domingo, 9 de septiembre de 2012

Cuestionan el reality ¿Quién quiere casarse con mi hijo?

El Observatorio de la Discriminación en Radio y TV analizó los dos primeros episodios del programa ¿Quién quiere casarse con mi hijo? emitido los días jueves 2 y lunes 6 de agosto por Telefe
En primer lugar señalamos que el formato del programa mencionado es de reality show, entendiéndose por ello que en tales ciclos se registra a personas semejantes al público que las mira, en situaciones de la vida “real”, en contraposición de los formatos ficcionados interpretados por actrices y actores. Muchos de estos programas se apoyan en cámaras ocultas por lo que algunos/as teóricos/as (1) señalan que estos productos resultan exitosos al incluir temáticas que se basan fundamentalmente en el exhibicionismo de la vida íntima y en el efecto espejo(2).
Otra característica de esta clase de formatos es que consisten en concursos para acceder a un premio, aunque generalmente el hecho de aparecer en la TV, de volverse “mediático/a” y obtener fama, son otras formas de recompensa que buscan quienes participan de los mismos.
El caso aquí analizado engloba algunos aspectos señalados pues fundamentalmente se trata de un concurso para conseguir una pareja a cinco varones, motivo que de distintas formas ha sido frecuentado desde hace décadas en la programación argentina y en la de otros países. No obstante, en ¿Quién quiere casarse con mi hijo? aparecen cuestiones que exceden las características propias del género para retomar algunas otras propias del grotesco y aún del absurdo, aunque esto no estaría explicitado en el contrato de lectura (3) que se hace con la audiencia, tal como lo analizaremos más adelante. En síntesis, en este programa las participantes compiten para que una de ellas sea elegida como esposa del galán que las selecciona junto a quien será su futura suegra.
Este programa se apoya en una serie de estereotipos de mujer. Las jóvenes deberán cumplir un espectro de roles: cocinera, cuidadora, objeto sexual, madre. Mientras tanto, la madre del candidato cumple con el estereotipo de suegra mala y competitiva con temor a ser desplazada por una nuera. Como no podía ser de otra manera y en esto se basa en gran parte el programa, la relación entre ambas será de rivalidad; hecho que potencia la imagen de la amistad entre mujeres como una relación signada por la competencia y el egoísmo.
Así, en la primera entrega, luego de la presentación general, se ve una situación pretendidamente cotidiana entre el participante número uno, Nacho, caracterizado como un “rockero de San Isidro” y su joven madre María Teresa, apodada “Máxima”. Allí ya se revelan algunos de los atributos que debería tener la aspirante a casarse con Nacho para ser aceptada por él y por su “multifacética” progenitora. Después, vistiendo de gala, madre e hijo son conducidos a una mansión donde la conductora Catherine Fulop los saluda y destaca la “variedad de candidatas” que los esperan. Pertinente es señalar que en un adelanto de una entrega futura, puede verse que uno de los “galanes” elegirá entre candidatos varones.
Lo que sucede luego parece una selección de personal en la que Máxima y Nacho muestran la conveniencia de quedarse con tal o cual joven, con reminiscencias a los antiguos pedidos de mano, sólo que el otrora pater familia elegía marido para una silenciosa hija que aquí rota por una madre que señala múltiples defectos y alguna escasa virtud a las candidatas que el hijo festeja en tanto sean más o menos voluptuosas. Esa acción se acompaña con diálogos del tipo:
Madre: “Ignacio, ¡está toda tatuada! ¿Sabés que me parece que no le puede dar la teta a los nenes con tanto tatoo?” (Esto es porque la madre dice que además de buscar una esposa para su hijo, quiere una madre para los seis nietos que la pareja estaría obligada a tener según su designio).
Otra de las referencias despectivas que hace Máxima es: “¿Por qué no tirás Raid o algo para ver si dejan de venir?” ya que parecen no gustarle del todo las candidatas que tiran por la borda el tipo de nuera que desea ella y que parece haber transmitido a su hijo. Por ejemplo:
Nacho: “¿Cocinás?”.
Anabel: -“No cocino nada. Hago puré en polvo, que está muy bueno con huevos fritos”.
Nacho: -“¿Planchás?”.
Anabel: -“No tengo plancha (se ríe) Ahora no plancho”.
Sofía: “Empecé a cocinar hace poco, a meterme en la cocina con mi mamá. Hace unos meses empecé a ser vegetariana, por el cuidado de los animales…”.
Nacho: -“Listo, yo creo que está muy bien”.
Madre: – “¡Ve-ge-ta-riana!”.
Nacho: -“Be –bota. ¡Divina!”.
En este último ejemplo se brinda una de las pocas situaciones en que madre e hijo no funciona en tándem.
En otro momento, el joven pregunta a una participante afrodescendiente que posee un cuerpo muy esbelto si trabaja con el mismo. Si bien la chica despeja aquello que sobrevoló en la sala por unos segundos indicando que efectivamente trabajó con su cuerpo modelando en su país, Ecuador, hay una tensión acerca del ejercicio de la prostitución a lo largo del programa. La misma también se hace explícita cuando una de las participantes dice que trabaja en una disco de strippers aunque deja asentado que ella no es bailarina.
Aquí comenzamos a relevar las diferencias con el segundo episodio del programa. En esta oportunidad, el candidato es Patricio, diseñador gráfico y stripper, mientras que su madre, Patricia, juega el rol de no tener problema en que una postulante para casarse con su hijo trabaje en tales ámbitos o incluso ejerza la prostitución en tanto lo diga abiertamente y no intente ocultarlo. Para esta madre lo valioso sería la sinceridad de quien dé tal información, siendo ilustrativo el caso de la joven que cuenta que trabaja de mucama y también el de otra participante que dice que también es mamá soltera. Ahora bien, entre Patricio y Patricia, como es la marca del programa, no dejan de multiplicarse los estereotipos acerca de lo que una mujer debería ser. Y esto sucede porque es propio del ciclo mostrar a las mujeres jóvenes como objetos sexuales, más allá de que la segunda madre diga “¿ves dos tetas y ya te gustaron? ¿tenés que mirarle el culo a la mujer?”. Justamente esta crítica es uno de los condimentos del juego en torno a los valores tradicionales y aquellos que no lo serían tanto. Por ejemplo, en el segundo capítulo una de las participantes dice ser virgen y es descalificada por eso, dejando una estela “de por algo será” en lugar de pensar que el momento para mantener las relaciones sexuales hace a los derechos sociales y reproductivos de una mujer y que no debieran ser adelantados ni atrasados por otros condicionamientos del medio.
En las entregas analizadas los muchachos toman una foto a cada participante para que formen parte de un muestrario o catálogo de las candidatas, que constituirán una herramienta en la eliminación de las mismas. Esas anotaciones funcionan como CV donde lo que importa fundamentalmente son las características físicas. Si el aspecto físico de las candidatas no fuera del total agrado del participante y de su progenitora, el mismo podría “corregirse”, incluso mediante cirugías estéticas. Éste es un punto central, porque en la primera emisión, después de las presentaciones relatadas, se realiza la eliminación de tres de las diez participantes. Un adelanto de la próxima entrega nos muestra que las siete chicas seleccionadas, junto a Máxima, acuden a una esteticista. Ese fragmento es uno de los que generó mayores reclamos del público que se comunicó con este Observatorio ya que allí se expone a las jóvenes en ropa interior marcándose en sus cuerpos aquello que debería ser extirpado y corregido. No todas las jóvenes acuden complacientes a esta consulta médica.
Micaela: “Esta situación me parece un poco materialista, la verdad que…, no sé, me siento mal”.
Daniela: “Yo no pensaba que era como el Juicio de Nuremberg a la celulitis.
Máxima responde a estos cuestionamientos con una frase que constituye uno de los estereotipos asignados a las “suegras”: “Uno cuando elige a un hombre para casarse, sabe que viene con un paquete y ese paquete está aquí” (señalándose a sí misma).
De modo tal que no sólo se somete a las jóvenes a un tratamiento como meros objetos sexuales, descalificando las habilidades socioculturales que pudieran tener, sino que además se apela a un único modelo físico al cual puede accederse incluso a través de intervenciones. Las mujeres serán descartadas por no cumplir con el ideal: por su edad, por tener el cuerpo intervenido con tatuajes y/o piercings y claro, por no ser lo suficientemente esbeltas.
El programa también asigna roles establecidos a los varones, quienes carecen de autonomía y estarían sometidos a su progenitora; una madre excesivamente controladora. En este sentido, en las dos emisiones analizadas sobrevuela una idea que ha prevalecido durante muchos años(4): que las figuras parentales deben ocupar un lugar determinante en la elección de las parejas de sus hijos/as. En rigor, podría decirse que la relación de dependencia que muestra el programa remite a etapas infantiles del desarrollo, en el vínculo madre – hijo, bajo el dominio de una figura parental sobreprotectora. Asimismo eso colabora a la caracterización de la “suegra”, semejante al retrato que tradicionalmente se ha hecho de las malvadas de las historias.
Por las razones expuestas entendemos que el programa reproduce estereotipos de género que descalifican y degradan la imagen de las mujeres, ubicándolas sólo como objeto de deseo para ser compradas y/o como consumidoras exclusivas de determinados servicios económicos que son ofrecidos por un varón. Como ya ha sido establecido en otros informes de este Observatorio, cuando se expone el cuerpo femenino como objeto consumible se fomenta una sexualidad masculina basada en la dominación y en la violencia simbólica, en tanto ésta se define como una manera de reproducir, instalar y legitimar las relaciones de subordinación y poder que circulan en una sociedad.
Los estereotipos en los medios de comunicación suelen proveer pautas de comprensión acerca de sujetos o grupos transformando algunos prejuicios en “acuerdos sobre la realidad”, perpetuando la desigualdad y la exclusión como problemas individuales que requieren permanente vigilancia y control.
Teniendo en cuenta los argumentos desarrollados y dejando a salvo que han sido analizados las dos primeras emisiones de este programa, corresponde señalar que las pruebas y los modos a los que se somete a las y los participantes reproducen un mensaje patriarcal que debería ser desterrado en tanto enaltece un único modo de ser mujer en detrimento de las distintas personalidades de las candidatas, desconociendo incluso sus derechos como sujetos integrales y desvalorizando la imagen de los varones.
Por lo expuesto, ofrecemos algunas recomendaciones para hacer un abordaje más igualitario de estas cuestiones en programas que intenten recrear caracteres de la vida “real”:
  • Promover la diversidad – cultural, social, étnica, – para cada uno de los géneros, que considere las nuevas realidades vividas por muchas mujeres y varones- oficios, profesiones, intereses, etc. Y, a su vez, la relación entre el mismo género (por ej. suegra /nuera).
  • Evitar posicionar a los personajes femeninos en relación con los masculinos, en un lugar de inferioridad y dependencia, sin voluntad, pasivas y sumisas o convenidas, frías e interesadas.
  • No situar a los varones únicamente preocupados por el sexo o por encontrar una mujer que les cocine y los atienda como su madre.
  • Evitar asignarles exclusivamente a las mujeres: roles de limpieza, cuidados y alimentación familiar y el dominio del ámbito de lo privado mientras queda como privativo de los hombres: el espacio de lo público, del saber y de la autoridad.
  • Promover un rol de las mujeres determinante en las decisiones económicas, en lugar de situarlas en un segundo plano cuando se trata de tomar decisiones sobre compras de mayor cuantía económica o lejos de los espacios profesionales prestigiados socialmente.
  • Evitar reproducir el rol de la suegra como atrasada, controladora, dominante.
Notas:
1) Petit, Cristina; Televisión: la caja que sociabiliza. Los medios de comunicación y la construcción de la cotidianidad, Editorial Brujas, Argentina, 2000 y Silverstone, Roger: Televisión y vida cotidiana, Amorrortu, Madrid, 1996.
2) Dicho fenómeno plantea que los/as protagonistas de las historias- de la pantalla- no son ya personajes importantes, sino anónimos/as como el/la propio/a espectador/a.
3) Verón, Eliseo: “El análisis del ‘contrato de lectura` un nuevo método para los estudios de posicionamiento de los soportes de los media” en Les Medias: Experiences, recherches actuelles, aplications, Paris, Institut de Recherches et d’Etudes. Publicitaires, 1985, pp. 203-230, 1985
4) Cabe señalar que en algunas sociedades sigue manteniéndose esa costumbre, aunque en la gran mayoría eso ha ido mutando en pos del respeto a la libre elección de cada persona y de una adecuada salida exogámica de los y las jóvenes.