sábado, 3 de marzo de 2012

Carta de una maestra rosarina a Cristina Fernández de Kirchner

Bueno, Señora Presidenta, usted que todo lo sabe y todo lo puede, la invito a inscribirse a reemplazos en la escuela pública. Su título de abogada la habilita para dar cátedra en distintas materias en las escuelas secundarias en la provincia de Santa Fe.
Renuncie, como lo hizo Manuel Belgrano, a todos los lujos, y dedíquese a dar clase. Súbase a un colectivo repleto en las horas pico; trasládese de una escuela a otra; estudie, planifique clases, corrija; trabaje en aulas superpobladas con cuarenta alumnos, haga el esfuerzo por impartir conocimientos a chicos a los que el sistema capitalista que usted defiende a capa y espada, les negó todo durante su primera infancia.
Atienda a chicos con problemas de adicciones, inténtelos hacer recuperar el principio de realidad; busque instituciones de la salud pública adonde se pueda atender a su problemática; y no se olvide de cumplir con el programa establecido por el Ministerio de Educación.
Si no quiere trasladarse tanto, venga a trabajar a las escuelas primarias; y de vuelta, estudie, planifique, corrija, prepare regalitos, haga láminas, prepare tareas y actividades especiales para los chicos con dificultades de aprendizaje, elabore informes de esos alumnos demandando al Ministerio de Educación que les brinde atención a través de profesionales; vuelva a hacerlos porque los papeles se perdieron en los laberintos burocráticos.
Si el niño consigue turno en el hospital o la sala para atenderse con una psicóloga, una fonoaudióloga o un neurólogo, acuerde entrevistas fuera del horario de clase.
Con el sueldo de $3200 páguese cursos, cómprese libros, saque fotocopias para sus alumnos; saque de su bolsillo para pagar los gastos de teléfono de la escuela porque el Ministerio de Educación no paga las llamadas a celulares que hacemos a los padres de nuestros alumnos desde la escuela; haga “vaquitas” para comprarle zapatillas al niño que no puede asistir a la escuela; realice visitas domiciliarias para buscar a los chicos que no asisten a clase.
Cuénteme cuántas horas trabaja y después charlamos. Trabaje desde febrero hasta diciembre, como lo hacemos nosotros y después diga que tenemos tres meses de vacaciones.
Claudia Abraham, docente rosarina
Foto: El Periodista

Otra carta abierta a Cristina Fernández de Kirchner
Cada uno de los seres humanos nos situamos en la realidad que nos toca vivir de acuerdo a nuestra historia, a nuestra cultura, a nuestras experiencias, lo que va formando nuestra ideología.
Las maestras y maestros, llegamos a serlo la mayoría de las veces por una profunda vocación de solidaridad, en primer lugar con los niños, que son la masa con la que amasamos nuestro pan, y también con la sociedad, ya que queremos formar seres libres, pensantes, autónomos, profundamente críticos de la realidad, y sobre todo transformadores de la misma.
Llegué al magisterio con el auténtico orgullo que tenemos todos los que alcanzamos ese importante escalón en nuestra formación, que nos permite poder transmitir conocimientos, arte singularmente valorado por todas aquellas sociedades que reconocen que su única salvación está en la educación de los futuros ciudadanos.
Trabajo que no puede ser reemplazado por ninguna máquina, porque no sólo requiere conocimientos, sino que se basa en el cariño, la confianza, en el trato afectuoso, en el gesto o la palabra de aliento, en la actitud sincera de importarnos lo que le pasa al otro, ya sea el alumno o la familia.
La familia es nuestra mejor aliada cuando atendemos sus necesidades además de las de los chicos.
Todo esto constituye un trabajo. No mirar para otro lado cuando el chico es golpeado, abusado o maltratado. No desconocer su situación de debilidad en una sociedad donde existen miles y miles de desocupados y sus hijos son nuestros alumnos.
Luchar para que la comida de los comedores sea la mejor para esos chicos y también para que junto con la comida aprendan a leer, a interpretar un texto, a conocer el mundo que los rodea, a apreciar y cuidar la naturaleza, a desenvolverse en la vida aprovechando los recursos que le proporciona el conocimiento de la matemática, a sentir placer con la lectura, a valorar los bienes culturales, a sentir el orgullo de ser argentinos conociendo la historia y el ejemplo de grandes hombres como Belgrano y San Martín, por nombrar sólo algunos de los que trabajaron desinteresadamente para hacernos un país libre y soberano. A afirmar sin eufemismos que las Malvinas son argentinas. Todo ello es trabajo del maestro.
Me parece una obviedad refutar que trabajamos mucho más que 4 horas y que no tenemos tres meses de vacaciones. Porque sólo el que dice que la inflación es del 8% puede decir que de fines de diciembre al 13 de febrero son tres meses.
Lo que sí digo es que las palabras profundamente ofensivas vertidas por Ud., en la Asamblea Legislativa, hacia el conjunto de la docencia argentina, son producto de la ideología de la más rancia oligarquía, ligada a los intereses extranjeros, contra los que lucharon nuestros hombres de Mayo.
Ud. le estaba hablando a legisladores que se aumentaron el sueldo a $35.000. ¿Pensó cuántos sueldos docentes podía pagar con esa suma?
Toda esa histriónica alocución responde nada más que a la necesidad que tiene su gobierno de seguir haciendo caja con el ajuste de los salarios de los estatales y los docentes.
Sea sincera, diga que se acabó el viento de cola en la economía y que necesita tener mano dura con los salarios porque necesita la plata, entre otras cosas, para pagar la ilegítima deuda externa contraída por la dictadura de Videla- Viola.
Resulta paradójico que vitupere, de palabra, a los genocidas, y que al mismo tiempo reconozca los compromisos económicos contraídos por ellos con el exterior mientras masacraban a nuestros compañeros en la tortura.
Sra. Presidenta: ¿Ud. mandó a sus hijos a la escuela y a la Universidad estatal? Porque el mensaje subliminal de su discurso fue: “manden a sus hijos a la escuela privada”.
En todo caso, un gobierno nacional y popular, le debe sacar la subvención a las escuelas privadas para volcar esos recursos a la escuela pública, antes que algún techo sepulte a algún niño en una escuela.
Como debería haber pasado para evitar la masacre de Once, si los recursos en lugar de ir a los bolsillos de algún socio, en este caso Cirigliano, iban a la estatización del ferrocarril, al mantenimiento y fabricación de vagones, al impulso de la industria nacional, como corresponde a un gobierno como el que Ud. proclama.
¿Ud. alguna vez se preocupó por ver cómo viven los docentes argentinos? ¿Sabe qué cantidad de docentes no tiene casa y deben destinar cada vez más cantidad de salario al pago de los alquileres? ¿Ud. alguna vez se preocupó de la necesidad de capacitación gratuita y en servicio que tienen los docentes para llevar a cabo su tarea con calidad?
¿Alguna vez pensó cómo hacen para llegar a fin de mes docentes que ganan $2.500? Lo que sí le puedo decir es que son muchos a lo largo y ancho del país.
¿Alguna vez se sintió tentada, como hizo Belgrano, a donar toda su fortuna para la creación de escuelas y morir en la pobreza?
No sé si sabe, Sra. Presidenta, que los maestros y profesores, además de ir a la escuela a dar clases, las tenemos que preparar, que hay un sistema de planificación que no podemos realizar en las escuelas, que también hay un sistema de evaluación, que tampoco podemos llevar a cabo en las escuelas, que debemos elaborar nuestro material didáctico, que por supuesto no se puede realizar en las escuelas, que debemos corregir pero no en horas de clase. ¿En qué tiempo estima Ud. que los docentes realizamos esas tareas? En el tiempo que Ud. considera “libre”, después de las 4 horas de clase, que para muchos son 8 o más porque deben trabajar en dos y tres cargos. Esas horas invisibles a sus ojos de Presidenta son horas de trabajo no pagadas. Como el tiempo que las mujeres empleamos en nuestras casas para lavar, planchar, cocinar, limpiar. Ese tiempo también es invisible para Ud.
Seguro que Ud. esos problemas triviales no los sufre, porque no debe realizarlos, pero las maestras y profesoras, en tanto mujeres comunes, sí los tenemos que hacer.
¿Ud. recuerda cuando en una huelga docente en Neuquén las balas asesinas de Sobisch le quitaron la vida a Carlos Fuentealba? ¿Recuerda qué reclamaba Fuentealba, apoyado y querido por sus alumnos y la comunidad de su escuela? Estaba en la ruta reclamando un aumento de salario, porque no le alcanzaba para vivir dignamente.
¿Sabía Ud. que gran parte de esos maestros y profesores suplentes que el Estado paga se debe a estrés postraumático debido a las condiciones de trabajo en las que se desempeñan? ¿No leyó en los diarios, Ud. que los lee todos los días, que a un director de Pergamino casi lo matan a golpes? ¿Desconoce que eso pasa en gran cantidad de escuelas y de provincias y que cuando a un docente lo agrede un padre o un alumno se investiga al docente sin tomar medidas contra los agresores?
¿No pensó que sus palabras incentivaban la agresividad contra los docentes en lugar de acercar a la comunidad a los maestros de sus hijos o fomentar el respeto y el afecto hacia los maestros?
Seguiremos enseñando a respetar las investiduras democráticas, como la que Ud. representa, a pesar de los repetidos excesos verbales, hirientes y humillantes. Seguiremos generando ansias de libertad y emancipación a las futuras generaciones; seguiremos apoyando a las familias de nuestros alumnos, como lo hicimos hasta conseguir que entreguen las becas, porque su gobierno las declaró incompatibles con la asignación por hijo y más recientemente, cuando junto a otros trabajadores, con decisión, convencidos de que “la pobreza es un crimen”, luchamos hasta conseguir el salario universal por hijo y la secundaria obligatoria.
Queremos a todos los chicos, sin distinciones, en la escuela pública, pero no empobrecida.
Seguiremos luchando hasta que nos devuelvan los salarios familiares para nuestros hijos y los hijos de todos los trabajadores estatales, porque tenemos derecho, es justo y necesario.
Esperamos que Ud. se retracte (por convicción o por conveniencia), que les pida disculpas a todas las maestras y maestros, profesoras y profesores que ha lastimado. Porque los que creen que fue un exabrupto están esperando sus disculpas. Aunque si lo hubiera sido ya tuvo tiempo suficiente de reconocerlo.
La unidad, el pueblo la logró con su propia fuerza. Enfrentó la debacle menemista, el 2001-2002, y forjó el superávit que su gobierno manejó estos años. Es hora que la riqueza que generamos se derrame hacia los trabajadores.
Y no tenga dudas, Sra. Presidenta, que los docentes estaremos a la vanguardia en la lucha contra los enemigos de la Patria, que son muchos, de afuera y de adentro y no están entre nosotros.
El repudio generalizado que lograron sus palabras entre los docentes es más que contundente. Muchos de ellos, confundidos o de buena fe, la votaron el 23 de octubre.
Olvídese de que la vuelvan a apoyar. Piense: Ud. hirió los sentimientos más profundos de la docencia argentina, y esa herida no es fácil de cerrar.
Lidia Braceras, Secretaria general SUTEBA Quilmes