lunes, 31 de julio de 2017

Cristóbal López y Fabián De Sousa ahora cierran el Buenos Aires Herald

Sad News: The Buenos Aires Herald has closed after 140 years of circulation in Argentina. Luego de 140 años, el Buenos Aires Herald dejará de salir. Lo anunció el propio medio en su cuenta de Twitter. Fue clave en la época de la última dictadura. Periodistas lamentan su cierre y se solidarizan con sus compañeros
"El personal del Herald ha sido informado del cierre del diario". Así se comunicó, vía Twitter, el fin de la historia del diario Buenos Aires Herald.

Los rumores eran fuertes, pero la noticia se confirmó el lunes por la noche cuando la cuenta del diario emitió el mensaje.

Para el anuncio, el mensaje fue acompañado con la tapa del día que el diario cumplió 140 años (el pasado 15 de setiembre de 2016).

El diario ya había dejado de salir todos los días en noviembre de 2016, para convertirse en un semanario.

No se sabe hasta cuándo se mantendrá abierto (si seguirá su edición web), aunque se especula que esta semana será la última.

El Herald estaba por cumplir 141 años. Fue fundado el 15 de septiembre de 1876 por el inmigrante escocés William Cathcart. Su nombre original era The Buenos Ayres Herald.

A fines de 2014, Cristóbal López y Fabián De Sousa compraron a Orlando Vignatti el 60% de los diarios Ámbito Financiero, El Ciudadano y la Gente (qué más tarde intentaron cerrar y luego abandonaron), y el Herald. En octubre de 2016 los nuevos dueños echaron a 14 trabajadores y el 4 de noviembre dejó de ser un diario para convertirse en un semanario que también se subía al sitio buenosairesherald.com para que las notas -que no se actualizaban- se pudieran leer en Internet.

El diario será recordado por ser el único de habla inglesa. En septiembre de 2016, el Herald celebró sus 140 años. Durante la última dictadura (1976-1983), fue el único diario que se atrevió a denunciar sin anestesia las violaciones de derechos humanos y las desapariciones forzadas. Su editor de entonces, el periodista británico Robert Cox, fue detenido y amenazado, y en 1979 abandonó el país. Luego fue testigo en el juicio a los ex comandantes. Sus denuncias le valieron premios y distinciones en todo el mundo. Por ejemplo, fue galardonado en 1978 con el prestigioso premio Maria Moors Cabot, otorgado por la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia. Más cerca en el tiempo, en 2011, Cox fue galardonado con el Gran Premio a la Libertad de Prensa concedido por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) por su "larga trayectoria y valentía" en la defensa de la libre expresión.

"El Buenos Aires Herald fue el primer medio de comunicación en informar, de manera abierta y sistemática, que el gobierno militar secuestraba personas y las hacía desaparecer", había destacado entonces la organización interamericana.

Escueto, en unas líneas, así lo informó Sebastián Lacunza, Director del Herald: "Cierra el Buenos Aires Herald. Fue una decisión de la empresa propietaria, informada hoy"

En tanto, el periodista Diego Igal aprovechó las redes para hacer su sentido descargo:
Me subo al banquito y digo: Ojalá algún día cuenten la historia entera del Buenos Aires Herald, un gran diario que ya no saldrá, víctima de los empresarios que compran medios; que no sólo se beneficiaron de la pauta K sino que no tenían idea de periodismo. Sólo hacían y mal negocios y detentar un poder ficticio. Allí un rol central lo tiene Sergio Szpolski, una bestia incalificable que lo primero que hizo cuando lo compró fue deshacerse de gente y del archivo papel. Sí, lo tiró a un volquete. O sea, historia y el Buenos Aires Herald si había algo que tenía de patrimonio era la historia, trayectoria, memoria.

Pero tenemos los empresarios que nos merecemos, cierto; gracias a gobiernos y un gremio muy débil. Y gremio no sólo es sindicato, somos todos. Un gremio de desclasados que en la dictadura miró para otro lado y en democracia no hizo autocrítica porque "periodismo de periodistas no".

El Herald también fue víctima de la pauta privada, mucho más discrecional que la estatal, pero de la que también el gremio se hace el otario. Y a los colegas que piensan que cierres, despidos y achiques no los afectan vean la creciente multitarea, convergencia y salarios atrasados.

Perdón la catarsis y los errores: ya no me queda solidaridad, abrazos y fuerza para dar. Hacemos periodismo en condiciones paupérrimas.

No creo que sea casual ni culpa de los gobiernos: es culpa nuestra, de permitir dejar hacer, no defender el oficio, mejor, con más fuerza. Que cada uno se ponga el sayo que le corresponda
La dictadura según el Herald
Por: Sebastián Lacunza
El Buenos Aires Herald tuvo un rol central en la denuncia de las desapariciones durante la última dictadura militar. Fuera de una visión glorificadora, conviene resaltar los matices y la complejidad interna de un medio de comunicación que sostuvo la dignidad.
“El día después de las celebraciones del 9 de julio encuentra a la Argentina en un estado tanto mejor que un año atrás que cuesta creerlo”. Siguen líneas de alabanza a la situación económica. “Los visitantes extranjeros se preguntan maravillados dónde está la crisis”. “Hay sólo una mancha en este panorama de cosas que parecen estar bien y mejorando: la imagen de la Argentina en el mundo. A todas luces, hay poderosos intereses que la están distorsionando… (pero) hay gente que misteriosamente desaparece. El flujo ha mermado hasta un goteo pero no se ha secado del todo… Hemos dicho repetidamente que hasta que (las desapariciones) no se reduzcan a cero no podremos decir que todo lo que dicen (en el exterior) de nosotros es mentira”. El editorial del Buenos Aires Herald, titulado “El día después del 9 de julio”, publicado el 10 de ese mes de 1977, cierra con un reclamo para que, pese al “unánime apoyo a la política antiterrorista”, se respeten los derechos humanos (este texto y los que siguen forman parte del Archivo Emilio Mignone).

Dirigía el diario Robert Cox, nacido en Londres en 1933 y llegado a la Argentina en 1959, año en que estaba proscripto el peronismo, al que la binaria mirada liberal europea había identificado en la senda de los totalitarismos de Alemania e Italia.

Tan sólo semanas después del texto citado, el 12 de agosto de 1977, el título principal de tapa, a cuatro columnas, anunciaba: “La APDH busca investigar las desapariciones”. Eran tiempos en que casi toda la prensa denunciaba una campaña antiargentina, inventaba “terroristas abatidos” en enfrentamientos y fraguaba historias con niños “abandonados por los extremistas”.

Con el correr de las semanas, Cox iría a fondo. Las Madres acudían a la redacción del Herald en procesión. A veces eran tantas, que el director del Herald debía ordenar la situación parado sobre su escritorio. Cox manejaría caso por caso con enorme habilidad. La visita de la Comisión Interamericana de Derecho Humanos fue una ocasión para que el periodista expusiera en la tapa del diario rostro y nombre de desaparecidos, método que sirvió para salvar vidas. En otros casos, en acuerdo con los familiares, primó la prudencia, cuando la difusión de una detención podría acelerar el asesinato (vean en el próximo Bafici el documental “Mensajero sobre un caballo blanco”, del periodista ex-Herald Jayson McNamara).

El 18 de diciembre de 1979, las Madres de Plaza de Mayo despedirían a Cox mediante una solicitada. El periodista había sido expulsado al exilio junto a su familia. “Robert Cox, el periodista digno, el hombre íntegro. Gracias por haber sido uno de los muy pocos, poquísimos periodistas que demostró, a través de su accionar profesional, comprensión con nuestro dolor” – decían las Madres.

Hacia julio de 1977, cuando publicó el editorial mencionado, a Cox ya le constaba la existencia de una maquinaria de terror. Tras apoyar — como casi toda la prensa — el golpe militar de marzo de 1976, el periodista se había enterado de inmediato de desapariciones de miembros de familias vinculadas al mundo anglosajón. En la mañana del 4 de julio del primer año de la dictadura, Cox pasó por la iglesia San Patricio, en pleno Belgrano R, donde un escuadrón de la muerte había liquidado horas antes a cinco miembros de la congregación irlandesa de los Palotinos. Desde allí se trasladó a la Embajada de Estados Unidos. Aprovechó la celebración de la independencia de ese país para increpar a jerarcas militares por la matanza.

Cox era (también lo es hoy) un periodista liberal (concepción anglosajona), de centro, que había resistido al nazismo, mientras que Andrew Graham-Yooll (sur del GBA, 1944), un cronista clave del diario con vínculos con organizaciones de derechos humanos y grupos de izquierda, ya había partido al exilio. No había secretos.

Hablar del Herald es un imperativo cuando se analiza el periodismo argentino, su historia y su presente. Este diario comenzó a rodar en 1876 como una hoja informativa del movimiento del puerto. Con el correr de las décadas, se transformó en un medio para la comunidad angloparlante y, finalmente — sobre todo gracias a Cox, Graham-Yooll y los periodistas que asumieron el desafío —, se convirtió en un periódico generalista que escribió una de las páginas más dignas de la historia de la prensa nacional.

Sin embargo, es conveniente alejarse de la mera descripción del Cox heroico, sin matices, a quien algunos de los que lo denunciaban en los setenta por “comunista” y “fabulador”, y lo segregaban de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas, hoy lo alaban con oportunismo. A ellos, Cox no les concede sumarse al frustrado clamor de “dar vuelta la página” para avanzar hacia “reconciliación”.

Es preferible ver al Herald y a sus periodistas con los matices que expresan sus ediciones y sus historias de vida, con respeto por las contradicciones y tensiones que se dan dentro un medio de comunicación. Resulta que un editor que parecía hasta encandilado con Jorge Rafael Videla y José Alfredo Martínez de Hoz se transformó, en cuestión de meses, en un denunciante implacable de sus atrocidades y, en cuestión de años, de sus lastres económicos. Y cuando le ordenaron que frene (Massera no toleraba los párrafos finales que veían “una mancha” en un horizonte cristalino), Cox aceleró, a costa de ser estigmatizado por sus pares del gremio y sus vecinos de Recoleta. Las notas de Herald son todavía hoy prueba judicial en causas de lesa humanidad.

Es preferible ver al Herald y a sus periodistas con los matices, con respeto por las contradicciones y tensiones que se dan dentro un medio de comunicación.

Las miradas de Cox, Graham-Yooll y James Neilson (el director conservador que sucedió a Cox tras el exilio) están lejos de ser unívocas. De sus textos se perciben algunas diferencias sobre el país y el diario, que van desde el imperativo de Memoria, Verdad y Justicia hasta la teoría de los dos demonios. Incluso se evidencia cierto desdén por aquellas antiguas historias.

Hablamos del valor moral de una persona que se ve sublevada ante el terrorismo de Estado. Quisiera agregar unas líneas sobre el valor como editor periodístico. La denuncia sobre las violaciones a los derechos humanos confrontó a Cox contra uno de los dueños de la empresa editora, Keneth Ruggeroni, ferviente admirador de los métodos de Massera, que aprovechó la partida del director al exilio para borrarlo de la nómina. No sólo eso. También muchos lectores no hubieran esperado jamás que su diario cayera “en manos comunistas”. Así lo hacían saber a través de cartas de lectores. A veces, el periodismo se trata de desafiar lo esperable y estar dispuesto a asumir el costo.

















Fuentes: La Voz, TelAm, La Vanguardia, Señales