lunes, 4 de noviembre de 2013

Leila Guerriero: "Habría que preguntarse de nuevo para qué nos hicimos periodistas"

La argentina, premio González-Ruano de Periodismo 2012, reflexiona sobre el pasado, presente y futuro de la profesión con motivo de la publicación de "Una historia sencilla" (Anagrama)
Por: Inés Martín Rodrigo
Escuchar a Leila Guerriero (Junín, 1967) es como asistir a una "master class" de periodismo. La argentina, premio González-Ruano 2012 por su artículo "El bovarismo, dos mujeres y un pueblo de La Pampa", publicado en la revista colombiana "El Malpensante", acaba de editar en España "Una historia sencilla" (Anagrama).
El libro recoge la historia de Rodolfo González Alcántara, un peculiar personaje al que Guerriero conoció en enero de 2011 en el Festival Nacional de Malambo de Laborde, una tradicional competición de baile folklórico.
En esta charla, que tuvo lugar durante la visita de la periodista argentina a este diario para ofrecer la clase de apertura del Máster de Periodismo de ABC 2013-2014, Guerriero reflexiona sobre la épica del hombre común y analiza la actual situación del periodismo. Con un ojo en el futuro, pero sin perder de vista el presente.

¿Es posible encontrar, hoy en día, una épica en el hombre común como la de Rodolfo González Alcántara?
Rodolfo es un hombre bastante poco común, en términos de que lo sostiene un objetivo muy fuerte, que es ganar ese certamen (el Festival Nacional de Malambo de Laborde). Es un tipo bastante especial, con una convicción fuerte, que pudo revertir muchísimas situaciones muy difíciles. Todo eso hecho con una especie de bonhomía a prueba de balas, sin llegar nunca ni siquiera a sentirse tentado por la posibilidad de robar. Es un gladiador, nunca paró. Lee a Shakespeare, tiene una cabeza bastante compleja. Yo no creo en esta cosa de que todo el mundo tiene una historia para contar y todos los hombres comunes tienen una épica. Sí creo que la historia de Rodolfo era un desafío para ser contada porque había que mirar muy de cerca para ver la épica en su vida.

Una de las cosas que también tiene Rodolfo y que nunca llega a perder es la esperanza de conseguir su sueño. ¿Puede llegar a ser un sentimiento peligroso?
Muy peligroso. La esperanza es muy peligrosa para todos. Por un lado te salva, porque es lo que te permite no decaer, pero por otro te aferra, te impide dejar atrás. Es un sentimiento muy fuerte, porque es lo que te permite sobrevivir, pero también decir "bueno, basta", y ese "bueno, basta" a veces es un alivio.

Porque también nos hace aferrarnos a un mundo que es irreal, que solo nosotros percibimos.
La esperanza tiene también que ver con cosas terribles. Es un movimiento casi instintivo humano, aferrarse a cosas que a veces son absolutamente imposibles o ilusorias. Soy muy poco dada a ese tipo de cosas, pero por eso me parece un sentimiento muy, muy peligroso.

Hablando de épica y de esperanza, me pregunto si ambas cosas son posibles hoy en el periodismo.
Tiene que ver con el grado de entrega que uno tiene. Yo no me imagino la vida si no hago esto, no creo que pudiera hacer otra cosa. Eso implica un enorme grado de entrega y también una enorme cantidad de carga de trabajo y de combinación de muchos factores. Eso no es épica, es simplemente lo que hay que hacer. Pero, en cuanto a la épica... A mí este oficio me sigue emocionando como el primer día. Ahí puede haber una épica. No es que ahora me siento aposentada. Para mí, esto recién empieza, y el día que yo deje de sentir eso sé que va a haber algo que va a empezar a hacer ruido y espero que nunca me pase. Pero yo tengo la sensación de que siempre voy a querer contar historias, siempre voy a tener curiosidad. Esto no es un oficio que se pueda hacer de diez a seis de la tarde. Estamos hablando de otra cosa. Estaría bueno que todos sintiéramos eso de que esto no es un trabajo burocrático de un empleado de correos, no es hacer encuestas, no es rellenar formularios.

El problema es que la gente que sale de las universidades pasa después poco tiempo en la calle.
Yo me pregunto si esos chicos están dispuestos a proponer una nota a un editor de una revista como "Gatopardo", por ejemplo, y decir: "A partir de las cuatro de la tarde y hasta las doce de la noche trabajo en un proyecto mío personal". Yo te puedo asegurar que el 90% de los chicos no está dispuesto a hacer eso.

Osea que hay un componente de renuncia importante.
No sé si de renuncia. Yo no lo vivo como renuncia, sino como lo que hay que hacer. Me parece que lo que hay es falta de hambre.

¿Y a qué se debe esa falta de hambre?
Supongo que se debe a que no todo el mundo tiene uñas para guitarrero, como decimos. El que esté llamado a hacerlo, o lo va a hacer o se va a volver loco y se va a convertir en un frustrado toda su vida.

El otro día alguien comentaba, medio en serio, medio en broma, que la solución sería que en España se cerrasen las facultades de Periodismo durante los próximos cuatro o cinco años. Cuando se llegan a hacer afirmaciones de ese tipo… algo grave pasa, ¿no?
La parte definitoria son los que están en los planos medios, los editores que están en contacto con los periodistas, los que hacen como de bisagra, los que deberían sostener la fe de que se puede hacer, defender el trabajo de la gente. Siempre, en la historia de las redacciones, lo importante era tener un tipo con espaldas, que te defendiera si metías la pata. Esos planos medios para mí son básicos. Es verdad que las empresas periodísticas tienen pérdidas, pero en vez de ver cómo se pueden revertir las pérdidas de contenido se enfoca como un hecho económico. Pero no es lo mismo fabricar un periódico que televisores. Hay otra responsabilidad social también, y eso se ha perdido un poco. Cuando a vos, como periodista recién empezando, se te presenta una oportunidad, tienes que estar preparado para esa oportunidad. Los chicos por ahí piensan que va a venir la oportunidad llovida del cielo y alguien va a descubrir de pronto que son Truman Capote y merecen el Pulitzer trabajando de nueve de la mañana a tres de la tarde. Hay gente que lo hace así y le sale bien porque son genios… ¿pero cuántos genios hay?

¿Tiene la sensación de que los periodistas a veces nos olvidamos del contenido?
Sí, todo el tiempo. A veces, los diarios están más preocupados en pensar cómo van a evolucionar los formatos y dejan de pensar en cuál es el mundo que le están contando a los lectores. No he visto tanta discusión acerca del tema del contenido como acerca del modo de los formatos. Lo que habría que preguntarse de nuevo es: ¿para qué nos hicimos periodistas? ¿No era para contar historias? ¿No era para contar el mundo? Si las historias están bien contadas, los lectores las van a seguir leyendo.

¿Y qué puede llegar a pasar?
Lo que puede llegar a pasar es que se genere una especie de profecía autocumplida por tanto machacar con ese tema. Últimamente, y sobre todo acá en España lo noto, los periodistas están más preocupados por qué es lo que va a pasar que por qué es lo que está pasando. Pensemos ahora, cómo hacemos mejor para contar las historias. ¿Por qué un periodista acepta trabajar en condiciones que son imposibles? ¿Por qué un periodista acepta salir a la calle con una cámara de fotos, hacer un vídeo, tuitear, tener el Facebook…? Si todos dijéramos que no al mismo tiempo: "Mire, eso no se puede hacer". Pero los periodistas han asumido de alguna forma que eso es posible, lo cual es absurdo. Nadie puede ser estupendo haciendo siete cosas a la vez. También se vició mucho la forma en que los periodistas acceden a los medios. ¿Por qué aceptamos que eso fuera así? ¿No es un poco culpa nuestra, también eso?

Quizá a la profesión le haga falta un poco de autocrítica.
Sí, por supuesto. Creo que en los periodistas inteligentes hay autocrítica, también. Son como peleas que hay que dar en varios frentes. Esta cosa del Twitter, del Facebook… Genial, pero yo no sé si todo el mundo tiene tantas cosas que decir todo el tiempo. Cuando veo a toda esa gente hablando por la calle por teléfono permanentemente digo: "Guau, ¿dónde estaba toda esta hemorragia de cosas por decir?". También creo que el gran error de los medios es haber hecho toda esa cosa del periodismo ciudadano. A mí me hace reír muchoDaniel Sampercuando dice que es lo mismo que hablar de la medicina ciudadana: ponte en manos del vecino para que te haga una operación a corazón abierto. También es verdad que esto ha servido para denunciar muchas situaciones horribles, pero esa es su función. Esto del periodismo ciudadano es una especie de "boomerang" rarísimo.

¿Cómo ve, entonces, el futuro?
Así como se auguraba el final del libro de papel y ahora parece que ya están un poco menos convencidos de que el libro vaya a desaparecer… Todo es futurología. Han bajado las ventas, pero la gente sigue comprando diarios. En principio, me preocupa menos el soporte que lo que metamos al soporte. Vivimos pensando que internet y lo digital es como el futuro definitivo y no somos capaces de imaginar nada más allá de eso. Supongo que internet, en algún momento, va a ser igual a los discos de vinilo o al casete. En los 70, éramos más imaginativos para imaginarnos el futuro que lo que somos en este momento. Ahora es como que ya nos sentimos en el futuro. Llegamos al futuro, esto es "La Guerra de las Galaxias"… Oh, tengo malas noticias, el tiempo sigue… Por eso me da risa toda esta gente que se apodera de las nuevas tecnologías… Bueno, vamos de a poco, va a haber tantas…

Hablando de medios y nuevas tecnologías, ¿qué me dice de la llegada de Jeff Bezos al Washington Post?También en eso nos apresuramos, en querer tener opinión formada de todo. Yo diría que habrá que esperar un tiempo para ver qué pasa con eso. Eso se ve un poco en los comentarios de los lectores en internet, esa necesidad de opinar de todo. Ustedes tienen una tradición de articulistas muy buena; entonces, esta cosa de opinar y decir estaría un poco como en el alma española. Hay como una vergüenza a decir: "No sé lo que pienso, no tengo una opinión formada". La gente tiene miedo a que eso pueda leerse como una señal de ignorancia. Y yo hay muchas cosas de las que no sé qué es lo que pienso, porque no hay tema sencillo, todo es complejo.
Foto: Diego Sampere
Fuente: Diario ABC