viernes, 22 de enero de 2010

Haití debe seguir en las noticias

Una legión de periodistas sortean todo tipo de dificultades para poder trabajar
Por: Idoya Noain*
"No me importa si no me puedes pagar mucho o si no me puedes pagar. Yo lo que quiero es ayudarte a que transmitas el mensaje de Haití". Maxon Etienne tarda menos de cinco minutos en ofrecerse como conductor. Acababa de dejar a Ariel, su sobrina de siete años, rescatada de entre los escombros, en un vuelo privado a Miami cuando gracias a un encuentro fortuito, este inspector del Tribunal de Cuentas, venido abajo como tantas otras cosas en Puerto Príncipe, se convirtió en conductor de prensa. La suerte no se enseña en la facultad de periodismo.
Cubrir esta tragedia está siendo, a menudo, cuestión de azar para los periodistas. Hay que tener suerte, por ejemplo, para sobrevivir sin un rasguño a los paseos en moto (con uno o dos pasajeros además del conductor), que son la mejor forma de moverse por la ciudad. Hay que tener suerte cuando el sueldo no lo pagan grandes corporaciones como la CNN o la NBC, que con su poderío económico han tomado Puerto Príncipe con hordas de productores, logistas, técnicos y periodistas. Tienen instaladas pequeñas delegaciones temporales en hoteles como Le Plaza o el Habitation Hatt y se han traído desde camiones cisterna de gasolina para los generadores o los coches hasta tiendas de campaña, provisiones e incluso seguridad privada.
Durmiendo junto a la piscina
Conexión a internet, comida y un trozo en el suelo junto a la piscina para dormir por 60 dólares. Así están las cosas, por ejemplo, en el hotel Ville Creole, donde se aloja una gran colonia de periodistas internacionales. Y podemos dar gracias, tal como están las cosas afuera.
Largas mesas habilitadas de urgencia, con tomas de corriente, están colocadas muy cerca de la parte destruida del hotel. Los periodistas trabajan ajenos al peligro si llega una réplica y acompañados del sonido de una alarma antiincendios que no deja de pitar. Nada funciona en Puerto Príncipe, pero paradójicamente la alarma del Ville Creole se mete hasta lo más profundo mientras trabajas, comes y duermes.
Cuando cae la noche, el personal del hotel empieza a repartir algunas sábanas y mantas. Hasta que se acaban. Los más afortunados se han podido duchar pese a no tener habitación . La solidaridad se extrema como solo se extrema en situaciones límite. Recomiendan controlar las pertenencias porque personas ajenas al hotel se han colado y empiezan a desaparecer algunos equipos.
Ha habido otros periodistas que tienen su base en el aeropuerto, bien en la terminal, en el campamento adyacente donde se han instalado los equipos de ayuda llegados desde todas las esquinas del mundo o en la base logística de la fuerza de la ONU. En esta hay lujos como conexión inalámbrica gratis, ayuda de los expertos informáticos de Comunicaciones sin Fronteras e, impagable, la convivencia con todo el personal de Naciones Unidas, civil y militar, que lleva 10 días trabajando sin parar pero más que a menudo tiene una sonrisa, un dato o una indicación de ayuda.
Los primeros días, una ducha aquí era una entelequia. Ahora, con la llegada de más personal, es cuestión de paciencia. Y más lo será. EEUU, que controla el aeropuerto, decidió el miércoles expulsar de las instalaciones a la prensa internacional, dando inicialmente un plazo de dos horas, ampliado luego. Empezó una nueva diáspora de la prensa. Había que buscar un sitio donde dormir. Pero, antes, había que buscar la historia del día. Haití debe seguir en las noticias.

En la foto de EFE:
Campamento Periodistas en la zona del aeropuerto que EEUU ha ordenado desalojar. Autor: J.J. Guillén
*Enviada especial de El Periódico