En el día del periodista boliviano, la muerte emboscó a Ted Córdova 16 años después de sufrir un accidente vásculo cerebral en La Paz, donde dirigió los periódicos Ultima Hora y La Quinta en el primer lustro de la década de los años 90.
Nieto de emigrante británico avecindado en Bolivia en las primeras décadas del siglo XX, Córdova nació en marzo de 1932 en el distrito minero de Catavi.
En su juventud temprana vivió en propia piel la resistencia minera a los regímenes de facto en Bolivia, de donde partió para estudiar periodismo y economía en la Universidad de Chile, para cuya plantilla de la primera división de fútbol jugó en la década de los 50.
Políglota, al final de ese decenio embarcado ya en la aventura de su vida, el periodismo, fundó, junto al periodista argentino Jorge Ricardo Masseti y entre otros el colombiano Gabriel García Márquez la Agencia Prensa Latina, en 1959, para la que trabajó como corresponsal acreditado en Naciones Unidas.
En medio, trabajó para el diario argentino Opinión, una leyenda en el periodismo de ese país.
Antes de volver a Bolivia, Córdova escribió su primera novela Cita Tierra Coraje, en base de sus remembranzas del andino yacimiento minero de Catavi.
Córdova volvió Bolivia a principios de la década de los años 60 y al amanecer del decenio siguiente colaboró en el equipo de prensa del presidente Juan José Torres hasta el 21 de agosto de 1971, cuando el militar progresista fue derrocado en medio de un cruento golpe de Estado que encabezó su camarada Hugo Banzer.
Con motivo del golpe de Augusto Pinochet, del 11 de septiembre de 1973, Ted Córdova fijó su residencia en Buenos Aires, donde se desempeñó en el diario La Opinión, de Jacobo Timmerman, hasta que la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) lo condenó a morir en 1974. Ted decidió emigrar de Buenos Aires en octubre de 1974, rumbo a Venezuela. Por casualidad, nos encontramos como compañeros de viaje en un vuelo de la desaparecida Branif y participamos juntos en el Primer Encuentro Latinoamericano de Periodistas, la reunión realizada en Caracas que dio origen a la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) constituida en México dos años después, justamente hace 30 años, en junio de 1976. (Por curiosidades del destino, me tocó participar en una delegación de la naciente FELAP que acudió al aeropuerto de Ciudad de México a recibir los restos del general Torres, que viajaron acompañados de su familia).
Con heridas por bala en el cuerpo, Córdova alcanzó, junto a otros bolivianos perseguidos por sus ideas políticas, la Embajada de Venezuela en La Paz, cuyas autoridades le franquearon la salida de la entonces convulsa La Paz.
En Caracas, donde dirigió la sección internacional del diario Universal, echó raíces y procreó a dos de sus tres hijos, Eduardo, también periodista, y Martín, informático.
Su gusto por la buena mesa lo puso en el primer trance de su vida, una embolia que en el eclipse de la década de los 70 disparó su propensión a la presión arterial alta.
Tras recuperarse por completo de la enfermedad, escribió un libro atípico en un corresponsal de prensa internacional consumado, Adiós al Sibaritismo.
De vuelta otra vez en Bolivia, al principiar los 90, contactado por el empresario minero Mario Mercado Vaca Guzmán, dirigió el matutino Ultima Hora y fundó el vespertino La Quinta, un diario desenfadado que inauguró una nueva era en el periodismo boliviano que nadaba a contracorriente en las aguas de una sociedad pacata.
En La Paz no dejó de editar VIP, una cartilla de análisis de la política internacional, materia en la que se convirtió en experto.
Hacia setiembre de 1995, un ataque de presión arterial lo sorprendió en su casa de Ovejuyo, donde vivía con su esposa irlandesa Mary Boiland e hija Fionna, que este martes le vio morir.
Autor del mito periodístico la ¿Venganza del Che?, o la suerte trágica que corrieron después del 8 de octubre de 1967 los que dieron muerte al comandante rebelde argentino cubano, Córdova no dejó el país sin antes hacer una de las suyas. En una entrevista al coronel boliviano Mario Vargas Salinas, a mediados de 1995, obtuvo el dato del lugar donde los restos del Che Guevara fueron enterrados furtivamente entre el 9 y 10 de octubre de 1967 en el aeródromo de Vallegrande, sudeste boliviano.
En julio de 1997 antropólogos cubanos y argentinos encontraron la tumba del Che en medio de la pista de aterrizaje y los despojos mortales del ?guerrillero heroico? fueron depositados en el mausoleo cubano de Santa Clara.
En busca de rehabilitación y tierras bajas para contrarrestar la hipertensión que sufría, Córdova se radicó en Carolina del Norte, donde se sometió a una larga fisioterapia y paralelamente se mantuvo activo en la tecla.
Córdova, el periodista boliviano más conocido en la órbita internacional en la segunda mitad del siglo XX se inició en el oficio como periodista deportivo, en las audiciones del programa La Verdad desde la Cancha que, en cabeza del Mario Cucho Vargas, relató una de las mayores epopeyas del deporte boliviano, la conquista de la Copa América de fútbol en 1963.
Las guerras sucias del presidente norteamericano Ronald Reagan en Centroamérica en los años 80 quedaron reflejadas en su libro "Testigo de la Crisis", temáticas que retomó en Nuevo Desorden Mundial sobre la política de George Bush en el apogeo del Consenso de Washington y el neoliberalismo.
Desde Caracas, Ted regresó a Bolivia para vivir allí casi toda la década del 90, donde dirigió simultáneamente dos periódicos de La Paz, "Última Hora" y "La 5ª", pero también escribió columnas en "La Razón", "Los Tiempos" y "El Mundo" y fue consultor de la Unión Europea.
Hablaba inglés, italiano, portugués, francés y, desde luego, sus lenguas nativas, el español y el quechua.
El pasado 3 de mayo se sentó por última vez a su máquina para escribir, lo que ocurrió hoy, su despedida:
Noticia y abrazo finalFuente: Agencia ABI
Queridos amigos: les escribo con mi memoria reforzada por los buenos momentos que pasamos juntos. Los tengo muy cerca de mí ahora que me estoy muriendo. Es una agonía tranquila que me permite ciertas libertades, pero es una agonía inexorable. Cuando ocurra lo previsto, mi querida y abnegada esposa, Mary (mcboylan@hotmail.com) que me acompañó en todo este período, junto a nuestra maravillosa hija Fiona, les enviará el dato final.
Entretanto, me entrego a Dios con el recuerdo de ustedes, que me acompañaron en esa vida fascinante del periodismo. Gracias por todos los favores recibidos y va este abrazo final.
El periodismo me agarró tanto, que me permitió enviar esta última noticia de mi muerte, a los 70 años y nueve días de vida en un mundo cada vez más caótico. Como escribí en anterior artículo, lo que lamento es no poder seguir escribiendo sobre el curioso proceso de deterioro del poder norteamericano.
Justamente este mes se cumplen tres anos desde que el presidente Bush, en un gesto de dramatización, aterrizó en el portaaviones Lincoln. En un avión que él no piloteaba, se bajó disfrazado de piloto de guerra y proclamo la "victoria total". Todavía quedan mil días de su gestión presidencial y es muy complicado tratar de pronosticar qué otras escenificaciones ocurrirán. Está visto que no viviré para verlas y comentarlas. Puede ser que, después de otra gran mentira, se produzca un holocausto nuclear global.
El mundo se prepara más en fabricar misiles que en producir vacunas contra las pestes y pandemias. La Tierra se recalienta mientras comienza a escasear el agua potable. Por todo esto no es raro que haya un curioso fenómeno de fe, el revival de Jesucristo. En el cine, libros y cualquier forma de expresión nos encontramos con la figura iconográfica de Jesús de Nazareth y, por fin, la memoria de su filosofía de amor, compasión y justicia en una globalidad recargada de odios y prejuicios. Es cierto que antes de sentarme a la compu me tome un breve William Evans, repulsivo bourbon de Kentucky que justamente sirve para viajes largos, posiblemente sin retorno. Mi amada y abnegada esposa, Mary Boylan, les informará por esta misma vía cibernética, la fecha de mi partida definitiva. Escribo esto el miércoles 3 de mayo. Si algunos quieren volver a leerme, en mis libros o en mi website, les estaré muy agradecido desde la eternidad, como estoy ahora, porque me brindaron su amistad, sobre todo por lo que compartimos en el periodismo y en la vida.
Un abrazote, Ted