jueves, 19 de enero de 2017

Martín Sivak analiza el libro de Héctor Magnetto: "Así lo viví"

La derrota del Frente para la Victoria y las medidas del nuevo gobierno favorables al Grupo Clarín envalentonaron a Magnetto a contar su versión de la guerra con el kirchnerismo. En un libro administrado por su propia empresa, el CEO confirma que el duelo está lejos de terminar
Por: Martín Sivak*
Un año después de inventariar los cañones del periodismo de guerra que comandó durante siete años, Héctor Horacio Magnetto pierde la oportunidad de autoexaminarse y examinar el mundo Clarín. En un libro de conversaciones revisita la oratoria que su firma desplegó durante la prolongada confrontación con el matrimonio Kirchner. Pero el CEO no explica las razones o el origen del conflicto, elude las inquisiciones sobre la trayectoria del grupo y elige la esgrima contra las caricaturas anti-clarinistas.

El contexto de publicación de Así lo viví: el poder, los medios y la política argentina podría prestarse a la magnanimidad del que se cree vencedor. Con la derrota electoral del Frente para la Victoria, el Grupo ha recuperado su proyecto de expansión y diversificación en suspense desde la 125: semanas después de la asunción del ingeniero Macri consiguió la primera gran caricia oficial con la derogación vía decreto de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, su 7-D invertido. Poco interesado por el presente promisorio y el muy frecuentado debate sobre el futuro de la industria, Magnetto se inclina por el pasado para continuar su diálogo imaginario con Néstor Kirchner, el otro duelista. Esa fijación no ha quedado en el mundo privado del CEO, ni en su libro: ciertos segmentos de sus medios continúan librando el cuerpo a cuerpo con Cristina Fernández de Kirchner, como si la posguerra nunca hubiese empezado.

El poder de no explicar
Desde que en 1982 Magnetto instrumentó el despido de sus camaradas frigeristas para comenzar el mayor proceso de expansión de la prensa moderna en América Latina, su empresa recurrió al asesoramiento de intelectuales en dos ocasiones. A comienzos de la década de 1990 contrató a un grupo heterogéneo –Eliseo Verón, Oscar Landi, Aníbal Ford, Alberto Ure, Alejandro Piscitelli– en busca de análisis cuantitativos sobre sus lectores y de ideas y sentidos para darle forma y coherencia al multimedios. Verón determinó que las Criollitas y el Obelisco eran como Clarín: parecía todo y nada a la vez. Para diferenciarse, debía apostar a la calidad periodística en un período de supremacía y prestigio social.

En 2010, el multimedios convocó a una mesa de intelectuales y especialistas para administrar el conflicto con el kirchnerismo. Participaban Marcos Novaro, el hoy animal suelto Sergio Berensztein y otros. En esas mesas de arena, Novaro advirtió lo que nadie quería escuchar en la calle Piedras: que CFK podía recuperarse de la muerte de su esposo y conseguir la reelección.

Desde entonces Novaro ha sido consultor de la empresa, ha participado en la publicación de varios libros de Clarín, como Democracia y Desarrollo y expone sus opiniones sobre Argentina y el mundo en los medios del multimedios. Investigador del Conicet, autor de libros sobre historia reciente y de divulgación, Novaro subraya que en su trabajo sobre los empresarios argentinos encontró una incertidumbre similar a la de los dirigentes políticos. Su impresión de Magnetto destaca una dualidad: cierta apertura que no disimula “una profunda y constitutiva intransigencia”.

En este libro, administrado por su propia empresa, Magnetto mantiene su intransigencia: no responde a la intemperie. Desde que entró a Clarín en 1972 ha dado muy pocas entrevistas. La mayoría durante el conflicto con el kirchnerismo y a la prensa internacional. A los periodistas argentinos les ha fijado reglas precisas: preguntas anticipadas, off the record, difusión pactada de algunas respuestas. Magnetto sólo se expuso a una entrevista no controlada con un argentino cuando aceptó la invitación de Bernardo Neustadt a un vivo de Tiempo Nuevo en diciembre de 1989. Les sobraban razones para lucir exultantes: Clarín acababa de ganar la licitación de Canal 13 y Neustadt oficiaba de escribano de las privatizaciones de la presidencia Menem.

Los CEO de las grandes empresas periodísticas –los pares de Magnetto–, los jefes de Estado, las autoridades de sindicatos y empresas han mostrado mayor predisposición para las entrevistas que el elusivo Magnetto, mucho más próximo a los procedimientos de las monarquías europeas. El poder, para Magnetto, es la prescindencia de dar explicaciones. Así lo viví es la continuación de esa idea por otros medios.

Pretendidamente invisible, consigue que su rostro no aparezca en el libro, como había ocurrido con su biografía autorizada El hombre de Clarín, también administrada por su empresa. Para intentar condensar una época, elige una foto de una bandera desplegada de Clarín miente –aquel eslógan que Moyano no patentó a tiempo– y firmada por Comunidad del INDEC. El libro debería llamarse Kirchner y yo.

Reescribir la historia
Magnetto pretende establecer el fin de las metáforas. No practicó periodismo de guerra, no se divorció de los Kirchner. También avanza sobre hechos verificables: desconoce empatía y un buen vínculo inicial con Néstor Kirchner. No hubo nada hasta que, inopinadamente, el santacruceño se propuso quedarse con su empresa y conseguir su arresto. Como pionero que primerea a la doctora Carrió, asegura que había advertido el riesgo totalitario en 2003. “Recuerdo una luz amarilla que mencioné ya en el encuentro gerencial a fines de 2003, época en la que, según el mito, supuestamente estaba en pleno auge el idilio entre Clarín y los Kirchner. Dije que el reto que tenía el gobierno era encarar la construcción desde una visión pluralista, evitando la tentación hegemónica y aceptando las críticas.” En el anexo del libro se publican frases parciales de ese y otros discursos privados que intentan mostrar que descubrió al monstruo en su concepción.

Hay una constante de la empresa en sus tres etapas (la de Roberto Noble, la de Rogelio Frigerio y la de Héctor Magnetto): no tiene una conversación sobre su historia; prefiere la reescritura. El suplemento de los 50 años, en 1995, es uno de los ejemplos contundentes. Con una elección capciosa de párrafos, intenta cambiar sus posiciones editoriales sobre el primer peronismo, el Cordobazo, la última dictadura militar, el gobierno de Alfonsín y otros.

Magnetto resalta la obsesión de Kirchner con los contenidos de Clarín, cuantifica sus encuentros bilaterales (no más de siete u ocho en los cuatro años de mandato y un par de veces más desde que asumió CFK) y hasta aporta una versión de uno de esos encuentros. Antes de las elecciones de 2009, el entonces ex presidente le pidió al CEO acompañamiento en la campaña electoral a cambio de no mandar una ley que se parecería a la “ley de medios”. Ante cada oferta de Kirchner, Magnetto aparece como sorprendido. Como si de la nada alguien le hubiese ofertado algo impensado y no como parte del ajedrez tenso que ambos practicaron.
Magnetto omite las concesiones del kirchnerismo a Clarín –como la fusión de las empresas de cable–, y minimiza un tema central del origen del conflicto: el ingreso de Clarín a Telecom, prioridad del Grupo para acceder al triple Play. Kirchner inicialmente dio luz verde para que el multimedios entrara, luego exploró que se asociara con un grupo de empresarios afines a la Casa Rosada y cuando la relación se agrietó, evitó el ingreso de Clarín. “Creo que él llegó a fantasear con algún tipo de sociedad con nosotros. De hecho, quiso apostar a algo así con el tema de Telecom”. No fue una fantasía: fue un proyecto concreto del que participaron ejecutivos del Grupo Clarín que no actuaron como librepensadores.

Así lo viví es, en muchos pasajes, un libro sobre los intentos del CEO de Clarín de caracterizar al kirchnerismo: “un régimen de orientación autoritario y populista”, ensaya. Entre sus rasgos, el contador destaca la concentración de poder, la perpetuación, la apropiación de recursos, la primarización de la producción y el consumo sin inversión. Magnetto no ve en el Kirchner inicial rasgos desarrollistas ni el esbozo de una ideología: lo describe como un mero acumulador de poder y dinero. Sostiene que Argentina iba camino a convertirse en Venezuela. Rogelio Frigerio (abuelo del actual ministro) no hubiese tolerado la idea de la venezuelización: educó a sus cuadros a estacionar la economía antes que a la política y evaluar las condiciones estructurales que harían imposible ese viaje. Magnetto le reconoce a Kirchner la renegociación de la deuda externa, el abordaje del conflicto social sin violencia, la contención temporaria de las tarifas, los superávits gemelos y la renovación de la Corte.

¿Por qué Clarín sobrevivió al kirchnerismo? La cohesión interna de la empresa, la fidelidad de las audiencias y la integridad en los negocios son las explicaciones del CEO. En otras palabras, Magnetto cree que ganó porque tuvo la calle, otra de las aparentes disputas con NCK. Omite una variable fundamental a la supervivencia: la espalda financiera del negocio del cable.

El kirchnerismo subestimó esos rasgos centrales, en particular la masividad de sus audiencias, y prefirió pensar en la tomografía de un medio cómplice de la dictadura y padrino del neoliberalismo.

Desde la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, Ricardo Molinas investigó el caso Papel Prensa entre 1984 y 1988. En las conclusiones de su trabajo –el más serio y riguroso producido por un organismo estatal– señala que se trató de uno de los casos de corrupción más graves de la historia argentina. En lugar de responder a Molinas, Magnetto elige levantar la guardia a los desvaídos guantes de Guillermo Moreno. Sostiene que en el informe Papel Prensa preparado por el ex secretario de Comercio, Moreno inventó pruebas. “Fue el episodio más parecido a los juicios de Moscú que se haya visto en el país. Todo una leyenda.” En los juicios de Moscú de la década del 30 se juzgó –y en muchos casos se ejecutó– a ex miembros del Partido Comunista. Magnetto insiste con una idea: la compra de Papel Prensa fue beneficiosa para la industria y para la sociedad. En la única mención a su política editorial durante la dictadura militar destaca que Clarín “fue el primer diario en cuestionar el plan económico”.

Magnetto tiene una notable insensibilidad frente al dolor ajeno y elude responsabilidades. En el libro elige presentarse como víctima. “Uno de los peores momentos (del conflicto) fue cuando intentaron mezclar dos historias inventadas, el caso de Noble y lo de Papel Prensa, para tratar de meternos presos a la señora de Noble y a mí.” Hasta el 10 de diciembre de 2015, el grupo Clarín eludió el autoexamen sobre su línea editorial frente a la dictadura por considerarlo una concesión al kirchnerismo. En su libro Magnetto confirma que no tiene ningún interés en ensayar una explicación.

Los tiempos de Macri
En el mundo de los dueños de medios argentinos, Magnetto es el que tiene mayor formación política e intelectual. Lee, estudia y no hace citas eruditas innecesarias. En las conversaciones con Novaro decide desconocer una parte de su biblioteca y de las bibliotecas del mundo: las que sostienen que la concentración de la propiedad de los medios de comunicación es un problema para la democracia. Considera la concentración como un fenómeno global que Clarín también padece con anunciantes cada vez más concentrados. Cuando Novaro le insiste con el tema, responde que se trata de una pregunta anacrónica y analógica. “Su pregunta parecería trasuntar cierto reproche. Como que hubiera responsabilidad de Clarín en la ausencia o escasez de otros multimedios”. Todos los competidores de Magnetto piensan lo contrario: Julio Ramos de Ámbito Financiero, Héctor Ricardo García de Crónica y Jorge Fontevecchia de Perfil, entre otros, lo han dicho en voz alta. Magnetto dice creer que la competencia es franca y que nunca jugó con la cancha inclinada.

En cuanto a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, pensada para reducir el tamaño de Clarín, Novaro le cuestiona al CEO que su empresa haya priorizado el escueto planteo de inconstitucionalidad. Magnetto tampoco responde: “La ley fue una parte esencial de una estrategia de domesticación de la prensa”.
Desde que asumió Macri, Clarín ha conseguido el decreto de anulación de la Ley, la recomposición de la pauta publicitaria (el Poder Ejecutivo se propone fijar montos de acuerdo a las audiencias), el buen trato y el acceso periodístico y el fin de la “clarinización” del debate público. La posición del gobierno es que el mercado, o los grandes jugadores del mercado, ordenen la industria y eventualmente disminuyan la influencia del multimedios. Asoman las primeras tensiones leves a través del conflicto entre Telefónica y Clarín por el reingreso a la telefonía celular, la televisación del fútbol y otros.

Desde el primer semestre Macri ha recibido pedidos específicos del multimedios, como que ayude a terminar las causas judiciales pendientes (1). Sobre el final del segundo semestre, el juez Fabián Ercolini sobreseyó a Magnetto en la causa de Papel Prensa. Cuando Clarín se vuelve más crítico del gobierno, el Presidente ubica al CEO en el círculo rojo que siempre lo subestimó y, supuestamente, apuesta al empoderamiento de Sergio Massa. En su libro Magnetto dice muy poco sobre el Presidente. “Se cierra un ciclo negativo y hay una oportunidad... Veo aciertos y errores de gestión, pero también un camino orientado a recuperar cierta normalidad a la Argentina (sic)”. Para el Grupo, la normalidad argentina se parece a la pax clarinista.

1. Un viejo consultor de la empresa, Fabián Rodríguez Simón (Clarín administró su libro Clarín y la Ley Audiovisual que salió días después del fallo adverso de la Corte y por eso sólo se distribuyó en la cadena Cúspide, perteneciente al Grupo) es el principal operador judicial de Macri.
*Periodista. Autor de Clarín, la era Magnetto (2015) y Clarín, el gran diario argentino. Una historia, (2013), Planeta.

Fuente: Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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