Por: Claudio Ramos
Si bien el objetivo es loable, los tres actores en el debate por el papel para diarios son nefastos: de un lado está el Gobierno, uno de los más corruptos y autoritarios de la historia en democracia; luego está Clarín, que domina (o le responde) 50 por ciento de la prensa en la Argentina, pulpo terrible que socava las libertades política y de expresión; y por último, Daniel Vila y José Luis Manzano, dos avezados buitres de vuelo rapaz que en cualquier país serio estarían inhibidos o tras las rejas, un grupo que avanza en base a endeudamiento y presiones, ex opositor travestido ahora al oficialismo.
Soy amigo de Julio César Saguier y me encanta La Nación, fuente de plurarismo y democracia hasta que se toca el tema Papel Prensa. En ese punto, el diario se alinea con la posición de Clarín, su dominio sobre medios y entidades de prensa de todo el país, la asfixia a la libertad de expresión y las permanentes extorsiones que durante 25 años ejerció sobre los distintos elencos gubernamentales.
En caso de no resultar una tragedia para la libertad de prensa en el país, movería a risa que el mismo gobierno que eliminó las empresas de jubilación privada, que autorizó la fusión de los panes Bimbo y Fargo, de los supermercados Disco y Jumbo, de las cervezas Quilmes y Brahma, de Telefónica de España y Telecom de Italia; el mismo gobierno que autorizó la compra de CableVision por Multicanal sea el que luche ahora por protegernos de este monopolio, como bien señaló un lector de La Nación la semana anterior. El mismo gobierno que domina 40 por ciento de la prensa restante a través del uso discriminatorio de la pauta publicitaria oficial. ¿Prensa libre? No llega al 10 por ciento de los medios.
Los Kirchner y Clarín eran amigos hasta las elecciones de 2007, cuando Néstor pierde en la provincia de Buenos Aires y le adjudica esa derrota al Grupo Noble-Magnetto. Recién entonces descubre la perversidad de las concentraciones de prensa y se decide a combatirlas. Otro tanto parece ocurrir con los voceros kirchneristas en el Congreso, y también con el vituperable secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Todos descubren lo siniestro que resulta mantener grupos hegemónicos de prensa cuando estos se les ponen en contra.
Por eso repito que es loable que se desarmen todas las concentraciones de prensa, y no sólo el Grupo Clarín. También el Grupo Vila-Manzano, el Grupo Hadad, el Grupo Szpolski y otros de menor volumen. A mayor diversidad de dueños, mayor garantía de pluralismo.
Bienvenida la ley que regula la producción y reparto de papel para diarios, ya que todas las empresas que consumen papel para libros o diarios contribuyeron a edificar la fábrica de Papel Prensa en San Pedro. Y bienvenida, asimismo –con sus defectos perfectibles–, la ley que desarma las concentraciones de prensa, aunque resultaría encomiable que se hiciera extensiva a cada grupo oligopólico de medios en nuestro país. Ambas legislaciones no se originaron en la conciencia de su necesidad, sino cuando le dolieron los golpes al Gobierno, pero creo que mi padre, Julio Ramos, brindaría a su salud este fin de año de todas maneras.
*Hijo de Julio Ramos. Ex directivo de Ámbito Financiero