Sostienen los editores de El País que “No firmar los textos es una falta de respeto al lector al primar un asunto laboral sobre lo profesional”
Por: Juan Luis Cebrián, Joaquín Estefanía, Jesús Ceberio y Javier Moreno
Durante los últimos días los lectores de El País habrán podido comprobar que numerosas informaciones, reportajes y entrevistas han salido publicados en el periódico sin las firmas de sus autores. Ello se debe a la iniciativa de una asamblea de redactores que decidió adoptar dicha actitud como medida de presión durante las negociaciones del convenio colectivo de la empresa editora del periódico. Queremos expresar claramente, al margen del desarrollo de dichas negociaciones, que a nuestro juicio dicha postura va contra las normas del ejercicio profesional, al involucrar el contenido del periódico en un contencioso laboral.
Desde el inicio de El País se mantuvieron nítidamente separados el ámbito profesional del laboral, y por ello los representantes de los periodistas se agrupan en dos organismos distintos, el comité profesional y el comité de empresa, para, respectivamente, debatir asuntos relativos al ejercicio de la profesión, y negociar los temas estrictamente laborales con la dirección del periódico. Naturalmente, cualquier periodista tiene derecho a no firmar lo que no quiera, y así se respeta en el Estatuto de la Redacción de El País, pero este es un derecho relacionado con la cláusula de conciencia, y por tanto, individual, y de ninguna manera colectivo. Los contenidos del periódico, el derecho de veto sobre los originales, el diseño del producto, las normas a aplicar y la línea editorial son responsabilidad exclusiva del director del mismo, según el Estatuto de la Redacción. Este regula los derechos y deberes profesionales de los periodistas, la dirección y la propiedad del medio, y fue aprobado en junta general de accionistas. De ningún modo puede alterarse su contenido de modo unilateral sin modificar las bases de este pacto que regula el equilibrio de las tres partes.
Nos parece una grave falta de respeto a los lectores manipular la presentación de trabajos que por su estilo y su propia naturaleza encierran valoraciones, opiniones, comentarios y análisis de quien los hace y, sin embargo, no los firma.
Ni el periódico comparte necesariamente esos puntos de vista ahora anónimos (que aparecen bajo la referencia de El País, sin que lo sean), ni el lector puede hacerse una cabal idea respecto al significado de los mismos, habida cuenta que desconoce su autoría. La transparencia es una exigencia indeclinable de un periodismo digno, responsable y de calidad, que no puede refugiarse tras la protesta opaca del Fuenteovejuna de turno. Cada discusión, a su ámbito: ocultar la autoría de una crónica, una entrevista o reportaje, en virtud de una decisión colectiva que nada tiene que ver con el contenido de dichos trabajos, atenta contra la deontología y el buen hacer profesional, y daña la relación normal con los lectores.
Desde la fundación de El País nos hemos esforzado por hacer valer unos principios cuya quiebra nos parece de una gravedad sin precedentes, y una marcha atrás en la forma de hacer de la Redacción. Quienes hemos dirigido El País durante sus 35 años de existencia pedimos disculpas a nuestros lectores por lo que constituye una falta de consideración a sus derechos. Por lo mismo, creemos que hay que tomar las medidas necesarias para recuperar el crédito perdido y que nadie siga afectando a la calidad de El País y a su relación con sus lectores de modo tan irresponsable. Resuélvanse los problemas laborales en el terreno laboral y los profesionales en el suyo propio, sin tomar de rehenes a los lectores, que son en última instancia aquellos para los que todos debemos trabajar.
Foto: Sergio Mahugo, Flickr
Fuente: Diario El País
El País sin firmas y el abuso de la autoría
Por: Juan Varela
Una huelga por condiciones laborales ha dejado a El País sin firmas. Sus lectores encuentran estos días un diario huérfano, donde no reconocen la autoría de las informaciones. Los cuatro directores de El País se quejan y acusan a la redacción de "tomar de rehenes a los lectores". Una dura reprimenda que subraya una contradicción: ¿es ético retirar las firmas cuando se mantienen las "valoraciones, opiniones, comentarios y análisis" de los autores?
Una huelga de firmas debería desvelar una información menos personalizada. El País fue pionero en España en la firma de prácticamente todas las informaciones. Una política que ha llevado a muchos abusos.
Hoy es difícil encontrar un periodismo con tantas firmas como el español. Ni en Europa, Estados Unidos o Latinoamérica, las culturas periodísticas más próximas, se da un caso semejante. Incluso medios de referencia como The Economist siguen sin firmar las crónicas sin perder enfoque interpretativo y analítico.
Aquí se llegan a firmar notas y ruedas de prensa o ediciones de teletipos. El exceso de firmitis, una afección endémica del periodismo, y el mal entendimimento de la autoría ha favorecido un periodismo soberbio, excesivamente personalista y que a menudo confunde responsabilidad con vanidad.
En la carta a la redacción, los directores de El País piden una separación entre lo laboral y lo profesional confusa estos últimos años, tanto en ese diario como en la mayoría de los medios. No es seguro que la multiplicación de firmas en las informaciones haya aumentado la responsabilidad e independencia de los periodistas, pero sí ha producido una subjetivización de la información, el relajamiento de los controles de edición y el debilitamiento de la cultura profesional, los criterios y estilo editorial de cada medio.
En muchos medios sobra subjetivismo y falta una cultura profesional más exigente. No hace falta volver a los viejos editores que titulaban y decidían todos los contenidos, pero una redacción con demasiados personalismos y débil control editorial es una amalgama de voces sin una propuesta clara y concreta para el lector.
Esa es la gran diferencia entre medios de fuerte cultura profesional y el resto. Los primeros -The Economist, The New York Times o Die Zeit, entre otros- privilegian una fuerte cultura y estilo editorial frente a las voces personales. Cuando la información se firma es por una calidad excepcional o en situaciones en las que conocer la autoría y situación del periodista aporta elementos importantes al lector.
En esas culturas periodísticas la opinión está claramente deslindada de la interpretación y el análisis. La primera, juzga y se posiciona; las segundas aportan elementos valorativos para mejorar el entendimiento y contextualización de la información. En las culturas periodísticas con mayor peso de la cabecera, la impronta del medio permeabiliza la información, sus elementos y la voz de los reporteros. Incluso en los de sus estrellas.
En Latinoamérica, dónde he desarrollado gran parte de mi carrera profesional, se sigue ese ejemplo. Limitar el uso de las firmas protege a la redacción frente a las presiones y poderes externos, reafirma el control por los editores y jefes de la redacción, y ayuda a crear un estilo compartido que permite diferenciar por su voz y recursos expresivos a unos medios de otros. Algo cada vez más difícil en un periodismo egocéntrico, pero no por ello con más autoría real.
Cuando el valor y alcance de la voz personal es mayor que nunca gracias a los nuevos estilos periodísticos, los blogs, las redes sociales y la evolución de muchos periodistas hasta convertir su firma en una marca, reivindicar un cierto estoicismo de la autoría, reforzar el control editorial y la cultura de la redacción -aún en redacciones descentralizadas- es una diferencia entre los medios profesionales de calidad y el resto.
Esa es la responsabilidad de la cabecera, su director y editores. La transparencia aumenta porque queda más claro donde pesa más el trabajo individual frente al colectivo y la responsabilidad se comparte con mayor equilibrio: la cabecera y su director protegen a los redactores, que a cambio reconocen esa autoridad profesional.
Es entonces cuando aparece claramente deslindado lo profesional de lo laboral y no se confunde al público entre la voz de la cabecera y la de cada periodista o colaborador, que firma como valoración de su trabajo o porque se aparta de los criterios editoriales.
Con Bertold Brecht exhorto a los periodistas a ser menos autores y más obreros de la información. Por su bien y el de los lectores. Por la transparencia, la responsabilidad y una información con mayor calidad y menos subjetividad, que a menudo encubre una débil exigencia periodística.
Fuente: Periodistas 21