lunes, 14 de mayo de 2012

Despiden a periodista por dar la noticia del siglo

El reportero Edward Kennedy firmó la exclusiva más importante de la historia, la rendición incondicional de la Alemania nazi a los aliados el 7 de mayo de 1945 en la ciudad francesa de Reims. Su recompensa fue la más amarga, el despido
Por: Xavi Casinos
Las manos de la hija de Edward Kennedy sostienen la imagen de la capitulación alemana. Rick Bowmer - AP
Fue sin duda la mayor injusticia de la historia del periodismo. Edward Kennedy, corresponsal en Europa de la agencia Associated Press (AP) durante la segunda guerra mundial, tenía en su bloc de notas la noticia del siglo, la rendición incondicional del Ejército alemán a las tropas aliadas. Kennedy tuvo que enfrentarse al dilema de guardar el embargo que le exigía la censura militar odifundir la información. Escogió lo segundo y firmó una exclusiva difícil de superar. Sin embargo, su profesionalidad le costó el despido tras las presiones del Ejército norteamericano. Después de 67 años, la dirección de AP ha pedido disculpas a su hija y en el prólogo del libro en el que Kennedy narra su historia como corresponsal de guerra. El original de Ed Kennedy¿s war (La guerra de Ed Kennedy) ha amarilleado durante décadas olvidado en un cajón y hace tan solo unos días por fin ha visto la luz.
La increíble historia de Edward Kennedy ¿pese al apellido y origen irlandés, nada tiene que ver con el clan político¿ tiene lugar el 7 de mayo de 1945, cuando él y otros 16 periodistas son trasladados por el Ejército aliado a la ciudad francesa de Reims, donde va a tener lugar la capitulación alemana, que ponía fin a la guerra en Europa. La censura militarpone como condición el embargo de la noticia hasta que se autorice a publicarla. El motivo hay que buscarlo en los complicados pactos de los aliados con la Unión Soviética de Stalin. Uno de ellos es que la rendición de la Alemania nazi se producirá en Berlín ante las tropas bolcheviques.
Todos aceptan a regañadientes. Pero de regreso en París, Kennedy supo que la noticia de la rendición ya había sido difundida por la radio local de Flensburg, ciudad alemana cerca de la frontera danesa donde se estableció el Gobierno encabezado por el almirante Karl Doenitz, que había sucedido a Hitler unos días antes, el 30 de abril, tras suicidarse este en su búnquer de Berlín.
Esquivar la censura
Kennedy consideró que aquello dejaba sin efecto el embargo, pero los militares censores seguían obstinados en mantener el silencio y no estaban dispuestos a dejarle transmitir la noticia. El corresponsal de AP decidió entonces burlar la censura. Fue tan fácil como utilizar una línea militar. Increíble pero cierto. Los minuciosos censores no habían cubierto aquel agujero. Cualquiera podía acceder desde un teléfono a la línea del Ejército y comunicar con cualquier teléfono de Londres. Era habitual hacerlo, aunque jamás ni Kennedy ni ningún otro corresponsal habían utilizado aquella vía para eludir la censura, tan solo para cuestiones rutinarias.
Así de fácil conectó Kennedy con la oficina de AP en Londres para dictar su gran scoop . Fueron unas 300 palabras. Una vez hubo colgado, Kennedy dijo a sus ayudantes de la oficina de AP: "Bien, ahora veamos qué sucede", previendo la que se iba a armar. En Londres, los periodistas también tenían que pasar por la censura, pero los militares encargados en la capital británica no tenían instrucciones, de modo que el texto llegó a Nueva York y a todos los medios. Los periódicos norteamericanos lanzaron ediciones extras y The New York Times hizo su histórica portada con un inusual titular de cuatro líneas, y encabezando el artículo, la firma de Edward Kennedy. El periodista conservó durante toda su vida aquella primera plana enmarcada, aún hoy uno de los tesoros más preciados de su hija Julia.
Al día siguiente, los hechos se precipitaron. Los militares retiraron la acreditación a Kennedy, AP le obligó a regresar a Nueva York y finalmente fue despedido. Incluso el resto de corresponsales le dieron la espalda y le acusaron de falta de ética por no respetar el embargo. La carrera de Kennedy, considerado hasta entonces brillante y admirada por sus colegas, acabó. A partir de entonces trabajó en periódicos de segunda fila hasta su muerte en 1963 a causa de un accidente de tráfico. Fue atropellado por un coche mientras regresaba a casa, justo una semana después de que el presidente que llevaba su mismo apellido fuera asesinado en Dallas. Quizás una prueba más de la maldición de los Kennedy, aunque su parentesco fuera remoto entre sus antepasados irlandeses.
Kennedy nunca dejó de reivindicar su profesionalidad. No había hecho nada malo, repetía, y aseguraba que lo volvería a hacer. Y justificaba su decisión de difundir la noticia esquivando la censura en el hecho irrefutable de que la guerra había terminado, de modo que no se ponía en peligro la seguridad militar, y la gente tenía derecho a saberlo, a saber que sus hijos ya no morirían en los campos de batalla de Europa y que volverían a sus casas.
Sus memorias
Escribió sus memorias relatando su trabajo como corresponsal de AP, que empezó en 1935 en París. Estuvo en España cubriendo la guerra civil; en Italia durante el ascenso de Mussolini y el fascismo; en los Balcanes; en Oriente
Próximo y en el norte de África. Siempre siguiendo alguna guerra o conflicto. De hecho, tenía más experiencia bélica que muchos militares. Nunca consiguió publicar el libro, hasta esta semana, al mismo tiempo que AP, 67 años después de aquella gran exclusiva que le costó el puesto, se disculpaba públicamente. El libro se ha publicado solo en Estados Unidos y en inglés y tiene edición electrónica.
El actual presidente de AP, Tom Curley, que firma también la introducción de la obra, asegura que el día que sus antecesores despidieron a Kennedy fue "terrible para AP", porque "Kennedy hizo lo correcto". Julia Kennedy ha dedicado los últimos años a buscar el modo de editar las memorias de su padre, en cuyo proceso encontró el apoyo de la actual dirección de AP.
En el epílogo del libro, Julia revela que su padre nunca hablaba de aquellos hechos. Sin embargo, ella sabía que algo había ocurrido en el pasado, cuando en ocasiones exteriorizaba su amargura en la soledad de la noche, en la cocina, bebiendo todo lo que podía y hablando para él mismo en voz baja. Julia a veces podía escucharle, pero nunca pudo descifrar lo que murmuraba. Entonces, su madre simplemente le decía que algún día lo entendería.
Mientras aún permanecía en el hospital, el Monterey Peninsula Herald, periódico en el que era editor asociado, publicó el último editorial que había escrito. Reflexionaba sobre el periodismo y los periódicos. "Uno de los problemas de publicar un periódico es que tienes que vender algo que está muerto", decía refiriéndose a los árboles que había que talar para fabricar el papel. "Podemos vender estos trozos de árboles muertos solo porque imaginamos que están vivos. Lo intentamos con variado acierto, con titulares que entran por el ojo e historias que se aferran al corazón y al alma del hombre".
Fue, sin saberlo, el testamento de un hombre que vivió para el periodismo incluso después de que el periodismo le infligiera la mayor traición de su historia. 
Fuente: El Periódico