Los trabajadores de El Argentino Mar del Plata no cobran su salario desde noviembre y la empresa se niega hasta a atenderles el teléfono. Sin respuestas, sin solución a la vista, hay seis familias en riesgo por la falta de escrúpulos de empresarios enriquecidos.
En Mar del Plata el periodismo no goza de buena salud. Cuando la edición zonal de El Argentino salió a la calle, por julio de 2014, hacía 8 meses el Grupo Crónica había empezado el vaciamiento del histórico diario El Atlántico. En poco tiempo se perderían casi 50 puestos de trabajo.
En este contexto, y con la buena nueva de la apertura de un medio en la ciudad, seis extrabajadores de El Atlántico coincidieron en la redacción marplatense de El Argentino. El idilio duró poco: un año y medio después, la lucha por las fuentes laborales volvería a ser noticia.
En un principio, El Argentino se destacó en las calles marplatenses. Se trataba de un diario de distribución gratuita y con una tirada que superaba ampliamente al tradicional diario La Capital. La ciudad estaba inundada con ejemplares del flamante medio y en la redacción era habitual recibir a interesados en publicitar en sus páginas. Sin departamento comercial en Mar del Plata, éstos eran derivados a Buenos Aires pero los avisos nunca se reflejaban en el diario, que mantenía a sus habituales anunciantes.
Durante los primeros seis meses de vida de El Argentino Mar del Plata, los trabajadores cobraban bien pasado el 20 del mes: la empresa pedía paciencia y adjudicaba el retraso a un desbande administrativo que se solucionaría en breve.
En enero de 2015, con la retirada del director del medio –que había llegado desde Capital- y sin interlocutores con la empresa, los trabajadores tomaron la decisión de empezar una campaña de reclamo por el retraso en los pagos a través de las redes sociales. En un año electoral, esto encendió las alarmas de la cabeza del Grupo Veintitrés: Sergio Szpolski convocó a los trabajadores a una reunión en sus lujosas oficinas de Puerto Madero, con ticket aéreo incluido. La que extendía la invitación era María Perrone, gerenta de Recursos Humanos de la empresa, y era quien aún sin precisar una fecha de cobro al 23 del mes, instaba a los periodistas a “aprovechar la oportunidad” de entrevistarse con el mandamás.
El encuentro derivó en la nada, o más bien en una especie de exhibición de poder de parte de Szpolski hacia los trabajadores, pero no mucho tiempo después los pagos se regularizaron. No obstante, la “caja chica” para viáticos brillaba por su ausencia, los cortes de teléfono por falta de pago eran moneda corriente y la disminución de la tirada se hizo evidente hasta alcanzar niveles de invisibilización total del medio.
Pasadas las instancias electorales que marcaron un cambio de gobierno, las malas noticias para los trabajadores cayeron de a una: los encargados de la distribución aseguraron que el diario impreso dejaría de llegar a la ciudad, mientras desde la empresa indicaban que era una cuestión transitoria; los salarios, pasado el 20 de diciembre aún no eran pagados y la empresa decía insistentemente que se resolvería “la semana que viene” hasta que, tras las Fiestas, el discurso viró hacia un “no hay respuestas”. Luego, directamente dejarían de atender el teléfono.
A mediados de enero, y a fuerza de insistencia, Perrone recibió a los trabajadores de las ediciones de El Argentino del interior del país (Rosario, Córdoba y Mar del Plata). Allí anunció el cierre de estos zonales, pero tan sólo de palabra: no echan para no pagar indemnizaciones, no pagan salarios ni abren registro de retiro voluntario porque no había una propuesta económica para hacer. Esto último cambió no hace mucho para Córdoba y Rosario, no así para Mar del Plata, que nunca volvió a ser convocado.
A los trabajadores se les adeuda los salarios de noviembre, diciembre y enero, más el aguinaldo. En las últimas semanas, la situación se agravó aún más con la amenaza de desalojo de la redacción que ejerció el dueño del departamento donde funciona y quien no es un simple locador, sino que mantiene negocios con Szpolski en la ciudad.
A dos meses del inicio del conflicto, la postura del Grupo Veintitrés continúa plagada de insensibilidad social, desidia, desprecio hacia los trabajadores y sin ofrecer una solución a la altura de las circunstancias, con seis familias en el medio a las que se ha violentado sin miramiento al privarlas de su sostén económico y laboral. Los trabajadores resisten en sus puestos y darán pelea hasta que los responsables de esta situación den la cara.
Fuente: Por Más Tiempo