viernes, 24 de diciembre de 2010

Ser voceros del poder, el peor riesgo del periodismo

Por: Miguel Wiñazki
Anya Stiglitz es la directora de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Columbia. Su especialidad es el estudio de las relaciones entre los medios, el poder de la ideología y el ejercicio de la política. Por su rigor y creatividad, es reconocida universalmente. Enfoca sus análisis en el comportamiento del periodismo económico.
Allí encuentra claves que explican ciertos pecados graves o capitales. Lo peor es la conversión de periodistas en “embajadores de sus fuentes”. Y lo que es peor, podría decirse, infiriendo una conclusión de los dichos de Anya Stiglitz, es la conversión de periodistas en embajadores de los gobiernos que los “capturan” emocionalmente o, en algunos casos, económicamente.
Acaba de realizar un trabajo (“La prensa en los Estados Unidos y la crisis financiera”) de inmenso rigor académico, vinculado a la crisis de los medios en general y muy en particular al rol que tienen los periodistas de economía precisamente cuando las crisis económicas se perfilan y estallan.

¿Por qué no hubo periodistas en los Estados Unidos que hayan podido prever la crisis financiera?
Muchos afirman que el trabajo de un periodista de economía no es predecir.

¿Pero no detecta usted deficiencias en el trabajo profesional que impidieron ver lo que estaba ocurriendo?
Hay muchos factores que complican la tarea de los periodistas de economía. Uno, reside en el hecho de que trabajan con los protagonistas mismos del mercado, tienden -los periodistas- a creer muchas veces que el mercado es fantástico, sufren lo que podríamos denominar en inglés de “Cognitive capture”, una suerte de lavado de cerebro. Tienden a trabajar tácitamente en acuerdo con sus fuentes. Suelen estar demasiado cerca de las historias sobre las que escriben y, por esa misma razón, pierden la perspectiva para contar la historia que deben contar.

¿Cuál es entonces el pecado capital de los periodistas?
No deben convertirse en “embajadores” de los protagonistas de sus historias. No son voceros. Para superar esos problemas, hay que insistir en la capacitación. En el caso de los periodistas de economía, muchos, al menos en los Estados Unidos, no saben de economía, no comprenden bien aquello sobre lo que están escribiendo.

¿No cree que a veces simplemente los periodistas de economía tienen miedo de decir la verdad?
Es que son situaciones difíciles. Lo que escribe o dice un periodista de economía influye en la economía. Genera confianza o desconfianza en la economía.

¿Cómo observa el panorama económico de la prensa en sí misma en los Estados Unidos?
Atravesamos un período durísimo, como todo el mundo sabe. Quebraron periódicos importantísimos; en 2008, se perdieron 13.000 puestos de trabajo, y 15.000 más en 2009; la circulación declinó y llegó a ser del 10,6% menos, en un período de seis meses en 2009 comparado con el mismo semestre de 2008. Pero ahora hay una lenta recuperación de la circulación y de los anunciantes, yo diría que la situación es estable. Y por supuesto que lo ocurre en otros países no es lo que ocurre en todos los países. En la India, para citar un sólo ejemplo, los diarios impresos viven un muy buen momento.

¿Qué consideraciones puede hacer del periodismo en la Argentina?
He notado que aquí los periodistas están muy bien preparados. Es muy notable. Tienen un nivel superior al promedio de muchos otros países.
Anya Stiglitz conoció a su marido, el premio Nóbel Joseph Stiglitz, haciéndole una entrevista. Aquel diálogo profesional se convirtió en un compromiso vital. Comparten la pasión por la economía, y el interés por la Argentina y su destino.


En la foto: Anya y su espeso el Dr. Joseph Stiglitz
Fuente: Diario Clarín