miércoles, 23 de marzo de 2016

“Fabián Polosecki arrancaba terribles confesiones a través del silencio”

Con la presencia de compañeros del periodista, entrevistados y otros colegas, el domingo a la noche en la redacción de Tiempo se homenajeó a ese buscador de historias, que cambió una forma de narrar en televisión. Se proyectaron dos capítulos de sus ciclos y se evocó la lucha por el cierre de Sur, del que Polo se llevó una Olivetti con la que arrancaba sus programas
Fabián Polosecki camina y se pregunta cómo unir todos esos testimonios que escuchó, de qué manera construir el relato imposible de esos hombres y mujeres que en los setenta militaron en organizaciones armadas. Y mientras se escucha su voz en off, un tumulto de pibitos se va juntando a su alrededor como por azar, como si en el presente estuviera una respuesta posible al pasado. Así termina el capítulo “Ex guerrilleros” que formó parte del ciclo El otro lado, aquel programa televisivo que entre 1993 y 1994 instaló otra manera de contar historias, cuya huella pervive hoy. Y ese capítulo, junto con “Titanes en el ring” (que perteneció al ciclo El visitante, de 1995), se vieron el domingo a la noche en la redacción de Tiempo Argentino, en el marco de un encuentro para evocar a Polo, para reivindicar el diario Sur al que el periodista perteneció y para pensar las batallas del periodismo actual. Esta actividad fue posible gracias al acuerdo de Viviana Gallardo, su última compañera, y de Milena Polosecki, hija del periodista, quienes pusieron a disposición las proyecciones en apoyo de las trabajadoras y los trabajadores de Grupo 23.

De la actividad participaron José Luis Meirás (artífice de la idea, integrante del colectivo Esfera Común); los periodistas de Tiempo Argentino Ivana Romero y Ricardo Ragendorfer (quien además integró el equipo de investigación de El otro lado y la redacción de Sur) y José Luis Salinas, periodista de la revista El Porteño, actual director del blog informativo Pájaro Rojo y también uno de los entrevistados en “Ex guerrilleros”. A ellos se sumó Ignacio Portela, director de la publicación Sudestada (junto a Hugo Sotelo) que en 2005 editó el libro Polo, el buscador.

“Quiso el destino que su hija sea la hermana de mi hija”, explicó Meirás para dar cuenta del vínculo personal que tiene no sólo con la obra de Polo sino con él “como no presencia”. “En su momento de mayor repercusión, cuando se transformó en periodista revelación, premio Martín Fierro de por medio, Polo usaba la máquina de escribir Olivetti que se había llevado de la redacción del diario Sur al finalizar la toma que culminó en su cierre. Con esa máquina abría cada uno de los programas de El otro lado”, señaló como modo de explicar también la simetría entre el cierre de Sur en 1990 y el lock out patronal que atraviesa Tiempo Argentino.

Portela y Romero acordaron en que el trabajo de Fabián fue fundamental para la generación que en los noventa comenzó su formación periodística. Salinas apuntó que “al inventar ese género híbrido del periodismo con herramientas de la ficción, logró su mejor expresión, masividad y reconocimiento. Además, producto del neoliberalismo había muchos márgenes que estaban negados en los medios y que él reflejó”.

Rangendorfer contó que el primer programa que se emitió en ATC fue sobre policías y ladrones. Uno de los entrevistados fue el Gitano Belizán Sarmiento, un delincuente que le explicó a Polo que quería fugarse de la cárcel porque “hay tanta plata en la calle, que pide a gritos que uno se la lleve”. “El reportaje que le hace a Belizán fue uno de los más hermosos que escuché y que por eso me hubiese gustado haber hecho”, aseguró Ragendorfer. “En ese momento me di cuenta de que no hay nada más vano que un periodista inquisitivo. Polo era exactamente lo contrario, él arrancaba terribles confesiones a través del silencio. Esa habilidad no tardó en ser apreciada por los críticos, quienes vincularon el estilo de Fabián con un tipo, Jesús Quinteros, de El perro verde. Pero no. Nosotros estábamos influenciados por Roberto Galán. Teníamos pasiones en común; entre ellas, ver Yo me quiero casar y usted. Era maravilloso. Porque Galán interrogaba con un arte, con una delicadeza, con un tino, a través del silencio. Polo entendió eso”, agregó. Y sostuvo que la poética de los programas de Polosecki estaba habitada por la historieta, el periodismo y la novela negra, una mixtura que nadie logró repetir “aunque muchos lo intentaron”.

Su trabajo dejó una forma de mirar en la televisión
“El periodismo me había dejado dos vicios: una curiosidad malsana sobre ciertos tipos que al borde de convertirse en héroes se caen y la obsesión por ir directo a las fuentes”, dice Fabián Polosecki al comienzo del documental En la vereda de la sombra, de Gustavo Alonso. Sobre esas dos líneas, Polo –junto a un equipo de gente notable como Rangendorfer, Pablo De Santis, Irene Bais y Daniel Laszlo, entre otros- fue capaz de edificar dos ciclos perdurables que tomaron por asalto la pantalla del ATC intervenido por Gerardo Sofovich: El otro lado y El visitante. Fue Sofovich quien sugirió el nombre del primer ciclo.

Polosecki nació en 1964. Militante orgánico de la Federación Juvenil Comunista, estudió Sociología pero abandonó la carrera para meterse en el periodismo gráfico en revistas como Radiolandia o Teleclic. Finalmente recaló en Sur, donde fue delegado sindical hasta el cierre de ese matutino pensado como competencia de PáginaI12. También participó de la revista Fierro. Dicen quienes lo conocieron que sus notas estaban cubiertas de correcciones a mano sobre las letras de máquina. Ese estilo sucio y apasionado de tachar, dudar y volver a escribir se trasladó al personaje de El otro lado y El visitante, un guionista de historietas que se hundía en los bordes de la ciudad para buscar personajes. El personaje y Polo parecían de a ratos la misma persona.

Con influencias del rock, el cómic y la novela negra, los dos ciclos se transformaron no sólo en un éxito en pleno menemismo (la cara que pone Mariano Grondona cuando el equipo de El otro lado sube al escenario a buscar uno de sus Martín Fierro es memorable) sino en una marca de agua que atraviesa el relato periodístico hasta ahora.

En 1996, Polo se suicidó arrojándose bajo un tren en Santos Lugares. Su trabajo dejó un silencio chirriante en el aire, una pregunta, una forma de mirar que (al menos en televisión) nadie ha sabido recoger aún con la elegancia necesaria.
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Fuente: Por Más Tiempo