la guerra, por lo menos podríamos acompañarlos. Los excombatientes son muy amorosos conmigo. En esta última enfermedad que pasé me hicieron llegar sus ruegos y rezos para que me pusiera bien.

Cuando perdiste por pocos votos la elección a intendente de La Matanza, pasaste a ocupar un cargo público en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Vos recuperaste el Parque Sarmiento para los vecinos?
Yo fui, sí, como secretaria de Promoción Social en la época de Enrique Olivera. No fue fácil, estaba cerrado a cal y canto, abandonado y destruido desde hacía 5 o 10 años. Después, no quisieron que fuera a ver las obras ni a inaugurarlo. Dijeron que me llamarían. "No, yo abro la puerta", les dije. Y así lo hice, por supuesto. Yo creé, aunque la estropeó Aníbal Ibarra, una escuela infantil de fútbol con 1800 profesores, para enseñarles a chicas y chicos en parques y plazas municipales. Al lanzamiento del programa vino a acompañarme [José] Pekerman. Había una segunda intención: no se trataba solamente de jugar al fútbol, sino que tenían que pasar por el médico, se les controlaba la salud, la nutrición, etcétera. Pero justo cambiaron las autoridades. Ibarra conmigo no se jugaba, me pidió la renuncia y jamás abrió la escuela de fútbol.
"He sido impiadosa, pero siempre conmigo. Con los demás, no", dice sobre su carácter
En San Lorenzo sí pudiste hacer cosas.
Soy la madrina de las inferiores y viví muchas emociones con el club. Los de San Lorenzo creían que donde yo estaba era su lugar también. Un mediodía estaba haciendo el noticiero y entraron en el estudio: "La venimos a buscar porque el domingo tiene que venir a la cancha a entregarles una placa a los de Racing". Habían vuelto a ganar un campeonato después de no sé cuántos años y los iban a homenajear. Fui. Salimos a la cancha, la comisión de San Lorenzo por un lado y la de Racing, por el otro. Había como 50 mil personas, la voz del estadio, un ruido infernal, no se escuchaba nada de nada. Entonces empecé a hablarle a la gente de Racing y mientras les entregaba la placa, empiezo a sentir desde la popular de San Lorenzo "Pinky corazón, Pinky corazón". Los de Racing estaban duritos, escuchando. Yo estaba ahí por ellos, pero no había micrófono. Entonces, les hice el saludo árabe -corazón, boca, frente y cielo- y fueron más de 50 mil los "Pinky corazón, Pinky corazón" para mí sola.

Hace unos días te homenajeó el Senado.
Me entregaron un diploma como reconocimiento por haber conseguido lo que me propuse en la vida. Yo no sabía que era tan querida. No esperaba todo lo que me están dando. Sobre todo, después de ese homenaje. La gente en la calle está conmigo, con una ternura que me desconcierta. Paran los autos y se bajan llorando para abrazarme, para pedirme que me cure y que esté bien. Eso es a partir de que saben que estoy viva. (se ríe). Me conmueve. Antes me pasaba, pero no con todos.

Toda tu vida tuviste una salud débil.
Mucho ensayo general para la muerte.

Varias veces hablaste de suicidio.
Lo pensé, pero la idea me la sacó Paul Newman. Se dio cuenta. Salíamos de un restaurante en Mar del Plata con un amigo en común, gerente de la Columbia, y casi me atropella un auto. Él me agarró de la muñeca y tiró. Yo tenía guantes. En esa época, se usaban hasta casi el hombro y yo me los ponía día y noche porque tenía unos costurones en las muñecas que daban miedo. Me llevó debajo de un farol y dijo: "¿Y esto qué es?". Entonces le pidió a mi chofer que nos llevara a dar una vuelta larga, desde Constitución hasta el faro. Me explicó que la vida que teníamos era falsa, engañosa: pasar de la ovación al silbido, o de la multitud a la más extrema soledad. A eso lo llamó "el salto al vacío". Dijo algo que no me olvidaré nunca: "Cuando una persona es inteligente, se planta sobre su realidad y decide: ¿Soy capaz de soportarla o no? Si la respuesta es no, se dedica a otra cosa". Yo tenía 23 años.

Demasiado joven para tanta crisis.
Pero ya había tenido una vida muy intensa.

¿Volvió muchas veces esa idea?
Quien diga que no la tuvo nunca, miente. También hubo muchos momentos espectaculares.

¿Tenés diálogo con la muerte?
Lo de mi hijo es inenarrable, porque encima era bueno, inteligente. Pero a la muerte no le doy pelota. Y a mis muertos no los mezclo, los tengo de a uno.
Lo de Paul Newman se supo hace un par de años.
En algún lado se dijo algo, pero me hice la zonza. Fue una relación de mucho tiempo, pero por su peso específico. Cuando una encuentra un hombre que le hace bien, que le gusta, que la apasiona, que sabe que se va a ir y que va a dejar un sabor dulce en la boca, no importa que sean 10 minutos o 10 años, lo importante es la intensidad de lo que fue. Ambos teníamos todas las direcciones y números de teléfono y nunca los usamos. Una vez le pregunté a Anna Strasberg si sabía algo de él y me dijo: "De ese tema no voy a hablar, porque soy muy amiga de su mujer". Se había casado. Hubo luego algún otro señor que me cortejó y al que yo traté con afecto, pero sin que llegáramos a nada. Ahí hay un cuadro con una dedicatoria, leé de quién es.

Antony Quinn.
No pasó nada entre nosotros. Me encantaba. A lo mejor, él sentía un poquito más. Cuando se fue me dejó ese cuadro, enmarcado y todo. A él también lo conocí en la televisión.

¿Lo flechaste?
Da la impresión, ¿no? Fuimos a tomar café, nos llevamos muy bien, era un tipo encantador. Pero para que pasara algo, él tendría que haberse quedado acá y haber hecho el esfuerzo. Omar Shariff se decía enamorado de mí. Pero fuimos solamente muy amigos. Es que venían a la Argentina y casi siempre me tocaba a mi entrevistarlos. ¿Si pudo haber sido? El pudo haber sido no me va. Fue o no fue. Es una cosa tan lejana esa del amor.

Y después de Paul Newman. el Negro Lavié.
Tienen puntos en común. El Negro no es ningún zoquete. Conmigo fue muy seductor.

Fue el único que se te atrevió, dijo alguna vez.
Me enamoré de él. No se me notaba mucho porque era medio rigurosa, pero con él me ablandaba mucho.

Todavía se quieren mucho.
Le tengo afecto y se lo he demostrado toda su vida. Su mujer es muy cariñosa conmigo, y las hijas son divinas, desde que eran chiquitas. Cuando estamos todos juntos, están colgadas de mi brazo. Ahora llaman seguido para ver cómo estoy.

El día que la televisión pasó de blanco y negro a color tenías puesto un vestido negro. ¿Cómo se entiende? [Pinky presentó oficialmente la televisión a color en la Argentina, el 1° de mayo de 1980]El vestido negro lo llevé de acá, era mío. Lo decidí yo. Al director del canal casi le da un ataque. Él no entendía que tenía el vestido negro sobre un cuerpo perfectamente bronceado por el sol, y que el bronceado se veía a través de todos los agujeritos del encaje. El canal me había pedido que le diera la bienvenida al color. Y yo iba en el taxi pensando: "Me tengo que despedir primero del blanco y negro. A miles de horas de blanco y negro no las voy a dejar ir así nomás". Entonces, hice lo que yo quería, empecé por despedirme, y me agarró un ataque por dentro. Habían sido muchos años de mi vida. Me tuve que decir: "Vamos, estúpida, que si llorás ahora, echás todo a perder". Hoy, cuando lo pasan entero, la gente llora.
Ahora volvés a la TV con un reality-homenaje.
Serán 13 episodios de una hora, en los que desfilarán amigos y anécdotas de toda una vida. Estoy extraña. El nombre me salió rápido, Memorias desordenadas, pero el contenido no tanto. Se encontraron muchísimos fragmentos de programas que hice. Y sobre esos recuerdos vamos a hacer programas nuevos. Estoy pensando muy seriamente cómo lo voy a encarar porque la televisión que se hace hoy no tiene nada que ver con lo que yo hago. Veremos cómo nos va.

¿Da miedo?
En televisión y en radio jamás sentí miedo. Ansiedad queda corto, es más frenético el sentimiento que tengo. Voy a trabajar con gente jovencita. Es una ventaja, no compiten conmigo, se dejan mimar.

Salís a la calle, empezás un nuevo programa, te cansás rápido. ¿El alma acompaña?
No lo pienso, me dejo llevar. Voy con Pinky, no la he perdido todavía.

Línea de tiempo
  • 1935: nace el 11 de noviembre, en San Justo.
  • 1948: con 12 años empieza a trabajar en un taller textil en San Justo.
  • 1956: debuta en televisión.
  • 1958: conduce su propio programa, Buenos días Pinky.
  • 1959: filma en cine La caída, de Leopoldo Torre Nelson.
  • 1964: nace su hijo Leonardo.
  • 1965: se casa con Raúl Lavié.
  • 1969: nace su hijo Gastón.
  • Mayo de 1980: conduce la transmisión de cambio de la televisión blanco y negro a la color.
  • 1981: Premio Konex a Mejor Locutora.
  • 8 de mayo de 1982: conduce junto a Cacho Fontana el programa Las 24 horas de Malvinas.
  • 1991: Premio Konex a Mejor Conducción.
  • 1995: se inicia en política.
  • 1999: se presenta como candidata a intendente de La Matanza por la Alianza UCR-PRO. Pierde por pocos votos.
  • 1999: acepta el cargo de secretaria de Promoción Social de la Ciudad de Buenos Aires.
  • Dic 2007: asume como diputada nacional por la provincia de Buenos Aires.
  • Marzo 2018: es ingresada en una residencia para mayores para tratar sus problemas de motricidad.
  • Enero 2019: muere su hijo Leonardo.
  • Septiembre 2019: vuelve a la TV, con Memorias desordenadas, por la Televisión Pública.
Producción: Lucía Uriburu. Peinado: Carmen Da Silva, para Cerini Peluquerías. Make-up: Elizabeth Flecha para Sebastián Correa Estudio, con productos Givenchy. Locación: Palladio Hotel Buenos Aires MGallery by Sofitel. Agradecimiento: Fabián Kronenberg, Dot by Laurencio Adot, Adrián Brown y Carmen Steffens.
Fotos: Martín Lucesole y Archivo La Nación
Fuente: La Nación