martes, 20 de abril de 2010

El Cronista: Moreno cumple la orden que le dio Kirchner: volver loco a Clarín

Por: Fernando González, fgonzalez@cronista.com
Néstor Kirchner lo ha querido así. Y todas las personas de confianza que quisieron advertirle sobre los riesgos de la jugada hoy están lejos del hombre que intenta manejar la Argentina desde la Quinta de Olivos. Por eso le ha encomendado la conducción de la batalla final contra el Grupo Clarín a Guillermo Moreno, el funcionario en quien Kirchner más confía luego de sus siete años en el poder.
Kirchner ve en Moreno algunas características personales que querría ver en sí mismo. Una seguridad sostenida en la ausencia de temor por el futuro que exhíbe el secretario de Comercio Interior. Una austeridad que contrasta con los lujos en los que vive su familia. Y una falta de ambición política personal que lo convierte en el colaborador ideal para el ex presidente. Moreno trabaja, presiona e insulta para Kirchner. Nunca lo hace para lograr un objetivo propio.
El año pasado, Moreno tenía en su despacho un caballete con un papel que detallaba el funcionamiento de las máquinas de la papelera Massuh, que el Estado había intervenido y en la que Moreno desembarcó como gerente. Massuh es historia antigua. Ahora está quebrada y en el caballete de Moreno está dibujada la estructura empresaria del Grupo Clarín.
Moreno se encarga personalmente de atacar al principal grupo de medios de comunicación de la Argentina haciendo blanco sobre Papel Prensa, la empresa mixta que pertenece a los diarios Clarín y La Nación y en la que el Estado mantiene un 27% de participación accionaria, encargada de abastecer de papel a sus dueños a precios ventajosos porque la política de descuentos es por volumen de compra, magnitud en la que nadie puede igualar a los dos diarios más importantes del país.
Una de las carpetas que más consulta Moreno en estos días es el “expediente Graiver”, el informe judicial en el que se detallan las características de la adquisición de Papel Prensa que Clarín y La Nación le compraron a la familia Graiver a fines de 1976, cuando empezaban los meses más oscuros del terror de la última dictadura militar. Ante sus colaboradores, Moreno admite que no cuenta con pruebas suficientes como para acusar al grupo de un delito pero confía en causarle un daño empresarial al que define como “ético”.
La misma lógica tiene otra de las vertientes de la ofensiva kirchnerista contra el grupo Clarín. Es el hostigamiento a la directora del Grupo, Ernestina Herrera de Noble, haciendo eje en la investigación judicial por reclamos de Abuelas de Plaza de Mayo que busca determinar la identidad de sus hijos adoptivos, Marcela y Felipe Noble, para comprobar si fueron o no chicos apropiados durante la dictadura.
La profundidad del ataque del Gobierno contra Clarín es tan notable que incluyó un innecesario escrache público a 12 periodistas reconocidos de distintos medios del Grupo en afiches callejeros con indudable olor a operación de inteligencia.
Aunque reconoce que la ofensiva contra la familia Noble es parte de la guerra contra Clarín, Moreno prefiere concentrarse en la batalla por Papel Prensa y en darle sustento técnico al esfuerzo oficial para impedir la fusión entre Multicanal y Cablevisión, otro de los frentes abiertos entre el Gobierno y el Grupo. “En seis meses me tienen que devolver una de las dos”, es la frase con la que Moreno se envalentona sin detenerse jamás en el hecho de que fue Kirchner quien aprobó la sociedad entre las dos mayores operadoras de cable del país, días después de que Cristina fuera elegida Presidenta.
Para Moreno, todas las dificultades de los Kirchner se deben a la acción de la prensa independiente y en especial a la de Clarín. En su visión, el conflicto con el campo, la inflación o las derrotas electorales tienen el mismo origen. No hay errores políticos propios ni fallas estratégicas: todo se debe a una gran conspiración mediática en la que el Grupo Clarín tiene incidencia protagónica. Y actúa con una dinámica que muchas veces apela a la sinrazón: “Es que nosotros ya estábamos locos; pero ahora los estamos volviendo locos a ellos”, es el concepto preferido que Moreno enarbola en estos días y siempre con una sonrisa.
Con apelaciones a la Justicia, las autoridades del Grupo Clarín han respondido a los ataques del Gobierno tratando de no caer en la lógica que busca imponer el kirchnerismo. “Estamos tranquilos, pero sabemos perfectamente que nos quieren ensuciar”, se defienden en la empresa. Las relaciones entre unos y otros están cortadas desde hace tiempo: tanto los funcionarios K como los directivos del Grupo reconocen que no hubo reuniones recientes para buscarle una salida al conflicto.
El fantasma conspirativo en la etapa final de un ciclo político no es patrimonio de los Kirchner. También Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando de la Rúa le dedicaron demasiado tiempo y energía a la búsqueda de enemigos con un nido imaginario en los medios de comunicación.
Pero nadie desató una guerra antiprensa como la que consume los nervios del Gobierno. Néstor, Cristina, Moreno y los otros están mucho más ocupados en saber que se dice de ellos en vez de preocuparse por lo que hacen. Es esa equivocación la que los llevó de los picos más altos de popularidad al desencanto social que hoy le muestran casi todas las encuestas.

Fuente:
Diario El Cronista