viernes, 18 de junio de 2010

José Saramago 1922 - 2010

Tras años de desencuentro, Saramago vivía un nuevo amor con Portugal
Por: Emilio Crespo
Tras más de una década de alejamiento de Portugal, José Saramago vivía una nueva pasión otoñal con el país que le vio nacer, adornada de homenajes y reconocimientos e inmune a la polémica religiosa y política que rodeó sus obras.
El autor contemporáneo más universal de las letras lusas, fallecido hoy, nunca dejó indiferentes a sus compatriotas, entre los que era fácil detectar dos actitudes contrapuestas, la aversión o la admiración, aunque siempre mezcladas con el reconocimiento de que no había otro escritor portugués vivo con mayor proyección mundial.
Sólo sus críticos solían decir que Saramago era menos apreciado en su propio país que en la vecina España, donde se refugió desencantado por la censura de la que se sintió víctima en los años noventa.
Pero hasta sus más cercanos admiradores reconocían que al otro lado de la frontera lusa era, en cualquier caso, mucho menos controvertido.
Frente a la estela de polémica que dejaron su marcada militancia comunista y sus ácidos comentarios políticos, el Saramago anciano y dulcificado de la última década logró, como ningún otro, ser profeta en su tierra y estar por encima del bien y del mal que tanto retrató en sus novelas.
Dos de sus libros de mayor carga religiosa, "El Evangelio según Jesucristo" (1991) y "Caín" (2009) marcan un antes y un después en la percepción portuguesa del irreverente novelista, que con la primera obra conmocionó al Portugal católico de la época y con la segunda apenas cosechó un ramillete de comentarios desdeñosos.
El largo desencuentro de Saramago con su país natal se desencadenó con las reacciones a la publicación del "Evangelio" un libro denostado por políticos e intelectuales católicos lusos y hasta por el Vaticano.
El autor se sintió censurado cuando la presentación de su obra a un premio europeo fue vetada desde el Gobierno conservador de la época, que presidía el hoy jefe de Estado portugués, Aníbal Cavaco Silva.
Pero casi dos décadas después ese mismo Portugal católico se conmovió poco con el irreverente "Caín" y las provocadoras declaraciones de su autor, que calificó al Dios de la Biblia de "mala persona y vengativo" y a las Sagradas Escrituras de "libro terrible y sombrío" y manual de "malas costumbres".
Entre la publicación de ambos textos, en Portugal, uno de los países más católicos de Europa, se habían aprobado ya las leyes más progresistas de su historia sobre el aborto, el divorcio y el matrimonio homosexual.
Saramago, refugiado en Lanzarote, en las islas Canarias, con su esposa española, la periodista Pilar del Río, no dio por cerrado el episodio que le distanció del Portugal conservador hasta 2004, después de que el entonces primer ministro del centro-derecha luso y ahora presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, hiciera un desagravio público al escritor.
Pese a todo, Saramago nunca se consideró peleado con su país y más de una vez parafraseó a otro inmortal escritor luso, Fernando Pessoa, para afirmar que su verdadera patria era la lengua portuguesa.
Con todo, fue en su "patria chica", el pequeño pueblo de Azinhaga que le vio nacer en 1922, donde se escenificó el verdadero reencuentro del Nobel con Portugal.
Con motivo de su 84 cumpleaños, Saramago presentó allí en 2006 las "Pequeñas memorias", una obra única en su trayectoria literaria en la que desgrana con fidelidad los recuerdos de la niñez y el alma del Portugal profundo en el que vivió sus primeros años.
El pueblo entero, de menos de dos mil habitantes, salió a la calle para tributarle el homenaje más cariñoso que había recibido hasta entonces el Nobel en su propia patria, con abrazos de viejos conocidos, discursos, banda de música y una gran cena popular a base del típico "leitao" (lechón) luso.
"Sin los años que viví aquí no sería la persona que soy ahora", afirmó un emocionado Saramago, al que su pueblo natal ya nunca dejaría escapar.
Desde aquel año se repitieron las muestras de afecto: primero una estatua en su honor, luego dos calles -con su nombre y el de Pilar del Río- y meses más tarde una emotiva ceremonia de hermanamiento con otras dos localidades que han marcado la vida del escritor: Tías, el pueblo canario donde fijó su residencia, y Castril, de donde es oriunda su esposa andaluza.
Además del homenaje casi familiar de su pueblo, Saramago, vivió un momento culminante de su reconciliación con Portugal con la presentación en Lisboa de la gran exposición hecha en España sobre su vida y su obra.
El primer ministro luso, el socialista José Sócrates, junto a varios miembros de su gabinete y el ministro español de Cultura, César Antonio Molina, arroparon a Saramago en abril de 2008 en la inauguración de la magna muestra dedicada al Nobel en el emblemático palacio lisboeta de Ajuda.
Los homenajes literarios, los seminarios y premios en su honor y hasta los estrenos cinematográficos de sus novelas proliferaron como nunca en el mundillo cultural de Portugal, donde Saramago se había convertido en un referente para la nación lusitana.

Saramago, el defensor de la lengua portuguesa
El fallecimiento de José Saramago, el único Premio Nobel de Literatura lusoparlante, deja a la lengua portuguesa sin uno de sus grandes divulgadores cuya obra inspiró proyectos sociales y numerosas adaptaciones artísticas.
Crítico con la situación de su idioma -abogó por una reinvención del mismo-, pero firme en la necesidad de su preservación, las obras de Saramago contribuyeron a reforzar la presencia del portugués en el mundo, cuyos hablantes superan los 230 millones.
El futuro de la "Lengua de Camoes" -poeta del siglo XVI considerado el padre de las letras lusas- siempre inquietó al autor, quien lamentaba la degradación a la que estaba sometida: "Una lengua que no se defiende, muere", sostenía.
Su obsesión por cuidar el idioma se tradujo en la creación de obras que pasaron a pertenecer por derecho propio al acervo literario del resto de países luso parlantes.
En Europa y América su obra también se convirtió en una referencia y ayudó a divulgar a su Portugal natal -que describía en varios de sus libros- e inspirar decenas de tesis doctorales.
La influencia de Saramago también llegó a las artes, y las parábolas sobre la condición humana expresadas en sus novelas han incitado a grandes directores cinematográficos.
Su célebre Ensayo sobre la Ceguera (1995) -que describe una cruel sociedad que se guía por los instintos más bajos cuando todos quedan misteriosamente ciegos- pasó a la gran pantalla bajo la dirección del brasileño Fernando Meirelles, autor de las afamadas Ciudad de Dios (2002) y el Jardinero Fiel (2005).
La fragilidad de la civilización, que amenaza con desmoronarse en cualquier momento, es el hilo argumental que encandiló a Meirelles, quien dispuso de un elenco de lujo para la cinta: Julian Moore, Gael García Bernal, Mark Buffalo y Danny Glover.
Recientemente, el realizador portugués Antonio Ferreira fue quien se atrevió a adaptar el pesimismo de Saramago sobre el estilo de vida occidental en su cuento Embargo, un ácido retrato de la rutina de la clase media urbana.
La mayor flor del mundo, cortometraje del español Juan Pablo Etcheverry basada en un cuento homónimo del Nobel luso, también llevó a la gran pantalla la acidez e ironía del literato.
Pero su obra no sólo mereció la atención del séptimo arte, el compositor italiano Azio Corghi pidió a Saramago que escribiese el argumentó de la ópera Il dissoluto assolto, inspirada en el Don Juan, de Moliére, y la pieza se estrenó en 2006 en el Scala de Milán.

En defensa de los Derechos Humanos
El Nobel portugués, histórico militante de la izquierda marxista, también dejó marca con su actividad social -fue un acérrimo defensor de los derechos humanos- y puso en marcha varias plataformas impulsadas en su indiscutible éxito editorial.
La Fundación José Saramago, con sede en Lisboa, arrancó en 2007 con el propósito de asumir como norma de conducta "tanto en la letra como en el espíritu" la Declaración Universal de los Derechos Humanos, firmada en 1948.
Su ascendencia le valió que uno de los galardones literarios más prestigiosos de Portugal pasase a llevar su nombre: el premio bienal "José Saramago", dotado con 25.000 euros (37.200 dólares) para promover la creación literaria en portugués entre los menores de 35 años.
El culto de la intelectualidad lusa a Saramago se dejó sentir con intensidad en la localidad de Penafiel, en el norte del país, que se inundó de imágenes y textos del escritor durante un fin de semana de octubre de 2009.
El mayor festival cultural "saramagiano" celebrado en la patria del escritor reunió a investigadores e intelectuales para analizar el impacto de la obra del Nobel desde un punto de vista multidisciplinar y testimoniar la profunda huella cultural que ha dejado el escritor en su propio país.
El autor no llegó a ver el legado cultural y humanista de su Fundación instalado en la emblemática Casa dos Bicos de Lisboa, un edificio monumental que está acondicionando el Ayuntamiento de la ciudad para albergar la institución y convertirla en un punto de encuentro de los intelectuales.
Pero, Saramago, que nunca dejó de insistir en el papel crucial de la lengua en la creación literaria y pidió cultivarla hasta la "extenuación", dejó con sus novelas una de las herencias más apreciadas del patrimonio literario luso.
"El 70 por ciento de la buena literatura es lenguaje", afirmaba el ya inmortal escritor que contribuyó como pocos en la última centuria a la afirmación de las letras lusas en todo el mundo.

Fuente: EFE


Saramago en el Congreso de la Lengua Rosario 2004
El viernes 19 uno de los protagonistas de la jornada fue el escritor portugués José Saramago, premio Nobel de Literatura 1999, quien dictó una conferencia en la Escuela Normal Nº 2 "Juan María Gutiérrez", de Rosario, donde tras oír las notas del Himno Nacional de Argentina dijo que la palabra libertad, que se oye en los primeros versos, le había tocado. "Me pregunto si en el tiempo de la dictadura el Himno Nacional se seguía cantando, y digo sí, se seguía cantando. Y eso nos indica que hay que tener cuidado con las palabras. Las palabras no son una cosa inerte. En ese tiempo la palabra libertad se utilizaba en dos sentidos, ellos —y no necesito decir de quiénes estoy hablando— la usaban en el sentido de libertad para matar, de libertad para torturar, de libertad para todo lo horrible, para todo lo horrendo que ocurrió aquí. Pero los que luchaban contra ellos usaban la palabra libertad para resistir, para luchar, para salvar la dignidad del pueblo argentino".
Según el escritor, "las palabras no son ni inocentes ni impunes. Hay que tener cuidado con las palabras. Si no las respetamos, empezamos por no respetarnos a nosotros mismos. La libertad tiene un sentido, un único sentido. Pero cuando se la usa con un sentido perverso, como ocurrió en Argentina y en otros países, entonces son los ciudadanos los que tienen que darle su contenido real. Y ese contenido real es que llevan en la mente, el que guardan en el corazón, mente y corazón que pertenecen a una cultura y a una historia. Les digo a los más jóvenes que deben tener cuidado con las palabras; decirlas y pensarlas".
Saramago recordó su infancia en medio de la pobreza y dijo que hasta los 18 años no tenía libros propios. "Afortunadamente no teníamos nada. Porque aquel que no tiene nada se lo inventa para tener algo. Y por suerte, no nos aburríamos nunca. Los juguetes que no teníamos los inventábamos".
Una salva de aplausos atronó la sala cuando Saramago expresó que "hagan lo que hagan la Internet y la computadora no hay nada en el mundo que pueda sustituir al libro. ¿Por qué? Porque sobre la página de un libro se puede llorar, pero no se puede llorar sobre el disco duro de la computadora".
Más tarde el escritor le entregó el primer premio del Certamen de Escritura 2004, en la categoría Polimodal, al joven Alberto Ignacio Pasei, de 16 años y oriundo de Coronel Dorrego, localidad situada al sur de la provincia de Córdoba. El joven se alzó con el premio gracias a su monografía sobre Bestiario, de Julio Cortázar. En el certamen participaron unas 2.000 escuelas argentinas.
"Basé mi trabajo en la idea de que el autor, Cortázar, oculta el miedo a través de lo extraño y lo vinculé con la actual realidad de los jóvenes, su incertidumbre y su dificultad para comprometerse con la sociedad o tener respeto por los otros", dijo el autor adolescente, para quien los cuentos de Cortázar "tienen muchas particularidades. Al principio parecen complicados. Pero a medida que uno los va leyendo se va metiendo más y más dentro de la historia. Son de una lectura muy rápida".

Foto: Mario García, Diario La Nación.
Fuente: Letralia


El portugués, siempre del lado de los menos favorecidos: Galeano
"Seguirá siendo una voz entrañable y 'extrañable', no sólo por sus obras sino por sus acciones, dijo el uruguayo
La obra del escritor portugués José Saramago, quien falleció el viernes a los 87 años, continuará siendo entrañable y "extrañable", al igual que su forma de actuar que lo ubicaba siempre del lado de los menos favorecidos, dijo el autor uruguayo Eduardo Galeano.
Saramago, premio Nobel de Literatura, levantó varias veces su voz contra las injusticias, el conservadurismo, la Iglesia y los grandes poderes económicos.
"Seguirá siendo una voz entrañable y 'extrañable'. Lo extrañaremos mucho aunque siga estando", dijo Galeano.
"Yo no quiero palabrear las emociones, simplemente digo que en este mundo hay finales que son también comienzos, muertes que son nacimientos. Y de eso se trata", agregó.
"(Se extrañará) su obra y también a él, a sus acciones, (porque) era un hombre que estaba siempre del lado de los perdedores", comentó el autor de Las venas abiertas de América Latina.
Saramago era miembro del Partido Comunista y comenzó su carrera literaria como poeta. Entre su obra se destaca El año de la muerte de Ricardo Reis, El evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, La balsa de piedra y La caverna.
La Fundación Saramago dijo que el escritor había muerto de un fallo multiorgánico tras una enfermedad prolongada.

Fuente: Reuters