miércoles, 31 de agosto de 2016

Espacio INCAA Rosario levanta proyección de una película

La productora Pensar con las Manos, responsable del documental Pibe chorro, de Andrea Testa, emitió un comunicado por el levantamiento de funciones ya acordadas en el Espacio INCAA de Rosario:
El día de la fecha (30/08/2016), y a una semana de su estreno en la Ciudad, nos llegó un correo del responsable del Espacio INCAA Rosario anunciando la decisión de levantar las funciones programadas de nuestra película “Pibe Chorro”.

El argumento que se esgrime para la apresurada decisión es que “la ciudad de Rosario se ve conmovida por la situación de inseguridad que se vive todos los días”, que “El clima de miedo se instaló” y que la película “con el titulo puede llegar a provocar situaciones que podemos evitar”.

Esta decisión nos parece muy grave ya que creemos que contextos como el que se está dando en Rosario dan cuenta de la necesidad de debatir sobre la problemática, repensar sobre la violencia, sus condiciones de posibilidad, y sobre una sociedad que “temiendo” perpetúa la exclusión.

En vez de esto, Espacio INCAA Rosario prefiere apagar una mirada que, como lo han destacado varios críticos y público en general, busca escapar a simplificaciones y discutir la “inseguridad” como un problema social que nos atraviesa a todos.

Pibe Chorro fue pensada y realizada para intervenir colectivamente con su público y con la realidad, por eso repudiamos activamente esta decisión de dejar sin pantalla a la película en la ciudad de Rosario.

Les pedimos que estén atentos que vamos a confirmar funciones de la película en Rosario en espacios paralelos.
#NingunPibeNaceChorro #PibeChorroRecorreElPais #PibeChorroEnElCine #EstrenosDOCA #EspaciosINCAA
Ver también: La hegemonía del discurso represivo, por Martín Stoianovich

Editó La Nación:Imperdible documental
Pibe chorro es una película de terror, aunque no fue concebida como tal. Es una película de terror que funciona como un deforme espejo invertido. Y esos ojos, que son los nuestros, se horrorizan. Nos aterramos cuando nos encontramos con esa mirada estigmatizante plantada y regada por años ciegos y cobardes. Y las imágenes llegan y se amontonan: ¿cuántas veces nos cruzamos de calle porque venía el negrito con gorra? ¿Cuántas veces nos alegramos cuando atrapaban al chorro en el subte? Cuando lo golpeaban y pedía por favor que alguien lo ayude. ¿Pero cómo lo vamos a ayudar si estamos ciegos y paralizados? Hay películas que llegan en silencio y te sacan de esa dimensión de confort y te invierten la mirada; llegan y los ojos ya no son los mismos; llegan para quedarse junto a películas indispensables, como las de Carlos Echeverría, quizás el mejor documentalista argentino.

Andrea Testa cubre al otro con un manto de horror y dulzura, porque de esa combinación se nutre la poesía que expulsa de nosotros, cuasi exorcismo, la mirada prejuiciosa y vil. Nos devuelve la necesidad de seguir peleando por un sistema más justo y tolerante, y donde los verdaderos responsables de la desigualdad somos "los que no hacemos nada". (Producción Julia Montesoro)

La distancia justa
Por: Nahuel Tosto
El distanciamiento en la puesta en escena se plantea desde el principio en Pibe Chorro, la nueva película de Andrea Testa. En medio de un piso vacío de un viejo edificio, un televisor solitario transmite una secuencia de uno de los programas argentinos que más se dedicó durante años a construir la idea de los jóvenes pobres como delincuentes, a ridiculizar a las clases bajas y a empatizar abiertamente con la policía bonaerense. Esa puesta distanciada nos invita reflexionar, acaso como toda la película; a pensar que posiblemente los ecos de ese televisor no resuenan en este cuarto gigante de este relato porque acá vamos a espectar otro tipo de representación sobre (con) los pibes.

Si alguien me preguntara qué quisimos decir con eso de “desplazar la figura principal y echar luz sobre los fondos de la imagen cinematográfica” mostraría como ejemplo una de las siguientes escenas de la película, en la que se le pregunta a distintas personas sobre “la inseguridad”; donde en lo que podría ser una típica entrevista en plano medio de un documental expositivo clásico, en la que lo principal es la/el entrevistada/o y el sentido denotado de la palabra como hilo que articula y hace avanzar la narración, y el fondo es el “adecuado” (cuando no el que se pudo), se trabaja de manera tal que, si bien la palabra es importante, el efecto de desenfocar los cuerpos y enfocar, por ejemplo, el rosedal de Palermo, permite explorar sus sentidos connotados al relacionar el contexto (el fondo) con el texto (la palabra). Todo en un plano y con un recurso cinematográfico simple.

La sensación de inseguridad, fogoneada por los multimedios, es principalmente importante para personas de sectores determinados de la ciudad (y del conurbano, como se desprende de esa toma aérea que muestra las diferencias tajantes a un lado y otro del muro infame del nordelta, nuestro The Wall) y de la sociedad. Con lucidez, el relato asume en imágenes, evidenciando esa distribución geopolítica de los cuerpos, lo que se propone desde el discurso.

Cuando se quiere cambiar algo de la sociedad con una película, más vale empezar por casa, y pensar si se puede cambiar por lo menos algo de la narración y de la representación cinematográfica. Si no se puede cambiar algo del propio medio (¡máxime cuando se pretenden criticar otras representaciones!) ¿qué más se puede cambiar? Pero esto no se piensa seguido, como mucho se piensa en hablar de este tipo de problemáticas, asumiendo lo político solamente desde el contenido, dejando que se cuele inconscientemente (y a veces de manera menos inocente, desde las patotas y los salvajes hasta los propios horror shows) la ideología en las formas. (Qué paradójico sería hacer una película sobre la construcción de un Otro y continuar replicando otredades, poniendo otros ladrillos en la pared).

Pibe Chorro cortó unas 1500 entradas en una semana (¿muchas películas o pocas salas? dirán por ahí), pero a quiénes se las cortaron es también importante. El cine Gaumont ve llegar de a grupos a los pibes y pibas, movimientos políticos y organizaciones sociales y de Derechos Humanos de quienes habla la película; gente que hizo un hueco en ese cine y viene llenando la platea. Un escenario así no sucede muchas veces; cuando se proyectan los geniales cortos de Jóvenes y Memoria y con algunas películas más. La brecha social sigue dejando lejos (si alguna vez estuvo cerca) la posibilidad de que alguien de un barrio agarre una cámara y haga una película, como también la posibilidad de esa persona de viajar hasta un cine y pagar la entrada, para ver una película en la que posiblemente no esté contemplada como espectador.

El “pibe chorro” no está ni en los dibujos ni en las poesías de Vicente Zito Lema, tan sólo porque no existe como tal. La película va a intentar desintegrar lo que propone desde el título. Estos recursos mencionados y otros más, se aproximan, con justa distancia, a pibes que por su condición social el sistema pena sistemáticamente, como bien explica Ana Laura López. Y como se desarman las construcciones victimistas, cuando Pibe Chorro termina pueden haber pibes que no son un estereotipo, sino verdaderos sujetos con un devenir histórico que puede y debe ser cambiado, al igual que las representaciones.
Fuente: El Cine a contraluz