martes, 31 de octubre de 2017

Estamos en una era de periodismo para creyentes con una sucesión de grandes falsedades

El periodista reúne en el libro "Pensar el periodismo" entrevistas a editores de diarios argentinos que trazan una perspectiva coral sobre el desarrollo del oficio desde las redacciones, y lo hace indagando en la trama de intereses construidos en los medios de comunicación
En diálogo con TelAm, el periodista contó que empezó a trabajar para el libro, en el que asegura que "la discusión sobre el periodismo es un texto que nunca terminamos de escribir", mientras dirigía el Buenos Aires Herald, que después de 141 años cerró en julio de este año.

"Nací a la vida adolescente con la democracia y me di cuenta que la política exigía lealtades que no estaba dispuesto a sostener, y tuve claro que mi meta era el periodismo", explica sobre su llegada a un oficio que hoy ejerce en Radio 10, después de haber trabajado meses sin cobrar en Radio Del Plata.

"Pensar el periodismo", publicado por Ediciones B, consta de dos partes: una en la que traza un panorama de las problemáticas actuales del periodismo nacional e internacional y otra en la que hay entrevistas a Hugo Alconada Mon, Luis Bruschtein, Julio Blanck, Gustavo Cirelli, María Seoane y Jorge Sigal, entre otros.

¿Cómo apareció la idea de este libro?
La editora Silvia Itkin me propuso hacer un libro reflexivo sobre el periodismo antes de las elecciones de 2015 porque había puntos de inflexión políticos, económicos, tecnológicos. Hice las entrevistas con la idea de que sumaran al ensayo pero finalmente tomaron mucho cuerpo y las incorporé. Quería que hubiera editores y responsables de medios en un amplio espectro, no me interesaba hacer algo de nicho, ni que fuera muy sensacionalista. Buscaba que tuvieran alta responsabilidad en los medios y no un perfil muy alto.

¿Qué fue lo que más te llamó la atención después de hacer las entrevistas?
Hay un punto en común y es la noción de desangelización del periodismo de los últimos años. Es algo que dicen editores que han estado muy en contra del kirchnerismo como Gustavo González o Reymundo Roberts. El debate de los últimos años también tuvo esta cara positiva que valoraron casi todos lo entrevistados. También me llamó la atención que hay algunos que son muy optimistas y otros muy pesimistas sobre cómo sigue el periodismo en relación a las nuevas tecnologías. Lo que ninguno sabe es cómo se financia y cuál va a ser la moneda que va a activar la rueda del periodismo. Creo que tenemos que asumir que hay un cambio de lenguaje, de rutinas y ante esa realidad no tenemos que vulgarizar nuestra profesión, pero tenemos que asumir los nuevos lenguajes. Esto implica aprender a escribir en ese lenguaje, cambiar de rutina de horarios, incorporar lo audiovisual al texto. Es un debate que hay que dar.

¿Cómo ves la relación entre periodismo y redes sociales?
Se abren muchos interrogantes a la hora de ver cómo sigue el periodismo. Las nuevas tecnologías forman parte de la caída del trono que vino atada a la perdida de rentabilidad. Las empresas periodísticas de algún modo se lumpenizaron y la pérdida del trono viene por la pérdida de credibilidad y el cambio en la lógica del negocio, por el aspecto político, por ese famoso mural que decía "nos mean y Clarín dice que llueve". Después de 2001 los medios entraron en la bolsa del descrédito. Pero también jugaron las nuevas tecnologías porque hoy tu editorial, que antes era el sermón de la montaña, ahora es un texto que un tipo que tiene 50 mil seguidores en twitter desmenuza, lo compara con otro editorial tuyo y te pone en evidencia. Entonces esa pérdida del trono es multifacética, tecnológica, económica y política.

Señalás la oferta de diarios que hay en Buenos Aires comparada con otras ciudades latinoamericanas. ¿A qué obedece esto? ¿Se puede sostener?
Obedece a una tradición de la Argentina que ha tenido medios gráficos líderes y más potentes que el resto de Latinoamérica. Sobre la sustentabilidad, desde que salió el libro ya hay un diario menos, lo que es dramáticamente gracioso. Yo hasta último momento llamaba a los entrevistados y a gente de los medios para que en el libro estuviera actualizado. Lo logré con todos menos con el Herald, ya que el libro salió a la calle en la misma semana en la que el diario pasó a ser semanario.

Entre las entrevistas hay una ex funcionaria (María Seoane) y un actual funcionario (Jorge Sigal)
Ambos saben qué es lo que fortalecería a los medios públicos y se encuentran con limitaciones políticas. Tienen sus explicaciones para dar cuenta de por qué no se lleva a cabo la política de medios públicos que trascienda gobiernos, que marque la agenda, que equilibre el mercado de medios. Cuando hablo de equilibrar pienso en cuánto valdrían medios públicos que ante casos con versiones tan distintas tuvieran una autoridad y una potencia tal que permitieran pensar algunas cosas.

¿Cómo pensás el rol del Estado en ese contexto?
El Estado no es solo un regulador de instantes y si no es un actor preponderante del ecosistema de la comunicación, los riesgos son graves. Vamos a una situación muy fuerte de concentración económica de quienes tienen los caños, los conductos, los satélites y de quienes tienen los contenidos. Ayer una versión indicaba que Facebook quería cobrar la tenencia de un perfil público. La contracara es que Clarín tiene la posibilidad de tender redes, producir contenidos, organizar su grilla, dar telefonía móvil.

Después de este trabajo ¿cuáles dirías que son los desafíos del periodismo?
No siempre convivimos con que la difamación y la comprobación de una información no tuvieran ninguna consecuencia sino que por el contrario invitaran a la expansión del disparate. Algo que me llama la atención del caso Maldonado es que estamos en una era de periodismo para creyentes en la que la sucesión de grandes falsedades, operaciones o impericias extremas, como la sucesión de versiones sobre Maldonado en Gualeguaychú, que estaba en Chile, en San Luis, no tienen ninguna consecuencia. Por ejemplo, Jorge Zicolillo inventó para TXT que estuvo en Bagdad y cuando lo detectaron le pidieron que no escriba más y le hicieron juicio. Hoy detectan una falsedad y al día siguiente le dan la posibilidad de publicar otra y la publican en tapa. Un desafío para los trabajadores de prensa es animarnos a contradecir los prejuicios del público, es decir "lo que el público espera de", desde ya el dueño, el gobierno, la fuente, pero también animarnos a no darle el plato cocinado que el público nos reclama. El desafío sería mantener una línea que nos permita contradecir las ansias desmesuradas de los públicos. Otro es aprender a escribir en un nuevo lenguaje o construir un nuevo lenguaje con los cambios en las condiciones de producción y de lectura.
Foto: Florencia Ferioli, ANCCOMFuente: Agencia TelAm