jueves, 18 de septiembre de 2014

AdEPA condena el regreso de una práctica deleznable

Una vez más, las calles del microcentro de la ciudad de Buenos Aires amanecieron empapeladas con carteles de ataques contra periodistas. En esta oportunidad, el blanco de la agresión es el director del sitio La Política Online, Ignacio Fidanza
Los afiches no están firmados y ningún grupo se atribuyó la autoría.
La Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (AdEPA) expresa su preocupación por el regreso de esta práctica antidemocrática, que en general es utilizada para denostar a medios de prensa o comunicadores que ejercen los derechos esenciales de informar, investigar y cuestionar a los poderes públicos.
La descalificación injuriante siempre es condenable, porque deja de lado la razón y antepone el agravio. Pero más deleznable aún es el escrache anónimo. Y si este es dirigido contra periodistas, representa una presión que busca silenciar la labor informativa, como bien lo advierte la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión, aprobada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Escraches anónimos y persecución a la prensa, una triste marca del kirchnerismo
Por: Ignacio Fidanza
En su hora más complicada el Gobierno retomó el ataque a los medios, el mismo día que escracharon a LPO.
Se trata de un componente esencial del kirchnerismo desde sus inicios como fuerza política en Santa Cruz. Se han escrito libros como el premonitorio “El Amo del Feudo” del fallecido periodista santacruceño Osvaldo Gatti, que fue sometido por el poder de los Kirchner a un perverso sistema de hostigamiento económico y social con el objetivo de destruirlo anímicamente.
La obsesión de Néstor Kirchner por el control de los medios, ahogó a la prensa independiente en Santa Cruz hasta que apareció el portal OPI Santa Cruz. Y no es casual el fenómeno, antiguos en su mirada hacia los medios, los Kirchner sufren lo que no controlan y con la revolución del mundo digital, las redes sociales y portales como La Política Online multiplicaron su pesadilla.
Esta incomprensión del rol esencial de la libertad de prensa en la construcción de una sociedad democrática, es acaso una de las marcas más visibles de un sistema de construcción de poder que nunca pudo superar sus pulsiones autoritarias, que como arranques de ira –acaso lo sean- lo llevan a cometer desmesuras como el escrache que sufrí.
Desmesura porque se destinaron cuantiosos fondos para diseñar, imprimir y pegar en la clandestinidad de la madrugada, dos modelos de afiches distintos con mi foto y mi nombre en la Plaza de Mayo, el Microcentro y en un mensaje mafioso, en la cuadra donde esta ubicada la redacción de La Política Online.
Desmesura también porque se ataca a un periodista desconocido para las grandes audiencias, a un medio especializado en política y economía que en todo caso debería ser un insumo de los mismos que se enojan. No mucho mas. No pone en riesgo nada. No merece el esfuerzo ni el gasto.
Hay que sentirse muy impune para contra todo sentido común, dar rienda suelta a las peores pulsiones desde el ejercicio del poder.
Se trató además de una operación política que sólo pudo realizarse en este Gobierno híper verticalista con una autorización del más alto nivel. Operación política que coincide además con la publicación de algo tan sencillo como una encuesta –firmada y anexada- que revela que Máximo Kirchner –el pretendido heredero- apenas consigue 6 puntos de intención de voto en su natal Río Gallegos, punto de partida imaginado por La Cámpora como el inicio de la reedición en clave del hijo, de la “epopeya” política que protagonizó el padre.
Una vez más, son tan evidentes. Como sucedió en otros escraches de la nefasta y poblada cadena de escraches anónimos que concretaron, nadie del Gobierno o del oficialismo repudió el ataque, que fue condenado por todas las fuerzas políticas y los tres presidenciables que lideran las encuestas.
Incluso, militantes de La Cámpora y organizaciones afines, festejaron las redes sociales el ataque como una suerte de “venganza” o “castigo” merecido por haber publicado notas que interpretaron críticas hacia su organización. Como suele decirse en derecho, a confesión de parte, relevo de pruebas.
Lo más grave es que en el mismo momento que el ataque a LPO disparaba preocupación en las redacciones por un eventual regreso del kirchnerismo a sus peores prácticas, la propia Presidenta se dedicó a atacar a radio Mitre en su Twitter personal.
Si bien poco queda ya para sorprenderse del kirchnerismo, la enormidad de pasar del ataque a un medio en términos generales al escrache personal y fascista a un periodista con nombre, apellido y foto, es alarmante.
Todo indica que ante la profundización de los problemas económicos que sufre el país, el Gobierno ha decidido incrementar su agresividad como única estrategia. El miedo está en el ADN de los Kirchner. Miedo al otro y búsqueda permanente de control a través del miedo.
Es en definitiva lo que buscó este ataque. Generar en LPO la autocensura y mandar una advertencia al resto de los periodistas, que entienden que ser genuflexos ante el poder es incompatible con el ejercicio de su profesión.
No se trata de víctimas ni de victimarios, sino de una deformación cultural profunda, arraigada en sus creencias más íntimas. Es lamentable, es triste, pero sobre todo, es un síntoma muy explícito de debilidad, de un ciclo que acaso de manera irreversible, empieza a agotarse en sus propia miseria.