martes, 8 de mayo de 2012

Periodismo de calidad, en papel o en Twitter

Los premios Ortega y Gasset reconocen el rigor, el valor y el compromiso con los desprotegidos. Elena Ochoa: “La figura el periodista es más necesaria que nunca”
Por: Rosario G. Gómez / Rocío García
Periodismo comprometido, riguroso y valiente en todos los soportes. Desde el viejo papel hasta el innovador Twitter. El buen periodismo, ese que distingue los Premios Ortega y Gasset, ha aflorado esta tarde en la gala de entrega de los galardones que concede desde hace 29 años el diario El País. En esta edición, el jurado ha reconocido la labor de los informadores que, en cualquier soporte, pulsan el latido de la calle. Es el periodismo que no está pendiente de las élites políticas o económicas sino el que refleja el día a día de la gente corriente, de aquellos que carecen de título, como apunta el reportero mexicano Humberto Padgett, ganador en la categoría de periodismo impreso.
Los muchachos perdidos, publicado en la revista Emeequis, se adentra justamente en desvelar el nombre, el rostro, las voces de tantos y tantos adolescentes mexicanos que a falta de futuro abrazaron la violencia que les ha conducido a las cárceles.
Fue entre la gente que salió de manera espontánea a las calles de Madrid donde Carmela Ríos encontró una nueva manera de hacer periodismo. La redactora de Cuatro, ganadora del Ortega en la modalidad de periodismo digital por el relato a través de Twitter del Movimiento 15-M, defiende esta herramienta como un instrumento útil para profesionales con formación y experiencia.
También el 15-M es protagonista del galardón al mejor trabajo fotográfico, que se publicó en la portada del 21 de mayo de 2011 en El País después de miles de visitas en Twitter. Fue en la red social donde Jacobo Méndez colgó una imagen de la Plaza del Ayuntamiento de Valencia en la que un grupo de manifestantes sustituyen la placa por otra alusiva a este movimiento, que estos días en su primer aniversario revive en las calles de las ciudades españolas. La imagen de Méndez se convirtió en portada y en un símbolo de los indignados españoles.
Harold Evans sí que es un símbolo del gran periodismo mundial. El británico, con una larga carrera como reportero y periodista de investigación, ha sido galardonado con el premio a la mejor trayectoria profesional como “icono de la independencia y referente global del periodismo”, según el fallo del jurado, presidido por Elena Foster.
En la ceremonia de entrega, celebrada en CaixaForum Madrid, el centro cultural de la Obra Social de La Caixa en la capital, y que ha reunido a personalidades del mundo de la política, la economía y la cultura, el director del periódico, Javier Moreno, dio la bienvenida a los premiados e invitados, entre los que se encontraban el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, y el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, entre otros. Moreno, que ha recordado en su discurso al gran pensador Isaiah Berlin, ha destacado que en estos años azarosos  El País tiene el deber de escuchar a la sociedad, favorecer el diálogo, impulsar los consensos y sosegar los enfrentamientos. El espíritu de Berlin, asentado en la libertad, la tolerancia y el diálogo, es el que, aseguró Moreno, “irradia el trabajo y el empeño moral de los premiados en su búsqueda de la verdad, la justicia y la defensa de los más desprotegidos”. Valores con los que, agregó, está comprometido este periódico y el grupo editorial que lo sustenta.
Elena Ochoa Foster, como presidenta del jurado en esta edición, ha contrastado el mundo del periodismo y del libro en papel y las enormes oportunidades que se abren con Internet y las redes sociales. “Internet y las redes sociales suponen una total transparencia de nuestras vidas y también de lo que somos. Nuestras huellas quedarán para siempre en el espacio digital”, ha asegurado la editora, que ha añadido: “Internet no es bueno ni es malo, será lo que nosotros queramos que sea. Como el acero con el que se puede hacer un bisturí o una pistola”. Elena Ochoa ha dudado del futuro del papel, pero se ha mostrado convencida de que la información no desaparecerá en ningún caso y de que en el futuro será más necesaria que nunca la figura del periodista para evaluar la información de manera independiente. “Ese es su gran reto”.
El acto lo ha cerrado el presidente de  El País y consejero delegado del grupo PRISA, Juan Luis Cebrián, que ha subrayado que el diario que se fundó hace 35 años es un diario liberal en el más recto y evidente sentido del término, “partidario acérrimo de la libertad y practicante de una tolerancia sin más límites que el recurso a la violencia en la defensa de las propias ideas e intereses”. Cebrián ha añadido que  El País fue y es un “periódico socialmente solidario, defensor de los más débiles, de las minorias sojuzgadas o amenazadas, y empeñado en la democratización y modernización de la sociedad”.
Con un recuerdo al Nobel de literatura Gabriel García Márquez se ha cerrado la fiesta del mejor periodismo en español. Cebrián ha tenido un reconocimiento para todos aquellos informadores “desconocidos alejados del oropel, del dinero y la fama, que siguen haciendo posible que exista lo que el maestro García Márquez definió en su día como el mejor oficio del mundo. El nuestro”.

El mejor oficio del mundo
Entre quienes cayeron en México se encuentran decenas de periodistas. Su único delito fue testificar de una realidad oprobiosa
Por: Juan Luis Cebrián
Señor ministro de Justicia, señor presidente del tribunal de Cuentas, autoridades, miembros del jurado, queridos premiados.
Desde hace veintinueve años el diario El País ha venido entregando estos galardones que honran la labor de los profesionales del periodismo. Los premios llevan el nombre del pensador del siglo XX más universalmente reconocido, José Ortega y Gasset, el menor de cuyos hijos fundó la empresa de este periódico. No es sin embargo la tradición familiar lo que principalmente une la figura del gran filósofo con la de nuestro diario, sino su actitud intelectual y vital ante los problemas de España. El País es por eso, desde su nacimiento, un diario liberal, en el más recto y evidente sentido del término: partidario acérrimo de la libertad y practicante de una tolerancia sin más límites que el recurso a la violencia en la defensa de las propias ideas e intereses. Fue y es también un periódico socialmente solidario, defensor de los más débiles, de las minorías sojuzgadas o amenazadas, y empeñado en la democratización y modernización de la sociedad. Por último, y desde hace casi una década, es también un diario global, con amplia difusión fuera de nuestras fronteras tanto a través de su edición en papel como de las diferentes versiones de Internet.
Lo que desde hace tres décadas venimos premiando es el esfuerzo, individual o colectivo, de aquellos profesionales que contra viento y marea defienden el derecho a saber de los ciudadanos, su libertad de informar y de ser informados. Muchas veces ese esfuerzo no es suficientemente reconocido por los propios lectores, ni por sus colegas o las empresas editoras, pese a que su entusiasta servicio a la comunidad les supone a menudo la antesala de la cárcel, el destierro o aun la muerte. Junto al reconocimiento de la figura epónima de Harold Evans, cuya ejemplaridad en el servicio a nuestra profesión ha sido ya glosada, este año los premios han incidido en dos fenómenos distintos, pero de lacerante actualidad. El movimiento del 15 M y la extensión del crimen organizado en México. Sobre el primero de ellos, los gobernantes harían mal en desoír unos mensajes compartidos por millones de integrantes de lo que un día se llamó la mayoría silenciosa, que no se reclama de ideologías ni de partidos. Son demandas que exigen tan insistente como inútilmente el regreso a lo mejor del ejercicio de la política. Que los gobiernos regulen los mercados (como prometieron hacerlo en las cumbres del G-20 en Londres y Pittsburg, hace más de tres años) y pongan fin a la actual situación, en la que son los mercados quienes se dedican a regular a los Gobiernos. Mientras esto sucede en Europa, en otras áreas del globo, y notablemente en los estados fronterizos del norte de México, se ha hecho realidad el eslogan que diera nombre a una famosa canción ranchera: “No vale nada la vida, la vida no vale nada”. Más de treinta mil víctimas mortales en los últimos cinco años son el saldo aterrador de la lucha sin cuartel contra el crimen organizado, dirigida por el Ejército y la Armada, y de los ajustes de cuentas entre los propios narcos. Entre quienes cayeron se encuentran decenas de periodistas, cuatro de ellos asesinados esta misma semana. Su único delito fue testificar de una realidad oprobiosa. De modo que entre las amenazas cumplidas de los delincuentes y las presiones de los poderosos, lo que peligra a la postre es la libertad de expresión misma.
Les reitero mi agradecimiento por su asistencia y hago votos porque este acto que ahora clausuramos sirva no solo para felicitar muy efusivamente a los premiados en él, sino de homenaje y reconocimiento a cuantos periodistas desconocidos, alejados del oropel, del dinero y la fama, siguen haciendo posible que exista lo que el maestro García Márquez definió en su día como el mejor oficio del mundo. El nuestro.

Defensa de la parcialidad
Por: Javier Moreno
Las circunstancias han determinado que nos hayamos reunido hoy aquí para entregar los Premios Ortega y Gasset en un año que desgraciadamente se perfila como uno de los más dolorosos desde el restablecimiento de la democracia en España. La crisis se agudiza, la economía vuelve a la recesión y la consiguiente tensión pone a prueba todos los mecanismos de los que este país se ha dotado en las últimas décadas en su anhelo de construir una sociedad más estable y más justa.
El número de empresas y personas que se declaran en quiebra, conocido hoy mismo, supone un nuevo récord. El esfuerzo que se le exige a la sociedad española en términos de sacrificios, ajustes y recortes no hace más que profundizar este malestar. La angustia, en definitiva, se extiende entre los ciudadanos.
Los medios de comunicación no son una excepción en este paisaje desabrido. El País, como el resto de periódicos, tanto nacionales como extranjeros, se enfrenta al doble reto que supone por una parte superar la crisis económica, que acarrea una merma considerable en sus ingresos, y por otra a los cambios tecnológicos que ponen en cuestión desde hace años la viabilidad de su edición impresa.
El periódico hace frente a todo ello sin perder la vocación de seguir ejerciendo el papel de diario de referencia en España y en América Latina. En lo material, hemos reorganizado la redacción y estructurado nuestros recursos para ofrecer a los lectores información en la Red con las mismas exigencias éticas y profesionales con las que hemos trabajado desde hace 36 años. Les puedo asegurar que se trata de un esfuerzo ingente, sobre cuyo éxito a futuro no nos cabe la menor duda, y que habremos de proseguir en las peores de las circunstancias en los próximos años con el esfuerzo y el trabajo de nuestros periodistas, nuestros accionistas y nuestros lectores.
En lo inmaterial, a su vez, nos esforzamos cada día más, especialmente en estos momentos de fragilidad institucional, en aplicar con rigor el espíritu de las declaraciones del presidente de la junta general en marzo de 1977, recogidas como anexo en el Estatuto de la Redacción, en el sentido de que El País deber ser un periódico liberal, independiente y socialmente solidario. Además del reconocimiento de que la soberanía reside en el pueblo, liberal quiere decir, decía el presidente, en estar dispuesto a comprender y escuchar al prójimo, aunque piense de otro modo, algo que desgraciadamente escasea cada vez más en el debate periodístico y político de este país.
Como institución asentada en la democracia española desde 1976, este periódico se esfuerza por ello cada día en fortalecer esos consensos, cuya fragilidad en la actualidad es lamentada por la generalidad de los ciudadanos y amenaza además con socavar los cimientos de la sociedad que con tantos esfuerzos, cesiones y compromisos hemos construido entre todos desde la Constitución de 1978.
En esta estela, y aunque esta exposición sea muy breve, permítanme citar aquí a Isaiah Berlín, posiblemente el más destacado de los pensadores liberales del siglo pasado. Berlin publicó en 1978 un volumen titulado Pensadores Rusos en el que recogió una colección de ensayos escritos a lo largo de 30 años.
De todos ellos emerge un brillante cuadro de la intelligentsia rusa, y de las circunstancias sociales y políticas que produjeron pensadores excepcionales como Alexander Herzen, Bakunin, Turgenev, Balinsky o el propio Tolstoi. Muchas de sus ideas e impulsos contribuyeron con posterioridad y sin habérselo propuesto a la revolución rusa de 1917. Berlin es lo contrario a un revolucionario, pero su generosidad en la lectura y el estudio de los principales pensadores rusos del siglo XIX supone un ejemplo del espíritu liberal al que me refería antes.
Y quiero citar una idea de ese libro referida precisamente a Alexander Herzen. Este creía, explica Berlin, que resulta muy difícil o imposible encontrar una respuesta simple o definitiva a cualquiera de los problemas de fondo de nuestras sociedades. Esto es, cuando un dilema es de verdad fundamental y decisivo para un individuo o para el conjunto de la sociedad, (y yo me atrevería a decir aquí que son dilemas de esta categoría a los que la sociedad española se enfrenta de forma especial en estos tiempos de crisis), cuando un dilema, insisto, es de verdad fundamental para el conjunto de la sociedad, la respuesta nunca puede ser clara, nítida o cristalina. Sobre esta idea, Berlin edificaría en el siglo XX una de las catedrales más hermosas a la libertad, a la tolerancia y al diálogo.
Sobre esa idea se construyó también de forma exitosa la transición española y en ello consiste, en mi opinión, la tarea fundamental que debe abordar este periódico en estos años aciagos por tantas razones: escuchar a la sociedad, favorecer el diálogo, impulsar los consensos, sosegar los enfrentamientos.
Es también al servicio de este espíritu que los miembros del jurado de los Ortega y Gasset, a quienes agradezco su trabajo y su generosidad, se reunieron para deliberar y fallar los premios correspondientes a este año. No hay más denominador común entre todos ellos que ese compromiso moral con la verdad.
Sir Harold Evans, desde la dirección primero del Sunday Times y delTimes luego, así como durante su larga carrera profesional posterior, estableció el baremo por el que luego se han medido centenares de periodistas. Humberto Padgett ha sido capaz de transmitir de forma extraordinaria ese compromiso con los más castigados en la periferia del mundo que la desigualdad está construyendo con los deshechos del crecimiento económico. Y finalmente, Carmela Ríos y Carlos Jacobo Méndez retrataron, cada uno con sus instrumentos, la protesta de los jóvenes del 15-M contra esa misma desigualdad.
Acabo. En su defensa de Alexander Herzen, explica Berlin que, al contrario que la imparcialidad, por ejemplo en el ejercicio de la justicia en abstracto, la parcialidad en sí misma no resulta por lo general una virtud especialmente bien considerada. Y sin embargo, ese apóstol de la moderación, de la duda y del liberalismo más humanista del siglo pasado que fue Berlin nos recuerda que rara vez se ha dicho o escrito algo que haya valido la pena ser dicho o escrito que no fuera profunda y apasionadamente parcial. De la parcialidad entendida como defensa de unos valores y no del partidismo. Creo que ese es también el espíritu que irradia el trabajo y el empeño moral de nuestros premiados de hoy en su búsqueda de la verdad, de la justicia y de la defensa de los más desprotegidos en nuestras sociedades. Y creo que no podemos más que alegrarnos sinceramente de ello.
Y creo también que, junto con los mejores valores del periodismo profesional, ese es el compromiso que este periódico y el grupo editorial que lo sustenta renueva hoy con todos sus lectores y con todos ustedes.
Muchas gracias.

Una leyenda que permanece
El exdirector de 'The Sunday Times' puso sobre el papel el periodismo de denuncia
Harold Evans es de esos periodistas que no dudan en enfrentarse a los grandes poderes, que ha sacado adelante investigaciones que han hecho temblar muchos cimientos aparentemente irreductibles, que ha servido y sirve de ejemplo para generaciones de reporteros que buscan la verdad.
Evans, nacido en Inglaterra en 1928, no ha podido asistir a la gala de entrega de los Premios Ortega que reconocen su trayectoria profesional al frente de medios como The Sunday Times y The Times. Nombrado sirpor la reina de Inglaterra en 2004, actualmente está vinculado al equipo directivo de la agencia de noticias Reuters.
El periodista que sacó adelante su denuncia contra los fabricantes de la talidomida ha enviado un vídeo de agradecimiento, que se proyectó en el curso de la gala. Con pocas palabras pero contundentes, Evans, tras destacar la figura de Juan Luis Cebrián como fundador de El País, ha recordado una de las ideas del gran pensador Ortega y Gasset sobre la metáfora -“el poder más fértil de la mente humana”- para referirse a este diario. “Yo usaré la metáfora para decir que El País ha ascendido a la cumbre del periodismo de excelencia como nadie ha ascendido o intentado ascender”.
Ha sido Iñaki Gabilondo el encargado de presentar a Evans, al que ha definido como un símbolo del periodismo permanente, aquel que perdura frente a los vaivenes de formatos y soportes. “En momentos de gran vértigo, Evans representa una serie de valores estables, que garantizan un periodismo al servicio del ciudadano y la democracia”.

Cuando la muerte se abarata
El reportero mexicano retrata el clima de violencia juvenil en 'Los muchachos perdidos"
Humberto Padgett, Iñaki Gabilondo, Carmela Ríos y Jacobo Méndez

En México hasta los vendedores de flores callejeros viven sujetos a la extorsión y a la amenaza de muerte. Como esa pareja de ancianos que vende rosas, claveles y gladiolos en una carretera del extrarradio del DF y que se ve obligada a pagar 200 pesos semanales a las mafias que tienen atemorizada a una nación entera. Humberto Padgett recuerda a esta pareja para ilustrar la situación de violencia sin límite que vive su país. “La muerte en México es barata porque no tiene ninguna consecuencia. Hay una impunidad total que define el momento delincuencial del país”, denuncia este periodista, galardonado con el Premio Ortega y Gasset al mejor trabajo en la categoría de periodismo impreso.
Los muchachos perdidos, título del trabajo galardonado que se publicó en marzo del año pasado en la revista Emeequis, es un audaz y valiente retrato de los chavos arrinconados por la miseria y la marginación, que encuentran en la violencia una vía de escape. Unos chavos que, a sus 15 o 17 años, ya poseen un récord delictivo de robos, secuestros y asesinatos. Humberto Padgett (México, 1975) les dio voz sin juzgarlos. Visitó junto al fotógrafo Eduardo Loza cinco cárceles para jóvenes, cuatro de hombres y una de mujeres, todas en el distrito federal, y entrevistó a más de 30 jóvenes, siempre con un guardia a una distancia prudente, con historias complejas y estremecedoras. Este trabajo de investigación se ha convertido en un libro, editado por Debate, en el que profundiza en las vidas de una generación entregada al crimen, por sus escasas posibilidades de acceso a la educación y al trabajo formal.
La extorsión es moneda común en México, también la intimidación, las amenazas y los asesinatos, a lo que no escapan los periodistas como Padgett. “Somos resultado de nuestro presente”, advierte este reportero para explicar su afán por dedicarse a la denuncia de los dramas de la sociedad mexicana. “Es este México el que trato de buscar, el dolorido por el crimen organizado y por una sociedad política que no ha estado a la altura de las expectativas de los mexicanos”. El México que retrata uno de los adolescentes entrevistados para el reportaje. “Prefiero morir joven y rico que viejo y jodido... igual que mi papá”.
Padgget huye del término valiente -en México han sido asesinados o han desaparecido un centenar de profesionales del periodismo en los últimos años- y advierte de que los realmente valientes son aquellos colegas que se juegan la vida en pequeñas ciudades, como Ciudad Juárez, Veracruz o Morelia. También es consciente de que algunos profesionales han optado por la autocensura y de que muchos medios de comunicación han dado la espalda al oficio. “Cuando un periódico paga a sus redactores 200 euros al mes, ¿por qué debemos exigir que sean periodistas de alta calidad profesional, comprometidos con el oficio y que pongan en riesgo su vida y la de sus familias?”.

Una periodista veterana con el Twitter como herramienta
Carmela Ríos narró las protestas del 15-M a golpe de tuit
“Soy una periodista veterana con una nueva herramienta. Twitter se ha convertido en mi tercera mano”. El entusiasmo de Carmela Ríos (Las Palmas de Gran Canaria, 1965) es ilimitado. Su mundo era y es el de la televisión -trabajó para Antena 3, CNN+ y ahora forma parte de los informativos de Cuatro-, pero con el Movimiento 15-M encontró un nuevo soporte con el que seguir ejerciendo su profesión de periodista al minuto sin estar pendiente ni de horas ni de cierres. La información permanente y global. Carmela Ríos, galardonada en la modalidad de periodismo digital, defiende que Twitter es el “medio perfecto para los tiempos que vivimos, en los que se generan noticias a una velocidad de vértigo”. Con su teléfono móvil comenzó a contar en directo, desde la Puerta del Sol de Madrid, la evolución en fotografías y mensajes de 140 caracteres de un movimiento del que rápidamente se hicieron eco los medios internacionales.
Ríos no da importancia a los 12.000 seguidores que tiene en Twitter. “No me obsesiona el número. Lo importante es saber que quien te sigue lo hace porque valora lo que cuentas, porque aportas contenidos nuevos y porque te creen”. La periodista, que cada mañana saluda a sus seguidores con una imagen del cielo de la ciudad en la que se encuentra, reconoce que esta red social es muy adictiva -“se come parte de mi vida personal y soy consciente de ello”-, pero la defiende con vehemencia personal y profesional. “No solo sirve para contar cosas, también para obtener información, hablar con tus amigos, echar unas risas, hacer fuentes, compartir...”, va explicando la periodista mientras consulta una tableta y dos móviles.
Formada en los medios tradicionales, Ríos advierte de que un medio no tiene por qué matar al otro y subraya la importancia de la formación periodística y la experiencia para manejar esta herramienta con profesionalidad. “Hace falta criterio para distinguir una noticia. Es lo que siempre se ha llamado oficio y de lo que carece el llamado periodismo ciudadano”.
Esa pulsión informativa le ha llevado el pasado fin de semana a París, para vivir en directo y contar a través de Twitter la victoria de François Hollande en las presidenciales francesas. Y desde la plaza de la Bastilla, Carmela Ríos fue enviando al mundo entero imágenes de la gran fiesta de la victoria socialista. Un ejercicio de periodismo de calle.
Fuente: Diario El País