jueves, 25 de abril de 2013

Sergio Szpolski: El ruin efecto de la pauta oficial

Por: Diego Rojas, @zonarojas
Una característica recurrente del kirchnerismo -posmoderna en el peor de los sentidos- es su creencia acerca de que el discurso crea realidad. El famoso “relato”, que no es otra cosa que la acción estatal de la propaganda aggiornada por lecturas de Marshall McLuhan y Pierre Bourdieu. El aparato cultural kirchnerista potencia ese relato -emanado de las usinas sitas en Balcarce 50 y alrededores- mediante medios de comunicación adictos, estatales o paraestatizados a través de la pauta oficial y la anuencia de sus dueños (empresarios siempre vendibles al mejor postor).
La irrupción del kirchnerismo como el adalid de la lucha por justicia en referencia al caso Mariano Ferreyra -y la propia postulación de un grupo de medios kirchnerista oprobioso como abanderado de tal causa- sólo podría suceder como una consecuencia directa del derrumbe intelectual que, entre otros, es un efecto directo del exceso de pauta oficial.
Esa es la vergonzosa operación que intentó realizar el mandamás de medios K Sergio Szpolski, cara visible del Grupo 23, quien en la editorial del domingo 20 del diario Tiempo Argentino no sólo atribuye exclusivamente al gobierno la responsabilidad por el curso de los acontecimientos que derivaron en el juicio oral que acaba de dictar sentencia, sino que endilga a su propio grupo empresario un papel descollante en la lucha por justicia. Craso error. El Grupo 23 formó parte del aparato de medios kirchneristas que, no bien sucedido el crimen, se volcó a la realización de operaciones para despegar al gobierno de los evidentes socios que habían sido los culpables de la muerte de Ferreyra. La revista Veintitrés -cuya edición cerraba aquel mismo miércoles 20 de octubre de 2010- decidió aminorar la importancia del acontecimiento otorgándole un friso de tapa (no la tapa) prometiendo explicar la verdad sobre una supuesta “interna sindical” que se había cobrado una vida. El canal CN23 fue uno de los protagonistas de la operación Trezza, que intentaba atribuir el crimen a las patotas (realmente existentes) del empresario duhaldista, pero que no habían tenido que ver con el homicidio tal como intentaba mostrar la emisora de Szpolski. Sergio Szpolski mismo -durante una reunión sindical realizada el 21 de octubre de 2010, con la presencia de este cronista y su entonces compañero de la comisión interna de la revista Veintitrés- aseguró que el grupo no le daría la palabra a los miembros del Partido Obrero sobre el caso Mariano Ferreyra, ya que quería evitar un uso político del crimen. Los estudiantes de medios pueden comprobar cómo en esas primeras semanas, luego del asesinato del militante del Partido Obrero, nadie del PO opina en los medios del Grupo 23. Una vergüenza viva para el periodismo y la moral.
Una línea de coherencia que se pudo comprobar con la publicación, en ese mismo medio, de una columna escrita por el cura Eduardo de la Serna que, entre otros bajos agravios, especulaba: “Lamento creer que el PO está celebrando y que Ferreyra fue un peón del ajedrez que entregaron (como las tomas en la facultad de Sociales) mientras juegan a la política, antes de tener su próxima tarjeta de American Express y ser gerentes de multinacionales”. Una bajeza infrahumana. O cuando el inefable columnista Demetrio Iramaín calificó al Partido Obrero como “el peón de Duhalde” y planteó que el reclamo de que el gobierno rompiera con Pedraza implicaba una operación golpista, ya que de hacerlo los pedracistas pararían el ferrocarril, provocando el caos y una escalada destituyente. “Que Altamira rompa con Duhalde”, reclamaba el editorialista de Tiempo Argentino. Infame. Cuando Marcelo Ramal escribió contestando el agravio de Iramaín, la dirección del diario decidió que se publique su texto en un recuadro del correo de lectores.
En realidad, una línea de principios. No debe olvidarse que ese mismo diario celebró el encarcelamiento fraudulento de Rubén “El Pollo” Sobrero, cuando falsamente Aníbal Fernández lo acusó por los desmanes en la estación Haedo y tituló en tapa: “Las pruebas del juez para detener a Sobrero”, cuando no existía ninguna prueba de esa opereta del Estado contra los trabajadores.
Szpolski es el dueño de un grupo de medios que se plegó a la línea oficial sobre el caso, que intentó involucrar a Duhalde con el crimen con el solo fin de despegar a los kirchneristas y sus socios (el caso extremo fue “6,7,8”, que llegó a inventar una reunión entre Pedraza y Duhalde nueve días antes del homicidio de Ferreyra); que quiso desasociar la imagen del militante de su partido (lo que en Radio Nacional se expresó en la orden de no usar la palabra “militante” sino “manifestante” o, como en el Grupo 23, mediante la organización de la cobertura del caso) y que quiso estigmatizar a quienes luchaban en las calles, así como a toda tribuna, quienes lograron que la sociedad no olvidara el crimen y que sostuviera el reclamo de castigo y perpetua.
Szpolski canta loas al gobierno que aconsejaba a Pedraza (a través de los ministros Carlos Tomada y Noemí Rial) cómo conservar su poder meses después del asesinato y acusa a los compañeros de Mariano Ferreyra de que “jugaron a la política partidaria frente a la tragedia e intentaron apropiarse de la muerte de Mariano”. Hace pocas semanas, las decisiones empresariales sobre la cobertura del caso Ferreyra, defendidas personalmente por Szpolski, fueron objeto de debate entre los trabajadores y el empresario en uno de sus medios. Porque los trabajadores de prensa nada tienen que ver con el derrumbe moral de los mercachifles de los medios de comunicación. La miserabilidad de estos empresarios no tiene límites.
Foto: Pepe Mateos
Fuente: po.org.ar