sábado, 5 de diciembre de 2009

Periodistas esbozan un retrato del poder y el trabajo periodístico

Julio Villanueva Chang preguntó cómo busca la bondad en los malvados, en los personajes gigantescos. Y Jon Lee Anderson explicó que no es que esculque la bondad de los personajes poderosos. Es simplemente que detecta los grises de los poderosos que entrevista, porque de fondo lo que le interesa descubrir es cómo ejercen la justicia, “cómo tratan a los otros y, sin duda, esto me obliga a buscar la bondad, la compasión en los duros”.
Durante la mesa “Perfilando el poder”, del Quinto Encuentro Internacional de Periodistas, el autor de El dictador, los demonios y otras crónicas resaltó que la bondad se ve en los ojos, “se ve de inmediato si están desalmados. Es un poco subconsciente cuando elaboro un perfil. Tal vez por eso busco a cierto tipo de personajes, unos me interesan y otros no, y generalmente son personas que organizan la violencia como el poder de la alquimia para dominar a otros y para lograr un poder político”.
Es decir, le intriga cómo un personaje ligado a un hecho sangriento se vuelve poderoso en unos años y se convierte en un bonachón, y “luego nadie habla del asunto”. Ese poder que lo atrae. “Por ahí hay un campo rico a escarbar y es un reflejo de la sociedad misma. Porque un perfil no es más que una forma de explorar una situación, una realidad, un momento de la historia”.
“Esa es la máxima, la utopía, la bandera nuestra. Por supuesto yo intento ser lo más objetivo posible, la mayoría del tiempo, pero hay circunstancias en las que uno tiene que incidir en la realidad. La realidad se te impone, y si no reaccionas como ser humano, estás perdido”, apuntó el periodista estadounidense al ser cuestionado por la inclusión de una opinión en uno de sus escritos.
Sobre publicar datos íntimos de los entrevistados, comenta parecerle una cuestión burda, que podría resultar contraproducente para el personaje, y que él ejerce autocensura con las personas comunes, en ese sentido.
Lee Anderson opina que las redes sociales como nueva fuente de información remplazan a las agencias noticiosas, pero que la gente que provee esa información “no tienen la experiencia de contar o analizar lo que vieron”, de ponerlo en contexto.
Cuestionado sobre cómo evitar que la posible empatía con el entrevistado influya en la objetividad del trabajo periodístico, en su sentido crítico, afirmó que “el deber es para con el público”, y que “es necesario tomar distancia y decir la verdad”.
Villanueva Chang, director editorial de la revista Etiqueta Negra, recordó que en una historia que Jon Lee publicó del ex presidente de Liberia, Charles Taylor, que éste era un extravagante del mal –“su maldad es insólita”— y que el efecto Taylor había dejado medio millón de muertes, tan atroces que no se atrevería a contar; que era un vampiro con necesidad de sangre fresca para vivir y que si alguien se animaba a fulminarlo, se salvarían miles de vidas humanas.
“Difícilmente alguien se hubiera animado a decir eso ¿Qué pensaste? ¿Por qué escribir algo así?”, cuestionó Villanueva Chang, y el periodista estadounidense respondió que la objetividad es la utopía, y aunque la intenta, hay circunstancias en las que “uno tiene que incidir en la realidad. Éste se te impone, y si no reaccionas como ser humano, estás perdido. A veces tienes que decidir si reaccionar como ser humano o como periodista, y ojalá todos optáramos para hacerlo como ser humano. Lo de Taylor era especial: él era un asesino en serie que tenía el poder de un país y que mandaba matar a su antojo desde Palacio, y de forma excepcional, aún en mi papel de periodista, creí legítimo ajusticiarlo”.
Durante la mesa, Jon Lee Anderson resaltó anécdotas de cuando realizaba los perfiles de Hugo Chávez, Pinochet o el Rey Juan Carlos, para explicar cuándo es necesario publicar los detalles que evidencian su gusto por el poder, y cuándo es mejor no escribirlos, como los conflictos maritales que Chávez tenía con su mujer.
Colaborador de la revista New Yorker, Jon Lee Anderson ha escrito perfiles biográficos de figuras mundiales como Hugo Chávez, Fidel Castro, Augusto Pinochet, Gabriel García Márquez, el rey Juan Carlos, Saddam Hussein y Hamid Karzai, entre muchos otros. Autor de los libros El dictador, los demonios y otras crónicas, Che Guevara, una vida revolucionaria y La caída de Bagdad, el autor estadounidense es fiel a su oficio y, aunque ya ha participado en varias mesas de diálogo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, se ha tomado su tiempo para realizar algunas crónicas y entrevistas.
En su experiencia, explicó Anderson ante un salón Enrique González Martínez lleno de estudiantes y periodistas, ha sido importante la relación que entablada con los personajes cuyos perfiles se ha propuesto escribir.
Habló de la intuición como una herramienta útil para conocer a quienes protagonizan la información (dijo, por ejemplo, que los villanos la corrupción “se les ve en los ojos”), pero advirtió que un buen periodista no debe quedarse sólo con ella y es obligado abundar en sus investigaciones para no cometer equívocos.
En ese sentido, y ante una pregunta dirigida por su colega peruano, Julio Villanueva Chang, dijo que algunos personajes con cuyas políticas o acciones no concuerda, como Hugo Chávez, “suelen ser muy carismáticos”.
Villanueva Chang, autor de los libros Mariposas y murciélagos y Perfiles criminales, además de director de la revista Etiqueta Negra, comentó por su parte que, en alguna ocasión, un colega suyo encontró una carpeta, en una librería de viejo, con fotografías poco conocidas de Hitler y donde se veía al líder nazi abriendo un regalo o cargando, como un amoroso tío, a la hija de su ministro de propaganda, Joseph Goebbels. En ese sentido, se preguntó cómo integrar este tipo de informaciones a la hora de trabajar un perfil periodístico y qué tanto puede alterar el punto de vista sobre determinados personajes.
Para Jon Lee Anderson, la respuesta está en un trabajo profesional que “intente” la objetividad y tome en cuenta los diversos factores y situaciones que rodean a las personas de las cuales se escribe o habla. En ese sentido, y aterrizando las reflexiones y anécdotas relatadas en la tarea del cronista, la mesa concluyó con la idea de que, más que narrar, se debe reflexionar en cómo un perfil o una crónica pueden describir a una sociedad en general.

Fuentes:
Ciudadanía Express y El Informador