martes, 19 de marzo de 2019

Periodismo: El recuento de los daños

El mercado se achica y solo el 37% del público cree que la prensa hace bien su trabajo. ¿Los medios son un barco sin brújula? Aquí, algunos datos y opiniones
Por: Cecilia González*
Son años vertiginosos.

El mercado de la prensa se transforma en el mundo. “La crisis del periodismo” ya es un lugar común en foros, congresos y festivales. Y no es para menos. En Estados Unidos, un estudio de la Universidad de Carolina del Norte reveló que desde 2004 se dejaron de publicar más de 1800 diarios locales. Según un informe del Pew Research Center, los puestos de trabajo en las redacciones de ese país se redujeron en un 23% desde 2008.

Wan-Ifra, la Asociación Mundial de Periódicos y Editores, reportó que, entre 2011 y 2015, la circulación de la prensa en Europa cayó en un 19,2%. El peor indicador lo tiene Oceanía, ya que acumuló un 28.7%, muy lejos del 1.5% que registró América Latina. A nivel global, los ingresos de los diarios se redujeron más del 10% de 2013 a 2017.

El año pasado, la agencia alemana DPA cerró todo su servicio en español. A principios de 2019, la agencia italiana ANSA inició un ajuste que es resistido por sus trabajadores, mientras que la mexicana y estatal agencia Notimex despidió a los 20 corresponsales que tenía en el extranjero. La empresa BuzzFeed eliminó su edición en español y echó a 218 trabajadores. Es un caso emblemático porque formaba parte de las nuevas plataformas periodísticas que parecían sustentables económicamente. No lo fue. Y no es el único caso. Verizon Media, que agrupa sitios similares a BuzzFeed, también despidió a 800 trabajadores.

En Argentina, el recuento de los daños incluye, a partir de 2016, la estafa de los empresarios Sergio Szpolsky y Matías Garfunkel a los más de 800 trabajadores del extinto Grupo Veintitrés. El diario Tiempo Argentino y el portal Infonews se convirtieron en cooperativas, al igual que El Ciudadano, de Santa Fe, y La Mañana de Córdoba, pero el periódico gratuito El Argentino, el canal CN23 y la revista Siete Días, desaparecieron. El ataque de un grupo de golpeadores (encabezados por el empresario Mariano Martínez Rojas) a la redacción de Tiempo Argentino, ocurrida en julio de 2016, fue una de las peores agresiones a la libertad de expresión desde que el país recuperó la democracia.

El Grupo Clarín, La Nación y PáginaI12 ofrecieron “retiros voluntarios”, mecanismo que, según el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), en realidad implica despidos encubiertos. Y sigue en marcha. Sólo en Clarín se han ido más de 200 periodistas. A principios de 2017, el multimedios más poderoso del país cerró la planta AGEA y dejó en la calle a 380 trabajadores. En Crónica, BAE y Crónica TV, hubo despidos masivos. En Grupo Perfil protestaron por el pago del aguinaldo en cuotas. En Radio del Plata despidieron a más de 50 trabajadores. Muchos de ellos, durante sus últimos meses en la empresa, cobraron sueldos por partes, sin ningún tipo de prestación. Lo mismo padecieron trabajadores del Grupo Indalo (C5N, Pop, Mega, Radio 10 y Vale) y Ámbito Financiero. En C5N están en plena pelea judicial para declarar inembargables cuentas bancarias que deberían garantizar el pago de salarios. PáginaI12, parte del Grupo Octubre, fue el único medio que no pagó la paritaria de 2018. En diciembre pasado, la empresa presentó un procedimiento preventivo de crisis. Al mismo tiempo, anunció la compra de FM Palermo.

En estos tres años fueron emblemáticos los cierres del centenario diario Buenos Aires Herald, las revistas El Gráfico y Veintitrés, la Agencia DyN, los periódicos Muy y La Razón. También dejaron de editarse las revistas Cosmopolitan, Vanidades, Harper’s Bazaar, Ser Padres, Runnersy Muy Interesante, todas de Editorial Atlántida, empresa que en 2019 hizo un nuevo recorte, despidió a 37 trabajadores, convirtió a la revista Para Ti en una publicación mensual, ya no semanal, e inició un procedimiento preventivo de crisis. Radio Blue dejó de producir programas y ya sólo pasa música, y RQQ despidió a todos sus trabajadores. En Tucumán, Radio Continental levantó de un día para el otro la programación local para ser solo repetidora de Buenos Aires. Radio Emisora Cultural, propietaria de Radio Rivadavia y Radio Uno, quebró. En Diario Popular, además de que no ha habido aumentos salariales, no les están pagando francos, feriados, horas extras y bonos.

Los medios públicos no la han pasado mejor. El gobierno cerró el portal Infojus Noticias. En la Televisión Pública dejaron de producir noticiarios los fines de semana. En Radio Nacional y en los canales Encuentro, Paka Paka y Deportv ha habido despidos en bloque, pero el que causó mayor impacto a nivel nacional e internacional fue el despido de 357 trabajadores de la Agencia TelAm. Después de meses de protestas, sentencia judicial mediante, la empresa tuvo que reincorporar a fines del año pasado a 160 trabajadores, pero la tensión interna es permanente.

El SiPreBA calcula que, desde fines de 2015, por lo menos tres mil trabajadores de prensa perdieron sus empleos.

Al cierre de fuentes de trabajo se suman las agresiones. La semana pasada, los fotógrafos Juan Pablo Barrientos, de Revista Cítrica, y Bernardino Ávila, de Página 12, fueron detenidos durante una represión. El Foro de Periodismo Argentino (FoPeA) ya había denunciado en su Monitoreo de la Libertad de Expresión que los ataques a la libertad de prensa se duplicaron de 65 en 2016, a 132 en 2017. En su mayoría, provinieron por parte del Estado (policías) y en manifestaciones públicas en las que redactores y fotógrafos estaban trabajando.

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Con respecto a los contenidos, la investigación “Qué periodismo se hace en Argentina? Perspectivas globales y locales”, elaborada por la fundación Konrad Adenauer, con base en el análisis de la información publicada en Clarín, La Nación, Página 12 y Diario Popular, detectó que el 65% de las noticias tienen una fuente única. Las principales fuentes de información son el Estado y los políticos. Más de la mitad de las coberturas son unilaterales, sin diversidad de fuentes o puntos de vista. La mitad de la información no es verificable y en las noticias hay más adjetivos e interpretación que opinión y propuestas.

El Observatorio de Medios de la Universidad Juan Agustín Maza, de Mendoza, realizó una investigación similar, pero más amplia, que estudió a los principales diarios del país y descubrió que, en los medios considerados nacionales, la información política representa el 60% de sus contenidos, mientras que en medios provinciales ronda el 30%. Dependiendo del diario, casi el 70% de la información política y policial proviene de fuentes gubernamentales. Es decir, se publican casi sólo versiones oficiales.

La prensa argentina, inventora del oxímoron “fuentes anónimas habrían confirmado que…”, reforzó en los últimos años la polarización en sus coberturas. Comunicadores que denostaban el periodismo militante K, ejercen con entusiasmo el periodismo militante M, aunque sin asumirlo, ya que presumen una “independencia” inexistente en sus artículos, portales o programas. La tendencia generalizada es reforzar los prejuicios de las audiencias. La información se publica, valida, desacredita, magnifica o esconde de acuerdo con los intereses de cada medio o de cada periodista. Predominan los adjetivos, las fuentes anónimas, los verbos potenciales y los titulares con tono de incógnita que convocan al click.

Por eso, dependiendo de qué medios consuman, las audiencias creen que el fiscal Alberto Nisman se suicidó o lo mataron; que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner es una corrupta o víctima de una persecución judicial; que el gobierno del presidente Mauricio Macri es corrupto e impune o víctima de campañas destituyentes; que la llamada “causa de los cuadernos” es la investigación sobre corrupción más importante de la historia argentina o una mera “operación” basada en fotocopias; que el fiscal Carlos Stornelli es culpable o inocente en las denuncias por sobornos que hay en su contra. Las corridas cambiarias y los “cacerolazos” que los medios dominantes anunciaban (y azuzaban) con letras catástrofe y cobertura pormenorizada durante el kirchnerismo, se minimizan durante el macrismo. Las represiones y los abusos de las fuerzas de Seguridad se ocultan, justifican o reportan con los eufemismos “enfrentamiento”, “desalojo”, “pelea”, “disturbios” o “incidentes”.

Las noticias falsas, las famosas “fake news”, están a la orden del día, como el caso de los extranjeros detenidos durante una represión el año pasado. En aras de apoyar la campaña de deportación que inició el gobierno, medios oficialistas presentaron al ciudadano turco Anil Baran como un peligroso extremista, “admirador de Fidel Castro y Hugo Chávez”, “de ideología marxista-guevarista”. La causa, que incluía a dos venezolanos y a un paraguayo, fue archivada porque no había elementos para acusarlos.

Uno de los casos más extremos fue la cobertura sobre la desaparición y muerte de Santiago Maldonado. Se publicaron por lo menos 30 “fake news” que pretendían desacreditar a la víctima y defender a las fuerzas de Seguridad.

Será por eso que, de acuerdo con una investigación que Pew Research Center realizó en 38 países, sólo el 37% de los argentinos cree que la prensa hace bien su trabajo. Es uno de los niveles de confianza más bajos del mundo, ya que contrasta, por ejemplo, con el 58% de México, el 47% de Estados Unidos, el 45% de Brasil, el 55% de Rusia y ni hablar del 74% de Holanda.

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Martín Becerra y Adriana Amado, especialistas en políticas de comunicación y medios, analizan en entrevistas con La Agenda el escenario actual del mercado de medios en Argentina. Becerra es más crítico, ya que considera que el gobierno “se muestra indolente” ante la crisis de la prensa, favorece de manera ostensible al Grupo Clarín y privilegia el reparto de la pauta publicitaria a medios oficialistas.

“Hay un escenario de mucho disciplinamiento económico y político. No sería tan grave si no fuese porque hay una estructura de medios que cruje a nivel mundial. El tema de la obligación del Estado de proveer a la sociedad de perspectivas diversas, con tratamiento profesional, hoy está ausente de toda consideración en el debate público”, lamenta Becerra, doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y coautor, junto con Guillermo Mastrini, de “Medios en guerra” y “La concentración infocomunicacional en América Latina”, entre otros.

Amado, doctora en Ciencias Sociales y Magíster en Comunicación Institucional, disiente. “Los grandes ejemplos mundiales del periodismo que está renaciendo se construyen desde la suscripción, no desde los anunciantes. Pensar, como muchos colegas insisten, en que se necesitan más subsidios, más apoyos oficiales, no es viable, porque ayer el subsidio estaba del lado que te gustaba, pero mañana va a estar del lado que no te gusta”, dice. Tampoco tiene una mirada particularmente pesimista sobre la precarización del periodismo. “Nosotros lo asociamos a determinados factores, pero no es que tenemos más despidos o cierres o pérdida de trabajo que lo que está pasando en el resto del mundo. Ok, hace tres años estamos mal, pero hace tres años los medios tienen paritarias, ni siquiera las había. ¿Es desventajosa la relación? Posiblemente. ¿Es desventajosa en todas partes del mundo? Sí”.
Adriana Amado, especialista en medios, entrevistada por José Crettaz en TMT conversaciones

En lo que sí coinciden ambos es en los riesgos que entrañan las coberturas sesgadas que polarizan a la sociedad y que, en muchos casos, mutan directamente a noticias falsas en los medios de comunicación tradicionales que marcan la agenda pública.

“Eso erosiona el debate porque no hay perspectivas matizadas. Se alientan miradas dicotómicas de la realidad. Todo gran personaje es víctima o victimario. La duda fue expulsada del periodismo”, afirma Becerra.

La situación no es nueva pero sí creciente, dice, ya que desde hace por lo menos 15 años los medios intensificaron esquemas de polarización porque presentar a “buenos” y “malos” es un ejercicio moralizador muy fácil.

“Suelo hablar con periodistas y reconocen que, si hacen un ejercicio reflexivo y no se ponen en favor de ningún lado, pierden audiencia. Esto empobrece la agenda pública porque los puntos de vista que tomamos para discutir son cada vez menos, no hay perspectivas”, dice.

Para Amado, las coberturas a favor de uno u otro punto de vista implican “el suicidio de los medios, las ‘fake news’ son el suicidio del sistema. Los medios se encapsulan en esas divisiones y, al buscar la fidelidad de sus públicos, terminan haciéndose demagógicos, pero esto pasó siempre. Si vos, en pos de tener razón, de encantar a tu audiencia, informas parcialmente, la ciudadanía deja de leer a esa prensa”.

La autora de “Política pop: de líderes populistas a telepresidentes” y “Periodismos argentinos: modelos y tensiones del siglo XXI”, entre otros, agrega que el periodismo militante sólo le habla al convencido, a pesar de que tiene la pretensión de convocar al de afuera.

“El peor riesgo es que vivimos en sociedades en donde se perdió la confianza, y esto también es a nivel mundial. Las consecuencias son un mayor miedo al extranjero, gobiernos cada vez más extremistas, pérdida de la solidaridad. Hasta hace poco, los medios eran vehiculizadores de confianza. Hoy eligieron el camino de decir ‘desconfía del otro, el otro te miente’, con lo cual el efecto búmeran es que las audiencias deciden no confiar en nadie”, explica.

En escenarios polarizados, añade, se exacerba la agresividad, tanto, que en Estados Unidos ya hay estudios que lo relacionan con efectos colaterales como el uso de sicotrópicos. “Existe una relación causal entre falta de confianza en los medios y el discurso de odio, es lo que queda. Mientras algunos hacen negocio con esos discursos, porque tener militantes te asegura auspicio y público, se generan sociedades fragmentadas”, señala.

Becerra coincide en que la polarización refuerza los discursos de odio que alientan a los “ultra” de cualquier tendencia política, situación que en Argentina se agrava porque hay voceros del oficialismo que actúan como “trolls”, igual que lo hicieron funcionarios del gobierno anterior.

En esa comparación, Amado considera que, más que cuestiones de fondo, la principal diferencia del macrismo con el kirchnerismo en materia de medios son “los buenos modales”, pero Becerra cree que esto es “relativamente cierto” porque, en el plano del discurso, es verdad que hoy no hay funcionarios que “patoteen” públicamente a los periodistas, pero persisten los “aprietes” que existieron toda la vida, en todos los gobiernos. Además, considera muy grave que el periodista no oficialista Horacio Verbitsky haya sido apartado del sistema de medios y que el gobierno financie con pauta publicitaria blogs ignotos de periodistas afines.

“La consecuencia es que tenemos un periodismo que, en la plana mayor, es muy militante. A las empresas de medios las veo aturdidas, están dando tumbos sin estrategia. Y a los periodistas los veo resignados a un momento de mucha precarización. Es un momento muy delicado”, dice.

Otro punto de acuerdo entre Becerra y Amado es sobre el extendido prejuicio de “la manipulación de los medios hegemónicos” diseminado por la oposición, ya que no hay estudio alguno que compruebe que tienen una influencia decisiva en la ciudadanía al momento de votar. En cambio, sí hay muchos ejemplos de lo contrario, como ocurrió con los triunfos de Donald Trump en Estados Unidos y Andrés Manuel López Obrador en México, el Brexit en Gran Bretaña, el acuerdo de paz en Colombia y, en Argentina, la victoria de Cristina Fernández de Kirchner en 2011.

En todos los casos, la prensa dominante apoyó posiciones o a políticos que, finalmente, perdieron.

*Nació en Ciudad de México en 1971. Trabaja como periodista y corresponsal de agencias internacionales y publicó libros como “Todo lo que necesitás saber sobre narcotráfico” y “Narcosur”. En Twitter es @ceciazul

Fuente: laagenda.buenosaires