Freud se ganó la animosidad del mundo femenino con su teoría sobre el penis neid. El concepto, que metafóricamente podría entenderse como envidia al falo, en tanto símbolo de poder sin importar su sexo, fue leído literalmente como envidia al pene.
Por: Jorge Fontevecchia
Freud se ganó la animosidad del mundo femenino con su teoría sobre el penis neid. El concepto, que metafóricamente podría entenderse como envidia al falo, en tanto símbolo de poder sin importar su sexo, fue leído literalmente como envidia al pene. La histeria, que no es sólo femenina, no podría ser comprendida sin la existencia de un poder al que sublevarse. Si no hubiera un dominio del otro, ¿a qué podría rebelarse alguien? Varios discursos histéricos anti Clarín de los legisladores que aprobaron la Ley de Medios me resultaron una metáfora perfecta del penis neid freudiano, donde Clarín era el falo que había que impotentizar.
Sobresalir vs. envidiar. En la envidia siempre hay admiración y comparación. Clarín pagó el precio de ser demasiado grande para la Argentina. Su equivalente brasileño, Globo, enfrenta a otras dos empresas enormes y diversificadas multimediáticamente: el diario Folha de São Paulo, controlante de la mayor proveedora de Internet de Brasil (UOL), y Editorial Abril, que suma la segunda red de cable y varios canales segmentados. En México, más chico que Brasil, Televisa es el equivalente a Clarín y también encontró en la reciente TV Azteca un competidor que puede hacerle frente.
Clarín es entre diez y veinte veces más grande que las otras mayores empresas argentinas que producen contenidos. Si hubiera un solo hombre inmortal sería asesinado por los envidiosos, pero si hubiera dos o tres, la situación podría ser diferente.
Además, Globo ya tuvo que desprenderse del cable para pagar sus deudas durante la crisis de 2001/2002. Algo que no precisó hacer Clarín, gracias a las leyes en favor de los deudores que promulgó Eduardo Duhalde. Y ahora que por otros motivos no puede mantener cable y televisión abierta, parece que tomaría la misma decisión que Globo y se quedaría con Canal 13, revendiendo el cable a David Martínez, el original dueño de Cablevisión, con quien se asoció al momento de la fusión.
La fuerza de la envidia hacia Clarín tuvo otro agravante: la rapidez de su progreso. En poco más de quince años pasó de ser sólo un diario a tener la primera radio, el primer canal de TV, la primera proveedora de acceso a TV por cable y de Internet. Globo ya era Globo hace treinta años y lo mismo Televisa, por lo que la envidia hacia ellas se fue digiriendo con las décadas.
La madre del resentimiento. La envidia a (el falo de) Clarín trasciende a los políticos e incluye también a sus competidores (no está de más repetir, nosotros incluidos). La envidia es una declaración de inferioridad y focalizarse en los defectos de los demás es una forma mediocre de paliar la angustia que produce no poder aceptar las propias limitaciones.
Ese pesar por los bienes de los demás lo sienten más fuertemente personas no contentas consigo mismas. Difícilmente prospere junto al mérito y no es un vicio sino una pena. Normalmente la envidia es negada ante terceros y ante sí mismo por el envidioso porque develaría lo que carece, a partir de aquello que envidia en el envidiado. La envidia es una dolencia vergonzosa que se busca disimular porque humilla ante sus propios a quien la siente.
Hay una dependencia unidireccional del envidioso respecto del envidiado, por eso la envidia es una cosa muy justa porque lleva consigo el suplicio que merece el envidioso. Se dice de ella que es el único vicio no placentero y el único pecado que no hace mal a los demás sino a las personas que lo ejecutan.
El sabio no envidia la sabiduría de otro. Sólo el frustrado siente resentimiento o rivalidad por el éxito, logros y ventajas de alguien más.
Envidia en griego y latín quería decir “ver malos ojos”. En su poema El Purgatorio, Dante Alighieri imaginó el castigo perfecto para quienes se alegran con los fracasos ajenos: cerrarles los ojos y coserlos para que no puedan volver a recibir el placer de ver a otros caer.
Pero no haría falta tanto castigo porque la ciencia comprobó que el deseo de tener lo que otros tienen estimula la corteza cingulada anterior dorsal del cerebro; es decir, la misma región que se activa cuando se padece dolor físico, según un estudio publicado en la revista Science por Hidehiko Takahashi.
Un viejo proverbio dice: “Castiga a los envidiosos haciéndoles el bien”. En este caso, como la mayoría de las señales de televisión pierden dinero, sería un buen castigo para todos los que se quejan de Clarín que tuvieran a cargo señales de televisión para ver cómo se las arreglan para mantener su calidad y soportar su costo económico sin perder independencia.
Desagravio. Quienes más merecen un desagravio son los periodistas que trabajan en los distintos medios de Clarín. Sobre varios de ellos se ha dicho de todo en las últimas semanas; muchas veces injustamente y con generalizaciones que impidieron ver los matices de aquellos que adoptaron una posición digna, defendiendo como es lógico su fuente de trabajo y al mismo tiempo respetando la posición del otro. Y, también, los que independientemente de Clarín pensaron que la nueva Ley de Medios no es buena para la democracia y la hubieran criticado aunque no trabajaran en Clarín.
Si Clarín no tolerara periodistas independientes en sus filas, mal podrían trabajar en TN Magdalena Ruiz Guiñazú o Nelson Castro. Lo mismo vale para Canal 13, Radio Mitre y el propio diario Clarín.
Un buen consejo para todos aquellos que tengan la sospecha de que sus opiniones pudieran haberse sentido potenciadas por alguna cuota de envidia es convertir ese sentimiento en sana envidia, transformándolo en un motor para la emulación superadora.
Epílogo. Otra forma más fácil de calmar esa culpa es apelar a la visión optimista de la envidia, también aplicable a la envidia a Clarín y a tantas otras. El que mejor resumió esta perspectiva fue el filósofo español Fernando Savater, quien hizo una curiosa defensa de la envidia que parecería contradictoria con su calificación de pecado. “Hay un importante componente de envidia vigilante que mantiene la igualdad y el funcionamiento democrático”, dice Savater. Y agrega: “La envidia es la virtud democrática por excelencia. La gente, por ella, tiende a mantener la igualdad. Produce situaciones para evitar que uno tenga más derechos que otro. Al ver a un señor que ha nacido para mandar, dices: ‘¿Por qué estás tú allí y no yo? ¿Qué tienes que yo no tenga?’. Entonces la envidia es en cierta medida origen de la propia democracia y sirve para vigilar el correcto desempeño del sistema. Donde hay envidia democrática, el poderoso no puede hacer lo que quiera”.
También hay consuelo para Clarín, que debería rogar seguir siendo envidiado porque, como dice el refrán: “Mejor es ser envidiado que compadecido”, dado que la envidia es el adversario de los afortunados.
Por último, una reducción del tamaño de Clarín no tendría por qué necesariamente ser perjudicial para el Grupo. Podría hasta ser beneficioso concentrarse en sectores más rentables o para los que tenga mayores competencias, y salir fortalecido. Clarín ha demostrado capacidad para reconvertirse después de cada crisis del país y esta vez no tendría por qué ser una excepción.
Fuente: Diario Perfíl