miércoles, 28 de diciembre de 2016

Millennials, quizá ya es tiempo de poner reglas a Netflix

Por: Andrés González Watty*
Los inversionistas buscan señales de una mayor desaceleración en el crecimiento de suscriptores.
El cambio tecnológico es vertiginoso no sólo para los modelos de negocio sino también para los problemas regulatorios y los retos que enfrenta el Instituto Federal de Telecomunicaciones, en materia de audio y televisión radiodifundida y de paga.

Tradicionalmente, sólo podían prestar el servicio de audio y video a distancia (lo que conocemos como radio y TV) los concesionarios de espectro, es decir, los que tenían un canal de tele o una frecuencia de radio, o bien los concesionarios de televisión de paga, también llamados ‘cableros’.

Ya no es así y el cambio se siente en la industria tradicional. Grupo Televisa, por ejemplo, acaba de anunciar que programas vinculados con personalidades tan icónicas como Adela Micha y Joaquín López Dóriga, entre otros, saldrán de su barra programática en enero.

Las causas parecen estar relacionadas, no con la calidad ni capacidad de los conductores, sino con los niveles de audiencia y la novedosa competencia que tiene la empresa por parte de los servicios OTT (over the top), como Netflix o Clarovideo, que difunden sus contenidos a través de plataformas de internet.

En todo el mundo el mercado de los canales radiodifundidos (y el de los medios tradicionales de comunicación) ha venido sufriendo una profunda metamorfosis en donde, gracias a las plataformas de internet y a la mayor penetración de conexiones de banda ancha, los contenidos son más importantes que los medios de transmisión.

Este fenómeno ha creado consumidores que de plano desconectan su tele de la programación habitual (radiodifundida o por cable) y sólo consumen contenidos OTT.

En inglés se les ha llamado ‘cord-cutters’, en español podríamos llamarlos ‘corta cables’ y están íntimamente relacionados con la generación ‘millenial’.

No es casualidad que, desde hace algunos años cadenas de TV abierta como la BBC, la NBC, ABC y Deutsche Welle, entre otros, han creado plataformas para difundir sus contenidos a través de internet. Televisa se ha planteado hacer lo mismo y, además, competir con los OTT con su plataforma ‘Blim’. ChivasTV, por su parte y a pesar de los problemas que ha tenido, representa un experimento novedoso para saltarse los canales tradicionales de distribución y transmitir contenidos solamente a través de internet.

Como se observa, hoy por hoy, es posible difundir contenidos y servicios de audio y video sin ser radiodifusor o cablero. Tradicionalmente la competencia de las televisoras han sido otras televisoras. En México la competencia de Televisa era TV Azteca. Ahora, plataformas de internet como Netflix, Clarovideo y YouTube representan un reto para los concesionarios de televisión radiodifundida, que deben proveer contenidos de calidad para así competir con series, programas y películas de factura, producción, libretos y actuaciones notables y con más frescura.

Sin embargo, el marco legal y regulatorio está diseñado con los servicios tradicionales en mente. Ni la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión ni, como consecuencia, los Lineamientos Generales sobre Derechos de las Audiencias recién emitidos por el IFT, hablan de otras audiencias que no sean las de radio o televisión radiodifundida o de paga.

Nada dicen de las audiencias de radio y televisión por internet. Como ha aclarado un voto particular del comisionado Adolfo Cuevas, del IFT, la TV por internet incluye los servicios de audio y video a la carta (también llamados ‘on demand’) y los servicios de ‘streaming’ de transmisión simultánea.

Con una buena conexión a internet, estos servicios en nada se diferencian de la televisión o el radio tradicional y, por tanto, existe el reto regulatorio de proteger los derechos de las audiencias de la TV y la radio por internet.

Otros países como el Reino Unido, imponen ciertos estándares mínimos para defender a las audiencias de los servicios OTT, por ejemplo, para que sus proveedores diferencien lo que es publicidad y lo que es programación normal; permitan el control parental; clasifiquen su programación para cada tipo de audiencia, en especial para las audiencias infantiles, y eviten contenidos violentos o discriminatorios.

La Unión Europea ha incluso propuesto una directiva para que los servicios OTT tengan en su oferta programática un porcentaje de programación local.

Como se ve, el cambio tecnológico no sólo ha afectado a los modelos de negocio de las compañías tradicionales de audio y televisión radiodifundida, como Televisa o TV Azteca y a la televisión por cable, sino que también representa un reto para la regulación del sector.

Los nuevos modelos de negocio desbordan los paradigmas sobre los que está construido el sistema regulatorio actual. Al mismo tiempo, hay problemas como los derechos de las audiencias de la televisión por internet que, en nuestro país, requieren también de protección.

Esta situación no es privativa del sector de la radiodifusión, pues tanto los modelos de negocio como la regulación de los servicios tradicionales de telecomunicaciones (la telefonía, mensajería instantánea y la transmisión de datos, entre otros) han sido también tocados por el avance tecnológico. Este tema, sin embargo, tendrá que quedarse en el tintero para otra colaboración.
*El autor es doctor en estudios socio-legales por la Universidad de Oxford (actualmente en proceso de titulación), maestro en regulación por la London School of Economics and Political Science, maestro en administración y políticas públicas por el CIDE y licenciado en derecho por la UP. Desde 2014 se desempeña como asesor del Comisionado Adolfo Cuevas en el IFT.
Fuente: El Financiero
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