El impulso para la elaboración de este Dossier nace de dos causas convergentes: la necesidad de integrar en un mismo espacio una serie de trabajos sobre la prensa provincial durante la última dictadura militar argentina que a priori estaban dispersos y, en segunda medida, la convicción de que se trata de un campo de estudio aún parcialmente indagado y dentro del cual este Dossier pretende ser un aporte que indique el fecundo tramo aún por recorrerse. Esta afirmación se basa incluso en los preparativos para la compilación de los artículos; si bien en algunos casos se trata de resultados de investigaciones en curso, en otros han sido especialmente escritos para esta convocatoria. Asimismo, en la búsqueda de trabajos académicos que abordasen para esta época diarios relevantes en la historia de la prensa nacional no hemos podido hallar aportes de significación, por ejemplo, sobre La Voz del Interior de Córdoba y La Gaceta de Tucumán de la provincia homónima, ambos de destacada actuación y vasta influencia en sus provincias respectivas. Estas ausencias, por caso, señalan sin duda el camino por transitar que mencionábamos.
De todas formas, sí se ha podido organizar el presente Dossier de manera de contar con el análisis de periódicos que abarcan diferentes regiones del territorio nacional y, allende lo territorial, se trata de diarios con una tradición consolidada y fuertes lazos con los diferentes sectores de la ciudadanía local. Esto se observa al revisar sus fechas de fundación: cuatro de los diarios analizados nacieron en la última parte del siglo XIX (La Capital de Rosario en 1867; Los Andes de Mendoza en 1883; El Día de La Plata en 1884 -solo dos años después de la fundación de la ciudad- y La Nueva Provincia de Bahía Blanca en 1898), mientras que el diario Río Negro de la ciudad de General Roca (Río Negro) se publicó por primera vez a inicios del siglo XX, en 1912. El diario más “joven” de los aquí estudiados es el jujeñoPregón, nacido en 1956 pero que rápidamente se ubicó como el periódico más influyente de la provincia. Todos los diarios analizados se continúan editando, con lo cual cinco de ellos han pasado el centenario de vida en el difícil mercado de la prensa gráfica nacional.
En relación a los temas o acontecimientos que se tratan en cada uno de los artículos, hemos procurado que se diera cuenta tanto de problemáticas locales o nacionales -como de la articulación entre ambas- y que se abarcara todo el periodo dictatorial o bien ciertos sub-periodos considerados clave. Así, nos encontraremos con trabajos que indagan la línea editorial de los periódicos durante los años de 1976 a 1983 (César Arrueta y Marcelo Brunet con Pregón de Jujuy y Laura Luciani con la cuestión local en La Capital), otros que trabajan sobre sub-periodos (César Díaz, Mario Giménez y María Marta Passaro conEl Día en la transición hacia la democracia en 1982-1983; Laura Rodríguez Agüero con el diario Los Andes y la cuestión represiva en los años 1975-1978 y Ana Belén Zapata con La Nueva Provincia y la “lucha antisubversiva” desde 1975 a 1977), o quien lo hace frente a acontecimientos puntuales (Alfredo Azcoitia sobre Río Negro y el conflicto Beagle). Aunque sin pretensión de exhaustividad, la compilación que aquí presentamos sí abarca un abanico de temas cruciales del periodo dictatorial que son una sólida plataforma para el impulso de futuras investigaciones.
Entendemos que estas posibilidades de estudio sobre los medios provinciales durante la dictadura se abren en varios campos, algunos de las cuales son abordados en este Dossier y otros merecen profundizarse, a saber: cómo fue la relación de los diarios provinciales con los gobernadores militares (Canelo, 2011) y civiles durante la dictadura; qué rol cumplieron los órganos de prensa en el intento dictatorial de crear una fuerza política afín con sede en los partidos políticos provinciales más conservadores; qué relación tenían estos periódicos con los sectores dominantes de las provincias; cómo editorializaron e informaron sobre la represión teniendo en cuenta la influencia operativa de los Cuerpos de Ejército -u otros asentamientos de la Armada y la Fuerza Aérea- en cada una de las regiones del país, como también la incidencia que las organizaciones político-armadas habían tenido en la política local y la trayectoria previa de la conflictividad política y sindical en la provincia, entre otros aspectos; cuál fue su evaluación en torno a las políticas económicas de la dictadura, especialmente en lo referido a la afectación de las economías locales o regionales; de qué manera dialogaron con sus pares porteños en lo atinente a los temas nacionales y cómo respondieron ante las restricciones al ejercicio informativo, entre algunos de los temas posibles.
A continuación, junto con la presentación de los artículos que conforman este Dossier, esbozaremos algunas ideas en torno a su contribución para comprender la actuación de la prensa en la época y resaltaremos indicadores de significación para ampliar el campo de estudios de los medios provinciales durante la dictadura.
El artículo de Arrueta y Brunet analiza una selección de notas del diario jujeño Pregón durante todo el periodo dictatorial, de 1976 a 1983. Los autores lo conciben como un diario de referencia dominante de la provincia de Jujuy, característica que se observa en dos particularidades: su función legitimadora-mediática y la acción directa en la política local. La primera de ellas se refiere a la capacidad simbólica del diario de ubicarse como el representante más acabado de los valores ligados a la “jujeñidad”, por lo cual todas aquellas personalidades que quieren ejercer un rol público de importancia en la sociedad jujeña deben visitar la redacción del diario para lograr legitimarse. La segunda excede el ejercicio de la influencia con el que todo diario cuenta como actor político (Borrat, 1989) y se basa en la participación de su propietario Annuar Jorge en la política local como fundador de un movimiento político y funcionario electo para el ejercicio de diversos cargos provinciales y nacionales.
En lo relacionado a la actuación del diario durante la dictadura, los autores destacan la simpatía que su dueño manifestó por el nuevo gobierno de las Fuerzas Armadas desde el mismo golpe de Estado del 24 de marzo y que en términos generales perduró durante todo el gobierno militar. Desde 1976 a 1981 se destaca un discurso legitimante de lo actuado por el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” (PRN) para luego, ante la descomposición del poder castrense, ubicarse en una postura favorable hacia una transición democrática moderada en el periodo 1982-1983, en la que el propio diario, en tanto actor político y como desprendimiento de su función de acción directa, se adjudicó un rol relevante. De la primera etapa cabe destacar el análisis sobre la visita de Videla a la provincia en junio de 1977, donde se expresa su función legitimadora-mediática en la reunión del director de Pregón con el presidente militar. De la segunda etapa sobresale la reorientación de su línea editorial, en principio -y como ocurrió con la mayoría de los medios de prensa de la época- aparecen tímidamente las noticias vinculadas a la violación de los derechos humanos y a las huellas del terrorismo de Estado, mientras que, acompañando el giro ocurrido en la política nacional, las crónicas sobre la actividad política partidaria se revitalizan en la superficie redaccional. Su posición favorable a la restauración democrática convivirá con la reivindicación del golpe de 1976 y la demanda por una pronta “superación” del pasado conflictivo, actitud acorde con su visión política conservadora y tradicionalista.
Este trabajo nos permite enfatizar algunas cuestiones clave para el análisis de la prensa periódica en la etapa dictatorial. En principio, la cercanía de los dueños de los medios con las Fuerzas Armadas como elemento contextual fundamental para comprender su posición editorial (lo cual requiere indagar, como veremos en el trabajo de Zapata sobre La Nueva Provincia, con qué sector de las facciones castrenses en pugna se tenía un acercamiento privilegiado). En segunda medida, en torno al aspecto provincial, el peso del diario como fuente de legitimación interna y su autoarrogación como una suerte de cancerbero de las costumbres y tradiciones de “lo jujeño” es un elemento de ineludible consideración para estudiar el rol que cumplen otros medios de este tipo. Su pretendido enraizamiento con la identidad local es un capital simbólico que seguramente pocos actores de la sociedad civil pueden ostentar, y su utilización en beneficio propio y para aprobar o desaprobar la acciones de los demás sectores políticos y sociales es un factor explicativo de su posición institucional privilegiada.
El texto de Azcoitia estudia las representaciones de “lo chileno” construidas por el diario Río Negrodurante el conflicto entre Argentina y Chile por el canal de Beagle entre los años 1977-1978. El análisis se inicia en mayo de 1977, momento en que se conoció el fallo arbitral de la corona británica que favorecía a Chile en torno al litigio sobre la navegación en el canal de Beagle y la adjudicación de las islas Picton, Lennox y Nueva. El laudo abrió un periodo de incertidumbre y negociaciones donde comenzarán a incidir -en el caso argentino- las disputas internas entre las Fuerzas Armadas, con los sectores más “duros” acicateando los argumentos del nacionalismo territorialista para perjudicar una salida negociada y favorecer su posición dentro del gobierno militar y en el juego inter e intra armas (Canelo, 2008; Novaro y Palermo, 2003). Al menos hasta fines de 1977 el diario mostró una posición más optimista hacia un posible acuerdo diplomático en torno al conflicto, y en sus notas principales se manifestaron con claridad las dos visiones en pugna frente al fallo: la de los “impugnadores” y la de los “conciliadores”. Junto con esta escisión prontamente se pusieron en juego dos figuras vinculadas a la relación argentino-chilena: la de los “países hermanados” por su cercanía territorial, intercambio comercial y cultural, junto a la de la “amenaza” que en el caso argentino se basaba en la construcción de un “otro” chileno siempre presto a “mutilar” el territorio nacional. El artículo posteriormente estudia en detalle las continuidades y desplazamientos de Río Negro en virtud de la decisión del gobierno militar argentino de rechazar el laudo, de los encuentros entre Videla y Pinochet en 1978, de la posterior creación de comisiones negociadoras para resolver el litigio y de la tensión creciente entre los países frente al fracaso de esta vía que pondrá a la guerra en un horizonte inmediato -y que solo logró sortearse con la propuesta papal de una mediación-. En este devenir de acontecimientos se revela como una invariante discursiva de Río Negro su apelación a una resolución pacífica del litigio.
Algunos aspectos a resaltar. El diario cobijó la opinión de observadores que mostraron posiciones diversas y en algunos casos contrapuestas, lo cual en sí mismo es destacable en un contexto donde las pulsiones nacionalistas tendían a la homogeneización. Por otra parte, en su rol informativo el diario privilegió la preocupación por el cuidado en la relación con el país vecino y no comulgó con el nacionalismo exacerbado, belicoso y “antichileno” tan caro a los sectores más intransigentes de las Fuerzas Armadas y la opinión pública. Esto toma mayor dimensión aún cuando se tiene en cuenta que el propio Río Negro hizo saber de los titulares “alarmistas” de la prensa porteña hacia diciembre de 1978, cuando el conflicto escaló hasta su punto más álgido. Esa diferenciación del diario con la prensa nacional con sede en Buenos Aires marca una posición a tener en cuenta para quien esté interesado en estudiar la prensa provincial, porque de esa interlocución y toma de distancia con sus pares nacionales pueden desprenderse algunas consideraciones sobre su propia ubicación e identidad como medio en el mercado de la prensa gráfica. Por último, el trabajo de Azcoitia realiza un particular énfasis en las diferencias internas de las Fuerzas Armadas Argentinas que se expusieron públicamente ante el conflicto del Beagle. Se trata de una variable esencial para analizar la dictadura y, en particular, para comprender históricamente las elecciones editoriales de los medios gráficos que apostaron por alguna de esas facciones o que, sin poder obviarlas, trataron de mantener cierta equidistancia para no verse perjudicados por sus luchas, que en algunos casos adquirieron formas criminales.
El trabajo de Díaz, Giménez y Passaro presenta la política editorial del diario platense El Día durante la transición hacia la democracia, desde la derrota en Malvinas a mediados de 1982 hasta las elecciones de fines de 1983. Los autores analizan un espectro amplio de temas abordados por el diario, que van desde la actualidad de la vida política y económica hasta la situación del sindicalismo, la prensa o la educación. Aquí solo señalaremos algunos puntos sobresalientes. En primera medida, los autores describen a grandes rasgos las características del diario en el periodo 1976-1982, donde tendió a oscilar entre la crítica y el apoyo ante ciertas medidas del gobierno militar y se distinguió por su defensa de la vida político-partidaria pese al contexto dictatorial. Otro aspecto recurrente de su editorialización será la preocupación sobre el ejercicio de la libertad de prensa, tanto en la etapa de fuerte censura de la guerra de Malvinas, como ante proyectos como los de la empresa productora de papel para diarios Papel Prensa, que lo afectaba negativamente. Esta inquietud resurgirá durante la presidencia del general Reynaldo Bignone (1982-1983), quien decretó medidas de orden represivo y restrictivo para la libertad de prensa. Frente a la descomposición del poder militar pos Malvinas, El Día reforzará su discurso en favor de la pronta recuperación democrática y manifestará una marcada preocupación por la situación económica y el “intervencionismo” estatal en la materia. Ante ciertos acontecimientos ligados a la violencia política, se pondrá en posición de alerta y contrastará antagónicamente el “pasado violento” -que debía dejarse definitivamente “atrás”- con el “futuro democrático” que debía resguardarse, justamente, de la influencia negativa de aquel pasado. En consecuencia, las diversas leyes sancionadas por los militares que intentaron asegurar la impunidad de sus miembros sobre su responsabilidad en el terrorismo de Estado no merecieron la editorialización del diario. Y explícitamente le reclamó a la ciudadanía que fuera “prudente” ya que no había “culpables que castigar”, un emplazamiento restrictivo junto al cual sin embargo le indicaba que tendría un rol de “control republicano” indelegable en la democracia futura. Ante el reverdecer de la política partidaria y la competencia electoral les exigió a los dirigentes “moderación”, en lo que pareció ser una preocupación central del diario hacia el final de la dictadura. En definitiva, para El Día la consolidación de la democracia suponía no alentar antinomias ni juzgar el pasado violento, mientras se concentraba la atención de la ciudadanía en las tareas republicanas de la nueva etapa que se abría.
Uno de los puntos destacados por los autores es la importancia que exhibió en la editorialización del diario la cuestión de la libertad de prensa. No solo en el sentido de su advertencia frente a políticas comunicacionales negativas por parte del gobierno militar, sino también por su posición crítica sobre los privilegios que usufructuaron los diarios La Nación, Clarín y La Razón por su participación en Papel Prensa (Borrelli, 2011a). Este es un elemento crucial para analizar el mercado de la prensa gráfica, ya que la constitución de la empresa productora de papel produjo graves tensiones y divisiones hacia su interior, y mostró a un gobierno militar que activamente decidía favorecer a unos mientras perjudicaba a otros. También las medidas restrictivas y censoras de los militares tendieron a enajenar el apoyo de los medios de prensa y a ponerlos en posiciones defensivas. De manera que se vuelve sumamente interesante estudiar cómo fueron presentados estos temas desde los diarios provinciales, tanto por haber quedado fuera del negocio Papel Prensa como para indagar su concepción de la tarea periodística en un marco de restricciones a la libertad de prensa. Por último, del análisis de los autores se desprende el peso que tuvo en la posición del diario la demanda de impunidad para las Fuerzas Armadas, presentada además como una condición de posibilidad para la futura democracia. Esto nos llama a la reflexión sobre la legitimidad que exhibía este argumento pese a la descomposición del poder militar -sostenido por varios actores políticos, entre los que se contaban otros diarios-, como también lo hace el triunfo en las elecciones de octubre de 1983 del candidato que sostenía una posición contraria, que permite observar en cierta medida los límites de los medios para ejercer su influencia en la sociedad.
La contribución de Luciani se enfoca en el análisis de los editoriales y las cartas de lectores del diario La Capital atinentes a la gestión municipal de la ciudad de Rosario durante el periodo 1976-1983. Se trata de un diario que avaló los objetivos básicos del gobierno militar en torno al ordenamiento político, social y económico de la Argentina, así como también defendió abiertamente el “combate contra la subversión”. En esta línea, en el ámbito local apoyó con entusiasmo todas aquellas medidas de la intervención militar municipal que procuraron mantener el “orden público” con una impronta moralizadora y autoritaria-conservadora. Sin embargo, como bien detecta la autora, también su posición editorial mostró un perfil crítico en torno a la intervención militar en temas de gestión, desde la organización burocrática del municipio hasta la cuantía de un aumento del transporte público. Críticas -editoriales y de lectores- que no pasaron desapercibidas para los funcionarios militares, quienes en determinadas circunstancias le respondieron públicamente, reconociendo el peso que el diario tenía en la imposición de una agenda temática en la ciudad y como intermediario de las demandas de los rosarinos. Hacia 1981, con la asunción como intendente civil del demoprogresista Alberto Natale el diario optó por un rotundo aval, dentro de un giro editorial que impuso mayor distancia con la dictadura.
El artículo desarrolla un tema de sumo valor para estudiar la prensa provincial, como es la articulación entre la cuestión nacional con lo local. Las observaciones críticas de La Capital sobre la gestión municipal, en un marco general de apoyo a la dictadura, señalan los desplazamientos que tuvieron las políticas editoriales de los diarios hacia estos ámbitos donde podían esbozar una perspectiva un tanto más “independiente”. Aunque este desplazamiento fuera funcional al interés militar de reducir la discusión política a una mera cuestión de gestión municipal, no debe soslayarse la capacidad de estos discursos para erosionar, al menos tibiamente, la imagen de los militares como administradores eficientes de la cosa pública.
El trabajo de Laura Rodríguez Agüero nos traslada a la Mendoza de los años 1975 a 1978, para estudiar el tratamiento del periódico Los Andes a las noticias vinculadas a la “lucha antisubversiva” y a la represión en el ámbito local, que fue particularmente brutal. El arribo en 1968 a la subdirección del diario del periodista y escritor Antonio Di Benedetto es clave para comprender la actuación de Los Andes en la etapa previa al golpe de Estado. Desde 1974 operaban en la provincia bandas parapoliciales que secuestraban y mataban militantes de izquierda, mujeres en situación de prostitución o delincuentes comunes. También la policía mendocina participaba de estas acciones delictivas, en muchas ocasiones ligadas a negocios espurios. Los Andes dio cuenta tempranamente del accionar paraestatal y de las conexiones policiales con lo delitos. A partir del in crescendo represivo que se diera en todo el país a fines de 1975 -con la participación oficial de las Fuerzas Armadas en la represión desde octubre de ese año-, el diario publicará las denuncias de familiares sobre desapariciones y no cejará en su tarea periodística al buscar y publicar información sensible sobre los asesinatos y las desapariciones, incluso con los propios periodistas a la cabeza de las investigaciones. Debido a esta labor el conservador Los Andes se convirtió para muchos familiares de desaparecidos en el lugar donde radicar las denuncias. Di Benedetto pagó un alto costo por su ejercicio profesional, y el mismo 24 de marzo de 1976 fue detenido por las fuerzas militares, iniciando un periplo en la cárcel que incluyó torturas y simulacros de fusilamiento, para luego ser liberado y partir al exilio. El diario del que había sido subdirector no pidió por su libertad; más aún, mientras estaba detenido el 31 de mayo de 1976 lo dejó cesante (Gelós, 2010: 61). En sintonía con esta decisión, con el inicio de la dictadura Los Andes desistirá de publicar noticias sobre secuestros y desapariciones, plegándose a la actitud de los grandes diarios nacionales de autocensurarse en lo referido a la “lucha antisubversiva” (Borrelli, 2011b). Las escasas crónicas que informaban sobre “operativos antisubversivos” reproducían los términos de los comunicados oficiales que designaban al “subversivo” como alguien carente de humanidad. Complementariamente, el diario apoyará la visión refundacional de las Fuerzas Armadas en lo referido a la cruzada moralizadora y a la idea de que se estaba librando una guerra contra un enemigo interno en la que se disputaba la sustancia misma de la Nación.
La investigación de Rodríguez Agüero nos propone reflexionar sobre la relevancia que tenía para las Fuerzas Armadas el silenciamiento de la prensa en torno a la represión ilegal y hasta qué punto las empresas editoras tomaron la decisión explícita de no informar sobre lo que estaba ocurriendo. Lo sucedido con Di Benedetto es prístino sobre que la investigación periodística se daba de bruces con el ocultamiento y la negación que iban de la mano a la represión ilegal. Por otra parte, la actitud profesional de Di Benedetto -quien no tenía una militancia política específica- y sus colaboradores nos deben llamar la atención sobre cómo se adaptaron a un contexto sumamente difícil las trayectorias periodísticas, la ética en el ejercicio del periodismo y el apego a las prácticas ligadas al oficio. El caso de Di Benedetto seguramente se destaca por cierta excepcionalidad, cargado de una impronta ética que se revaloriza más aún observando las elecciones de quienes prefirieron la cautela u optaron por actitudes directamente reñidas con el deber profesional. En este sentido, también es un disparador para reflexionar sobre la actuación de los periodistas en la época, que lidiaron de diferentes maneras con la realidad socio-política que les tocaba vivir, así como con las empresas periodísticas en las que ejercían su labor (Muchnik, 2012; Borrelli, 2009 y 2010). Por último, tanto en este trabajo como en el de Zapata se propone un recorte temporal que abarca el fin del gobierno peronista de Isabel Perón y los años más álgidos del terrorismo de Estado, lo cual permite observar continuidades y rupturas en el tratamiento informativo de los periódicos en torno a la cuestión represiva.
En el último artículo que compone este Dossier, Ana Belén Zapata estudia la construcción del “delincuente subversivo” en La Nueva Provincia desde 1975 a 1977. La investigación de la autora adquiere una particular actualidad debido a que los estrechísimos vínculos de la familia Massot -dueña del diario- con las Fuerzas Armadas han colocado al accionar de La Nueva Provincia y sus directivos bajo investigación judicial. Su actual director Vicente Massot se encuentra imputado por delitos de lesa humanidad en una causa que investiga su responsabilidad en los asesinatos de los obreros gráficos y delegados sindicales del diario Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola en 1976 y la posible connivencia del diario con los servicios de inteligencia militar para promover “operaciones de acción psicológica”. La autora pone de relieve la consustanciación del lenguaje del periódico con el militar en lo relativo al “combate contra la subversión”, su vehemente prédica contra la “guerrilla asesina” o el “enemigo subversivo” -que debía ser “destruido allí donde se lo encuentre”- y, en contrapartida, la exaltación de los integrantes de las fuerzas de seguridad como “mártires”. Su adhesión y promoción del hálito refundacional del PRN se revela desde el titular en tapa del 24 de marzo de 1976: “Refundar la patria. Si Así lo Hiciéres que Dios os lo Premie: Si no, que os lo Demande”. Esa sentencia iniciática dejaba expuesta una cosmovisión compartida con los sectores más “duros” de las Fuerzas Armadas que la autora repasa a partir de diversas fuentes, entre las que cuentan testimonios judiciales. Otro elemento de vital importancia expuesto por la autora son las informaciones falsas sobre supuestos “enfrentamientos” que publicó La Nueva Provincia, o las fotografías de los “extremistas” que años después se comprobó fueron tomadas en sus lugares de detención clandestina. En definitiva, La Nueva Provincia es sin duda un caso paradigmático por sus vínculos con el actor militar y su actuación nos lleva a preguntarnos sobre la de la prensa gráfica en general, tanto en lo relacionado a la vinculación cotidiana con las fuerzas militares como en la verificación en su superficie redaccional de “operaciones de acción psicológica”.
Para finalizar deseamos agradecer a cada uno de los autores que respondieron de manera rápida y entusiasta a la convocatoria y tuvieron la mejor disposición durante todo el proceso de revisión de los artículos. Y, en especial, a Mirta Varela, coordinadora de la Red de Historia de los Medios, quien desde las primeras conversaciones sobre una eventual publicación ofreció un generoso apoyo para su concreción, así como también su atenta mirada ante las inquietudes que fueron surgiendo durante la organización. A través de ella hacemos extensible el reconocimiento a quienes forman parte de la Red por su labor cotidiana para dar a conocer investigaciones, fuentes y diversas contribuciones vinculadas a la historia de los medios de comunicación.
*Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Magíster en Comunicación y Cultura y Licenciado en Ciencias de la Comunicación (ambos UBA). Es Investigador Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Es profesor de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Ha publicado diversos artículos en revistas nacionales e internacionales sobre la historia de la prensa durante la última dictadura militar argentina y sobre temas vinculados a la historia reciente. Publicó los libros: Voces y silencios: la prensa argentina y la dictadura militar (1976-1983) (EUDEBA, 2011, coordinado junto a Jorge Saborido); El “El diario de Massera”. Historia y política editorial de Convicción: la prensa del “Proceso” (Koyatun, 2008) y El fundamentalismo islámico (Dastin, 2006, junto a Mercedes Saborido). Actualmente se encuentra preparando la publicación del libro Por una dictadura desarrollista. Clarín frente a los años de Videla y Martínez de Hoz (1976-1981).
Nota sobre los autores
César Arrueta es Doctor en Comunicación por la Universidad Austral y docente en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy. Es investigador del CONICET y director de la Unidad de Investigación en Periodismo, Acción colectiva y Esfera Pública. Miembro de la UNIHR-ISHIR. Docente de postgrado en universidades de Argentina y Brasil.
Alfredo Azcoitia es profesor en Historia graduado de la Universidad Nacional del Sur y se desempeña como auxiliar docente en la Sede Andina de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN). Es becario de la UNRN y la investigación para su tesis doctoral versa sobre el diario Río Negro y las representaciones sobre Chile.
Marcelo Brunet es Doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata. Docente en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy. Docente de la sede Jujuy de la Universidad Católica de Santiago del Estero. Coordinador del Centro de Investigación en Comunicación de la UCSE-DASS. Miembro de la UNIHR-ISHIR.
César Luis Díaz es Doctor en Comunicación por la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (FPyCS-UNLP). Lic. en Historia (FHCE-UNLP). Profesor de grado y posgrado (FPyCS-UNLP). Director del Centro de Estudios en Historia/Comunicación/Periodismo/Medios (CEHICOPEME -FPyCS-UNLP). Autor de libros y artículos académicos. Integrante de Comités de diversas publicaciones científicas.
Mario Jorge Giménez es Profesor y Licenciado en Historia de la FHCE-UNLP. Docente e investigador de la FPyCS-UNLP. Miembro del CEHICOPEME- FPyCS-UNLP. Coautor de libros y artículos académicos. Es jurado evaluador y director de tesis de grado de la FPyCS.
Laura Luciani es Doctora en Humanidades (mención Historia) por la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Docente en la cátedra de Historia de América III de la carrera de Historia y en la cátedra Problemática del Pensamiento Latinoamericano y Argentino de la carrera de Antropología (FHyAr, UNR).
María Marta Passaro es Profesora en Historia (FHCE-UNLP). Docente, investigadora y doctoranda de la FPyCS-UNLP. Miembro del CEHICOPEME-FPyCS-UNLP. Ha publicado una veintena de artículos, participado en capítulos de libros y en jornadas y congresos. Es jurado evaluador y directora de tesis de grado de la FPyCS.
Laura Rodríguez Agüero es Licenciada y Profesora de Historia por la Universidad Nacional de Cuyo (UNcuyo). Doctora en Historia (Universidad Nacional de La Plata). Profesora en la cátedra Historia Argentina en el marco del Curso de Nivelación del Programa de Becas Escuelas Rurales y Pueblos Originarios (UNCuyo).
Ana Belén Zapata es Doctora en Historia (FAHCE-Universidad Nacional de La Plata). Docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Becaria posdoctoral del CONICET.