Por: Gabriel Sosa Plata
En la mayoría de las poblaciones de nuestro país, las familias sólo cuentan con dos opciones en televisión de paga: Televisa (a través de su sistema satelital, Sky, o sus cableras Cablevisión, Cablecom, Telecable y Cablemás) y Dish, de MVS y Echostar. En el mejor de los casos, la oferta crece a una opción más, por ejemplo, Ultravisión en ciudades como Puebla y Veracruz.
Esta abrumadora presencia ha llevado a que Televisa controle más del 60 por ciento de este mercado y sea uno de los escasos proveedores de este servicio en dos mil 124 municipios, de los dos mil 454 municipios existentes en México (un 87 por ciento).
Pese a este panorama y a que Televisa es también preponderante en televisión abierta, el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) resolvió la semana pasada que la empresa no tiene poder sustancial en la televisión de paga y por lo tanto libra las posibilidades de estar sometida a una regulación asimétrica para generar una mayor competencia en este mercado.
Increíble, pero cierto. Ante lo obvio de las cifras y lo investigado por su propia Unidad de Competencia Económica (Diario Oficial de la Federación, 18 de marzo 2015), cinco de los siete comisionados consideraron que esta participación de Televisa no le permite “fijar precios o restringir el abasto en el mercado relevante por sí mismo, sin que sus competidores puedan, actual o potencialmente, contrarrestar dicho poder”.
Es decir, según estos funcionarios, Dish, Megacable, Axtel, Total Play y otros deben echarle “más ganitas” (no lo dicen así, pero esa es la interpretación) para crecer y quitarle suscriptores a Televisa. Tan es posible, dicen, que de septiembre de 2013 a marzo de 2015, Dish aumentó su participación de 14.3 por ciento a 16 por ciento y Megacable de 14.9 a 15.1 por ciento, mientras que Televisa decreció 1.9 por ciento. Al decrecimiento de la empresa, dijo el Instituto, se suma el hecho de que esta misma empresa está obligada a ceder gratuitamente sus canales abiertos a los sistemas de televisión de paga. Pobrecita.
Si nos basamos en el criterio del órgano regulador, en unos 20 años habrá mejor competencia, siempre y cuando los competidores de Televisa se sigan esforzando. Por lo pronto, los actuales suscriptores y los potenciales de los próximos años tendrán que pagar los platos ratos de la postura del IFT.
En Televisa están de fiesta porque esta resolución del IFT les permitirá expandirse más, no obstante la aprobación de una reforma constitucional y una legislación en materia de telecomunicaciones, que supuestamente tenía el objetivo de impedir que los conglomerados mediáticos siguieran controlando los sectores de la radiodifusión y las telecomunicaciones.
Televisa es hoy una empresa más grande que antes de los cambios regulatorios. Varias son las consecuencias negativas:
Mayor concentración. Ante resolución del IFT y la vigencia del artículo noveno transitorio de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión que en la práctica permite a Televisa crecer en telecomunicaciones para disminuir la preponderancia de América Móvil en este sector, damos por hecho que Televisa continuará de compras. Aún sobreviven varias empresas independientes de televisión por cable que podrían ser atractivas para el señor Azcárraga. También, desde hace años, se habla de una posible concentración con Megacable, de la familia Bours, la cual tiene el 15 por ciento del mercado.
Menor competencia. Con una cuota de mercado como la que tiene Televisa, los actuales competidores o quienes deseen entrar a este mercado lo harán con desventaja. No es lo mismo competir con una empresa que tiene el 20 por ciento del mercado que con uno que tiene más 60 por ciento y que además es preponderante en televisión abierta. Las posibilidades para desplazar competidores son mayores en un escenario así, tal como lo ha hecho Megacable en diversas ciudades del país: reduce tarifas artificialmente, presiona a los competidores hasta llevarlos a la quiebra y una vez desplazados aumenta de nuevo las tarifas.
Tarifas altas. Dicen los expertos en competencia económica que en un mercado con pocos competidores las posibilidades de coludirse en tarifas, distribución de poblaciones a servir o servicios son mayores. A diferencia de la telefonía móvil (donde tenemos tres grandes competidores nacionales), en televisión de paga (donde domina una empresa) las tarifas han aumentado, como consecuencia –se ha dicho- de la devaluación del peso frente al dólar, pero también por la ausencia de una competencia más robusta.
Menor diversidad y menos contenidos locales. Otra pésima noticia es en cuanto a la ausencia de contenidos más plurales, diversos e incluyentes. Debido a que en la reforma constitucional y la ley en telecomunicaciones, los legisladores no incorporaron obligaciones a los operadores para la adquisición de producción nacional independiente, aún en su posición de preponderantes, Televisa continuará ofreciendo lo mismo en todas sus plataformas. Muchos canales de la llamada “telebasura” multiplicados en televisión abierta, por cable, por satélite y por internet.
Sin duda, es una restricción a la libertad de expresión y el derecho a la información en un sistema mediático en el que una voz, un interés, una visión, es la que domina, y hay un daño enorme a los contenidos locales que eran producidos por cableras pequeñas o medianas que han sido devoradas por el conglomerado.
¿Hay salida? Sí, pero el entorno político y regulatorio deja poco campo de acción. Por ejemplo, podría regularse la propiedad cruzada de medios y acotar a Televisa. También podría ampliarse la definición y alcances del poder sustancial en el mercado para que fenómenos como los de la televisión de paga no se repitan. Sin embargo, ante la hegemonía del PRI (aliado histórico de Televisa) en el Congreso, difícilmente podrá salir adelante una reforma así.
¿Que a Telmex se le quite el candado para que ofrezca televisión de paga? Sí, pero esto tampoco es indicio de que habrá mayor competencia ni mayor pluralidad o diversidad, mientras no existan otro tipo de obligaciones para encauzarlas. Por supuesto es preferible tener más competidores, pero debemos preguntarnos como sociedad qué tan benéfica sería la expansión mediática del hombre más rico de México y con tantos intereses económicos y políticos en juego. En todo caso, para que el señor Slim entre a la televisión de paga aún debe cumplir las obligaciones que se le impusieron como agente económico preponderante en telecomunicaciones, lo que podría demorarse un par de años más (si Televisa no lo impide).
¿Qué AT’T –dueño de Nextel, Iusacell y 40 por ciento de Sky- ofrezca directamente el servicio de televisión satelital? Es otra alternativa para fortalecer la competencia, pero son decisiones que al menos durante varios años no le restarán a Televisa la hegemonía en la televisión de paga y en servicios de triple play (televisión, telefonía e internet).
Como vemos, el panorama es poco alentador, aunque no todo está perdido. Lo que han hecho empresas como Netflix y otros sitios generadores de contenidos culturales, de noticias, de entretenimiento a través de internet y que están obligando a las poderosas empresas tradicionales de televisión abierta y de paga a mejorar su oferta y tarifas, es una muestra de las posibilidades que la convergencia tecnológica ofrece a las audiencias. La penetración de banda ancha y su disponibilidad a tarifas accesibles es uno de los caminos que deben abrirse más para presionar a los monopolios mediáticos en México, pero se avanza muy lento.
Fuente: SinEmbargo