jueves, 16 de febrero de 2012

Continúa el debate por #latapadecronica

Amarillo
Por: Daniel Pliner
- Esta vez se pasaron de la raya.
- Vulneraron todos los límites de la ética.
- Fue una invasión irresponsable a la intimidad.
- Un atentado contra la moral y el buen gusto.
Perdidos con Ferreti, mientras recorremos el trazado circular de las calles de Parque Chas, evocamos de memoria las frases con que algunos de mis colegas condenaron la publicación de las fotos de Jazmín de Grazia muerta en la tapa del diario Crónica.
- ¿Es razonable que un periodista, en plena vigencia de la libertad de prensa, cuestione la publicación de cualquier cosa? -dispara Ferretti sin previo aviso.
- ¿Cualquier cosa?
- Cualquier cosa, sí
- ¿Es razonable, Ferretti, que un periodista, en pleno uso de la libertad de prensa, publique cualquier cosa?
- ¿Qué me propone? ¿Qué metodología sugiere para evitar que esto suceda? ¿Por dónde pasa la raya? ¿Quién puede establecer los límites de la ética, de la responsabilidad, y ni hablar del buen gusto? Si Usted pretende evitar que se publique cualquier cosa, le queda un solo camino.
- Lo escucho, Ferretti
- La censura, mi amigo. ¿Oyó hablar de ella? ¿La padeció alguna vez? A ver, tráigame esos papelitos que yo le voy a decir qué puede poner y qué no. ¿Cómo va a mandar esta foto? Aquí vamos a tener que hacer algunos cambios. Tápele un poquito más acá.
- También esta la ley.
- Pero la ley no le impide ejercer su libertad para publicar lo que quiera. Sólo la censura previa puede impedir que las fotos se publiquen. La ley, en todo caso, decidirá más tarde si se cometió algún delito.
- Garré ya pasó a disponibilidad a once funcionarios de la Federal. Alguien entregó las fotos que, por si fuera poco, ni siquiera habían sido agregadas al expediente. Y eso sin contar el juicio que seguramente iniciará la familia De Grazia.
- Un buen comienzo. Crónica pudo publicar las fotos y la ley decidirá si se cometió algún delito
- Disculpe que vuelva atrás, Ferretti. Pero, según su teoría, o nos abstenemos de reclamar por la aparición de las fotos de Jazmín, o somos nostálgicos incorregibles de la censura.
- Hay más de un colega suyo impulsado apenas por la demagogia hipócrita, por la compulsión a actuar con cierta corrección política y, por qué no suponerlo, por la bronca que les produce no haber tenido ellos las fotos. Pero no son todos, ni siquiera los más peligrosos.
- ¿Cuáles son los otros, Ferretti?
- Los que vivirían mucho más tranquilos si el periodismo amarillo no existiera, los que adorarían un mundo de la información dominado por lo que llaman la prensa seria. Sin desnudos en la TV, sin cadáveres en los diarios, sin peleas en las radios, sin moribundos en las revistas, sin insultos en la web
- Que no es precisamente lo que sucede.
- El día de las fotos de Jazmín, dicen que Crónica vendió 180 mil ejemplares. Hasta hubo mucha gente que se enteró de que seguía saliendo.
- Curiosidad morbosa
- No lo dude. La misma de los que asistieron a la muerte en vivo de Kadafy, de los que siguen esos programas de borrachos que se pelean en la calle, o aquellos otros que casi introducen las cámaras entre los glúteos de las bailarinas. La eliminación del amarillismo significa la eliminación de esa demanda y, con ella, de ese amplio sector de demandantes que tanto comparten con el género humano.
- ¿Tan simple como eso? ¿Libertad total o censura previa?
- Pague el precio de la libertad: defienda la publicación de la foto que no querría ver nunca y del discurso que odiaría leer o escuchar. El otro costo, el de la censura, es mucho más alto y acaba por matar al periodismo.

Morbo con apoyo oficial
Por: Silvio Waisbord
La decisión de Crónica de publicar una foto en tapa que ignora principios éticos básicos del periodismo levantó sus ventas del día y una polvareda de críticas. Lo curioso del affaire no es que un medio sensacionalista recurra a contenidos deplorables para sumar lectores. Es práctica habitual de la prensa amarilla, en cualquier país, traficar con la curiosidad por la muerte y el dolor ajeno, el equivalente de las cabezas que se dan vuelta para ver los detalles de accidentes de tránsito. Es la receta más vieja del periodismo moderno: ofrecer noticia roja a cambio de un par de ojos. Tampoco es sorprendente que la decisión haya contado con los servicios de la policía o alguien con acceso a la investigación de la muerte de Jazmín de Grazia en la filtración de las imágenes. Como demuestra el escándalo reciente de los hackeos telefónicos en Gran Bretaña, la estrecha colaboración entre fuentes y medios siempre está detrás de la invasión de la privacidad personal para publicación masiva.
Lo curioso es el rol del Estado en este triste episodio. Crónica no es un medio estatal, pero recibió un creciente porcentaje de fondos oficiales durante 2011. Que un medio sensacionalista reciba publicidad oficial es irónico. La razón de ser de cualquier medio amarillo es justamente el mercado, apelar a cualquier contenido, por más que se cometan terribles deslices éticos, para conseguir ventas y publicidad. La prensa sensacionalista no debería precisar dineros públicos, ya que el mercado es su sostén. La prensa que trafica miserias humanas suele estar guiada por el darwinismo periodístico de la sobrevivencia. Perdura la especie que mejor se adapta al mercado. No hay keynesianismo mediático que justifique la decisión de tirar un salvavidas cuando el mercado funciona.
El caso es aun más curioso si consideramos otras formas de participación estatal. El Estado, a través de la policía o alguien cercano a la investigación, filtra la información. Acto seguido, por medio de la ministra Nilda Garré y el senador Aníbal Fernández, el Estado condena verbalmente la decisión de anteponer la invasión de la privacidad y dar rienda suelta al morbo. Garré caracterizó la decisión del periódico como "inescrupulosa". Si entiendo bien: el Estado critica la decisión de un medio de prensa que recibe fondos públicos en forma de publicidad y utiliza información de propiedad reservada en manos del Estado para obtener rédito privado.
Este absurdo muestra la necesidad de ampliar el debate sobre la publicidad oficial, tema clave en el debate sobre democracia y los medios públicos y privados en la Argentina. Esta cuestión se discute en términos del volumen y de la arbitrariedad de las decisiones tomadas por quienes ostentan el poder público. La publicidad oficial continúa siendo la gran piñata para vigilar, premiar y castigar a los medios según su comportamiento y coto de caza privado para unos pocos, más que fondos comunes para uso público con fines democráticos.
Debemos formular una pregunta existencial -la razón de la publicidad estatal- para entender qué mecanismos son adecuados y corregir el legado histórico de discrecionalidad. Este interrogante es importante en el contexto de grandes cambios de la política y la comunicación.
¿Es suficiente argumentar que el Estado necesita publicitar para difundir los actos de gobierno, tal como sugieren sus beneficiarios? Hay actos de gobierno que precisan ser difundidos porque son de interés público, como licitaciones, concursos, oportunidades de educación y trabajo, programas habitacionales, campañas de información sobre salud. La ciudadanía precisa saber para actuar. El Estado precisa difundir ciertas decisiones para transparentar sus acciones. Sin embargo, no resulta obvio qué medios son los más indicados para tal tipo de publicidad. Ya no vivimos en un mundo de medios limitados. En algunos casos, bastaría que un gobierno, provincial o nacional, colocara información en su sitio en Internet para avisar a quienes estén interesados en ofrecer servicios, competir por puestos o presentar proyectos. En otros casos, la colocación de tal tipo de publicidad debería estar guiada por criterios estratégicos más que por el afán de premiar a las correas de transmisión de visiones oficiales.
No hay razón, sin embargo, para justificar la difusión de otros actos de gobierno: kilómetros de rutas construidas, números de escuelas y hospitales, distribución de computadoras. ¿Quién precisa saber esto? ¿La población en general? ¿Sólo quienes tienen acceso a obras específicas? Claro, quienes se atribuyen éxitos están convencidos de que tal información se debe difundir. Sin embargo, ¿deben los contribuyentes financiar publicidad que más que información de interés publico es propaganda? Si no se debate el propósito de la publicidad oficial, es factible que los fondos públicos sigan contribuyendo a publicar morbo para beneficio particular.
Fuente: Diario La Nacion