domingo, 22 de noviembre de 2009

Enrique Santos: «Hay una ofensiva política coordinada contra la prensa»

Por: Mauricio Bernal
Es probablemente obligatorio decir que Enrique Santos lo del periodismo lo hereda casi por genética, como obligatorio es precisar, para explicarlo, que forma parte de la tercera generación de una familia vinculada desde siempre al diario más influyente de Colombia: El Tiempo. Lo dirigió codo a codo con su primo, Rafael, entre 1999 y este año, los últimos meses compaginando con su trabajo al frente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Y no ha sido fácil: la SIP –lo dice él– ha tenido uno de los años más complicados de su historia.

Han muerto asesinados 16 periodistas en América Latina este año.

Sin duda es uno de los principales problemas. La cifra de periodistas asesinados es la más alta en muchos años, y la mitad de los casos han tenido lugar en México. La mafia, sobre todo en la frontera con EEUU, está intentando imponer una ley del silencio, y muchos periódicos han optado por no tocar el tema. Nos preocupa mucho.

De alguna manera, es lo mismo que ocurría hace poco en su país.
Sí, México está viviendo una situación similar a la que vivimos en Colombia en los años 80 y 90. Yo hace 10 o 15 años, en todas las asambleas de la SIP, cuando empezaron los primeros atentados contra periodistas en México les advertí mucho, les dije: «Ojo con lo que les corre pierna arriba, mírense en el espejo de Colombia». Pero las reacciones eran de incredulidad. Lo cierto es que ahora la violencia en México es escalofriante.

Este año han sido asesinados dos periodistas en Colombia, pero la situación no es tan grave como hace unos años. ¿Qué ha pasado?
Que la sociedad cobró consciencia, que la gente se movilizó contra la dictadura del terror de los narcos. La gota que rebosó la copa fue el asesinato del director de El Espectador, Guillermo Cano, en 1986. Lo mató el cartel de Medellín. Esa muerte desató la primera respuesta colectiva de los medios: a los dos días hubo un apagón informativo total. En una protesta periodística sin precedentes en el continente, Colombia entera se quedó durante 24 horas sin prensa, radio ni televisión. Nos silenciamos para que la sociedad entendiera lo que significaba que silenciaran a bala a sus voceros.

En la última asamblea de la SIP se habló mucho de otro asunto: la preocupante injerencia de los gobiernos en el ejercicio del periodismo.
Es el otro gran problema al que nos enfrentamos actualmente. Hay una creciente intimidación, una hostilidad, un creciente hostigamiento de la prensa independiente por parte de varios gobiernos de la región. Ocurre en Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Argentina, por ejemplo, pero sobre todo en Venezuela. Uno diría que hay una estrategia coordinada a nivel regional para la descalificación sistemática de la prensa de oposición, y que es una estrategia que ejecutan varios jefes de Estado.

Con Venezuela a la cabeza.
Hay todo un esquema ideológico que ha exportado desde Venezuela el patrón Hugo Chávez, y es un esquema que se está adoptando en mayor o menor grado en países como Ecuador, por ejemplo, donde se están discutiendo leyes de prensa extremadamente drásticas, o en Argentina, donde acaban de aprobar la muy restrictiva ley de medios. En Nicaragua y Bolivia se preparan medidas similares.

Habló hace poco de una «arquitectura legal» contra los medios.
Es cierto. Muchas veces, con el pretexto de ordenar los espectros audiovisuales, o de proteger a la ciudadanía contra los abusos de la prensa, o enarbolando la bandera de la pluralidad, se crea un marco legal y administrativo que perjudica a los medios que no son adeptos a los gobiernos. En Venezuela se han clausurado más de 30 emisoras. Treinta.

Digamos que la situación es grave.
La situación es muy preocupante, y nos obliga a ver más allá de lo anecdótico. No solo estamos frente a un problema legislativo, o judicial, o constitucional, sino ante una ofensiva política coordinada a nivel regional por parte de mandatarios que aspiran a gobernar sin prensa de oposición, que aspiran a perpetuarse en el poder y que saben combinar estrategias para atacar a los medios.

La libertad de expresión y de prensa son fundamentales para el funcionamiento de la democracia. ¿Esta problemática que describe es un síntoma de un retroceso democrático general en la región?
Libertad de prensa y democracia son un binomio indisoluble, y el menoscabo de la prensa debilita sin duda a la democracia. Hace unos días, Transparencia Internacional advirtió sobre un crecimiento preocupante de la corrupción en Latinoamérica. Venezuela figura entre los países más corruptos, pero también se ha deteriorado mucho la situación en Colombia y Brasil, y esto de algún modo está relacionado con el debilitamiento de la prensa, de esa prensa de denuncia y de investigación que sirve, entre otras cosas, para fiscalizar los fenómenos de corrupción.

¿Qué puede hacer la SIP para frenar esta situación?
Mire, durante mi presidencia hicimos cinco misiones especiales, estuvimos en Nicaragua, por ejemplo, en Ecuador y Bolivia y dos veces en Venezuela, donde hicimos un foro de emergencia sobre libertad de expresión. Allí intentamos confrontar a los gobiernos. A los dos foros en Caracas invitamos a Chávez a debatir con nosotros, frente a frente y de cara a la opinión pública, pero su estrategia fue denunciar a la SIP como un instrumento de la oligarquía y del imperialismo, organizar marchas de protesta, etcétera. Evo sí dio la cara, se quejó mucho de los excesos de la prensa... y hay que admitir que a veces la prensa comete abusos poco profesionales. La mejor manera de evitarlos es practicar un periodismo independiente, serio y de calidad.

¿Y Cuba?
Cuba siempre es un punto de debate. Allí no existe libertad de prensa desde hace 50 años, pero se esperaba que con el cambio en el régimen se produjera algún tipo de apertura. Sin embargo, la triste realidad es que 27 periodistas y poetas permanecen presos en condiciones deplorables por lo que han escrito, y lo más preocupante es que el Gobierno ha empezado a reprimir a los blogueros. La SIP ha contabilizado 102 acciones represivas contra comunicadores en lo que va de año. Lo peor es que Chávez y Evo tienen a Cuba como ejemplo.

En los años 70 fundó una revista con García Márquez Alternativa ¿Qué recuerda de esa época?
Fue una etapa de mi vida periodística muy gratificante. No nos interesaba tanto la objetividad como hacer contrainformación, informar de lo que no informaba la gran prensa; al final fue el órgano de oposición más importante de Colombia en aquella época. Estábamos muy identificados con las ideas de izquierdas, era una época en que la guerrilla aún inspiraba ideales políticos. Éramos idealistas y románticos, y creíamos que el periodismo era un instrumento para lograr cosas. Pero el periodismo no es un arma revolucionaria.

Ahora ha vuelto a escribir su columna después de 10 años en la dirección. ¿Es lo que más le gusta?
A mí es lo que más me ha llenado en mi vida periodística. La función de director es menos grata, menos estimulante desde el punto de vista intelectual, es una cosa más asexual, por decirlo de algún modo. A la gente le gusta más la opinión irreverente de un columnista, pero la del director de todos modos es una labor más completa.

Fuente:
El Periodico