El periodismo en México se ha convertido en una profesión de alto riesgo con 57 comunicadores asesinados desde 2000 y diez desaparecidos, según organismos no gubernamentales que catalogan a este país como el más peligroso para la prensa en el continente americano.
El asesinato más reciente fue el de José de Jesús Galindo Flores, director de una radio universitaria del Estado de Jalisco (oeste), cuyo cadáver fue hallado el 25 de noviembre, atado y envuelto en una manta en su casa.
Para Reporteros Sin Fronteras (RSF), una de las zonas más peligrosas para la prensa es el norte de México, "en particular para aquellos que trabajan sobre los casos ultrasensibles del narcotráfico".
Pero desde 2006, los periodistas de los Estados de Michoacán y Guerrero, vecinos en la zona suroeste de México y donde actúa el sanguinario cartel de La Familia, también denuncian amenazas de los narcotraficantes.
"Desde 2006 son cinco periodistas muertos en Michoacán y seis desaparecidos. Según un estudio, en 15 días renunciaron 25 compañeros de la fuente policial. Acá también nos llaman los narcos, nos dicen qué publicar, o nos reclaman, eso sí, muy amables", comenta con ironía un periodista michoacano que prefiere omitir su nombre.
A finales de noviembre, Reporteros Sin Fronteras denunció la desaparición de María Esther Aguilar, una periodista de 32 años de un diario de Michoacán, que cubría temas policiales y de narcotráfico.
El caso más dramático y emblemático de la presión del narcotráfico a periodistas mexicanos es el de Jesús Blancornelas, ex director del semanario Zeta de la ciudad de Tijuana (noroeste, fronteriza con EEUU) y que se distinguió por un periodismo de investigación y denuncia contra el crimen organizado.
Tras sufrir un atentado en 1997, Blancornelas vivió prácticamente encerrado y con escolta militar hasta su muerte, por causas naturales, en noviembre de 2006.
Fuente: AFP