miércoles, 16 de diciembre de 2009

Debate: Periodistas, entre el brutal ataque oficial y las pulsiones de autocensura

Por: Marcelo A. Moreno
A raíz del caso Pomar han surgido diversas autocríticas por parte de periodistas respecto de la cobertura de los hechos.
Algunos han señalado que el periodismo se hizo eco de hipótesis disparatadas. Incluso algunos no han vacilado en ironizar sobre colegas que trasmitieron esas teorías que, por cierto, no eran frutos de su invención.
Y otros fueron más lejos, al alegar que victimizamos a la desdichada familia con la publicación de esas hipótesis.
Desde luego siempre es saludable la autocrítica y más en una profesión en la que la necesaria velocidad en la recopilación, análisis y difusión de la información muchas veces nos puede conducir al error. Me refiero, claro, al periodismo de calidad.
Pero la pregunta es: ¿qué tendríamos que haber hecho? ¿No publicar lo que los familiares nos decían respecto de lo que pensaban respecto del paradero de los Pomar? ¿Censurar las líneas de investigación por juzgarlas -nosotros, legos en el tema- impropias? ¿No propalar lo que afirmaban las fuentes judiciales y policiales, a cargo del caso? ¿Callar lo que sabíamos?
Alguien se horroriza porque se allanó la casa de las víctimas y el periodismo lo consignó. Pero, ¿fue una mala praxis recabar toda la información posible ante lo que entonces era un enigma?
¿Hubiera sido posible llegar a los asesinos de María Soledad Morales si no se hubiera investigado la vida sexual de la desgraciada jovencita?
Investigar a la víctima siempre es el principio de cualquier indagación que quiera llegar a establecer los hechos, ya que a los victimarios, justamente, no se los conoce. Y a través de esa reconstrucción, en general, se llega a determinar quiénes pudieron haber albergado motivos para ultrajarla.
Lo que hubo en el caso Pomar fue una investigación escandalosamente ineficaz y eso no es responsabilidad del periodismo sino de quienes llevaron a cabo indagaciones chapuceras y escasamente profesionales.
¿O, como alguien sugirió, los periodistas debimos seguir los rastrillajes para comprobar su grado de destreza?
Es pedirle demasiado al mensajero -el periodismo-, cuando su única misión es trasmitir fielmente un mensaje, no construirlo ni estimar la calidad de su manufactura.
Lo grave es que semejantes pulsiones autocríticas se desatan en medio de una agresión inédita en la historia de la democracia argentina por parte de las más altas autoridades del Ejecutivo contra la libertad de expresión.
La ley de control de medios audiovisuales, la ofensiva contra Papel Prensa, los reiterados ataque de parte de la misma Presidenta de la Nación y su poderoso marido contra el periodismo que no pueden domesticar, son ya moneda corriente en la Argentina. Hasta han instalado en el canal oficial un programa diario en el que ciertos fans del patetismo se dedican a injuriar a los periodistas profesionales.
Ayer, en el acto de Moyano en Vélez, el líder sindical terminó su discurso burlándose de Clarín y La Nación. Muy cerca, sonrientes, los Kirchner aplaudían.
¿Es éste el momento de la autocrítica en el periodismo? ¿O, ante la arremetida de la censura, empezar a autocensurarnos?

Fuente: Diario Clarín