jueves, 15 de octubre de 2009

El papel de la prensa y Papel Prensa

Un becario del Conicet investigó la compra de Papel Prensa. El académico Marcelo Borrelli revela la trama secreta de la adquisición de la papelera. El pacto Clarín-Videla, los números ocultos y las claves del negocio.
El diario Clarín lanzó su primer número al público el 28 de agosto de 1945. Su fundador fue Roberto J. Noble, quien dirigió el diario hasta el día de su fallecimiento, el 12 de enero de 1969. Luego su esposa, Ernestina Herrera de Noble, se hizo cargo de la dirección del diario, la cual ha ejercido hasta la actualidad. Clarín tuvo una carrera ascendente desde su primer número. Durante el período 1976-1983 fue el diario con mayor tirada en la Capital Federal y, además de ser el líder indiscutido en la publicación de los avisos clasificados, consolidó una amplia influencia en la opinión pública nacional. (...)

Clarín y el golpe militar de 1976
En marzo de 1976, en el marco de la desafección general de la sociedad civil hacia el proceso político encabezado por el peronismo y hacia la institucionalidad democrática –y con la voluntad golpista de las Fuerzas Armadas ya desembozada–, Clarín juzgó como “inevitable” el golpe de Estado (Blaustein y Zubieta 1999; Borrelli 2007; Díaz 2002). (...)
Luego del golpe, la línea editorial ofreció un “consenso expectante” hacia el gobierno militar, apoyando la restauración del “orden” pero reclamando que se implementaran las “soluciones desarrollistas”. (...)

El nacimiento de Papel Prensa
A inicios de la década del ’70, Argentina ocupaba el primer lugar en América latina en consumo de diarios y revistas, e importaba casi la totalidad de papel prensa que consumía. Esto implicaba una erogación en divisas de más de 100 millones de dólares anuales, entre papel y pasta celulósica (Getino, 1995). La consecución de una producción propia de papel prensa era un anhelo largamente deseado por los diarios nacionales. (...) El primer paso para su concreción lo dio el gobierno de facto del general Onganía (...)
Se iniciaba así un camino plagado de irregularidades y prerrogativas ofrecidas por el Estado a ciertos intereses privados. A inicios de 1972, la Junta Militar de la Revolución Argentina realizó una contratación directa con un grupo que encabezaba César Augusto Civita, dueño de la editorial Abril, e integrado por César Alberto Doretti –de Fabril Financiera y Celulosa–, Luis Alberto Rey y la propia Editorial Abril. (...)
Hacia finales de 1973, Rey se convirtió en el accionista mayoritario del grupo Civita. El entonces ministro de Economía de Perón, José Ber Gelbard, había impuesto un “ahogo reglamentario” sobre el grupo y lo había obligado a entregar su 26% de participación en Papel Prensa a Rey (Gasparini, 2007: 25). Rey operaba como testaferro del empresario y banquero platense David Graiver. (...)
Graiver consolidaría sus manejos empresarios y financieros con “dinero sucio”: la agrupación Montoneros le confió parte del pago millonario que había obtenido del secuestro de los hermanos Born en 1974 (la parte eran casi 17 millones de dólares)1. La aparición de Graiver en el negocio fue decisiva para el futuro de Papel Prensa durante la dictadura militar iniciada en marzo de 1976. (...)
Antes de su muerte, Graiver controlaba la mayoría de las acciones de Papel Prensa (...) Luego del golpe, entre una más de las contradicciones de la época, los militares en el poder estatal se transformaron provisoriamente en socios del “banquero de Montoneros” –la organización “subversiva” que estaban aniquilando en las mazmorras de los centros clandestinos–, en un emprendimiento financiado con dinero espurio proveniente de un secuestro extorsivo.

La compra del paquete accionario de Papel Prensa por parte de los diarios Clarín, La Nación y La Razón
La compra del paquete accionario de Papel Prensa por parte de los tres diarios combinó política y negocios, en una oscura trama de intereses. Luego del fallecimiento de Graiver, en un confuso y sospechado accidente de avión en agosto de 1976 (Gasparini, 2007), el gobierno militar encabezó una cruzada para confiscar las propiedades que habían pertenecido al banquero, y ofreció las acciones de Papel Prensa a los cuatro diarios de mayor circulación del país, La Nación, Clarín, La Razón y La Prensa (este último rechazó el negocio). El 2 de noviembre de 1976 el gobierno militar obligó a la viuda de Graiver, Lidia Papaleo, a firmar el pre-boleto de venta de las acciones (...)
Desde septiembre de 1976 la Junta conocía la insolvencia del Grupo Graiver, y que había obtenido gran parte de su dinero de Montoneros. Por ello, el gobierno apuró la transacción para resolver la venta antes de detener a la familia Graiver y otros colaboradores del grupo por sus relaciones con la “subversión”. Con esa decisión, Papel Prensa no entraba en el lote de propiedades que les serían incautadas a los deudos del banquero fallecido. (...)
La operación se concretó el 18 de enero de 1977 a un valor tres veces menor al real (se pagó 8.300.000 dólares; diez años después la empresa costaba 250 millones de dólares; Ruiz Núñez, 1987: 26). Con la asociación del Estado y los diarios, las Fuerzas Armadas –que ya controlaban los medios de radiodifusión estatales– se aseguraron un control directo sobre la sensible producción de papel (el 25% del porcentaje accionario que mantuvo el Estado le otorgaba derecho a veto sobre sus socios privados). En medio de la masacre política que los militares dirigían, la posibilidad de condicionar a la prensa nacional a través del papel –ya voluntariamente autocensurada en relación a la cuestión de las desapariciones y las disputas inter e intra fuerzas– era una significativa herramienta política. (...)
Las concesiones que el gobierno militar otorgó a los grandes diarios pueden integrarse dentro de lo que Castellani (2004) menciona como el funcionamiento de un ámbito privilegiado de acumulación, a través del cual la acción del Estado durante la última dictadura militar benefició a grandes grupos económicos industriales. El funcionamiento de estos ámbitos determinó que ciertos grupos económicos obtuvieran cuasi rentas de privilegio, originadas en las regulaciones estatales que les permitieron a las empresas fijar posiciones oligopólicas en sus mercados. En el caso de Papel Prensa, la cuasi renta de privilegio estaba asegurada por una política estatal de promoción industrial (Castellani, 2004: 177) (...)
Como señala Castellani (2004: 202), hacia el final del “Proceso” se constata que durante el régimen militar las empresas “vinculadas” habían obtenido tasas de rentabilidad mayores a aquellas que no lo habían estado. Además, Papel Prensa se constituyó como un oligopolio sobre la producción de papel que perjudicó a diarios de circulación menor (Muraro, 1987: 28). (...)

La voz editorial de Clarín. El papel: una “batalla” ganada
La noticia sobre la compra de las acciones de Papel Prensa fue tapa de Clarín (1976: 11-11). (...) La transacción accionaria que se había arrancado a la fuerza a Lidia Papaleo, viuda de Graiver, no contó ese día con una opinión en la sección editorial. (...)
En la argumentación esbozada se identifica rápidamente una estrategia que ha sido común a los grandes grupos empresarios que se beneficiaron de la acción discrecional del Estado: presentar una promoción industrial sectorial como una oportunidad para el progreso del país. (...)
Por supuesto, en ningún momento se mencionaban las condiciones ventajosas y la forma en las que se habían adquirido las acciones. Tampoco que el Estado formaría parte de la empresa. El cariz político de la cesión se solapaba en las referencias ventajosas para el país.

Una compra sospechada: Papel Prensa y el escándalo Graiver
La forma en que se había concretado la compra del paquete accionario de Papel Prensa quedó envuelta en un manto de sospecha al tomar estado público el “caso Graiver”. Con el fin de aventar las sospechas y defender la compra, el 19 de mayo de 1977 los tres diarios implicados dieron a conocer una solicitada ofreciendo las explicaciones del caso. (...)
Con respecto a la venta, se aclaraba que la adquisición de las acciones había sido “previa consulta y posterior conformidad de la Junta de Comandantes en Jefe”. (...)
En resumen, para los tres diarios la transacción se había celebrado “a luz pública y con el consentimiento previo y posterior del Estado”, preservando así un proyecto de “interés nacional” que resguardaba el abastecimiento para “todos los diarios” de su principal insumo “en defensa de la libertad de prensa, de conformidad con una centenaria tradición argentina y respetando uno de los soportes de nuestro estilo de vida” (Clarín, 1977: 19-05).
Pese a la transparencia aludida, tres meses después, el 16 agosto de 1977, el gobierno designó un veedor-interventor militar –el capitán de navío Alberto D’Agostino– para investigar el origen del capital de compra de las acciones y las condiciones de su negociación en sus distintas etapas. (...)
El 18 de septiembre de 1977 Clarín volvía a expresarse editorialmente sobre la prioridad que tenía el papel prensa (...) Consideraba las palabras de Videla como “liminares” y las tomaba como un justificativo más para recordar la importancia de la producción de celulosa y papel, que eran “actividades fundantes” requeridas por el fortalecimiento de la Argentina. (...)
El interventor D’Agostino elevó su informe el 27 de diciembre de 1977, advirtiendo sobre graves irregularidades y objetando distintos aspectos de la operación de adquisición accionaria, aunque omitiendo la mención de la conexión Graiver-Montoneros (Molinas y Molinas, 1993: 252). La Junta no atendió sus indicaciones y a inicios de febrero de 1978 decretó la finalización de la intervención. Clarín no hizo ningún comentario editorial sobre el informe. Tampoco hubo ninguna información en otra sección del diario.

El final de una “batalla”: la inauguración de la planta productora de Papel Prensa
El 31 de julio de 1978 finalizaron oficialmente las obras de la planta de Papel Prensa en la localidad bonaerense de San Pedro. (...)
El editorial que comentaba la novedad recurría al tono apologético con el que se había referido al emprendimiento del cual era protagonista. La producción de papel prensa nacional era interpretada como un gran hito para el país: político –por la afirmación de la “soberanía”–, cultural –por la ratificación de la capacidad técnica nacional y la perspectiva favorable para la libertad de expresión– y económico, por sus perspectivas favorables en este campo. (...)

A manera de conclusión
La compra del paquete accionario de Papel Prensa S.A. en manos de los tres diarios nacionales estuvo signada por las irregularidades y la concesión de prerrogativas discrecionales por parte del Estado a intereses privados. Este beneficio sectorial fue presentado por los tres diarios como una contribución al país y a la libertad de prensa, solapando todos los aspectos contradictorios y espurios que contuvo la operación. (...)
El apoyo editorial al emprendimiento de Papel Prensa, además de responder al obvio interés propio, se adecuaba sin contradicciones con el discurso de Clarín porque se ensamblaba dentro de una política editorial que apoyaba aquellos signos “positivos” de la dictadura militar que estuvieran orientados en el sentido de la concreción del ideario desarrollista. (...)
Por otra parte, Papel Prensa puso de relieve la importancia de los intereses económicos en la acción concreta de las empresas periodísticas. Dicho esto, vale aclarar que es en la articulación de intereses empresarios, perfil ideológico de los medios, historia, alianzas coyunturales, entre otras variables, que debe analizarse la política editorial de un diario. Esto supone analizar en qué medida uno u otro aspecto tiene mayor peso según la circunstancia histórica específica. Está claro que sería una simplificación plantear que Clarín se transformó en mero reproductor de los intereses del gobierno militar por su actuación en Papel Prensa. Esto no implica desmerecer la importante influencia que implicó en la relación de Clarín con el gobierno militar. (...)
Pero sin duda, cuando constatamos que la conformación de Papel Prensa fue el inicio remoto del proceso de consolidación de Clarín como gran grupo empresario podemos hipotetizar –en un planteo que debe ser confirmado o rechazado en futuras investigaciones– que aquí reside el origen de la supeditación de los intereses puramente “periodísticos” e ideológicos del diario –relacionados a su capacidad de influencia ideológica, a su representación de los intereses de ciertos sectores de la población, a la gestión de la información y a la mediación del diálogo social dentro de una sociedad– a los intereses pecuniarios relacionados con su existencia como grupo empresario. (...)
Por tanto, puede plantearse que el tipo de pacto, explícito e implícito, con el gobierno militar que supuso el negocio de Papel Prensa debe entroncarse en una línea de continuidad con lo que será la política del diario durante los años ’90, donde buscará y obtendrá beneficios legislativos por parte del Estado y utilizará su función periodística y su influencia sobre la opinión pública para presionarlo en función de sus propios intereses empresariales.

1. Gasparini, 2007; Mochkofsky, 2004; Ramos, 1993; Seoane, 1998; Seoane y Muleiro, 2001; Ulanovsky, 2005

Fuente:
Revista Veintitres