jueves, 5 de mayo de 2016

El juego de las diferencias

El Confidencial publicó una nota sobre Argentina - Macri y los Panamá Papers. Luego la editó, pasamos de "Por qué la prensa argentina ignoró a su Presidente en los Papeles de Panamá" a "Las batallas ideológicas de la prensa argentina":

Por qué la prensa argentina ignoró a su Presidente en los Papeles de Panamá
Los dos grandes diarios del país solo mencionaron las sociedades offshore de Mauricio Macri para justificar su legalidad. Un síntoma de la crisis del periodismo en Argentina
El mes pasado saltaba la bomba: los Papeles de Panamá revelaban la participación de figuras políticas de todo el mundo en la trama de evasión fiscal orquestada por el despacho de abogados Mossack Fonseca. Uno de ellos era el Presidente argentino, Mauricio Macri. Pero mientras medios ingleses, españoles o alemanes cuestionaban la participación del mandatario en una empresa con sede en Bahamas, los dos principales diarios del país, Clarín y La Nación, seguían hablando de la corrupción que atañe al gobierno anterior, o se dedicaban a minimizar o justificar la aparición del nombre de Macri argumentando que las empresas offshore no son ilegales.

La cobertura mediática fue tan sorprendente que el diario francés Le Monde se permitió criticar a La Nación, el medio argentino que participa en el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) que dio a conocer las filtraciones, por “encubrir” a un presidente que llegó a la Casa Rosada con la promesa de luchar contra la corrupción y por la transparencia. Lo que llamó la atención a la cabecera parisina, sin embargo, no sorprendió a la mayoría de los argentinos, acostumbrados ya a las manipulaciones de una prensa que ha perdido buena parte de su legitimidad.

“El descrédito del periodismo en Argentina no tiene una única causa, y se inserta en una crisis global de la prensa, y en un contexto latinoamericano en el que históricamente el estatus de la profesión ha sido débil: los periodistas han gozado de muy escasa autonomía respecto de los propietarios de los medios de comunicación”, explica Philip Kitzberger, investigador y docente en la Universidad Torcuato di Tella. En los años 90, en consonancia con la tendencia global, en Argentina se consolidaron una serie de grandes grupos mediáticos, entre los que destaca el Grupo Clarín, que controla, además del diario más vendido del país, canales como Todo Noticias, emisoras de radio, televisión por cable e internet.

La sonora guerra entre Clarín y la ex mandataria Cristina Fernández de Kirchner comenzó con la crisis del campo de 2008 y se agudizó con la promulgación de una Ley de Medios que ponía coto al número de licencias que podía acumular un mismo grupo mediático, y que, de haber tenido tiempo de implementarse, hubiera perjudicado especialmente al Grupo Clarín. Una de las primeras cosas que hizo Macri al llegar al poder fue vaciar de sentido una ley que los grandes grupos mediáticos acusaban de mermar la libertad de prensa, pero que beneficiaba las posibilidades de crecer para el periodismo comunitario.

En gran medida, apunta Kitzberger, fue mérito del kirchnerismo, como ocurrió también en otros países con gobiernos progresistas, poner sobre el tapete el rol de la prensa: “En Argentina había una crisis de credibilidad desde antes, al menos desde 2001, pero los medios nunca hablan de los medios; y con Cristina Fernández se puso en la agenda en un plano privilegiado, de forma visible y notoria, el debate sobre si existe objetividad”. Ese debate devino en guerra permanente a partir de la llamada crisis del campo de 2008. Y sigue en las calles después de que Fernández dejase la Casa Rosada.“Si algo logró el kirchnerismo con ese cuestionamiento público, es que el público dejó de ser inocente. Ya no se interpreta lo que dicen los medios como una verdad, sino que se tamiza selectivamente lo que publican Clarín o La Nación”, señala Kitzberger. Pero el kirchnerismo cometió un error que, en opinión del profesor de la Torcuato di Tella, repitieron otros gobiernos progresistas de la región: “Simplificó la discusión, contempló el periodismo y sus profesionales como meros instrumentos al servicio de sus mandantes, y así se puso en contra a muchos periodistas que se sintieron afectados en su ethos profesional y personal”. También cayó la legitimidad de los medios prokirchneristas, como Página 12.

El pecado original del pacto con la dictadura
El problema de la legitimidad de la prensa argentina viene, al menos, de la sangrienta dictadura militar de 1976-1983. Fue en esos años que los medios hegemónicos se hicieron con Papel Prensa, la única empresa argentina que provee de papel a los diarios argentinos, cuyas acciones pertenecen hoy en un 49% al Grupo Clarín y en un 22,49% a La Nación; el resto es propiedad del Estado.

El 19 de abril de 1977, el dictador Jorge Videla convocó una conferencia de prensa en la que reconoció que, dentro de las acciones contra la “subversión”, había detenido a varios miembros de la familia Graiver, entonces propietaria de Papel Prensa, a la que se había incautado de sus bienes. Según un informe periodístico publicado el año pasado, fue esa misma noche que representantes de los diarios Clarín, La Nación y La Razón depositaron en una escribanía el monto para apropiarse de la empresa proveedora de papel. Quedaba así sellado el pacto entre estos grandes diarios y el régimen militar. Y así fue: La Nación y Clarín se adaptaron a los tiempos de la dictadura que hizo desaparecer a 30 mil argentinos.

Las heridas de la dictadura siguen abiertas. Después de doce años de gobiernos kirchneristas que elevaron a prioridad nacional la recuperación de la memoria histórica y la depuración de responsabilidades de los crímenes cometidos durante esos años, La Nación publicó el 23 de noviembre, el día siguiente de las elecciones que dieron a Macri la victoria, un editorial llamado “No más venganza”, que llamaba al nuevo gobierno a “terminar con las mentiras sobre los años 70 y las actuales violaciones de los derechos humanos”. Muchos argentinos quedaron estupefactos por el tono del editorial, que llamaba “cultura de la venganza” al castigo de los crímenes de torturas, asesinatos y desapariciones. Entre tantos argentinos estupefactos, estaban los periodistas del diario, que decidieron, esta vez, plantarse: lanzaron un comunicado en el que expresaban su repudio a al editorial, y obligaron al diario a hacerse eco de su desacuerdo. Fue, cree el profesor Kitzberger, un “momento de esperanza”, que visibilizó el margen de autonomía de los periodistas dentro de la redacción de un diario elitista y conservador; aunque fue también un momento aislado.

Cuenta la anécdota, narrada por el periodista Chiche Gelblung, que en una ocasión se reunieron el ex presidente Carlos Menem y el director del Grupo Clarín, Héctor Magnetto. En medio de la discusión en torno a las licencias, Menem le espetó: “¡Usted lo que quiere es mi puesto!” A lo que respondió Magnetto: “Puesto menor”.

La anécdota ilustra esa pretensión de los propietarios de los medios de comunicación de utilizar la información como un poder al servicio de sus intereses empresariales y políticos. Sin embargo, los medios de comunicación son entes complejos, como aclara Kitzberger: “Hay profesionales, que son mucho más que meros empleados de los poderosos, y hay también un público que lleva hacia lugares diferentes de las agendas de los poderosos”.

La pregunta es, ¿puede sostener la profesión periodística esa deslegitimidad generalizada? “Es difícil de pensar, de las crisis surgen renovaciones, replanteos. Hay jóvenes que trabajan bien, que tienen diferentes orientaciones y las ideas claras; el tema es que encuentren las plataformas adecuadas, que hoy parece difícil. ”, apunta Kitzberger, y añade: “Este gobierno quiere que los medios vuelvan a buscar la financiación en los mercados, que esos sean los únicos actores; no hay políticas para los medios independientes. La situación del periodismo comunitario es de alerta”.

Cunde el malestar en el gremio periodístico, por este descrédito y también por las pérdidas de empleo: hace unos días cerró el site Infonews por sus problemas financieros. Están sufriendo especialmente los canales de periodismo comunitario y alternativo, que dejaron de beneficiarse del financiamiento -a veces arbitrario- del gobierno anterior. Está por ver si esos profesionales inquietos encuentran los canales oportunos para hacer un periodismo nuevo.
Fuente: El Confidencial

Las batallas ideológicas de la prensa argentina
La Ley de Medios de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner puso en la agenda el debate sobre la objetividad de las empresas informativas. Las posturas no podían estar más enfrentadas
El mes pasado saltaba la bomba: los Papeles de Panamá revelaban la participación de figuras políticas de todo el mundo en la trama de evasión fiscal orquestada por el despacho de abogados Mossack Fonseca. Uno de ellos era el Presidente argentino, Mauricio Macri. Pero mientras medios ingleses, españoles o alemanes cuestionaban la participación del mandatario en una empresa con sede en Bahamas, los dos principales diarios del país, Clarín y La Nación, seguían poniendo el foco en la corrupción que atañe al gobierno anterior, o, en algunos casos, se dedicaban a minimizar o justificar la aparición del nombre de Macri argumentando que las empresas offshore no son ilegales.

La cobertura mediática sorprendió al diario francés Le Monde, que se permitió criticar a La Nación, el medio argentino que participa en el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) que dio a conocer las filtraciones, por “encubrir” a un presidente que llegó a la Casa Rosada con la promesa de luchar contra la corrupción y por la transparencia. Los argumentos de la cabecera parisina, sin embargo, molestaron a algunos de los trabajadores de estos diarios. El periodista Hugo Alconada argumentó en su blog que, lejos de autocensurarse, lo que hicieron los reporteros al cargo de la investigación fue limitarse a publicar aquellos datos que pudieron comprobar por sí mismos. Igual que, según asegura, hicieron con el entorno de la antecesora y enemiga política de Macri, Cristina Fernández de Kirchner.

Pero estas explicaciones no han convencido a un sector de la población argentina que, desde hace tiempo, ya no confía en la prensa de su país. “El descrédito del periodismo en Argentina no tiene una única causa, y se inserta en una crisis global de la prensa, y en un contexto latinoamericano en el que históricamente el estatus de la profesión ha sido débil: los periodistas han gozado de muy escasa autonomía respecto de los propietarios de los medios de comunicación”, explica Philip Kitzberger, investigador y docente en la Universidad Torcuato di Tella. En los años 90, en consonancia con la tendencia global, en Argentina se consolidaron una serie de grandes grupos mediáticos, entre los que destaca el Grupo Clarín, que controla, además del diario más vendido del país, canales como Todo Noticias, emisoras de radio, televisión por cable e internet.

La sonora guerra entre Clarín y la ex mandataria Cristina Fernández de Kirchner comenzó con la crisis del campo de 2008 y se agudizó con la promulgación de una Ley de Medios que ponía coto al número de licencias que podía acumular un mismo grupo mediático, y que, de haber tenido tiempo de implementarse, hubiera perjudicado especialmente al Grupo Clarín. Una de las primeras cosas que hizo Macri al llegar al poder fue vaciar de sentido una ley que los grandes grupos mediáticos acusaban de mermar la libertad de prensa, pero que beneficiaba las posibilidades de crecer para el periodismo comunitario.

En gran medida, apunta Kitzberger, fue mérito del kirchnerismo, como ocurrió también en otros países con gobiernos progresistas, poner sobre el tapete el rol de la prensa: “En Argentina había una crisis de credibilidad desde antes, al menos desde 2001, pero los medios nunca hablan de los medios; y con Cristina Fernández se puso en la agenda en un plano privilegiado, de forma visible y notoria, el debate sobre si existe objetividad”. Ese debate devino en guerra permanente a partir de la llamada crisis del campo de 2008. Y sigue en las calles después de que Fernández dejase la Casa Rosada.

“Si algo logró el kirchnerismo con ese cuestionamiento público, es que el público dejó de ser inocente. Ya no se interpreta lo que dicen los medios como una verdad, sino que se tamiza selectivamente lo que publican Clarín o La Nación”, señala Kitzberger. Pero el kirchnerismo cometió un error que, en opinión del profesor de la Torcuato di Tella, repitieron otros gobiernos progresistas de la región: “Simplificó la discusión, contempló el periodismo y sus profesionales como meros instrumentos al servicio de sus mandantes, y así se puso en contra a muchos periodistas que se sintieron afectados en su ethos profesional y personal”. También cayó la legitimidad de los medios prokirchneristas, como Página 12..

El pecado original del pacto con la dictadura
El problema de la legitimidad de la prensa argentina viene, al menos, de la sangrienta dictadura militar de 1976-1983. Fue en esos años que los medios hegemónicos se hicieron con Papel Prensa, la única empresa argentina que provee de papel a los diarios argentinos, cuyas acciones pertenecen hoy en un 49% al Grupo Clarín y en un 22,49% a La Nación; el resto es propiedad del Estado.

El 19 de abril de 1977, el dictador Jorge Videla convocó una conferencia de prensa en la que reconoció que, dentro de las acciones contra la “subversión”, había detenido a varios miembros de la familia Graiver, entonces propietaria de Papel Prensa, a la que se había incautado de sus bienes. Según un informe periodístico publicado el año pasado, fue esa misma noche que representantes de los diarios Clarín, La Nación y La Razón depositaron en una escribanía el monto para apropiarse de la empresa proveedora de papel. Quedaba así sellado el pacto entre estos grandes diarios y el régimen militar. Y así fue: La Nación y Clarín se adaptaron a los tiempos de la dictadura que hizo desaparecer a 30 mil argentinos.

Las heridas de la dictadura siguen abiertas. Después de doce años de gobiernos kirchneristas que elevaron a prioridad nacional la recuperación de la memoria histórica y la depuración de responsabilidades de los crímenes cometidos durante esos años, La Nación publicó el 23 de noviembre, el día siguiente de las elecciones que dieron a Macri la victoria, un editorial llamado “No más venganza”, que llamaba al nuevo gobierno a “terminar con las mentiras sobre los años 70 y las actuales violaciones de los derechos humanos”. Muchos argentinos quedaron estupefactos por el tono del editorial, que llamaba “cultura de la venganza” al castigo de los crímenes de torturas, asesinatos y desapariciones. Entre tantos argentinos estupefactos, estaban los periodistas del diario, que decidieron, esta vez, plantarse: lanzaron un comunicado en el que expresaban su repudio a al editorial, y obligaron al diario a hacerse eco de su desacuerdo. Fue, cree el profesor Kitzberger, un “momento de esperanza”, que visibilizó el margen de autonomía de los periodistas dentro de la redacción de un diario elitista y conservador; aunque fue también un momento aislado.

Cuenta la anécdota, narrada por el periodista Chiche Gelblung, que en una ocasión se reunieron el ex presidente Carlos Menem y el director del Grupo Clarín, Héctor Magnetto. En medio de la discusión en torno a las licencias, Menem le espetó: “¡Usted lo que quiere es mi puesto!” A lo que respondió Magnetto: “Puesto menor”.

La anécdota ilustra esa pretensión de los propietarios de los medios de comunicación de utilizar la información como un poder al servicio de sus intereses empresariales y políticos. Sin embargo, los medios de comunicación son entes complejos, como aclara Kitzberger: “Hay profesionales, que son mucho más que meros empleados de los poderosos, y hay también un público que lleva hacia lugares diferentes de las agendas de los poderosos”.

La pregunta es, ¿puede sostener la profesión periodística esa deslegitimidad generalizada? “Es difícil de pensar, de las crisis surgen renovaciones, replanteos. Hay jóvenes que trabajan bien, que tienen diferentes orientaciones y las ideas claras; el tema es que encuentren las plataformas adecuadas, que hoy parece difícil. ”, apunta Kitzberger, y añade: “Este gobierno quiere que los medios vuelvan a buscar la financiación en los mercados, que esos sean los únicos actores; no hay políticas para los medios independientes. La situación del periodismo comunitario es de alerta”.

Cunde el malestar en el gremio periodístico, por este descrédito y también por las pérdidas de empleo: hace unos días cerró el site Infonews por sus problemas financieros. Están sufriendo especialmente los canales de periodismo comunitario y alternativo, que dejaron de beneficiarse del financiamiento -a veces arbitrario- del gobierno anterior. Está por ver si esos profesionales inquietos encuentran los canales oportunos para hacer un periodismo nuevo.
Fuente: El Confidencial