domingo, 31 de diciembre de 2017

El debate que generó 'The New York Times': Publicidad oficial y medios

'The New York Times', publicó: "Con un enorme presupuesto en publicidad, el gobierno mexicano controla los medios de comunicación", un gran reportaje que genera debate en México. Los grandes medios lo critican y otros recogen el guante y debaten
La mayoría de los medios de comunicación han dependido de la publicidad oficial durante tanto tiempo que no sobrevivirían sin los aportes del gobierno
Los medios mexicanos y 'The New York Times' II
Por: Jorge G. Castañeda
En la soterrada y mínima discusión que ha provocado el reportaje de The New York Times sobre la corrupción y los medios impresos en México, impera una confusión. El corresponsal extranjero afirma algo hasta cierto punto indiscutible: todos los gobiernos mexicanos de la época moderna se han anunciado masivamente en dichos medios
–Peña Nieto, más que ninguno– y de ello se deriva una influencia indebida en el contenido, la línea editorial y el trabajo de cada periódico involucrado.

A esto, muchos han respondido, personal o institucionalmente, que en sus páginas se pueden leer todos los puntos de vista del espectro político e ideológico, que ningún escritor –articulista, editorialista, columnista o comentócrata, según el término preferido de cada quien– ha sido censurado. Comparto, en carne propia, esta afirmación. En 2018 cumpliré cuarenta años publicando notas en varios foros: Proceso, La Jornada, Reforma, Milenio y El Financiero. Nunca he recibido presión o censura alguna para escribir, o dejar de escribir, algo: crítica, apoyo, denuncia, reflexión interesante o aburrida. Sin atreverme a ser absolutista o categórico, me atrevo a pensar que son contadas las excepciones, a lo largo de los últimos veinte años por lo menos, que contradigan la mía. Los medios electrónicos podrán constituir un caso diferente, pero durante más de treinta años de colaborar con regularidad en los programas conducidos por José Gutiérrez Vivó, Ciro Gómez Leyva, José Cárdenas y Joaquín López-Dóriga, con la excepción del periodo de negociación del TLC en 1991-1992 con Grupo Radio Centro, jamás me han pedido los dueños de estas difusoras omitir un tema, o incluir otro. Puedo decir lo mismo de Televisa.

El problema es que ese no es el problema. Incluso para egos del tamaño del mío, debe ser evidente a estas alturas que, a los sucesivos gobiernos de la República, desde Carlos Salinas hasta Enrique Peña, las columnas no importan. El más prestigiado de los articulistas pesa mucho menos que una primera plana a modo, o que un corresponsal extranjero domesticado. La influencia ejercida por el gobierno –o por los anunciantes, en algunos casos– no se dirige a los editorialistas, críticos o zalameros. Se concentra en las primeras planas.

Una segunda preocupación de los gobiernos es también proactiva: la jerarquía de las noticias y la forma en que se presentan. Ejemplo: anteayer el peso recuperó 15 centavos frente al dólar, en buena medida gracias a una subasta de 500 millones de dólares de Banxico. La cabeza puede rezar: “Se fortaleció el peso .15”, o “Banxico defiende el peso con 500 millones de dólares, sin mayor impacto”. Es obvio cual presentación le conviene más al gobierno, como es transparente la postura gubernamental de preferir que las malas noticias se entierren en páginas interiores de los diarios y no en la página 2 o 3.

Una tercera consideración estriba en consolidar una actitud pasiva de determinados medios, que no realicen trabajo investigativo. No cuesta mucho lograrlo, la tradición al respecto, en nuestro país, es breve, estrecha y sin arraigo. Pero siempre es preferible contar con la anuencia de los dueños en esta materia, para que no haya sorpresas, sólo filtraciones.

Toca al lector llevar a cabo una tarea en buena medida ociosa, pero ilustrativa. Se trata de revisar las primeras planas, a lo largo de un mes, de los rotativos señalados por The New York Times, como los casos emblemáticos del lamentable panorama que describe: El Universal, Milenio, Excélsior y La Jornada. Luego, el lector puede animarse a estudiar la presentación y jerarquía de las noticias en los mismos diarios durante una semana o dos: cómo y dónde aparecen las buenas... y las malas. Por último, que ojee las columnas de mis colegas de la comentocracia en los mismos medios. Muchos de ellos son entrañables amigos o distinguidos académicos, políticos o periodistas cuyas posiciones no comparto. En efecto, en las planas editoriales de estos periódicos, el lector encontrará el mosaico de opiniones propio de un país plural y heterogéneo como el nuestro.

Cuando el lector concluya este ejercicio, se hallará en situación de converger con el corresponsal de The New York Times, o de rechazar sus puntos de vista. Le apuesto a que estará de acuerdo.

Publicidad y medios por desaparecer
Por: Juan Ignacio Zavala
El reportaje del The New York Times sobre la publicidad del gobierno mexicano en los medios de comunicación ha generado una gran cantidad de comentarios. No se trata de ninguna novedad, sino simplemente que lo publicó el NYT y eso le da una mayor difusión, además de que, por los estándares periodísticos de ese medio, se considera cierto lo que publica (cuando ha caído en mentiras o inexactitudes corrige y pide disculpas de inmediato, algo impensable en México). Si algún medio mexicano hubiera publicado un reportaje similar, casi nadie lo hubiera tomado en cuenta y se hubiera dicho que “le habían retirado la publicidad”, o a saber “quién había mandado hacer el artículo” para golpear a fulano y sutano.

Las relaciones entre medios y poder en México –salvo contadas excepciones– ha sido de sometimiento, y el dinero publicitario en ese sentido es ya el único eslabón que sostiene esa dependencia. Entre los pendientes que dejaron los gobiernos panistas –o que simple y sencillamente no abordaron– está precisamente el de la relación con los medios de comunicación. Al contrario de lo que debían hacer, decidieron imitar el modelo priista –con el que los empresarios de medios se sienten tan a gusto– y tratar de jugar al uso perverso del dinero. Por supuesto, no les salió: dieron enormes cantidades de dinero y los medios los madreaban todos los días. Con el regreso del PRI a la presidencia, como en otros rubros, regresamos 30 años en esa relación.

A la enferma dependencia que tienen los medios, regresó el manejo truculento de “la línea” de la mano de la publicidad. A los medios no les ha importado cambiar, adaptarse a las exigencias de un nuevo mercado informativo. Depender del gobierno es obtener el dinero necesario. Por eso casi no tenemos empresarios de medios –por ejemplo, en el radio–, sino administradores de concesiones.

Sin lugar a dudas, algo hay que hacer con el tema. Es insostenible en términos de libertad y de democracia. La grosera dependencia mediática está por llegar a su fin, porque el propio mercado está acabando con ese viejo modo de hacer política y comunicación. El caso de La Jornada, salvado inexplicablemente por el gobierno priista, es sintomático. Como sintomática es su respuesta a lo publicado por el NYT. En su “Rayuela”, un espacio que algún día se dedicó a la fina ironía y ahora es simplemente patético, el periódico mexicano se pregunta por “la mano que mece la cuna” del NYT. Los directivos de La Jornada piensan que todo es como en su caso, en donde todos sabemos que es Peña la mano que mece esa cuna. Y se entiende, los medios aquí se dedican más a la industria del chantaje que a la de las noticias.

Es un hecho que si la publicidad oficial se suspende, desparecerían gran cantidad de medios (y no sólo si pensamos a nivel nacional, en los estados es peor la relación y la dependencia del gobierno). No es responsabilidad del gobierno mantenerlos. Los medios deben profesionalizarse, los que lo han hecho les ha ido bien: hacen negocio y tienen prestigio. Habría que pensar en un modelo en el que no suceda todo de golpe y pueda reajustar modelos de comunicación y de negocios. Por supuesto que esto implica asumir nuevos retos: los gobiernos deberán aprender a comunicarse de otra manera, y los medios a trabajar de forma distinta. No está fácil, pero es el único camino que queda, porque una gran cantidad de medios, tarde que temprano, van a tronar. En este tema, como en muchos otros, la realidad aprieta.
Fuente: El Financiero

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