El gremio de prensa vuelve hoy a enfrentar el mismo desafío que enfrenta desde hace treinta años, desde aquel momento (1984) en que se recuperaba la democracia sindical y en nuestra asociación (APBA, por entonces) se intentaba construir una organización de nuevo tipo, inclusiva, abarcativa de las distintas formas que había adquirido el ejercicio de nuestra profesión
Los periodistas, los comunicadores, los jóvenes que militaban en los barrios y sentían la necesidad de transmitir e informar sobre su actividad, expresar sus propios puntos de vista, habían aprendido en el duro trance de la dictadura cómo hacer periodismo desde espacios informales, cómo eludir la valla que imponían los grandes diarios, revistas, canales y radios “formales” a la información que no atendía a sus intereses.
Así se formaron, especialmente en el Gran Buenos Aires y en el interior (también en barriadas humildes de la Capital) la mayoría de “periodistas” de esa generación: lejos de las grandes redacciones, cerca de la gente y su necesidad de informar e informarse. Muy cerca, también, de experimentados profesionales corridos de las redacciones por la persecución política y por la imposibilidad de expresarse libremente.
En 1983 volvió la democracia a la política, en 1984 volvió la democracia a los sindicatos. Pero la dictadura de los medios, el poder económico controlando y digitando lo que se publica y cómo se publica, sigue vigente hasta hoy.
La APBA primero, y la Utpba después (1986), tomaron el desafío de incorporar activamente a la lucha a esos compañeros dándole la figura de “colaboradores” a una categoría de trabajadores de la comunicación cuya principal diferencia con la actividad que realizan los periodistas “formales” es no poder exhibir un recibo de sueldo ni un descuento de la cuota sindical por planilla de empresa.
Se los incorporó, a través de la afiliación directa con plenos derechos, obra social y derecho a elegir y ser elegidos como autoridades, con el requisito de renovar periódicamente la certificación de su condición de trabajador de prensa y pagar en forma directa a la entidad su cuota sindical y de obra social. Desde esa época, los archivos del gremio se poblaron de revistas y diarios barriales, grillas de programación de radios comunitarias, que cada trabajador debía renovar periódicamente y en forma muy particular antes de cada fecha de elecciones.
Muchos de estos trabajadores informales, por épocas, dejan la actividad periodística porque consiguen un trabajo económicamente más rentable. En esos períodos, su afiliación queda suspendida (si no renuncian a la misma) y vuelve a activarse cuando el compañero se reengancha, reencontrándose con su vocación, previa presentación de los certificados correspondientes.
Porque así es el ejercicio de la profesión para muchos de ellos: una actividad con una amplia inestabilidad y desarrollada en condiciones precarias, no por opción propia sino por falta de alternativas, por las condiciones creadas por los medios de comunicación dominantes. A todos estos trabajadores les dio espacio el sindicato a través de la categoría de “colaboradores”.
No es una casualidad histórica que estos mismos compañeros, los de medios alternativos, fueran los primeros en ponerse al frente de la lucha por la democratización de los medios en los 80. Porque entendían en carne propia las consecuencias de la concentración mediática, y porque comprendían la necesidad de abrirle espacio a otras formas de expresión alternativas.
Porque, además, visualizaron que la necesidad de comunicar y comunicarse no se resuelve “colando una gacetilla” en un gran medio. Porque sabían, más que nadie, que hay “otra agenda” de noticias a la que proponen los grandes medios.
Muy pocos de ellos estaban organizados, ya sea en forma de cooperativas, o en torno a una asociación o foro que los agrupara. Y sin embargo se reconocieron inmediatamente como parte de un mismo espacio de pelea, de reivindicación, de necesidad de articulación de la resistencia entre los no organizados y los organizados.
Y entendieron la necesidad de denunciar a esos monopolios que cerraban los caminos a las voces del pueblo y al debate de ideas. La Utpba fue la herramienta con la que estos compañeros fueron organizándose y sumando otros compañeros.
Bien vale recordar, como forma de revisión autocrítica de aquella etapa, que no fueron las redacciones de los grandes medios nacionales, donde otros trabajábamos, las que impulsaron la denuncia y el reclamo por la democratización de los medios.
Pero no sólo en esos espacios alternativos, comunitarios e informales se genera la emergencia de periodistas “sin relación de dependencia”, sin recibo de sueldo ni descuento por planillas. Es bien conocido, para quienes trabajan en periodismo, que hoy la mayoría de las radios, fundamentalmente las AM que operan en la ciudad de Buenos Aires y varias FM que incorporan productos periodísticos a su programación, operan en la forma de loteo vendiendo el espacio a productoras que hacen su propio programa.
Así, una parte no menor de la programación de estas radios puede estar generada por conductores, productores, columnistas que no pertenecen a la planta de la radio, y que son contratados por las productoras que compran el espacio. Esta otra forma de empleo informal o no registrado, incluso en programas periodísticos de elevada repercusión, también queda reflejada en cantidades de compañeros que se afilian al gremio en carácter de “colaboradores” y hacen su aporte personalmente y no por una planilla de descuento.
Hoy el trabajo de periodista es ese universo de situaciones disímiles donde el empleo en una empresa, con sueldo y planilla de descuento de la cuota sindical no es la norma común. Pretender un gremio integrado exclusivamente por afiliados “con recibo de sueldo” es tener la perspectiva de un gremio chico, de espaldas o ajeno a esa otra realidad que expresan las forma de desarrollo de esta actividad. Ni siquiera podría calificarse de “concepción antigua de sindicalismo”, porque ningún sindicato por tradicional que sea se plantea la exclusión de trabajadores de su propia actividad.
Y sin embargo, ya desde el mismo momento que un numeroso grupo de compañeros propuso la creación de la categoría de “colaborador” en el Estatuto de Utpba para permitir la participación plena de estos compañeros en la actividad sindical, hubo resistencias.
Resistencias que se vieron reflejadas en la primera elección del gremio en tiempos del menemismo (1990), cuando la denominada Lista Azul, alineada con sectores de la ultraderecha y el peronismo ortodoxo, incluso con integrante de conocida vinculación con las fuerzas armadas en tiempos de la dictadura, impugnó la elección cuestionando el voto de los “colaboradores” y obtuvo el favor del entonces ministro de Trabajo, Jorge Triaca, de suspender las elecciones.
El gremio debió luchar contra ese sector político y con un gobierno (el menemista) que lo apañaba. Llevó adelante las elecciones que sólo unos días después el Ministerio reconoció. Pero la pelea por tener un gremio abierto y “con todos adentro” continuaría.
La lucha por la Ley de Medios trajo nuevas experiencias de resistencia, de generación de conciencia acerca del valor de la pluralidad de voces y de la necesidad de abrir canales de participación en materia de información. Sin embargo, los mismos que pelean por lograr esa apertura, que llevan años haciendo la experiencia de construir sus propios medios, de articular esfuerzos con grupos militantes y fuerzas sociales diversas en sus respectivas localidades, hoy se encuentran con que “compañeros” que dicen defender esos mismos valores pretenden excluirlos.
Hoy un sector del gremio denuncia “fraude” en las elecciones del gremio de periodistas por “la inclusión de una enorme cantidad de afiliados sin ninguna relación de dependencia. El Estatuto Social de la UTPBA marca que para ser afiliado al sindicato se debe cumplir esa condición”. (18 de septiembre. Comunicado oficial de la Lista Multicolor). Ni el Estatuto de la Utpba contiene esa cláusula restrictiva ni se ha planteado que voten quienes no hayan demostrado ejercer la actividad en algún medio. El problema, otra vez más en esta no tan corta historia, no es “la inclusión” sino la pretensión de otros de “exclusión de una enorme cantidad de compañeros”.
Siempre creí que quienes tuvimos la suerte de insertarnos en un espacio periodístico dentro de los medios reconocidos, ejercer nuestra profesión con las libertades que otros compañeros no gozan, tenemos una responsabilidad extra: pelear por visibilizar esa otra forma de hacer periodismo de aquellos que no cuentan con nuestras facilidades y mantienen muchas veces a pulmón su actividad. No hay razón política que pueda justificar la intención de “borrar” a esos compañeros como forma de conquista de un gremio. No se defiende la democracia sindical por medio de arbitrarias y sospechosas “medidas cautelares” obtenidas en juzgados al estilo de las grandes corporaciones mediáticas.
Raúl "Rulo" Dellatore (periodista. PáginaI12, Visión 7 TV Pública, CI. UTPBA)