lunes, 24 de octubre de 2016

"Ahora desde la web se permiten y se esperan textos largos y narrativas complejas"

Como un foco de indagación social que intenta sustituir los modos gastados del periodismo tradicional, la crónica narrativa encarna un fenómeno que se mide por la conquista de espacios cada vez más visibles, aunque la falta de inversión en el género restringe todavía su potencial expresivo, analiza el periodista argentino Roberto Herrscher. En su libro "Periodismo narrativo" condensa la tradición y la novedad en torno a una disciplina que ensaya otras formas de contar la realidad
No se trata de un género incipiente instalándose lentamente sobre la escena cultural: el llamado periodismo narrativo que se propaga por publicaciones digitales como Anfibia, El Puercoespín, Gatopardo o Cosecha Roja reactualiza el legado de una estirpe de escritores y reporteros -George Orwell, Gabriel García Márquez, Truman Capote- que desde perspectivas dispares entre sí han trazado nuevos posicionamientos para abordar la realidad.

"Estamos mucho más cerca de la realidad, de la verdad, que el cansado periodismo de los medios tradicionales", remarca Roberto Herrscher, autor de obras como "Los viajes del Penélope", "El arte de escuchar" y "La noticia deseada" y en paralelo director del máster BCN-NY lanzado en conjunto por la Universidad de Barcelona y su par académica Columbia University.

En "Periodismo narrativo" (Marea Editorial), el autor delinea una hoja de ruta tan amena como rigurosa que recorre las herramientas de la crónica, disecciona las dificultades en la construcción del punto de vista y confronta las miradas de los principales referentes de la disciplina.
Las estrategias para establecer un pacto de confianza con el entrevistado, así como las dificultades para construir un relato en torno a un suceso y la urgencia en desmarcarse de temáticas estigmatizadas -como la predilección por los freaks y las historias de superación personal- son algunos de los temas que analiza Herrscher en entrevista con TelAm.

¿Hay realmente un boom del género o está sobrevaluado?
En términos de conocimiento y consumo de plumas y voces, sí que lo hay. Antes de internet un argentino no conocería en el momento de su producción los ensayos narrativos que escribe Juan Villoro, ni un colombiano la obra de no ficción de Martín Caparrós. Pero está el peligro de que nos quedemos estancados, encantados de habernos conocido, como dicen en España. Hay un boom cuantitativo de producción y de consumo, pero no hay mejores condiciones para que los periodistas jóvenes hagan buen periodismo narrativo. Y no hay un crecimiento en la calidad de los textos. Hay crónicas buenas y malas, como siempre. Las voces genuinamente originales siguen siendo pocas.

¿La realidad se ha complejizado y para ser interpretada y encuadrada requiere hoy de otras herramientas como las que aporta el periodismo narrativo?
No sé si la realidad se ha complejizado. Lo que se volvió más complejo, más rico en matices, fue nuestra mirada. Estamos rodeados de narrativas mestizas que muestran lo sutil, lo gris y fronterizo de la experiencia humana. Y siempre hubo creadores, en la ficción y en la no ficción, que trabajaron con calma y en temas ajenos a la coyuntura del momento. Me parece que el público de hoy requiere esas interpretaciones y encuadres menos lineales, menos banales. Y en momentos en que las posibilidades tecnológicas digitales transmiten los datos desnudos con velocidad de vértigo, se pide a los medios y a los periodistas más análisis, más pausa y más capacidad de explicar y de contar. Ya pasamos de la época en que la web traía lo rápido, lo corto y lo colorido, en tanto que la crónica, el reportaje, el perfil y la entrevista en profundidad eran todavía terreno del papel. Ahora desde la web se permiten y se esperan textos largos y narrativas complejas, y también la posibilidad de que el lector se acerque a otras realidades, a otras escuelas periodísticas y otras tradiciones culturales.
En una época en que hay tanta prisa ¿cómo la crónica puede detener el tiempo para mirar algo y después contarlo?
Ningún tiempo es sólo de prisas. Este es también el tiempo de las novelas interminables, de las sagas cinematográficas y sobre todo de las series de cuatro, cinco o seis temporadas. Tal vez precisamente porque las noticias nos vienen rápido, furioso y cortito, necesitamos sentarnos o acostarnos a leer morosamente. Detenemos el tiempo para leer. La investigación de una buena crónica no es detener el tiempo sino emplearlo de otra manera, que en el fondo puede ser más provechoso.

¿La frontera entre el periodismo y la literatura es acaso tan borrosa como la que separa la realidad de la ficción?
La literatura no es sólo invención, ficción. Es querer y poder escribir con arte. Hay novelas que no levantan vuelo y otras que inventan un mundo o crean su propio lenguaje. Y hay periodismo que crea e innova y otro que se empantana en la chatura. Lo cierto puede ser literario. Para eso tiene que ser verdadero en el sentido de la verdad literaria, la cercanía a la experiencia humana. Hay verdad y mentira en textos inventados y en relatos ciertos. La frontera es difusa pero el lector tiene que saber, tiene derecho a saber, si le estamos contando algo que pasó o algo que salió de nuestra imaginación. Sigue habiendo ficción y no ficción, para mí. Y textos válidos en ambos géneros.

Como todo género que se vuelve fenómeno el periodismo narrativo empieza a transitar algunos lugares comunes que pueden bastardear su potencia, como la predilección por narrar la marginalidad, la pobreza...
Por supuesto que el periodismo narrativo puede caer en los lugares comunes, en repetirse, en no innovar, lo mismo que otros géneros y otros acercamientos. Ningún tipo de escritura te salva por sí solo de caer en eso. Si hay un tema demasiado recurrente no es la marginalidad o la pobreza, sino lo freak. Los monstruos malos -el criminal insalvable- y los monstruos buenos (el extraño rechazado por la sociedad que despierta el morbo). Ese tipo de personajes que suele darle a los actores de Hollywood un Oscar. Pero la pobreza no tiene nada de lugar común si está tratada con la profundidad que merece. Es una constante humillación, una relación de poder sobre el propio cuerpo y el propio alma, de lucha por la dignidad, de intentar no caer en la crueldad, la inhumanidad. Creo que hay buenas y malas formas de tratar la marginalidad y la pobreza. En el siglo XXI el "nuevo" periodismo es un trío: periodismo, literatura y ciencias sociales. Y allí lo marginal, la pobreza, es un campo fértil para investigar y contar de otras maneras.

¿Pero hay audacia suficiente en quienes ejercen el periodismo narrativo o es difícil desmarcarse de esa subyugación por la marginalidad y las historias de superación personal?
Requiere más audacia y muchas veces más valentía meterse con los que mandan, con los que tienen la sartén por el mango. Es cierto: hay mucho más periodismo narrativo de la pobreza que de la riqueza. ¡Hay que meterse con los millonarios, con los banqueros, con las clases dirigentes! Es gente que se abre menos y que puede tomar represalias mucho más fácilmente que los pobres, y también es más difícil publicar. ¡No es fácil meterse con los amigos del dueño de tu medio!

Hace un tiempo un referente de la crónica como Cristian Alarcón sostuvo que el periodismo ya no se hace en los diarios sino en las revistas alternativas o en todo caso en la radio y la televisión. ¿Coincidís con esta formulación?
En su momento la "escuela" de Alarcón, el viejo PáginaI12, era la demostración de que podía haber un diario distinto. Algunos diarios, una minoría, se reinventan. Yo no sé si pondría la radio y la televisión como lugares vivos y los diarios como sitios muertos. También la radio y la televisión tienen muchas lacras y arrastran pesadas herencias y tradiciones y lugares comunes. Las revista alternativas, porque nacen buscando ser distintas, la innovación y la novedad, pueden hacer un periodismo más fresco. Pero tienen otro problema: la falta de inversión en periodismo de calidad. Para hacer crónicas en profundidad hace falta tiempo y dinero. El drama de hoy es que muchas veces los medios viejos tienen plata, aunque menos que antes, y no la saben o no la quieren usar bien.
Foto: Verónica Martínez Fuente: Agencia TelAm