miércoles, 26 de noviembre de 2014

El papel del periodismo debe ser develar lo oculto en la corrupción

Así lo afirmó el periodista francés Edwy Plenel, autor del "Manifiesto-combate" Por una prensa digital libre, ética, democrática y ciudadana
Develar lo que está oculto en la corrupción es una de las labores del periodista que conducirá a tener democracias más fuertes. Este fue uno de los planteamientos que expuso el periodista francés, Edwy Plenel, creador del primer periódico digital de Francia.
Durante el foro “La obscenidad de la corrupción” organizado por el Consejo de Estado en asocio con la Corporación para el Desarrollo del Pensamiento Complejo (Complexus), Plenel declaró que lo que permite sobrevivir a la corrupción es que no se ve, que está oculta. Por lo que revelar esos procesos sin distraerse en la información superficial y anecdótica es el reto que enfrentan los periodistas.
“La corrupción no es marginal. Está en el corazón mismo del poder y es el mal que mina a la democracia y que presupone de un secreto”, declaró Plenel y luego agregó que los periodistas están llamados al deber de develar estos secretos pues son el veneno de la democracia.
Explicó que debe entenderse la palabra “obsceno” desde sus raíces latinas que quiere decir “fuera de escena”, lo que no se muestra, lo que está escondido. De ahí que la labor de los medios y de los periodistas debe estar encaminada a poner “en escena” esas prácticas a través de un trabajo artesanal de verificación.
Sobre el asunto, el expresidente Belisario Betancour insistió durante el foro que prefiere “una prensa desbordada, a una censura”, lo que a su vez fue respaldado por la presidente del Consejo de Estado, María Claudia Rojas, quien dijo que los medios tienen la gran responsabilidad a informar sobre asuntos que responden a la verdad y de combatir la corrupción.

El Manifiesto-combate
Por: Edwy Plenel
“El programa de este manifiesto-combate por la prensa libre digital es: defender la independencia, promover la calidad, restaurar la confianza entre todos los ciudadanos, lectores y actores del periodismo en la era digital.
Este combate ético, mental y material cotidiano le toca primero al periodista, pues éste no puede resignarse a las tres crisis (democrática, económica y moral) que minan la calidad, la utilidad, la honestidad y la libertad de la información.
Periodistas: ¡Nuestro oficio es decir la libre investigación de todos los hechos que condicionan la vida pública! Los derechos y los deberes de nuestra profesión no son pues un privilegio sino una responsabilidad para con los ciudadanos. La declaración que vale como carta deontológica para los periodistas europeos lo enuncia con claridad: “La responsabilidad de los periodistas con respecto al público prevalece sobre cualquier otra responsabilidad, en especial con respecto a sus empleadores y los poderes públicos”. Sencillamente, porque los periodistas son, al mismo tiempo, depositarios, instrumentos y custodios de una libertad que no les pertenece: “El derecho a la información, a la libre expresión y a la crítica es una de las libertades fundamentales del ser humano. De este derecho público a conocer los hechos y las opiniones procede el conjunto de derechos y deberes de los periodistas.” (Declaración en Múnich, 1971, adoptada por las federaciones y organizaciones de la prensa europea).
Verificar, comparar, precisar, buscar la fuente, contextualizar, explicar, rectificar son la sal, la trama y la urdimbre del tejido complejo del oficio de periodista. Estos materiales son las verdades factuales cuyo ensamblado honesto y riguroso, permite hacer inteligible el mundo, tal como es y funciona. Es decir, siempre incompleto, en camino, extensible rompecabezas de lo humano, resultante y fundamento necesario para interpretaciones, reflexiones y debates que aclaran opiniones para hacer informaciones. Sin la verdad de la información (sin precisión, rigor, profundidad, investigación, calidad, independencia, pluralismo de la información y diversidad de las fuentes), la libertad de opinión se agota en vanas especulaciones, perdiendo el contacto con la realidad sobre la que pretende actuar.
Es por eso que debemos, ante todo, recuperar la confianza del público-lector, tanto les ha faltado cierta prensa. Gracias a lo digital y a sus potencialidades participativas, nacerá de las virtudes de ese nuevo ecosistema de información una prensa otra vez libre, combinando el trabajo específico de los periodistas y el debate democrático del público, suscitando su interacción y su fructífera confrontación. Oficio ético y vocación consciente permitirán al periodismo construir el nuevo público en red y rizoma de la era digital, en donde cada periferia es un centro y todo centro una periferia. Se trata de un público de lectores digitales con fidelidad crítica y participativa. Con lo cual el periodista y el lector participan simultáneamente a la animación diaria del tejido social, a la conciencia común donde el conflicto se hace controversia, debate, proyecto, sal de democracia, en vez de humillaciones, estigmatizaciones, marginalizaciones, amenazas y asesinatos. A la inversa, no identificar un público lector, individuo y ciudadano es manipular la figura de la multitud, es decir, la búsqueda escandalosa y obscena de la mayor audiencia que diluye los objetivos cívicos, banaliza y uniformiza, formatea, divide y enrola.
Hay situaciones exacerbadas en donde lo político, confiscado por el poder de un potentado o de un presidencialismo exacerbado, arruina el espíritu democrático, corrompe la independencia de los hombres y debilita la expresión de la libertad.
Además de imponer su calendario a la información, su omnipresencia en los medios de comunicación y su oligarquía financiera a las empresas de prensa, socava la independencia del servicio público audiovisual, persigue por las salas de audiencia la irreverencia y la indocilidad, convoca a la prensa a palacio como si fuera su regente, juega perversamente con las carreras y las ambiciones. En esa tipo de cultura política pervertida, el periodista es un adversario en potencia al que debe seducirse, someterse o eliminarse. Dicha situación conlleva al envilecimiento del periodismo y a la escenificación de la traición de sus principios.
Esta regresión democrática conlleva además el derrumbamiento del antiguo mundo mediático y sufre de crisis económicas en círculo vicioso: se producen déficits, disminuyen lectores, se reduce la recaudación publicitaria y se corta presupuesto y personal, privando los ciudadanos-lectores del capital humano de los periódicos más preciado: la experiencia de quienes los hacen. Crisis, globalización, fatalidad, etc. son muchas veces falacias que enmascaran la irresponsabilidad, la avaricia y la frivolidad de dirigentes que sacrifican los deberes profesionales de la prensa a éxitos personales y especulaciones financieras.
Economía y política se mal alían aquí, generando una prensa frágil y débil, expuesta a la corrupción, cuando ya no alimenta ella misma la corrupción. Corruptible entonces en el terreno mismo donde se decide la utilidad, el valor, el uso y la legitimidad democrática de la prensa, es decir la información, en tanto es de calidad, pertinente e independiente. El primer resultado tangible de la mezcla fatal economía-política es la crisis financiera por la que pasan los medios de comunicación que no están afincados a oligarquías o sumisos a gobiernos de turno. Los valores, los ideales y la vitalidad misma del periodismo están en peligro.
La resistencia emerge ahogada por la impotencia, pues discreta, astillada, aislada, cuando se percibe en la opinión pública una sensación de urgencia, entre impaciencia y tintes de rebeldía.
La relación de fuerzas es desigual cuanto más se añade a la crisis financiera los trastornos inducidos por la revolución industrial cuyo motor es lo digital y cuyo símbolo es Internet. Los antiguos modelos económicos saltan hechos pedazos, las viejas culturas profesionales se desestabilizan. Un viejo mundo periodístico muere y el nuevo, radicalmente digital, se vislumbra con dificultad.
Un viejo mundo se muere, el nuevo está en vilo
Este manifiesto-combate rechaza que con la muerte del viejo mundo se muera también el periodismo verdadero e invita al esbozo de un renacimiento. La crisis, dialéctica de la inquietud y de la esperanza, será lo que de ella seamos capaces de hacer, ciudadanos conscientes de nuestros derechos políticos, económicos y sociales fundamentales, entre progresos, regresiones y, en la medianía, metamorfosis creativas.
El nuevo periodismo emerge con y desde una prensa digital que inventa, preserva, innova y prolonga, todo a la vez en bucles interrelacionados: espacio de resistencia, laboratorio de investigación, taller de creación. Con la ayuda y recursos de lectores participativos o colaborativos, la prensa digital protege la independencia y el pluralismo de la información, procura salvar lo mejor del pasado sin dejar de arriesgarse a apostar por el futuro. Para la comunidad periodística, la prensa digital desbroza entonces sendas distintas a la renuncia o al acomodo de lo mismo con lo mismo. La revolución digital al servicio del periodismo demuestra que esas nuevas sendas son realistas y fructíferas, que si se puede reinventar un porvenir donde se recupere el crédito, el valor, la responsabilidad, la solidaridad y la dignidad del trabajo periodístico.
La prensa digital permite, al conjunto de los ciudadanos, establecer una nueva alianza con los profesionales de la información, en la que éstos, con responsabilidad democrática, calidad de contenidos y autentica exigencia ética, encuentran eco y solidaridad en los ciudadanos-lectores. ¡Pueda ser esa nueva alianza la recuperación de un pacto digital de información que ponga de manifiesto, para todos en la plaza pública, que la democracia sigue preñada de una promesa inconclusa, traicionada a veces o decepcionada muchas otras, porque el gobierno nacional, regional o local al servicio del interés general se confisca en gremios e intereses particulares! ¡Que la revolución digital conlleve la denuncia en red y por doquier del acaparamiento de lo público por el complot entre cierta oligarquía estatal y la oligarquía financiera enmascarada!
La revolución digital es una propuesta extraordinaria de libertad que va más allá que la simple emergencia técnica de nuevas cabeceras de prensa. Lo digital afirma nuevos modos de ser y de hacer que sólo piden ser organizados en redes mentales de contenidos eco-re-interrelacionados, compartidos. Ahí se construyen nuevos bienes comunes.
Unidos en la toma de conciencia de la revolución de prensa digital, los periodistas que convoca este manifiesto vienen de diferentes trayectorias y representan lazos inter generacionales. Combatir de nuevo por la libertad de prensa, desde la revolución digital, ciencia con conciencia ética y ciudadana. Luchar y revindicar la libertad es un placer recuperado. Y salvo, si pierdes el gusto por el oficio periodístico, cuya sal es el acontecimiento, lo inesperado e imprevisto ¿cómo negar que en el peligro por la libertad yace también el placer de arbolarla? Asumir parte del riesgo del ser periodista es garantizar el ideal y la existencia de la prensa libre y de la libertad de prensa.
¡Pueda este manifiesto poner en circuitos virtuosos ideas de combate que devuelvan la esperanza al oficio del periodismo! No sólo la esperanza de una prensa editorialmente libre y económicamente independiente sino también y ante todo, una prensa radicalmente repensada y totalmente refundada por medio de los periódicos digitales inéditos. Una nueva prensa que ya no sea subproducto en línea de lo impreso y tradicional, ni tampoco medio complementario de antiguas cabeceras, sino el laboratorio experimental de la información y la comunicación resueltamente modernas, con sus potencialidades y novedades, en pleno meollo de la modernidad revolucionaria de lo digital. ¡Que se vuelva entonces a una información que da y teje sentido social, controvertido desde el cruce de la reflexión, la experimentación, la corroboración, el análisis prospectivo y evaluativo! ¡Que la prensa sea noticia que enseña, debate que instruye, intercambio de saberes y solidaridad de conocimientos! En resumen, una prensa que no renuncie nunca a la calidad, la referencia, el dato, el lugar, la fuente fidedigna. Y entonces, que el ciudadano-lector ilustrado juzgue libremente.
Este manifiesto-combate se reclama de un periodismo con larga tradición de libertad y de ilustración humanista, indisociable de exigencia ética y democrática. Tiene por ambición que la prensa digital haga renacer el ideal de todo periodismo grande y verdadero. Aquel que sabe proporcionar las informaciones de interés público; ésas que nos son necesarias para vivir en la ciudad como en el campo una condición humana-ciudadana con libertad, autonomía y dignidad.
La primera obligación de la prensa, sea o no digital, concierne a la verdad, su primera lealtad a los ciudadanos, su primera disciplina a la verificación y su primer deber a la independencia. Pero no basta con reivindicar esta herencia para seguir siéndole fieles, tanto debe reconquistarse nuestra legitimidad maltratada por otros, descreditada por nosotros mismos. Con la revolución digital, el oficio de periodista no puede practicarse más con tono de gran señor y en forma vertical o piramidal. Tampoco soporta ya la forma confidencial del periodismo para iniciados y poniendo a distancia a los lectores.
Con el advenimiento del medio de comunicación personal-global, la revolución Internet hizo caer de su pedestal al periodismo que pretendía tener el monopolio de la opinión argumentada. Si lo había olvidado, tuvo que aprender de nuevo, a expensas suyas, que el juicio, el punto de vista, el análisis o el comentario le comprometen, que el dictamen u el conocimiento no son de su exclusiva propiedad. Es una buena noticia, pues vemos al periodismo volver a su razón de ser, a su justo lugar: buscar, encontrar, revelar, elegir, organizar la coherencia y la justo equilibrio de los hechos, los datos, las informaciones, las interpretaciones y las realidades útiles para la comprensión del mundo, de la sociedad, de los individuos, para la reflexión que ésta suscita, la toma de conciencia y la discusión abierta y contradictoria.
El oficio del periodista y el periodismo de verdad salen engrandecidos de la revolución digital, porque la información se pone en red e interrelaciona con lo local y lo global, la sociedad, los individuos, los contextos. Hoy es posible defender este oficio al tiempo que se le invita a ponerse en sintonía digital con los lectores contributivos. Gracias a Internet, ya no es banalidad decir que una prensa realmente libre es la que está interrelacionada al mismo tiempo con todos sus lectores que, en contra parte, le aseguran una fidelidad atenta, rigurosa, crítica. Lo cual no es un argumento demagógico ni un cliché comercial. El desafío es escapar a la homogeneidad de la masa anónima y construir un público consciente e implicado, que comparte valores comunes de rigor, libertad y democracia.
Por esta razón, en esta nueva prensa digital, avanzamos de entrada a contrapelo de la idea predominante según la que solo habría un modelo posible en la red: el de la audiencia y la gratuidad. Se admite ya hoy, cuando la crisis económica barre muchas ilusiones, que este pensamiento único se apoyaba en una mentira y en una quimera. Engaño, puesto que lo gratuito no lo es mientras no dejen de pagarse los materiales y el equipamiento; en definitiva, los canales que dan acceso a ello. Pero, sobre todo, espejismo, semejante a las burbujas financieras especulativas, de una gratuidad que sería masiva y duraderamente financiable mediante la publicidad. Además, esta falsa gratuidad mercantil vehicula la creencia de que todo equivale porque todo sería gratuito, tanto lo mejor como lo peor, tanto la información pertinente como el rumor infundado. Así, en su afán por la cantidad, condición para un mana publicitario tan improbable como inestable, se baja el nivel de información, se le uniformiza y banaliza, maltrata y desvaloriza.
Con la libertad de información sucede lo mismo que con su valor: promover un modelo mixto, asociando la gratuidad democrática del intercambio y la suscripción onerosa del compromiso, es afirmar que debe pagarse para garantizarlos. La libertad de un periódico es la fidelidad de sus lectores. Y el valor de sus informaciones es la calidad de sus periodistas. Por medio del acto de compra, la primera obliga al segundo. A condición, claro está, de que el precio sea justo y de que el público pueda expresarse. Resistirse a la gratuidad mercantil en la prensa digital fortalece la democracia desinteresada. La estrategia de la suscripción aúna defensa del valor de la información y construcción de un público lector de ciudadanos exigente, crítico, solidario y responsable. Este compromiso marca de entrada un comercio justo por una información de calidad, y que no está alienada a gremios publicitarios ni curvas de audiencia. Con lo cual se adquiere el derecho de participar en un medio de comunicación totalmente inédito, haciéndose actor comprometido de una comunidad de lectores-contribuidores que da vida colectiva a la información, la reflexión y el debate públicos. Se genera así mismo una ininterrumpida e interrelacionada discusión libre entre los periodistas y los lectores, construyendo la independencia duradera de la nueva prensa libre y verdadera, radicalmente democrática.
Periodistas: ¡resistamos! Pero también inventemos nuevos modelos. ¡Combinemos tradición y modernidad y volvamos atrevernos a soñar! Un sueño de lo concreto posible que asocie utopía realista y eficacia pragmática. Un sueño en el que, como ayer y anteayer, la libertad de prensa vuelva a ser el fermento de una revolución democrática, la sal cotidiana del compartir opiniones, informaciones, saberes. En suma, de convivir en una democracia ilustrada.”
Foto: Ladmedia.fr
Fuentes: El Tiempo y 2Orillas