Por: Ignacio Guebara
En 1996 tenía once años, una hermana de dos, unos padres recién separados, el pelo cortado casi al ras y una idea bastante firme en la cabeza: quería ser periodista. Amén de algunos breves interregnos -quiero ser piloto de TC como el Yoyo Maldonado, le dije a un amigo de mi viejo a los seis-, esa vocación se mantuvo desde que tengo memoria.
A esa edad, y vaya uno a saber por qué, me había anotado para jugar al rugby en el Mar del Plata Club, donde iban mis amigos. Tenía el equipo completo con botines nuevos y me divertía ir los sábados a entrenar, pero a la segunda semana surgió un pequeño inconveniente: el suplemento infantil del diario El Atlántico abría un taller de periodismo para chicos los sábados a la mañana. No hubo necesidad de pensarlo demasiado.
En El Mosquito (así se llamaba el suplemento) apareció mi nombre debajo de una nota por primera vez en mi vida. Íbamos a la peatonal y contábamos lo que veíamos, entrevistábamos a los vecinos, analizábamos obras de teatro para chicos en temporada.
En noviembre volvió el Festival de Cine a Mar del Plata y María Gordillo, directora del suplemento, tenía una buena nueva para mí: como premio por mi desempeño como "periodista" me gestionó una acreditación para cubrirlo. En la ceremonia inaugural, grabador en mano, le pregunté a Esther Goris qué era el cine para ella. Me dijo que era la mejor pregunta que le habían hecho. Yo sonreí.
A mediados del '97 ya había dejado el taller, pero me acuerdo perfectamente de comprar el diario un domingo y ver la tapa de El Mosquito con fondo azul y el bichito que daba nombre al suplemento en el centro con un globo de texto simple: "¡Adiós!". El Atlántico, supe después, había decidido que era más barato incluir el suple infantil de Crónica en vez de hacer uno en la ciudad. Y así fue: adiós. María Gordillo dejó Mar del Plata tras su despido para radicarse en el exterior. Nunca más supe de ella.
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El viernes pasado, a los más de 30 trabajadores de El Atlántico les informaron que el Grupo Crónica había "gerenciado la marca" y que quedaría a cargo de Néstor Otero, un empresario ligado a Florencio Aldrey Iglesias, amo y señor de Mar del Plata y dueño de La Capital, el otro diario local. Cinco periodistas pasarían a trabajar en la "nueva gestión", mientras que el resto quedaría a cargo de un sitio de noticias recién creado, "Crónica de la Costa". El del sábado fue el último ejemplar producido por ellos. El domingo directamente no se editó el diario.
Hoy, mi amiga Nadya Cabrera publica esta foto comparativa de una página de El Atlántico y una de La Capital de hoy, ya en su nueva etapa. No hay mucho que acotar a esa imagen.
Vale aclarar que no pasa sólo en los medios impresos: las tres radios AM que existen en la ciudad pertenecen a Aldrey Iglesias. La lista sigue, pero no vale la pena extenderla.
Mar del Plata es la séptima ciudad del país pero parece condenada a escuchar dos voces: la de los medios porteños y una local bien vigilada por los señores feudales que la gobiernan. Los elegidos en las urnas y los que no.
Quiero, necesito, sentir que me equivoqué al decidir que sí o sí debía estudiar y forjar mi carrera profesional en Buenos Aires. O, al menos, creer que algún día voy a poder volver a la ciudad donde crecí a trabajar de lo que soñaba cuando tenía once.
Ojalá que, más temprano que tarde, así sea.