Cuando Hugo Chávez fue elegido presidente de Venezuela por primera vez, en 1999, existían fuertes y pocos grupos privados de medios. El grado de concentración era superior a la media en América latina y el lenguaje de Chávez hacia las empresas periodísticas era edulcorado. Catorce años después, el sistema de medios venezolano exhibe cambios mayúsculos: la concentración sigue siendo alta, pero la protagoniza el gobierno, que controla la mayoría de las emisoras. En los sucesivos mandatos de Chávez la exacerbada concentración privada fue reemplazada reactivamente por una exacerbada concentración gubernamental.
Esta perspectiva es omitida por los usos emotivos del duelo por la muerte de Chávez, que imprimen calificativos categóricos con los que tanto quienes admiran su labor como sus detractores se disputan el juicio sobre el líder fallecido. En el caso de la política de medios, los atributos que basculan entre la proeza heroica y la perversa maquinación autoritaria esquivan aspectos centrales de una experiencia que inauguró a comienzos del siglo XXI una discusión que, con matices, fue reproduciéndose en otros países de la región.
Chávez declaró en la campaña electoral de 1999 que tenía “la mejor relación con los medios privados” y aseguraba que éstos no sufrirían alteraciones. Después de 13 años de ejercicio de la presidencia, en la campaña electoral de 2012 “el 90% de los canales de televisión por aire” eran manejados desde el gobierno, según el investigador Antonio Pasquali.
La relación que sostenía Chávez con los grupos mediáticos se cortó definitivamente en algunos casos (RCTV) y en otros mudó de la cordialidad al espasmo (grupo Cisneros) a partir del Golpe de Estado de 2002. Cuando en abril de ese año Chavez fue derrocado por dos días, los medios privados alentaron el Golpe, transmitieron las proclamas golpistas, acusaron al chavismo de efectuar disparos para justificar su represión y respaldaron al gobierno de facto (es recomendable ver el documental La revolución no será televisada de los irlandeses Kim Bartley y Donnacha O’ Briain). La actuación de los medios en el golpe detonó una política inédita de regulación del sector a través de la llamada Ley Resorte (Responsabilidad Social de Radio y Televisión) de 2004.
Además, contra la tradición de docilidad en el control de las licencias de radio y televisión con la que se administró en América latina el espectro radioeléctrico, Chávez no renovó el permiso que explotaba RCTV, una de las principales cadenas de televisión, en 2007. Si bien es prerrogativa del Estado definir la extensión o no de las licencias cuando expiran, la discrecionalidad quedó expuesta por el contraste entre el cierre de RCTV y la negociación con la que el gobierno benefició con la renovación de la licencia al grupo Cisneros en el mismo momento.
Chávez estrenó en la región una forma de intervención estatal que asigna protagonismo en la gestión de los medios al gobierno, lo que habilitó el surgimiento de numerosos medios oficiales que conforman un espacio con escasa audiencia y discurso hermético que antagoniza con la agenda de grandes medios privados. La crítica al abuso gubernamental no puede desconocer que constituye una reacción a otra concentración, previa, que incitó incluso el golpismo. Esto no justifica la reacción pero la inscribe en su contexto.
*Especialista en medios; en Twitter @aracalacana
Fuente: Diario Perfil
Ver anterior: Venezuela: El Gobierno crece en medios informativos pero no en audiencia
NdE: Opinión de Hugo Chávez sobre la propiedad de los medios en 1988
Proyecto Radio Mochila aporta a la nota:
Porque en este momento de la historia es muy sano debatir, y porque es bueno escuchar distintas voces y opiniones, aquí nuestro aporte:
En esta nota se cita a Pasquali, quien plantea que en 2012 “el 90% de los canales de televisión por aire” eran manejados desde el gobierno.
En el mismo año, Ignacio Ramonet plantea números casi opuestos:
"Aunque agresivas campañas de propaganda pretenden que, en la Venezuela bolivariana, los medios de comunicación están controlados por el Estado, la realidad –verificable por cualquier testigo de buena fe– es que apenas un 10% de las emisoras de radio son públicas, el resto, o sea el 90%, son privadas. Y únicamente el 12% de los canales de televisión son públicos, el resto, o sea un 88%, son privados o comunitarios. En cuanto a la prensa escrita, los principales diarios El Universal y El Nacional, son privados y sistemáticamente hostiles al Gobierno." (cita: párrafo 15 de esta nota)
Y para seguir sumando miradas al debate, compartimos algo que escribimos hace 5 meses, luego de recorrer radios comunitarias venezolanas.