martes, 23 de octubre de 2018

Isidoro Gilbert 1931 - 2018

Corresponsal de TASS en el país durante la guerra fría, escribió "El oro de Moscú" y "La Fede", libros fundamentales para comprender la acción soviética en la Argentina. Gilbert fue el responsable, durante muchos años, de la agencia soviética TASS en Argentina. También encabezó proyectos editoriales de su partido: el diario La Calle, clausurado en 1974 por Isabel Perón; y Sur, de quien fue jefe de redacción. También colaboró con el diario La Capital de Rosario
Por: Diego Rojas
Quizás podría haberse asimilado a uno de esos personajes de John Le Carré o Graham Greene, que desarrollaban una actividad periodística o novelística de cuya realidad eran protagonistas, pero con el peso de la tragedia de la historia que los convertía, entonces, en sus propios personajes. Hoy falleció Isidoro Gilbert, periodista, corresponsal local de la agencia TASS soviética y que se definió alguna vez a sí mismo como un militante que se encontraba un peldaño más arriba de las relaciones que su partido, el Partido Comunista Argentino, realizaba en el país, ya que su rol se desarrollaba "en una estructura que se ocupaba directamente de las relaciones entre el Estado argentino y la Unión Soviética". Eran los años de la guerra fría, y que marcaron que el PC tuviera un rol preponderante, pero en las sombras, en los acontecimientos del país.

Caído el Muro de Berlín, Gilbert –cuya acción lo convertía en una enciclopedia sobre la acción de su partido en el país y de la Unión Soviética en la región– se dedicó a contar lo que podía contar sobre esos años turbulentos y escribió El oro de Moscú, en el que desmenuzaba la influencia del partido de Stalin en la Argentina y cómo le había puesto el ministro de Economía al Perón de los setenta, José Gelbard, miembro secreto del PC y factotum de una red de empresas que financiaban la acción de su partido, entre ellas y paradójicamente, la embotelladora del símbolo estadounidense Coca Cola en el distrito porteño. Secretos que eran revelados hasta ahí, ya que mencionaba que había habido militares argentinos comunistas, pero hasta ahí, sin revelar sus nombres.

Escribió luego La Fede y contó cómo la estructura juvenil comunista le dio a la política argentina militantes que no rompían vínculos con el partido, ya sea desde su corazón u orgánicamente, desde Aníbal Ibarra a Carlos Heller, pasando por el sindicalista Rodolfo Daer. En esos libros, que mostraban quizás sin que fuera su intención, el rol menos favorable del Partido Comunista Argentino, es que Gilbert se mostró como periodista en su esplendor.

Crítico con la historiografía oficial comunista, dejó documentos para que la historia pudiera ser más o menos severa, más o menos comprensiva, con ese partido que terminó de hundirse al caer la Unión Soviética –hoy sus restos están integrados a una pequeña fracción del kirchnerismo–. Como miembro de ese espectro que relacionaba a la URSS con el Estado nacional, fue testigo del apoyo soviético a la dictadura de Videla y de la elaboración política autóctona del PCA sobre la "dictablanda" que le costó a ese mismo partido la desaparición de más de cien militantes. Otra vez, pesaba sobre los hombros de Gilbert la tragedia de la historia.

Ya mayor, se mostraba generoso con quien quisiera acercarse a sus relatos del PC, auspiciaba libros de jóvenes sobre la fracción política que incluía a su antiguo partido, editaba esos mismos libros y, como un personaje de Carré o como Carré mismo, nadie podría haber sabido qué había sucedido con aquellos contactos suyos internacionales de la época estalinista.

Los últimos siete años estuvo enfermo y sobre el final, después de un infarto y una internación de varios días había vuelto a su casa. Cuentan que el sábado a la noche pidió escuchar a Duke Ellington, su compositor favorito y que cerró los ojos con Black and tan fantasy, una marcha fúnebre en clave de jazz.

Tenía 87 años, estaba casado con Juana Aizen y era el padre de dos prestigiosos periodistas: Abel Gilbert y Marina Aizen. Pidió que sus cenizas fueran arrojadas al Río de la Plata, ahí donde está el Parque de la Memoria. Fue un hombre de su época. Como se dijo, una época signada por la tragedia de un porvenir que no ha llegado todavía, de las contradicciones que ese tiempo cobijó y del viejo topo de la historia que sigue cavando trincheras hacia otro tiempo, con las enseñanzas de un pasado y la experiencia de un presente.



Una vida entre la militancia y el periodismo
Por: Ricardo Kirschbaum
Como periodista, fue un militante. Y como militante, fue un periodista. En su larga e intensa vida, Isidoro Gilbert, que murió este lunes a los 87 años, siempre escribió y actuó desde un lugar, tomando posición. Fue miembro del Partido Comunista y no un miembro común: se desempeñó como corresponsal de la agencia TASS, órgano oficial de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Fue entrenado en Praga y Moscú -sus relatos de esos tiempos sobre un mundo polarizado entre las superpotencias eran muy interesantes- e ingresó como corresponsal a esa agencia ayudado por su amigo, el poeta Juan Gelman. En Buenos Aires, TASS funcionaba en Córdoba 652, 11°E, y en esas oficinas también trabajaban otros corresponsales de agencias de prensa de países comunistas del Este europeo. Fue un punto de referencia, entonces, en el mapa del periodismo porteño y regional.

Ese conocimiento llevó a Gilbert luego, tras su alejamiento del PC por discrepancias ideológicas, a escribir dos obras fundamentales sobre ese partido en la Argentina, “El Oro de Moscú” y “La Fede”, en los que cuenta, con sólida investigación y acceso a documentos inéditos de la ex URSS y de la Argentina, aspectos no conocidos del comunismo doméstico. Por ejemplo, que Coca Cola de Argentina, y otras importantes empresas, eran propiedad del partido. Y cómo era su impresionante aparato de financiación y quiénes integraban ese directorio exclusivo.

Hijo de inmigrantes judíos, nacido el 27 de agosto de 1931 en el Hospital Durand, se hizo miembro de la Federación Juvenil Comunista (FJC) como estudiante secundario en 1949 y luego del PC. Estuvo preso seis meses durante el primer gobierno de Juan Perón y compartió la cárcel con Rogelio “El Pájaro” García Lupo, donde trabaron una amistad que supervivió cualquier avatar. En 1958, ingresó al diario “La Hora”, como redactor de la sección política, antes de ir a TASS. Más tarde participó del lanzamiento de "La Calle", un diario que pretendía reunir a la centro izquierda, que fue clausurado por Isabel Perón en los tumultuosos meses finales antes de su derrocamiento por el golpe militar de 1976. No fue su único paso por el periodismo: estuvo a fines de los 80 en la fundación del diario Sur, que dirigía Eduardo Luis Duhalde, una publicación que estaba financiada por el PC y que fracasó al poco tiempo.

Fue su última contribución al partido. Por discrepancias con la línea política del PC, Gilbert rompió con ese pasado pero siguió definiéndose como un socialista “sin partido” hasta el final. No ocultó sus simpatías por el gobierno de Cristina Kirchner, aunque con algunos reparos.

Era un periodista con muy buenos contactos. Muchas de esas fuentes terminaron siendo sus amigos por el trato afable y amistoso que Gilbert les imprimía a sus relaciones tanto como por la lealtad con la que respetaba el compromiso de no revelar quiénes le daban datos. Información que sabía usarla en sus análisis. Era amplio en su mirada y tolerante con las discrepancias. Creía, como muchos de su generación forjados en esos dilemas de hierro, que lo importante de los procesos era hacia dónde se dirigían y no las acciones personales de quienes los conducían.

Durante la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, Gilbert fue muy activo en la difusión de la situación interna de ese país y, sobre todo, en la denuncia de torturas y detenciones masivas allí. Por su función en la agencia TASS, mantuvo relaciones formales con funcionarios del gobierno militar y en varias ocasiones planteó su inquietud e interés por varios colegas desaparecidos. Uno de ellos, Oscar Serrat, que trabajaba en The Associated Press, recuperó su libertad luego de que lo secuestraran. Muchos años después el periodista de AP obtuvo el premio Moors Cabot a la Libertad de Prensa. Gilbert y Serrat siguieron siendo muy amigos hasta el final.

La desaparición de Isidoro Gilbert es también el fin de una época en la que el periodismo gráfico, en medio de la convulsión política argentina, vivió su esplendor. Fue amigo de Jacobo Timerman, Alberto Rudni, García Lupo, Jorge Rocha, Adolfo Coronato, Sergio Villarruel, Mónica González, Senen González, Jorge Lozano, Pablo Giussani, Pablo Piacentini, Pasquini Durán, Tito Cossa, "Chiquita" Constela, Lucho Vidal, el mencionado Serrat, y una interminable lista de colegas.

Confluían en un almuerzo en el club El Progreso todos los martes, una ceremonia que se mantuvo desde la dictadura militar hasta fines del gobierno de Carlos Menem. Periodistas extranjeros acreditados aquí sabían que acudiendo a esa cita obtendrían indicios o información interesante. Por ejemplo, James Burns (Financial Times), José Comas (El País) o Manolo Alcalá (Televisión Española).

Gilbert fue corresponsal de L’Unitá (Italia), de Le Humanité (Francia) y El Siglo (Chile). También de La República de Montevideo, entre otros periódicos. Polemista, escribió un libro para rebatir las tesis de Rodolfo Terragno, otro de sus conocidos, cuando éste era ministro del gobierno de Raúl Alfonsín, otro de los amigos de Isidoro. E hizo una crónica crítica del comienzo de las "relaciones carnales" con EE.UU. en "El largo verano del 91". También fue editor de libros de Sudamericana y Random House, que lo recordó ayer en un sentido comunicado.

Hasta su fallecimiento -este lunes en su domicilio después de una estoica y sacrificada resistencia al deterioro físico- fue colaborador de Ñ, la revista cultural de Clarín.

Sus cenizas serán arrojadas al Río de la Plata en el Parque de la Memoria, por su expreso pedido a su esposa, la doctora Juana Aizen, y a sus hijos periodistas Abel, corresponsal de El Periódico de Cataluña, y Marina, redactora de Viva, la revista dominical de Clarín.
Fotos: Clarín
Fuentes: Infobae y Clarín