martes, 13 de octubre de 2009

La turbia mano del fútbol argentino

Por: Martí Perarnau
El periodista, muy joven y algo inconsciente, se acercó al general Jorge Rafael Videla en la recepción previa a la final de Mundial de 1978 y le preguntó: “¿Qué valoración hace de las protestas internacionales contra la violación de los derechos humanos en Argentina?”. El sangriento dictador giró su bigote hacia el periodista y sin mover ni un músculo del rostro contestó: “Es una conjura internacional”. Envalentonado, el joven imberbe insistió: “¿Y qué opina de que Johan Cruyff no haya querido participar en el Mundial?”. El brazo poderoso de un guardaespaldas agarró al periodista del cuello: “Joven, usted ya ha preguntado demasiado”. Otro periodista, mayor y maduro, cogió al joven del brazo y se lo llevó en volandas por las calles oscuras de aquel tenebroso Buenos Aires de hace tres décadas, asolado por la criminal dictadura militar.
En aquella recepción de los generales a la prensa mundial ya estaba presente Julio Humberto Grondona, entonces director financiero de la AFA (Asociación de Fútbol Argentino) y que apenas nueve meses más tarde sería elegido presidente, con el beneplácito de la Junta Militar, cargo que mantiene treinta años y docenas de escándalos después. Hoy en la pasional Argentina llueven las críticas feroces contra Messi y habría que recordar que todo el fútbol argentino está en manos de Grondona desde hace más de treinta años: la selección, el dinero y el modelo que ha llevado a la ruina a docenas de clubs. En tres decenios, Grondona ha multiplicado su fortuna hasta niveles descomunales, pero ningún proceso judicial ha podido acabar con él. Mientras crecía su riqueza personal se empobrecían los clubs, que acabaron regalando los derechos de sus jugadores a empresarios de escrúpulo breve.
Sorprende encontrar a tantos conocidos entre quienes comparten negocios con Grondona: Jesús Samper desde Santa Mónica Sports; Romeo Cotorruelo desde Inmark, el grupo que absorbió Makeateam, la empresa de Jorge Valdano, todavía asesor; o Patricio Gorosito, poseedor de un historial delictivo que ocuparía medio periódico, testaferro de Grondona en operaciones turbias, y presidente del Club Real Arroyo Seco, con quien Joan Laporta firmó un convenio en 2006 de colaboración con el Barcelona, similar al rubricado y roto en apenas medio año con el Arsenal de Sarandí, presidido por Julio Ricardo Grondona, hijo del factótum que sonreía junto a los generales sangrientos aquella tarde de 1978. Hoy todos critican a Leo Messi, pero está claro que la ruina del fútbol argentino tiene nombre y apellido.

Fuente:
Diario Sport