miércoles, 7 de agosto de 2019

Que PáginaI12 pida perdón

Por: Kyol
Es difícil explicar qué es el racismo. Todos lo mencionan, pero nadie parece verlo ni oírlo, aún cuando es tapa de diario. Es difícil explicar lo que es el racismo porque es algo que se siente desde muy chico, cuando nacés del lado equivocado de la línea que divide a los normales de los otros. Las cualidades físicas -como los ojos rasgados, el color de piel, el pelo- son solo recordatorios públicos. Pero hablar de racismo sería hablar de lo que duele de verdad, que es lo que pasa adentro.

Mis papás vinieron de Corea. Nací y fui al colegio en Rosario, donde me acostumbré a pedir disculpas. Porque cuando nacés en una minoría, te acostumbrás a disculparte por no ser igual a los demás. “Qué mal que jugás al fútbol, che, no te tenía que elegir”, “¿no sabés quién es Carlitos Balá?”, “¿qué es ese olor que larga tu heladera?”, “¿por qué tu mamá habla tan raro castellano?”. Con o sin enojo de por medio, lo que sale de tu boca por reflejo es decir “perdón”. Por no entender, por no pertenencer, por no ser.

Me llenó de bronca, enojo y angustia ver esta tapa. No voy a escatimar emociones en eso. Me enmudecí, me enojé, se me encogió la garganta. En cualquier parte del mundo, el gesto de los ojos rasgados siempre tiene una sanción, una consecuencia. ¿Por qué? Porque es utilizado para dejar de manifiesto que yo, blanco occidental, no soy igual a vos, oriental de ojos rasgados. Es minimizar al otro y a su cultura, con la liviandad que a veces nos caracteriza, sin entender todo el dolor que despierta.

“Es solamente una cualidad física”, “no es tan grave”, me dijeron algunos y algunas. Técnicamente, es cierto. Pero con el mismo criterio, “villero” refiere a una persona que vive en una villa. Nuestra sociedad vive tan cegada de su racismo que no puede entender que para una persona en la villa, lo que molesta no es que describan dónde vive físicamente, sino la invisible miseria de haber vivido toda la vida mirando para abajo y pidiendo perdón; a los no-villeros; a sus hijos, por no poder darles todo lo que quisieran; a sí mismos.

Tuve muchos privilegios a lo largo de la vida, lo sé. Siempre tuve lo necesario para subsistir, duermo bien, tengo trabajo y estudio lo que me gusta. No vivo en una villa. Mis viejos, inmigrantes que vivieron en la calle en tiempos menos felices, se aseguraron de darme esas garantías. Y sé, de verdad lo sé, que como sociedad tenemos otros problemas mucho más prioritarios que el de un privilegiado como yo pidiendo que la gente no acepte por normal un gesto tan tonto como ese.

Pero, ¿es mucho pedir que esta vez sea otro, un medio de comunicación con miles de lectores por día, el que pide perdón?

Un medio de comunicación supuestamente progresista, que se vanagloria de hablar en defensa de las minorías, pero las marginaliza y las burla en sus tapas.

En Colombia, el jugador de fútbol Edwin Cardona por hacer el mismo gesto fue suspendido por 5 fechas y multado.

En Mexico, el canal de televisión Telemundo suspendió indefinidamente a trabajadores porque sus noteros hicieron ese gesto al aire.

Entendieron que esa visión discriminatoria, que fomenta el rechazo, no era parte de ellos. Pregunto: ¿por qué en Argentina permitimos que las cosas sean diferentes del resto del mundo?

El racimo es complejo y tiene mucha historia, pero toma solo un instante lo que exijo:

Pidan perdón, públicamente, sin vueltas.

Nosotros lo hicimos toda la vida.
Fuente: medium.com