domingo, 16 de septiembre de 2012

El periodismo que fue y el que se viene

Anticipo de lo que se verá esta noche a las 21 por CN23: "La historia en debate" conducido por Eduardo Anguita. Una charla entre amigos y militantes desde siempre por los derechos humanos: las luchas, los recambios en la primera línea y la cultura como forma de gritar presente

Reflejos de una polarización discursiva
Entrevista: María O’Donnell y Mario Wainfeld

En estos años, más allá, de los rótulos de periodismo profesional o militante, se torna muy difícil separar las convicciones del análisis político. “Yo no pretendo separar mis convicciones personales –dice María O’Donnell–. Me parece que el periodismo impidió que me enamorara fácil de ciertas situaciones políticas. Trato de mantener siempre la misma mirada crítica. Obviamente, tenemos ideología y puntos de vistas y eso se ve desde la nota que elegimos hacer. Pero sobre todo creo que debemos tener una ética de laburo. Lo que siento que tiene que ser una identidad más que militancia versus militancia”. Y replica Mario Wainfeld: “Cuando uno hace análisis político o edita política, cuando uno elige notas, en definitiva está respondiendo a una percepción del mundo. ¿Por qué a mí me interesan más los temas de derechos humanos que las declaraciones de círculos de oficiales de la armada? Porque pongo por delante y sincero las premisas que tengo. Luego analizo de modo tal qué es lo que voy a escribir o comentar para que sea útil también para los que no piensan como uno. Hablo de una especie de ética situada”.

Antes, era muy sencillo pasar de una redacción a otra. ¿Hoy es lo mismo?
María O’Donnell:
El pase de Página/12 a La Nación en otras épocas no era conflictivo. De hecho fuimos muchos los que pasamos.

Vos estás en una radio muy interesante porque en Continental conviven muchas cosas, algo que no ocurre en otros espacios. Es un resultado de lo que ha pasado en los últimos años en la Argentina. Yo estoy contento de que se haya hecho una ley que generó tensión en algunos dueños de medios...
M. O’D.:
Yo tiendo a descreer un poco del argumento de que todo lo que vivimos tiene que ver con la ley y todos los malos vienen de Clarín. Más que con la ley tiene que ver la introducción de la discusión de los medios en los medios, cosa que no había. Y que con las redes sociales era inevitable, más allá de que tiene otra fuerza de cómo se instaló desde el propio Gobierno, como una herramienta que forma parte de la comunicación y propaganda del Gobierno. Hay una apuesta deliberada de llevar ese debate a los medios y también esa idea de que todo periodismo esconde un interés detrás y que no existe tal cosa como el periodismo independiente, una figura más de los ’90. Yo no soy nostálgica de ese periodismo y siempre fui partidaria de dar discusiones en los medios. Hubo una experiencia cortita en TXT, una revista que tenía Hugo Sigman, un empresario importante de la industria farmacéutica. En el primer número lo presentamos a Sigman como el empresario y dueño de la revista. Yo lo entrevisté como subdirectora dos veces sacándole información, y era un tironeo real con un compromiso que era que cuando hubiese un tema que tocara los temas del empresario nosotros lo íbamos a explicitar en la revista. Lamentablemente, esto que yo veo positivo, teñido desde el otro lugar, impide que esta discusión adquiera el lugar y la forma de que estos espacios no existan. Son espacios naturales para la Televisión Pública que lamentablemente hoy es trinchera, que echó a rodar ese debate pero lo impide y lo imposibilita.
Mario Wainfeld: Cargarle sólo a la Televisión Pública la ausencia de debate es un poco impropio. La Televisión Pública es un fragmento de todo un mercado donde también podrían estallar los otros. Yo veo esa falta de discusión y de debate mayor. Saludo que haya más politización en general en la Argentina, porque la politización y debate sobre los poderes corporativos trae como consecuencia previsible que se discuta el poder de las grandes corporaciones y entre ellas los medios de difusión. Para nada es un fenómeno local. Lo mismo pasa en Uruguay, Brasil y en las democracias templadas. No es una rareza o hallazgo argentino. Es saludable que se discutan los poderes económicos y mediáticos. Veía con sorpresa que dijeran que a la gente no le interesaba el periodismo del periodista. Me parecía asombroso que en los medios no se discutiera lo que yo discutía en el café. A la vez, ese destape me parece francamente valioso. Claro que los modos por ahí son muy tumultuosos y hay elementos de agresión que le restan calidad. Cada uno debería hacer en su lugar un esfuerzo en ese doble sentido de mantener viva la llama de la discusión y en establecer los niveles de tolerancia y elevación del discurso que nos mejorarían a todos.
M. O’D.: Pasa también que hay una parte que, aunque me quieren hacer creer que el espacio creció y en algunos aspectos se achicó. Ciertos márgenes de poder laburar con cierta libertad se ha vuelto muy difícil porque no hay muchos ámbitos que no estén sujetos ya sea a la dependencia de publicidad oficial o a los intereses de un grupo económico con otros intereses que pone sus productos periodísticos en función de esa pelea. Creo que hay una discusión que tiene muchos más matices pero es más complicada pero está en un contexto donde el periodismo no es un negocio en su sentido económico. El empresario periodístico como tal es una especie muy en extinción. Los medios se han vuelto campos de batalla.

La percepción de los televidentes y de los lectores, ¿reclaman multiplicidad de voces?
M. W.:
 No me animo a hablar en nombre del público. Hay algo sobre la propiedad de los medios que gustaría señalar: Yo creo que hace muchísimo tiempo que los propietarios de los medios no son básicamente periodistas y no tienen intereses periodísticos. Los medios son una plataforma para tener poder y, en general, son una base de negocios muy fructífera. En el caso de Clarín es clavado. Un canal de noticias o un diario no son buenos negocios en términos económicos. El negocio ahí está en el poder que te dan esos negocios para hacer otros negocios.
M. O’D.: U obtenerlo acordando con el Gobierno Nacional las pautas de publicidad oficial que es el otro costado de lo que está pasando hoy y es un negocio cerrado sin riesgo.
M. W.: Con riesgo, porque tenés el riesgo de la democracia, ya que te pueden bajar el gobierno y se te acabó.

Los empresarios de los espectros oficialistas también tienen que hacer ecuaciones, no viven solamente de la pauta oficial.
M. W.:
 En general hay advenedizos que entraron en el negocio del periodismo. Ernestina de Noble era enfermera antes de ser…
M. O’D.: Pero ahí hay un proyecto político que es el viejo diario inserto en el desarrollismo que llevó a la etapa del gerente en los medios, muy distinta a la del editor.
M. W.: Pero el viejo diario de ideas donde escribían los desarrollistas desaparece y queda un detalle por ahí, pero se reconvierte en una base de negocios que mucho no conocemos. Ni siquiera aquellos que somos iniciados en el tema. Negocio en materia de telecomunicaciones satelitales y que es mucha guita. Son proyectos a muy largo plazo y siempre necesitan fructíferas relaciones con los gobiernos. Eso tampoco es un invento de la etapa kirchnerista. Creo que hay una tendencia de mucho público: que la polarización discursiva política tiene…
M. O’D.: …sus reflejos.
M. W.: Sus reflejos, exacto, y su dialéctica a esta altura. Hay un público que tiene la camiseta puesta y es muy dinámico. El caso de Continental es particular. El “problema” o la característica que tiene es Víctor Hugo que es discordante del resto, y María que flota.
M. O’D.: El hecho raro es esa convivencia Magdalena/Víctor Hugo.
M. W.: Hecho maldito del país mediático.
M. O’D.: A mí me parece que fue una cosa que se dio por las circunstancias, porque comenzaron a convivir y convivían de otra manera. El mérito de Continental es haberlos mantenido a los dos desafiando la lógica de cualquier programador que indica que aquel que te escucha quiere escuchar más o menos lo mismo todo el día. En radio, el ejercicio de entrar y salir del dial es más complicado que el zapping. Creo que en este contexto, esa heterogeneidad es un valor que le da una marca distintiva frente a la coyuntura. Y celebro eso porque nos da margen a todos ahí adentro.
M. W.: Lo llamativo es cómo se organizan los oyentes. Porque los que llaman a Magdalena, lo hacen quejándose de Cristina. Y lo contrario entre los que llaman a Víctor Hugo. Hay una concordancia y un clima que se amolda. Y que se da también en la política institucional y en la mesa de café con los amigos.

Cuando se encuentran con alguien que no comparte sus ideas pero le gusta el periodismo que hacen, ¿sienten que el periodismo es un espacio propio?
M. O’D.:
 Es más fácil y claro situarse hoy en lugares más contundentes. En lugar de no tener partido previo frente a una situación por cómo viene o de dónde lo hace. A mí me encanta cuando alguien que se proclama kirchnerista me escucha. Ojo, que también me han agredido los macristas.

¿Podemos hablar de los soportes? ¿Usan anotador o pasaron con todo a la tecnología?
M. O’D.:
 Hoy todos tienen a mano el twiter, el facebook, el celular o la computadora para registrar. El hecho del registro se democratizó enormemente. Yo no soy partidaria de los colegios de periodistas y de que haya colegiación. Creo que todo el mundo ejerce a su manera. Pero que finalmente lo único que nos construye es la credibilidad, tomemos nota en lo que las tomemos.
M. W.: Cuando escribo a la primera, trato de marcar subjetivas. Yo soy un cronista, un tipo que trata de contar los hechos que son fidedignos y después los encajo en una concepción del mundo. Para mí, una política estatista es un sesgo mejor que una política no estatista. Yo tengo postura previa de todos los temas. Si Macri estatiza YPF estoy a favor.

Un mapa de perplejidades
Entrevista: Nora Veiras y Sergio Ciancaglini
Las discusiones sobre el rol del periodismo, las potencialidades y perplejidades que desatan nuevas experiencias comunicacionales, las dificultades en la aplicación de la ley de medios. Estos y otros temas son parte de una charla con los periodistas Nora Veiras y Sergio Ciancaglini, incluida una preocupación del segundo en torno del monopolio de la distribución de medios gráficos. Dice Ciancaglini que 263 revistas y publicaciones están trabajando en ese tema para construir una nueva legislación superadora de la actual.

Me llama la atención que Sergio tiene su libreta de apuntes…
Nora Veiras:
 Toda una reliquia y una demostración de lo que es el periodismo de verdad…
Sergio Ciancaglini: Es muy práctico porque hay una cantidad de cuestiones que están ocurriendo en diferentes lugares que no sólo son registrables, a veces, por una cámara, sino que son imágenes, carteles, ideas. Soy medio “garciamarquiano” en ese sentido.

Cada época tiene lo suyo y el periodismo en los últimos años está muy entrelazado con la idea de que hay una nueva ley y hay nuevos paradigmas. Sin embargo, cuando uno tiene que ejercer el periodismo no es sólo eso. ¿No será también una manifestación de algo que cambia?
N. V.:
 La ley es una parte. Pero el periodismo en los últimos años, si nos detenemos en Argentina –porque el proceso tiene componentes que pueden ser asimilables a América latina y a distintos lugares del mundo–, está expuesto un tema como nunca y que durante muchos años fue medio oculto. Y es en qué medida el periodista cumple su tarea y en qué medida es un instrumento de los dueños de los medios que detectan poder y juegan otros intereses que van mucho más allá del terreno del periodismo. El debate sobra la ley de medios y sobre la asimetría evidente que existe entre grandes grupos de poder mediático y otros que están muy desequilibrados en el mercado, así como también la necesidad, según el objetivo de la ley, de hacer más armoniosa esta posibilidad de diversidad de voces, está todavía como una tarea pendiente. Hace tres años que el proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual entró al Congreso y se aprobó. Pero lo concreto es que en lo real del nuevo entramado de medios en la Argentina hay poco hasta ahora que se haya concretado. Y de lo viejo hay mucho. Lo que hay es una pelea desenmascarada donde se han expuesto muchas cosas que son productivas en la medida en que se le permite al receptor entender lo que está en juego. También muchas miserias que empobrecen lo que debería ser, para mí, el periodismo.
S. C.: Además hay un elemento crucial y todavía no se discutió. La ley de medios es de servicios audiovisuales y nos hemos olvidado de la gráfica. Nosotros hemos hecho una reunión de lo que son las publicaciones culturales, independientes o autogestivas, pensando en que se viene un nuevo problema. Y es que así como había una monopolización de los medios audiovisuales está ocurriendo el mismo fenómeno con la distribución de la prensa gráfica. Esta tiene una característica y es que marca la agenda. A veces en los diarios aparecen las referencias a sus propios programas políticos o de entretenimiento de la noche anterior. Como que tienen que salir en el diario para tener existencia. Pese a que los diarios se venden menos, siguen teniendo una fuerza grande porque manda agenda en un universo que los sigue. Si se monopoliza la distribución de los diarios y revistas, los kioscos (que hay una cantidad que están en venta y es por el fenómeno que les estoy planteando), se está produciendo la monopolización de las cadenas de distribución, con lo cual estamos planteando que así como acompañamos la ley de medios con un libro que se llama El fin del periodismo y otras buenas noticias, nos estamos olvidando de la gráfica y puede ser el debate de aquí en adelante. Hay 263 revistas y publicaciones que están trabajando en estas cuestiones para que pueda existir una legislación que hace falta completar con el sector de la gráfica, mientras que la que está se debe cumplir.

Estuviste en La Razón, Página/12, Clarín y ahora en la MU desde hace seis años.
S. C.:
 La revista MU, que forma parte de la Cooperativa de T rabajo La Vaca… En esas viejas redacciones había una utopía cotidiana, viste esos días negros que decís por qué decidí trabajar en periodismo, y había mucha gente que decíamos que algún día tendríamos que poner una cooperativa de periodistas en un bar. Nosotros logramos armarla, inspirados un poco en la idea de las fábricas recuperadas. Había un nuevo modo de organizarse que era salirse de la determinación de los medios estatales y privados y crear experiencias autogestivas que, en el fondo, han creado la posibilidad de la ley de medios y este entramado nuevo que son las buenas noticias de las que hablamos en nuestro libro.

Volvemos a las miserias de las que hablabas…
N. V.:
 Hay un punto en que valoro el debate que se da sobre quiénes son los dueños de la comunicación o qué intereses se juegan. También miserias, porque aparecen exacerbados comunicadores que olvidan su pasado, cambian el discurso, y acusan sin ningún tipo de fundamentos a aquellos que tienen determinadas posturas que no concuerdan con lo que ellos dicen. Ahí se entra en una desvirtuación de lo que es el periodismo. Me gustaría más que el periodismo se sustentara en la posibilidad de la información. Creo que todas las opiniones son válidas pero hay datos que son o no son. Y cuando se tergiversan esos datos o se muestran con una intencionalidad absolutamente tendenciosa..., ahí es muy difícil debatir.

¿Cuándo trabajaban en Página/12 se sentían cómodos? ¿Cómo se sienten ahora en sus respectivos espacios?
N. V.:
 Soy una especie de dinosaurio en Página. Estoy hace 25 años. Me sentí cómoda. Cuando hace mucho tiempo que uno trabaja en esto y ha conocido a muchos personajes de distintos calibres, ha respetado a algunos, les ha perdido el respeto a otros, ha aprendido a respetar a otros, uno se da cuenta de lo complejo de la relación del periodismo con el poder. Y más en un medio que es una empresa. Me acuerdo cuando Lanata era director de Página/12, en una charla que había dado, porque crea Página con Ernesto Tiffenberg como producto periodístico, fue un antes y un después en el periodismo gráfico en Argentina. Lanata dijo que Página/12 era lo suficientemente independiente para sobrevivir en el mercado. Es una definición acertada de lo que es un periodismo que trata de tener una línea editorial, defender determinados valores en el tema de derechos humanos, por ejemplo. Creo que Página/12 en eso es incuestionable, cuando los derechos humanos eran un reducto para unos pocos militantes y estaba muy lejos de ser una demanda política o social. Después ha tenido como otros medios idas y vueltas. Pero si miro hoy la realidad del periodismo gráfico en Argentina no dudo en decir que me siento representada donde estoy.
S. C.: En general siempre estuve cómodo donde trabajé. Incluso enClarín cuando al principio de los ’90 tenía una posición crítica con respecto al menemismo. Yo siento que los ’90 fueron una bisagra, desde mi punto de vista, rompieron un poco con la posibilidad de hacer periodismo en las redacciones convencionales. Ese menemismo cambió la historia hacia esto que es el fin del periodismo. En el sentido que continúan existiendo estos medios pero, a lo mejor, la información comenzó a ser algo que no conviene que esté en manos de los periodistas y hemos visto la eclosión de nuevas experiencias a la que remite la ley de medios. Son experiencias de radios comunitarias, barriales y demás hechas por quienes no eran periodistas. Hay una radio que tiene el nombre perfecto: Radio Cualquiera. Cualquiera puede informar. Cuando creamos la cooperativa pensamos en por qué no tomar la voz propia y no dejarla subordinada a lo clásico que es la empresa privada o estatal. Qué nueva sociedad está existiendo que permita este tipo de vínculo e intercambio de información.

Cuando apareció la señal Encuentro me pareció extraordinario. ¿Por qué en la Argentina no aparece algo como, por ejemplo, una radio que se parezca a los peones rurales que son un millón, que están en negro, o de otros ámbitos que merecen el reconocimiento desde arriba?
N. V.:
No tengo respuesta para eso. Veo una especie de paradoja porque por un lado hay una disponibilidad tecnológica y diversidad de experiencias que permitirían pensar que una democratización de la comunicación sería más factible. Pero por otro lado tenés una preeminencia económica que en lo televisivo se ve mucho más. Por un lado tenés una cantidad de licitaciones a las que se había llamado para una cantidad de canales y por el otro dieron marcha atrás. Eso muestra a las claras que hay una dificultad práctica de la aplicación de un criterio conceptual que yo comparto de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que es muy difícil de instrumentar. Porque después, en el tema audiovisual, necesitas capitales para poder financiar las experiencias televisivas que se suponen tiene que ser alternativas de los grupos oligopólicos. En cuanto a que no hay una potencia más fuerte de experiencias por ahí comunitarias que son muy fuertes en lo sindical o trabajo social, me pierdo. Porque no es sencillo. Cualquiera puede comunicar pero cualquiera no sabe comunicar. Me parece que ese salto es complejo de dar.
Fuente: Miradas al Sur